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progresista se agitó violentamente y decidió resistir, y traer la resistencia al terreno material de fuerza. El Ayuntamiento convocó la Milicia Nacional, que tomó posesion de puntos estratégicos en la capital, en actitud de combate. Las Córtes, cuya última sesion se habia verificado el 1. de Julio, y que se habian suspendido de la misma manera que en su primer período con la prevencion presidencial de avisarse á domicilio, tenian diseminados y ausentes una gran parte de los diputados, pero sin convocacion oficial se reunieron en el salon de sesiones 91 diputados en sesion, á todas luces irregular y revolucionaria. El diputado Madoz hizo una proposicion para que declarasen las Córtes que el nuevo Ministerio no merecia su confianza, y habiendo sido aprobada, una comision de estos diputados debia llevar el mensaje á la Reina.

Mas al pedir la vénia al Presidente del Consejo para llevar el mensaje á S. M., ya reunidas fuerzas del ejército, si bien en tan pequeño número que no llegaba á 5.000 hombres, dirigidos por los generales O'Donnell, Marqués del Duero, Serrano, Ros y Mesina, y decidido O'Donnell á reprimir con la fuerza lo que por la fuerza se pretendia alcanzar, privando á la Corona de su prerogativa constitucional de nombrar ministros, que pretendia coartar la revolucion por la fuerza, contestó, como Presidente del Consejo, con decision, que la reunion de diputados y su mensaje era ilegal y facciosa, y que no la reconocia como representante legal de las Córtes. Mientras pasaban estas pláticas, ya se habia empeñado, sin embargo, un rudo combate entre las tropas del ejército y la Mili

cia Nacional secundada por los revolucionarios, corriendo sangre española, toda á manos de españoles; combate que puede decirse fué continuado y apenas interrumpido durante cuatro angustiosos dias, desde el 18 de Julio hasta el 22; combate terrible, en que tronó el cañon en el recinto mismo de la capital, sufriendo estragos muchos edificios de honrados vecinos.

El resultado fué quedar el triunfo completo á favor de la ley, del Gobierno y del principio de autoridad, y Madrid entero supo el desastroso fin que tuvo el torero Pucheta, muerto en la refriega de estos dias de un pistoletazo. Pero en la lucha terrible entre milicianos y revolucionarios con las tropas del Gobierno, ¿cuál fué la parte que tuvo Espartero? Material, ninguna, absolutamente ninguna. Desde que hizo dimision de la Presidencia del Consejo se retiró á su casa, y presenció neutral tan dolorosos sucesos.

Acusáronle sus parciales de cobardía ó indecision; pero que no era cobarde Espartero lo tenía bien probado, así como tenia tambien probado que era grandemente indeciso como hombre político; mas fuese la que quisiese su indecision, acaso la historia al juzgarle deba atribuir su conducta á motivos más elevados, mucho más nobles: la revolucion enfrente de la prerogativa Real no pudo ni debió contar en las filas de sus combatientes al vencedor de Luchana.

El Gobierno habia nombrado gobernador civil de Madrid á D. Manuel Alonso Martinez, y su proclama y su bando bastan para dar idea cabal de aquellos tristes dias, así como la verdadera conclusion de la inolvidable y perpétuamente fatal revolucion de 1854.

Empezó, pues, una era política nueva, personificada casi absolutamente en la personalidad de D. Leopoldo O'Donnell, conde de Lucena, sobre cuyos hombros cargó entonces la inmensa responsabilidad del porvenir de la ilustre nacion española, y cuya conducta y hechos sucesivos consignará la historia y juzgará la posteridad con imparcialidad completa.

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