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Areche, Medina y Matalinares, autores de tantas atrocidades, recibieron honores y aplausos: pero el aspecto de las victimas, sus últimos lamentos, sus miembros palpitantes, sus cuerpos destrozados por la fuerza de los tormentos, son recuerdos que no se borran tan facilmente de la memoria de los hombres; (5) y debe perpetuarlos la historia para entregar estos nombres á la execracion de los siglos.

Pocos ejemplos ofrecen los anales de las naciones de una carniceria tan espantosa. No solo se atormentó y sacrificó á Tupac-Amaru, su muger, su hijo, sus hermanos, tios, cuñados y confidentes, sino que se proscribió en masa á todo su parentesco, por mas remotos que fuesen los grados de consanguinidad que los unian. Solo se perdonó la vida á un niño de once años, hijo de Tupac-Amaru, que despues de haber presenciado el suplicio de sus padres y deudos, fué remitido á España, donde falleció poco despues. Asi es que debe tenerse por apócrifo el título de Quinto nieto del último Emperador del Perú, que asumió Juan Bautista Tupamaru para conseguir del Gobierno de Buenos-Ayres una pension vitalicia (6).

El único resultado útil de este gran sacudimiento fué la nueva organizacion que la corte de España dió á la administracion de sus provincias de ultramar, y la abolicion de los repartimientos. De este modo quedó legitimado el principio que invocó Tupac- Amaru para mejorar la suerte de los indios, que hallaron despues en sus delegados administradores mas responsables, y por consiguiente mas íntegros que los Correjidores.

(5) Areche que miraba la ejecucion de Tupac-Amaru desde una ventana del Colegio de los ex-Jesuitas del Cuzco, cuando vió que los caballos no podian despedazar el cuerpo de este desgraciado, mandó que le cortasen la cabeza; y á la muger de Tupac-Amaru la acabaron de matar "dandole patadas en el estómago."

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(6) El título del folleto que este impostor publicó en Buenos-Ayres, es: El dilatado cautiverio bajo el Gobierno Español de Juan Bautista Tupamaru, quinto nieto del último Emperador del Perú.

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YO la

RELACION HISTORICA

DE LA

REVOLUCION DE TUPAC-AMARU.

UNQUE las crueles y sangrientas turbaciones que han excitado y promovido los indios en las provincias de esta América Meridional, han sido la causa total de tantas lamentables desdichas como se han seguido á sus habitantes; es, no obstante, preciso confesar que el verdadero y formal orígen de ellas no es otro que la general corrupcion de costumbres, y la suma confianza ó descuido con que hasta ahora se ha vivido en este continente. Así parece se deduce de los propios hechos, y lo persuaden todas sus circunstancias.

De algunos años á esta parte se reconocian en esta misma América muchos de aquellos vicios y desórdenes que son capaces de acarrear la mas grande revolucion á un Estado, pues ya no se hallaba entre sus habitadores otra union que la de los bandos y partidos. El bien público era sacrificado á los intereses particulares: la virtud y el respeto á las leyes no era mas que un nombre vano: la opresion y la inhumanidad no inspiraban ya horror á los mas de los hombres acostumbrados á ver triunfar el delito. Los ódios, las perfidias, la usura y la incontinencia, representaban en sus correspondientes teatros la mas trágica escena, y perdido el pudor se transgredian las leyes sagradas y civiles con escándalo reprensible.

Tal era el infeliz estado de estas provincias en punto á discipli ña, y no mejor el que se manifestaba en órden á la seguridad y defensa de ellas; pues no se encontraban armas, municiones ni otros pertrechos para la guerra: carecian de oficiales y soldados que en tendiesen el arte militar; porque aunque en las capitales de est vasto reino, como son Lima y Buenos Ayres, se hallasen buenos inteligentes, como el fuego de la rebelion se encendió en el cent de las mismas provincias y casi á un mismo tiempo en todas, y distancia de una á otra capital es la de mil leguas cuando menos, no dió lugar á otra cosa que á hacer inevitables los estragos, pues aunque tenian nombrados regimientos de milicias, cuya fuerza se hizo crecer en los estados remitidos á la Corte, se conoció despues que solo existian en la imaginacion del que los formó, tal vez con miras poco decorosas á su alto carácter por la utilidad que producian los derechos de patentes y otras gabelas.

Los corregidores poseidos de una ambicion insaciable con cuantiosos é inútiles repartos, cuyo cobro exigian por medio de las mas tiranas ejecuciones, con perjuicio de las leyes y de la justicia, se les habia visto en algunas provincias hacer reparto de anteojos, polvos azules, barajas, libritos para la instruccion del ejercicio de infantería y otros géneros, que lejos de servirles de utilidad, eran gravosos y perjudiciales. Por otra parte, se veian tambien hostigados de los curas, no menos crueles que los corregidores para la cobranza de sus obvenciones que aumentaban á lo infinito, inventando nuevas fiestas de santos y costosos guiones con que hacian crecer excesivamente la ganancia temporal: pues si el indio no satisfacia los derechos que adeudaba, se le prendia cuando asistia á la doctrina y á la esplicacion del Evanjelio, y llegaba á tanto la iniquidad, que se le embargaban sus propios hijos, reteniéndolos hasta que se verificaba la entera satisfaccion de la deuda, que regularmente se la habia hecho contraer por fuerza el mismo párroco.

En algunas ocasiones habian manifestado anteriormente los indios estos justos resentimientos, que ocasionaron la alteracion de varias provincias, resistiendo y matando á sus corregidores, como sucedió en la de Yungas de Chulumani, gobernándola el marqués de Villa-hermosa, que se vió precisado, despues de haberle muerto á su dependiente Solascasas, á contenerlos con las armas, á cuyo acto le provocaron. Así tambien en la de Pacajes y Chumbivilcas, en donde quitaron las vidas á sus corregidores Castillo y Sugástegui, cometiendo otros excesos, que indicaban el vasto proyecto, que con mucho tiempo y precaucion iban meditando para sacudir el yugo. Ya fuese fatigados y oprimidos de las estorsiones y violencias que toleraban, ó insultados y conmovidos' con un espíritu de sedicion que sembró el reo Tomás Catari, con el especioso pretesto de haber conseguido rebaja de tributos, se alzaron con tan furioso ímpetu, que en breve espacio de tiempo el incendio abrazó todas las provincias. En el pueblo de Pocoata, provincia de Chayanta, se declaró

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la

la sedicion, y dando los indios muerte á muchos españoles, prendieron á su corregidor D. Joaquin de Alós, que retuvieron en el pueblo de Macha, como en rehenes, para solicitar insolentes la libertad de su caudillo Catari: y como presentándose la necesidad armada en toda la fuerza del poder, es irreparable el daño de la resistencia, fué forzoso que por salvar aquella vida, se libertase del castigo el delincuente Catari, logrando prontamente soltura de la prision en que se hallaba: ya fuese porque en tiempo que el peligro aprieta, la prudencia induce á no detenerse en formalidades, ni aventurar la quietud pública por los escrúpulos de autoridad, ó ya porque poco acostumbrados los oidores de Charcas al perdimiento del respeto tenido á sus personas, recelaban pasase adelante el atrevimiento, y se viese disminuida la sumision fastidiosa y excesiva que siempre han pretendido.

Por otra parte, desde los principios del año de 1780, se vieron en todas las ciudades, villas y lugares del Perú, pasquines sediciosos contra los ministros, oficiales y dependientes de rentas, con el pretesto de la aduana y estancos de tabaco. De modo que el vulgo, á quien se atribuyó esta insolencia, se despechó tanto en algunas partes, que hizo víctimas de su furor á algunos inocentes: como en Arequipa, donde perdiendo el respeto á la justicia, saquearon la casa del corregidor D. Baltazar Semanat, le precisaron á ocultarse para salvar su vida, atropellaron las casas destinadas á la recaudacion de estos derechos reales, persiguieron á los administradores, y estuvo la ciudad á pique de perderse: trascendiendo hasta los muchachos el espíritu sedicioso, con juegos tan parecidos á las veras, que habiendo nombrado entre ellos á uno con el título de aduanero, se enfurecieron despues tanto contra él, que á pedradas acabó su vida, costándole no menos precio el fingido empleo con que le habian condecorado.

Como suelen las enfermedades de la naturaleza, originadas de pequeños principios, llegar al último término, así en las dolencias políticas sucede muchas veces, que nacidas de leves causas, suben á tan alto punto, que es costoso su remedio. Esperimentóse esta verdad en Macha; pues logrando en aquel engañado pueblo, Tomás Catari, todos aquellos rendimientos que son gajes de la autoridad, y olvidado del no esperado beneficio de su libertad, dió agigantado vuelo á sus ideas, por la desconcertada fantasía de los indios, graduando la soltura de su caudillo por efecto del temor que habia infundido con sus insolencias; y persuadidos por el nuevo método que se seguia con ellos, no era la piedad la que obraba para atraerlos suavemente á sus deberes, se creyeron autorizados para ejecutar las mas sangrientas crueldades, siendo como consecuencia, se vean estas sinrazones donde no se conoce ni domina la razon.

La Real Audiencia de Charcas, al paso que sentia la conmocion de tantas poblaciones, deseaba con ansia el remedio, pero no acertaba con el oportuno, porque sus miembros, poco acostumbrados á es

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