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la iglesia matriz. Sucedió, pues, que siendo costumbre de tiempo inmemorial, que acabadas las elecciones y confirmadas por el correjidor en la casa capitular, pasaba todo el cabildo á la iglesia mayor á oir la misa de gracias, se dirijieron los cabildantes á esta pia demostracion, pero estando ya á las puertas de la iglesia, salió al encuentro el sacristan para decirles que no habia misa porque ninguno habia dado la limosna.

Estaban las cosas en este crítico estado, cuando llegó la noticia de la muerte de Tomás Catari; y creyendo el correjidor de Paria D. Manuel Bodega, que quitado este sedicioso perturbador de la quietud pública, le sería fácil sujetar la provincia, cobrar los reales tributos y su reparto, determinó ir á ella con armas y gente. Pidió para esto á Urrutia le auxiliase con soldados, que le negó previniendo no podian resultar buenas consecuencias: pero Bodega mal aconsejado, juntó cincuenta hombres, pagados á su costa, y emprendió la marcha al pueblo de Challapata, donde él y los mas que le acompañaban, pagaron con la vida su lijera determinacion.

Con este hecho, persuadidos quedaron los indios de Challapata, Condo, Popó y demas pueblos inmediatos, que el correjidor de Oruro habia auxiliado al de Pária con armas y gente para castigarlos, desde aquel dia amenazaban la villa, y al correjidor, protestando asolarla y dar muerte á todos sus habitantes. Agregóse á esto, que un relijioso franciscano, llamado Fray Bernardino Gallegos, que á la sazon se hallaba de capellan en los injenios de D. Juan de Dios Rodriguez, solapando su malicioso designio, decía haber oído, que los indios de Challapata estaban prevenidos para invadir á Oruro, y que el principal motivo que los impelia, era saber que se hacía diariamente ejercicio, por lo que consideraba conveniente se suspendiese: pues sin mas dilijencia que esta, se sosegarian los ánimos de aquellos rebeldes, porque su resentimiento nacia únicamente de aquella disposicion. El correjidor, ya fué que no dió ascenso á los avisos de aquel religioso, ó porque penetrase su interior, no alteró sus providencias, de que nacieron continuos sobresaltos y cuidados; porque resentido de esto, no cesó de esparcir en adelante funestas noticias, que amenazaban por instantes el insulto ofrecido por los indios circunvecinos. En este conflicto se dudaba el medio que debia elejirse: no habia armas ni pertrechos; hacíanse cabildos públicos y secretos; nada se resolvia por falta de dinero en la caja de propios, ó por decirlo con mas propiedad, por no haber tal caja, porque hacia muchos años se habia apoderado de su fondo D. Jacinto Rodriguez. Tampoco podia acudirse a las cajas reales, porque lo resistian sus oficiales, alegando no serles facultativo extraer cantidad alguna, sin órden expresa de la superioridad; y por último recurso, se pensó en que los vecinos contribuyesen con algun donativo, que tampoco tuvo efecto por la suma pobreza en que se hallaban. En estos apuros se manifestó el celo del Tesorero D. Salvador Parrilla, dando de contado dos mil pesos de sus propios intereses, para que se acuarte

lasen las milicias y se previniesen municiones de guerra, entre tanto se daba parte á la Audiencia para que deliberase lo que tuviese por conveniente. Con esta cantidad se dió principio á los preparativos: pusiéronse á sueldo 300 hombres: D. Manuel Serrano, formó una compañia de la mas infame chasma del pueblo, y nombró por su Teniente á D. Nicolás de Herrera, de genio caviloso, que despues fué uno de los que mas sobresalieron en esta trágica escena.

Acuartelada así la tropa, se succitaron muchas disenciones por la poca subordinacion de los soldados, la ninguna legalidad en los oficiales para la suministracion del prest señalado, y otros motivos que se orijinaban, mas por la disposicion de los ánimos que por las fundadas quejas.

El dia 9 á las diez de la noche, salieron del cuartel algunos soldados de la compañia de Serrano, pidiendo á gritos socorro á los demas; y preguntada la causa, respondió en voz alta Sebastian Pagador:"Amigos, paisanos y compañeros, estad ciertos que se intenta la mas aleve traicion contra nosotros por los chapetones: esta noticia acaba de comunicárseme por mi hija; en ninguna ocasion podemos mejor dar evidentes pruebas de nuestro amor á la patria sino en esta; no estimemos en nada nuestras vidas, sacrifiquémoslas gustosos en defensa de la libertad, convirtiendo toda la humildad y rendimiento que hemos tenido con los españoles europeos, en ira y furor, y acabemos de una vez con esta inaldita raza." Se esparció inmediatamente por todo el pueblo este razonamiento, y la moción en que estaban las compañías milicianas, no descuidándose D. Nicolás Herrera en atizar el fuego, contando en todas partes con los colores mas vivos que su malicioso intento pudo sujerirle, la conjuracion de los

europeos.

Sebastian Pagador habia sido muchos años sirviente en las minas de ambos Rodriguez, y en aquella actualidad concurría á ellas por las tardes con D. Jacinto, donde este se ponia ébrio, mal de que adolecia comunmente. Entre otras producciones de la borrachera salió con el disparate que el correjidor le queria ahorcar, juntamente con sus hermanos, á D. Manuel Herrera y otros vecinos. El calor de la chicha que tenia alterado á Pagador, le hizo facilitar el asesinato que despues ejecutaron, tratándolo con D. Nicolas de Herrera, sugeto muchas veces procesado por ladron público y salteador de caminos. A este no solo le constaba que muchos de los europeos estaban acandalados, sino que él y algunos de sus inicuos compañeros vieron depositar muchas barras y zurrones de plata sellada en casa de D. José Endeiza, á quien se le consideraba mas de 59,000 pesos efectivos. Como este sujeto era tan amable, concurrian á su mesa muchos de sus amigos, tambien acaudalados, y acordaron que en tanto se les proporcionaba trasladarse á Potosí, se juntasen todos con sus caudales á vivir en la casa donde se hallaba hospedado. La presa de tan crecido caudal fué el principal origen de este desgraciado suceso. D. Nicolás Herrera, que deseaba mas que todos lle

gase el caso de ejecutar el saqueo, publicaba en todas partes el razonamiento de Pagador, y continuando sus diligencias, entró en casa de D. Casimiro Delgado, que á la sazon estaba jugando con D. Manuel Amézaga, cura de Challacollo, y con Fray Antonio Lazo, del órden de San Agustin. Alborotáronse todos con la novedad, y resolvieron ir á avisar á los milicianos la desgracia que les amenazaba: determinaron, á la verdad, impropia de aquellos sugetos, y que tiene muchos visos de sediciosa; porque sin reflexionar en consecuencias pasaron al cuartel, llamaron al Capitan D. Bartolomé Menacho y á otros, y les dieron noticia de lo que sabian, haciéndoles la prevencion de que se guardasen. Con esto y la voz de traicion de parte de los europeos, que Herrera habia esparcido por toda la villa, acudian en crecidas tropas al cuartel, las madres, mujeres y hermanas de los que estaban acuartelados: unas llevaban armas para que se defendiesen, y otras con las mas tiernas voces pedian con lágrimas dejasen aquel recinto. A esto añadian los soldados, incitados por Pagador, se persuadiesen era cierta la conjuracion: los unos afirmaban que el correjidor tenia prevenida una mina para volarlos repentinamente, otros gritaban que no habia que dudar, porque tehia arrimadas escaleras para asaltarlos de improviso por el corral de su casa. Todo era confusion, desórden y alboroto, sin el menor fundamento; porque la malicia de los seductores inventaba esta y otras especies sediciosas para conmover los ánimos. De esta conformidad pasaron aquella noche en contínuo sobresalto, y luego que aclaró el dia 10, desampararon el cuartel: unos se dirijieron á sus casas, y otros reunidos por Pagador, se presentaron á Don Jacinto Rodriguez pretestando que como á su Teniente Coronel debian comunicarle lo que se premeditaba contra ellos; que estaban prontos á obedecerle ciegamente, con lo que daban unas pruebas nada equívocas de la subordinacion que le tenian: quien al oir las quejas les dijo, que no volviesen al cuartel, y quedándose con algunos de mayor confianza, les previno sijilosamente se amotinasen aquella noche, y les advirtió el modo con que lo habian de practicar.

Habia marchado dias antes al pueblo de Challapata Fray Bernardino Gallegos, de la orden de San Francisco, con el pretesto de libertar algunos soldados que llevó D. Manuel de la Bodega, los que se hallaban escondidos en casa del cura; pero su verdadero designio fué el de convocar á los indios para aquel dia. En el mismo distribuyó Don Jacinto sus negros y algunos de sus criados por las estancias y pueblos inmediatos, para con la ayuda de estos, doblar sus fuerzas y lograr su intento; montó á caballo, se dirijió al cerro de las Minas, donde juntó á todos los indios, mulatos y mestizos que trabajaban en ellas, y les dió la órden de que precisamente bajasen por el cerro de Conchopata á la villa luego que anocheciese. Todo se ejecutó como estaba prevenido, empezando la bulla de los peones mineros en aquel lugar á la hora señalada. Para asegurar mejor la accion premeditada, andaba por las calles y plazas un ofi

cial de la compañía de Menacho, llamado D. José Asurduí, publicando era cierta la traicion del correjidor y europeos, con tanto descaro, que obligó á uno de ellos á reconvenirle, diciéndole; "Solamente un hombre de poco entendimiento podria proferir este disparate: ¿U. se persuade que el correjidor, acompañado únicamente de 30 6 40 europeos, se consideren capaces de resistir y matar á mas de ó 5,000 hombres que tiene la villa? Esto fuera lo mismo que intentar una hormiga hacer frente á un leon." Pero como eran otros los principios de aquel motin, de nada sirvieron estas sólidas razones para contenenerlo, ántes bien se aumentaron los corrillos en las esquinas de las calles y plaza pública, creciendo el cuidado por haber encontrado un pedazo de carta de Fray Bernardino Gallegos, en que avisaba á su hermano Fray Feliciano, que indefectiblemente la noche del 10 sería invadida la villa por los indios Challapatas, pero que no tuviesen cuidado, que el fin era quitar la vida al correjidor y oficiales reales. Tales indios no parecieron aquella noche, y averiguada la verdad, muchos dias despues se supo no pensaron en venir por entónces, y que solo habia sido ardid para aumentar el temor y la confusion.

Á las cuatro de la tarde mandó el correjidor tocar llamada para que las milicias se juntasen; en efecto obedecieron, siendo muy pocos los que hicieron falta, pero con la circunstancia de no querer entrar en el cuartel, y sí mantenerse divididos en trozos por las esquinas de la plaza, hablando entre ellos de la supuesta traicion, y lo que habian de practicar; y no descuidándose Pagador en su comision, recordó los hechos de José Gabriel Tupac-Amaru, apoyando su conducta contra el Soberano, las vejaciones que sufrian por el mal gobierno de sus ministros, los insoportables pechos que con motivo de la guerra con los ingleses imponian á los pueblos, y otras razones eficaces para conducir los ánimos al fin que se habia propuesto. El correjidor procuraba reducirlos, ya con suavidad, ya con amenazas; pero nada bastaba, y solo pudo conseguir le ofreciesen se mantendrian en la plaza, esperando á los indios que amenazaban invadir la villa aquella noche; y para que no quedase medio que emplear, se convidó á dormir con ellos, y que cuando se verificase la conjuracion de los europeos sacrificarian primero su vida antes que permitir pereciese ninguno de los soldados. Pero como faltaba ya la razon y empezaban á descubrir su mala intencion, lejos de producir los buenos efectos que se prometia de esta sumisa oferta, solo sirvió para que se insolentasen mas. Rogábales humildemente, y procuraba disuadirlos de las supuestas quejas por los europeos: decíales que todo era falso é inventado por la malicia de los que le persuadian lo contrario; pero mas irritados con estos medios de suavidad, empezaron á manejar sus hondas, ensayando el modo como habian de usar de ellas.

Estas son las causas de donde se orijinó tan cruel rebelion contra la magestad y los europeos; pero añadiré otra que á mi ver es el

principal fundamento de este sangriento suceso. Hacia diez años, que se esperimentaba un total atraso en las labores de minas; de modo que en la actualidad no habia una sola que llevase formal trabajo, ni pudiese rendir á su dueño lo necesario para su conservacion y jiro, siendo lo único que sostenia al vecindario: cuya total decadencia puso á sus mineros en tan lamentable constitucion, que los que se contaban por principales en otros tiempos, poseian agigantados caudales, como eran los Rodriguez, Herrera, Galleguillos y otros, se hallaban en un estado de inopia, descubiertos en muchos miles, así al Rey, como con otros particulares, sin poderles pagar, ni seguir el trabajo de sus labores por falta de medios. Los europeos, que eran los únicos habilitadores, ya no querian suplirles cantidad alguna, y desesperados por no hallar remedio para socorrerse y chancelar sus deudas, maquinaron esta rebelion, que se hará dudosa á los tiempos venideros, por el conjunto de muertes, robos, sacrilegios, profanaciones y demas crueldades que se ejecutaron.

Obligados los milicianos de las muchas súplicas y persuasiones que se emplearon por varios sugetos, entraron en el cuartel, despues de la oracion del citado dia 10 de Febrero, no para permanecer en él como otras noches, sino solo para engañar a sus capitanes con aquella aparente obediencia, y con la mira de que se les diese el prest que se les tenia asignado. Mientras se les pagaba, se oyeron por las calles y plazas, muchas voces y alaridos de muchachos y deinas chusma, quienes despidiendo piedras con las hondas, pusieron al pueblo en bastante consternacion. A este tiempo tocaron entredicho con la campana de la matriz, segun se habia prevenido, para que todos se juntasen al puesto señalado. Practicáronlo así, pero sin poder averiguar quien hubiese tocado, ni con que órden, lo que obligó al correjidor mandase apostar una compañía en cada esquina de la plaza, por si hubiese algun inopinado asalto. Cuando se estaban tomando estas y otras disposiciones para precaverse, se oyó el sonido de diferentes cornetas, que de uno á otro estremo se correspondian para confirmar la entrada de los indios; por lo que se dispuso que algunos saliesen para hacer un reconocimiento, quienes volvieron con la noticia de que no habia nadie en aquellas inmediaciones, y averiguado el caso, se halló que los que tocaban las cornetas, eran dos negros de D. Jacinto Rodriguez, D. Nicolás de Herrera é Isidro Quevedo, para que reunidos con esta novedad los europeos, les fuese mas fácil conseguir su desesperado intento. Asegurados estos que nada habia que recelar de parte de los indios, se tranquilizaron algo, y entraron á cenar juntos en casa de Endeiza. Pero al primer plato que se puso en la mesa, entró D. José Cayetano de Casas, derramando mucha sangre de una peligrosa estocada que le habian dado los criollos, por haber resistido que entrasen por la esquina de la matriz, que estaba guardando con su compañía, y al tiempo que referia su desgracia y aseguraba era cierta la conjuracion de los criollos contra ellos, oyeron que despedian desde la

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