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montes de los pueblos sin los medios necesarios. Por notables que sean los esfuerzos y mejoras que ha intentado desde hace algunos años, están muy distantes todavía los recursos que tiene á su disposicion de poder compararse con las necesidades que ha de satisfacer. Tres mil leguas cuadradas de territorio no se cultivan, ni se guardan, ni se deslindan con los medios que el Gobierno ha podido emplear hasta ahora. Y aunque la desamortizacion haya de disminuir mucho ese guarismo, siempre resultará la necesidad de seguir el ejemplo de otros paises, que dedican anualmente grandes sumas á este objeto, y que de esa manera han formado en poco tiempo cuantiosas rentas sobre los montes públicos. Sin gastos de consideracion no deben esperarse productos considerables, seguros y constantes; pero con ellos el buen éxito es indudable, pues la experiencia está hecha recientemente en muchas partes, y no hay razon alguna para que no prudujese entre nosotros el mismo resultado que en los paises á que acabamos de aludir.

La cuestion de gastos la deja sin embargo aparte la comision, para que oportunamente la decida el Gobierno, á cuya iniciativa corresponde por completo; y se limita, creyendo que á esto se reduce su natural competencia, á fijar su dictámen en la cuestion de principios, despues de haber consignado ligeramente las vicisitudes de la legislacion, y los más señalados caractéres de la actual situacion administrativa del ramo de montes.

El primero de los principios, el fundamental en esta materia, el de la necesidad de que el Estado cuide de algun modo directo de evitar la destruccion absoluta de los arbolados, fué adoptado desde luego por la comision. Esta lo encuentra vencedor en todas partes, dominando casi sin oposicion en el terreno de la ciencia, prevaleciendo como regla en las legislaciones extranjeras lo mismo que en la patria, ocupando un lugar preferente al lado del principio general de desamortizacion en las leyes de 1855 y 1856. No toca á esta comision estudiar científicamente el asunto con el objeto de decidir la importancia que los bosques tienen para la conservacion de la tierra vegetal, para la mayor cantidad y mejor distribucion de las lluvias, para el alimento de las fuentes y de los manantiales, para la menor violencia de los vientos, en suma, para crear y sostener buenas condiciones en el suelo y en el clima. Tampoco es preciso entrar en profundas investigaciones económicas para comprender que entre los montes y los demas géneros de riqueza hay diferencias esenciales. Todos los otros

TOMO II.

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pueden y deben ser entregados al interés particular, sin peligro de que los destruya; pero si los cálculos más sencillos no lo demostrasen desde luego, la experiencia diaria enseñaria que los montes de los particulares pueden desaparecer, que desaparecen con frecuencia' porque más que á su cultivo el interés propio estimula á los dueños á su explotacion prematura y excesiva, y á su completa tala.

Las especies arbóreas cultivadas en turnos de aprovechamientos breves son sin inconveniente objeto de la especulacion privada. Pero los montes altos cuyos períodos de explotacion han de ser seculares, no pueden esperarse sino del cuidado de instituciones perpétuas. Y ahora ménos que ántes, y en lo sucesivo ménos que ahora, en virtud del gran desarrollo que han adquirido y seguirán tomando los medios de accion de la actividad individual, en muchos conceptos estimulada, Con las instituciones vinculares, con la escasez de comunicaciones, con la dificultad del trasporte, con la falta de mercados, con la abundancia de terrenos baldíos y yermos, pudieron ántes subsistir, en mejor ó peor estado de lozanía, montes de particulares; pero no ha de suceder lo mismo cuando la trasmision del dominio es fácil y frecuente; cuando los cambios de fortuna son más posibles y repetidos; cuando las carreteras ponen en inmediata comunicacion las espesuras antes inaccesibles de los bosques con los ferro-carriles y los puertos; cuando los mercados están insaciables; cuando la temeridad del deseo de ganancia lleva el arado desde los abismos más profundos hasta las cumbres más ásperas de las montañas.

Consignadas las máximas de que la conservacion de los montes es una necesidad social, y de que esa conservacion correria peligro si se dejase bajo el exclusivo influjo del interés particular, hay que decidir cuáles son los que deben mantenerse alejados del principio general de desamortizacion, y en qué manos deben ser puestos.

Siguiendo la clasificacion por especies arbóreas, indicada por la ciencia, y admitida por los Reales decretos de 1855, 1856 y 1859, la comision propone que los montes llamados de primera clase en aquellos documentos, y que tienen el doble carácter de ser necesarios para las buenas condiciones del clima y del suelo, y de necesitar períodos seculares para sus mejores producciones, continúen exceptuados de la venta. Respecto de los demas que se hallan tambien incluidos en la excepcion, no debiendo estarlo porque su cultivo no pueda ser abandonado al interés particular, si no sólo por el riesgo de que sean destruidos por una roturacion indebida, parece lo mejor el término me

dio de venderlos con la prohibicion de roturar. Esta prohibicion no se hace absoluta, si no sólo para los casos en que la Administracion pública la crea indispensable.

Los que no pasen por medio de la subasta al dominio particular han de quedar en poder de sus anteriores poseedores, que son casi siempre los pueblos, ó en el del Estado. Decidiendo la cuestion en favor de éste, se tienen presentes las lecciones de la experiencia propia, se sigue el elocuente ejemplo de las naciones que en el centro del continente europeo llaman la atencion por la prosperidad de sus bosques, y se concilian bien las reglas distintas que forman ya parte de la legislacion. El municipio conserva con más empeño que el particular un terreno cualquiera en estado de monte; se opone más que nadie á la roturacion y á la venta; pero lo cuida ménos bien, lo administra peor, lo tiene por regla general en lamentable estado. La administracion municipal rara vez se halla en el caso de adelantar un capital, ni de hacer cuantiosos gastos de cultivo y beneficio. Durando los cargos de concejales brevísimo tiempo en comparacion del que necesita el monte para premiar los afanes de su cultivador, suele ser más eficaz el estímulo de acudir á las atenciones perentorias del momento con los restos del monte, derribando ó vendiendo hasta el último árbol para realizar, con gloria propia, alguna obra pública, ó para satisfacer alguna necesidad del dia, que el de mirar modestamente por el porvenir, sacrificando el amor propio y los recursos disponibles. Además, en las contínuas tareas que la conservacion de los montes hace necesarias para resistir las invasiones indebidas del interés particular, se hallan con frecuencia bajo una coaccion moral muy fuerte la autoridad popular electiva, y, con mayor motivo, los guardas municipales. El aspecto deplorable de los montes de propios y comunes, y los muchos abusos de varias clases que en ellos se solian observar, han sido tal vez la causa más poderosa que ha inclinado la opinion pública en favor de las ideas desamortizadoras. En ninguna parte se ha logrado llevar la prosperidad á los bosques de los pueblos: la adquisicion y conservacion por el Estado de las grandes masas de vegetacion arbórea es el único sistema que ha producido resultados fecundos. Por último, estableciendo en su art. 1.° la ley de 1.° de Mayo de 1855 que los pueblos no han de tener fincas, y en su art. 2.o que se exceptúan de la venta los montes que el Gobierno designe, no por razon alguna de interés municipal, sino por consideraciones de interés general de la uacion, parece lo más lógico y conforme con el es

píritu y letra de ambas disposiciones, que lo exceptuado de la venta quede en manos del Estado.

Este, sin embargo, no debe seguir encargándose de lo que, ó no merece nombre de monte, ó le exige, sin compensacion de productos, cuidados á que no puede atender. Entre los montes exceptuados de la venta en la clasificacion general, hay 2.513 del Estado y 840 de los pueblos, que no ocupan una hectárea. En una ley no se puede marcar la extension que sea necesaria para constituir monte; tal vez, en muchos casos, varios de los que aparecen tan pequeños componen juntos uno de consideracion. La comision cree necesario consignar el principio, dejando su aplicacion al Gobierno.

Sobre los terrenos de aprovechamiento comun, y las dehesas dedicadas al ganado de labor, radicando el conocimiento de ambos asuntos en el Ministerio de Hacienda, no se cree llamada la comision para dar su dictámen, pero cree oportuno hacer constar que no se refiere á ellos en su proyecto. Respecto de la reserva que propone, de veinte dehesas para las necesidades de la cria caballar, juzga excusado entrar en mayores explicaciones. Se comprenderia el sistema de que el Estado abandone el fomento de la produccion de caballos, pero no puede defenderse el de que cuide de él sin dehesas para las yeguas y los potros.

¿Cuántos serían, segun las reglas proyectadas, y cuánto valdrian los montes que el Estado debe comprar á los pueblos y establecimientos públicos? ¿Cuál habria de ser la forma de la compra? ¿Cuál la manera de hacer más facil la operacion al Tesoro del país?

A la primera de estas tres cuestiones cree la comision que no es posible contestar de un modo exacto. Los montes cuya venta se propone con la prohibicion, para ciertos casos de roturarlos, son lo ménos la tercera parte de los que hoy están exceptuados. Pero el dato aproximado de las hectáreas que unos y otros ocupan, no basta para estimar su valor. Aunque la estadística estuviese mucho más adelantada, nunca se podria fijar un término medio de precio à una hectárea de monte para deducir el que corresponde á millones de hectáreas, ni las previsiones de ningun cálculo pueden extenderse hasta las vicisitudes que ha de experimentar el mercado en los años que trascurran mientras la compra se verifica. Sin embargo, en la necesidad imprescindible de partir de algun supuesto, la comision, despues de examinar los datos disponibles, cree que puede calcularse en una suma de 400 á 500 millones de reales el precio de los montes que se

pondrian nuevamente en estado de venta, y en otro tanto el de los que subsistirian exceptuados. Se hacen iguales ambas cantidades, á pesar de ser los últimos dos veces tan extensos como los primeros, porque en el estado actual de los bosques, sin duda alguna la hectȧrea del comprendido en segunda ó tercera clase vale el doble, lo ménos, por término medio, que el de primera.

El contrato de compra-venta entre los pueblos ó establecimientos públicos y el Estado, no puede hacerse en pública subasta. Tampoco se puede acudir á la capitalizacion ni á ningun otro cómputo sobre la renta ó los productos de un período determinado de tiempo. Si se quisiera pagar á los municipios sus montes, tomando por base los ingresos que les hubieran proporcionado en el anterior quinquenio ó decenio, ó en los últimos veinte años, el precio resultaria menor para el pueblo que se hubiese abstenido de explotarlo, que lo hubiese cuidado con esmero, que hubiera invertido dinero y afanes en siembras, en plantíos, en guardería, y que lo tenga en estado próspero, que para el que lo hubiese destruido por completo, arrancando y vendiendo basta la postrer cepa. Aunque no sea necesario para demostrar verdad tan clara, es oportuno reunir aquí los datos sobre los productos en metálico que, en poder casi todas de los pueblos, venian produciendo al empezar la nueva época de desamortizacion las tres mil leguas cuadradas de la clasificacion general. No tomando en cuenta sino las cifras que, como representativas de los gastos é ingresos de montes, figuran en los presupuestos generales del Estado y en los resúmenes estadísticos publicados, por lo relativo á las provincias y á los pueblos, por la Direccion general de Administracion, encontrariamos, como resultado final, un gasto en vez de una renta, segun puede verse en el siguiente cuadro comparativo, en el que los datos que se refieren al Estado se toman de los presupuestos generales de 1861, y los que corresponden á las provincias y los pueblos de los resúmenes de 1859, últimos publicados.

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