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Como se vé, esas cifras marchan en progresión ascendente, y así continuarán seguramente en lo sucesivo, puesto que he sabido hoy por boca de mi digno amigo el Sr. Vincenti, Director general de instrucción pública, que acaba de ser, que en el día alcanza la cifra á más de 10 millones.

¿Es, Sres. Diputados, que no hay medio de que estas cifras se borren de nuestras estadísti-. cas? Pues yo no sé qué se pueda oponer á ello. Yo no pido que el Tesoro se encargue de pagar esa atención; lo que pido es que el Tesoro, que ya en su día se incautó de las atenciones de la segunda enseñanza, venga á hacer lo mismo con las de la primera enseñanza, que coja con una mano su importe de los Ayuntamientos para darlos con la otra á los maestros de escuela; porque no es posible continuar en esta situación vergonzosa, que nos coloca poco menos que en el último puesto entre los países civilizados, con respecto á esta cuestión.

Habéis oido ya la larga relación de las disposiciones administrativas para poner fin á esta situación angustiosa. Ninguna de ellas ha obtenido resultado. Se impone ya al Parlamento español y á la Nación entera una resolución

(1) Sin incluir Canarias, que importa 654.809 pesetas.

legislativa, que ponga término á este estado de

cosas.

Yo no vendría, Sres. Diputados, porque me considero pequeño y con poca autoridad para llamar vuestra atención sobre estos asuntos, á reclamar de vosotros estas soluciones, que mi voto particular entraña, sino viniese acompañado de las más ilustres personalidades de mi partido.

Es cuestión ésta, que ha preocupado mucho á todos los Ministros de Fomento del partido liberal, y yo me complazco en manifestar, que las palabras con que se hallan expresadas estas ideas en mi voto particular, están copiadas al pié de la letra del proyecto de ley que presentó á las Cortes el Sr. Canalejas, dignísimo Ministro de Fomento; proyecto que, desgraciadamente, no tuvo la aprobación de la Cámara, y que, por consiguiente, es una cifra más que añadir á esa relación de ineficaces disposiciones administrativas relativas al pago de los profesores de primera enseñanza. El señor Canalejas, en el elocuentísimo preámbulo, con que presentó á las Cortes el proyecto de ley, exponía las razones que abonaban la determinación por él propuesta, y añadía más: decía, que en esta cuestión había obtenido el beneplácito del dignísimo Ministro de Hacienda de aquel Gabinete, Sr. López Puigcerver, y que, ambos de acuerdo, traían la solución al Parlamento.

¿Qué dificultad hay, pues, Sres. Diputados, para que esto sea un hecho; para que podamos terminar esta discusión de presupuestos

con la resolución de un problema tan importante, que no costará sacrificio ninguno al Tesoro nacional, que no ha de aumentar un céntimo los gastos del presupuesto general del Estado, sino que únicamente dará por resultado la satisfacción puntual de esas atenciones, que hoy día los municipios, por defectos dependientes unas veces de ellos mismos, y otras, lo que es más grave, por deficiencias y desarreglos de la Administración de Hacienda, no satisfacen, depositando á tiempo en las Cajas de instrucción pública los fondos destinados á cubrir las atenciones de primera enseñanza? Yo no veo que pueda haber dificultad de ningún género, ni objeción séria que oponer á estas indicaciones; no sé por qué, no hemos de terminar este debate aceptando la Comisión y el Gobierno estas indicaciones, y seguramente yo quedaría altamente satisfecho por haber contribuido modestamente á dar á mi país esa página de gloria, y vosotros, Sres. Diputados, podríais compensar la molestia de escucharme con la satisfacción que llevaría á vuestro ánimo haber realizado por vuestro acuerdo y por vuestros votos esa obra de redención del profesorado de primera enseñanza.

Una sola indicación me he permitido añadir á lo que proponía el Sr. Canalejas, y es la siguiente:

"Los atrasos, que por atenciones de primera enseñanza tengan los Municipios en 1.o de Julio próximo, devengarán desde esta fecha, como intereses de demora, un 3 por 100 anual, que

irá á acrecer los sueldos devengados y no satisfechos á los maestros de escuela.

El fundamento de esta indicación es muy sencillo. Aparte la necesidad urgentísima de atender á los gastos de la primera enseñanza de la manera que yo vengo sosteniendo, se impone un recurso cualquiera, un medio, una fórmula, para hacer que esos infelices maestros, que llevan meses y años sin obtener la remuneración de su trabajo. tengan la esperanza siquiera de que en lo sucesivo no sufrirán esos atrasos ó recibirán por ellos alguna compensación.

Yo no sé por qué no hemos de establecer, como medida coercitiva contra esos Ayuntamientos que olvidan el cumplimiento de estas preferentes atenciones, la obligación de que abonen el 3 por 100 por intereses de demora. Sería esa al menos una esperanza, un consuelo en la triste situación que esos maestros y sus pobres familias atraviesan, porque, ya que no cobrasen ahora los maestros todo el total de sus créditos, tendrían la seguridad de que á sus familias les quedaría esta ventaja, pequeña, pero apreciable en su precaria situación.

La reforma de la Segunda Enseñanza

Otro de los extremos, que abarca el voto particular, se refiere á la segunda enseñanza.

He pretendido del Congreso que se sirva acordar, que se organice la segunda enseñanza con arreglo á las exigencias del plan que esta

blece el real decreto de 16 de Setiembre de 1894, dotándose á los Institutos del material pedagógico necesario para dar á la instrucción secundaria el carácter y desarrollo, que demanda la cultura nacional.

Estaba equivocado mi distinguido amigo el señor Alvarez Capra al entender, que esa frase de mi voto particular, envolvia censura alguna al Sr. López Puigcerver. (El Sr. Alvarez Capra: No he dicho eso.) Su señoria entendía, que esto era querer recabar del Congreso, que prescindiera de la reforma complementaria llevada á la Gaceta por el Sr. López Puigcerver. (El señor Alvarez Capra: Tampoco era esa mi idea.)

Debo decir con toda sinceridad al Parlamento cuál era la intención mía al redactar este punto del voto particular.

Había yo asistido aquí á una interpelación, anunciada desde estos bancos al Gobierno liberal por un distinguido Diputado de la minoría conservadora, respecto al decreto de reforma de la segunda enseñanza. Ardía yo en deseos de terciar en aquella campaña; tenía interés vivísimo en tomar parte en aquella discusión para defender, como he de defender siempre, las disposiciones que aquel decreto contiene, y por los apremios de las circunstancias de la situación en que entonces nos encontrábamos, en que era necesario atender á la discusión de proyectos más importantes, y á atenciones de gobierno, que nos impedían entretener el tiempo en otra discusión, no me fué posible realizar

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