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MIS CONVICCIONES.

ARTÍCULO II.

ALGUNAS GENERALIDADES NECESARIAS PARA NUESTRO OBJETO.

Vamos á emprender el estudio de la Historia natural que comprende la provincia de Granada (1). Estudio difícil y complicado, que ha de abrazar la Mineralogía, la Botánica y la Zoología con sus distintas y variadas acepciones: el presente y el pasado hallarán su lugar correspondiente en nuestra narracion, y aunque de paso y someramente, procurarémos bosquejar en esta Introduccion las hipótesis y teorías más contradictorias, para explicar, no sólo la antigüedad y orígen de nuestro Esferoide, si que tambien las faunas geológicas y el desarrollo de la organizacion; materias que han dado motivo á sérias discusiones y á contradictorios pareceres entre los sabios de todos los tiempos que han consagrado sus vigilias al estudio de la naturaleza.

Ajenos nosotros á todo espíritu de partido, léjos del exclusivismo de escuela, mirando con respeto cuanto se refiere á las distintas creencias religiosas, y sin otro norte que el estudio de nuestra provincia bajo el triple aspecto que comprende la Historia natural, procurarémos ser fieles narradores de cuanto hayamos podido observar y estu

(1) Se alude al estudio que constituye el tomo III de la obra ya citada.

diar por nosotros mismos, sin que alteren ni modifiquen nuestras convicciones, por cierto íntimamente arraigadas en nuestra alma, las hipótesis más ó ménos seductoras desenvueltas con erudicion y maestría por hombres aplicados y laboriosos, que, como Lamark y Darwin, siguiendo las huellas de La Peyrère, De Maillet, Robinet y Buffon, quienes á su vez buscaron en las escuelas árabes ricos y abundantes materiales, han sabido cautivar á muchos profesores distinguidos, que aceptaron sin reserva alguna sus deslumbradoras y atractivas doctrinas.

La historia de la ciencia sirve muchas veces de pretexto para atacar el fondo de las conciencias, y poniendo de relieve los desmanes y preocupaciones sostenidos é impulsados por la ignorancia, la soberbia y el egoismo, se deducen consecuencias que tienden á trastornar el mecanismo social, inculcando ideas perjudiciales bajo el plausible objeto de hacer luz y disipar las tinieblas.

La lucha está emprendida; lucha antigua que viene agitando á la humanidad desde remotos tiempos; lucha en la cual ha terciado tambien la ciencia Prehistórica, que, como ha dicho el doctor señor Brugsch, «conmueve hoy el mundo intelectual, y que, falta de experiencia, se lanza sin premeditacion por el campo de las hipótesis y suposiciones, para envejecer al género humano millones de millones de años, describiendo á su antojo el hombre primitivo, y que tiene la estrambótica idea de hacerle descender de la especie simia.» Las observaciones se repiten con ardoroso entusiasmo, se multiplican los experimentos, las analogías y las investigaciones, todos los dias se publican nuevos hallazgos y se descubren importantes objetos que vienen á poner de manifiesto ciertas leyes biológicas y antropológicas, que, segun dicen sus sabios autores, constituyen una teoría general, en la que se busca la unidad en la variedad, lo simple en lo compuesto, lo elemental en lo múltiplo y complicado.

La Física se afana en demostrar que en los fenómenos que nos ofrecen los cuerpos ponderables ó imponderables no hay más que materia ó éter en movimiento; en la Química los átomos se combinan ó se separan en virtud de su propio dinamismo; la Fisiología sólo pretende ver combustiones dentro del organismo, de donde proviene una fuerza que se trasforma en trabajo mecánico; es decir, materia

en movimiento por todas partes. ¡Ah! bien se comprende que en el mundo de lo tangible no se concibe el reposo absoluto; la estabilidad y la fijeza se hallan fuera del órden natural; todo se agita en la inmensidad del espacio; todo obedece á un poder universal que domina y rige la materia ponderable.

La ciencia ha sabido definir los elementos que la constituyen: la materia primera es un ente indeterminado, sobre el cual la realidad no existe. Preciso será buscar la nocion del cuerpo con existencia tangible en lo que llamamos materia segunda, que forma los átomos extensos, impenetrables é indivisibles químicamente, los cuales se hallan en contacto aparente y están sostenidos por una fuerza que da orígen á los diferentes agregados que constituyen los cuerpos ponderables. De suerte que la idea que de la materia concebimos, hablando en propiedad, no es más que una abstraccion, y como ha dicho el señor E. Chevreul, las cualidades y atributos con que se manifiesta no son otra cosa tambien que puras abstracciones que separamos por el pensamiento, para buscar lo concreto en lo abstracto.

¿Cuál es, pues, la causa de la existencia de los átomos, de las leyes que presiden á su actividad, ordenau sus combinaciones y regulan todos sus movimientos? ¿Es acaso que la materia gobierna. al mundo, y que las fuerzas físicas, químicas y áun mecánicas que dirigen sus mutuas acciones no son más que simples cualidades? ¿O es que la materia se halla impulsada por una fuerza peculiar á la cual obedecen ciegamente los átomos ponderables?

Ya lo hemos indicado: la palabra materia representa un ente indeterminado é indefinido, sin atributos ni actividad, y por lo tanto en un perfecto estado de pasividad. Estos atributos y cualidades, estas relaciones recíprocas manifiestan la presencia de una fuerza en diversos grados de intensidad, que constituye, fenomenalmente considerada, los cuerpos propiamente dichos. Entónces apreciamos su realidad por medio de los sentidos, cuyo estudio corresponde á las ciencias físicas y químicas. El señor Faraday queria que la nocion de material representára la reunion de los centros de todas las fuerzas.

La conciencia nos manifiesta la existencia del Yo por medio de una sucesion de fenómenos interiores y exteriores, entre los cuales unos son voluntarios y otros espontáneos. La voluntad entra tambien

como factor en todas estas evoluciones, y hasta la sensacion no es otra cosa que un fenómeno activo que se revela en la conciencia. El pensamiento, ya sea atentivo, ya voluntario ó instintivo, proviene de la actividad del alma, en cuyo caso la sensacion es asimismo activa en su esencia, áun cuando se ignore todavía si el elemento que la constituye es activo por su naturaleza.

De suerte que todo cuerpo debe tener en sí mismo propiedades peculiares, las cuales le distinguen y separan de los demas, y de ahí nace su actividad propia, que representa la soberanía de la fuerza á la que se halla la materia sometida. La fuerza, pues, que así organiza y arregla las grandes masas que giran en el universo sideral, como á los diminutos é invisibles átomos que reaccionan constantemente en virtud de sus recíprocas atracciones y repulsiones, impera sobre la materia inerte.

El atomismo químico, considerado en la esfera de su accion, individualiza las partes constitutivas de la materia, y hasta cierto punto viene á restringir los principios fundamentales de la inercia, pues que los átomos de los cuerpos, en sus recíprocas reacciones, se precipitan unos sobre otros en virtud de la dinamicidad de que están dotados: el profesor señor Tindall dice que los átomos caminan con cadencia, y el catedrático Sr. Berthelot, usando de la palabra molécula, nos habla de las fuerzas moleculares, y asegura que la Química ha realizado, bajo una forma concreta, casi todas las fórmulas de la antigua Metafísica.

Si un cuerpo en reposo aparente es trasladado de un punto á otro del espacio, lo verifica siempre en virtud de una fuerza, así como vemos que los movimientos de los cuerpos se aniquilan ó suspenden cuando nuevas fuerzas se oponen á ello. La materia no puede por sí misma imprimirse movimiento alguno, ni mucho menos alterar, modificar ni suspender el que hubiere recibido. Así la inercia se considera como el poder con el cual todo cuerpo persiste en el mismo estado de reposo ó de movimiento, con una misma velocidad y siguiendo la direccion rectilínea de ahí la fuerza motriz ó de impulsion, y las diferentes resistencias que son en su conjunto consideradas como fuerzas retardatrices. Bajo cualquier punto de vista notamos que actividad de la materia es el resultado de una fuerza, que obra sobre

la

ella, y le imprime una velocidad proporcionada á su intensidad, ó bien que retarda y anula el movimiento de que estaba animada.

El Universo sideral hemos dicho. ¡Ah! sí; el universo sideral, que comprende esos mundos infinitos que giran en el espacio inconmensurable, formando sistemas planetarios que todos obedecen á leyes inmutables, á leyes supremas y universales que constituyen la armonía de los mundos. Copérnico, Galileo, Kepler, Newton... varones ilustres á quienes la sabiduría eterna permitió que levantaseis uno de los repliegues del tupido velo que oculta las verdades supremas que forman las grandes y portentosas leyes de la creacion, para que declaraseis de una manera solemne que este magnífico sistema del sol, de los planetas y de los cometas, no ha podido ser abortado sino por la voluntad y el poder de una inteligencia omnipotente.

res,

Ahora bien; ¿en todos estos movimientos regulados, no observais que la fuerza es la que gobierna á la materia? ¿No se destruiria el equilibrio del mundo si por un instante dejase la fuerza de actuar? La mente del filósofo se confunde sólo al considerar los movimientos, ora tumultuosos y agitados, ora apacibles y regulares de los mael curso periódico de los astros que corren por los espacios inconmensurables con una rapidez asombrosa, sin que nunca se detengan en su carrera; de esos cometas que en su marcha vertiginosa por la inmensidad infinita describen una elipse excesivamente excéntrica; de ese incalculable número de puntos brillantes que tachonan la bóveda celeste, y que son otros tantos astros que se mueven y agitan en el infinito, obedeciendo sumisos á una fuerza reguladora, representada por leyes fijas é invariables que Dios imprimió á la creacion. Por medio de la fuerza de atraccion solar combinada con otras atracciones recíprocas de todos los cuerpos del sistema sideral, explicamos de una manera satisfactoria y convincente las revoluciones de los planetas con todos sus accidentes y perturbaciones. Empero ¿estas atracciones mutuas son suficientes para explicar todos los fenómenos que abraza la Astronomía? No por cierto.

La atraccion solar produce un movimiento acelerado, siguiendo la direccion rectilínea hacia el centro de gravedad del cuerpo que actúa, y estos movimientos por sí solos no podian imprimir una direccion elíptica, casi circular, en derredor del centro atractivo. Por consi

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