Imágenes de páginas
PDF
EPUB
[merged small][merged small][ocr errors]

Presenta Felipe III para obispo de Santiago a don frai Juan Perez de Espinosa.-Conságrase en España.-El señor Perez en Mendoza i San Juan.Estado de esas provincias: lo que en ellas hizo el obispo.-¿Merece el señor Perez su fama de batallador?-Lo que parece favorecer a esta fama.-Elocuente hecho que abona al obispo.-Carácter del señor Perez de Espinosa.Particularidad de su correspondencia con el rei.-Para sus cosas, él solo.Quiénes suelen ser sus defensores.-El señor Villarroel i el señor Perez.La modestia del primero.-Un adversario del regalismo a principios del si. glo XVII.

Con el refuerzo venido por Buenos Aires llegó a Chile el quinto obispo de Santiago, el franciscano don frai Juan Perez de Espinosa.

Presentado a Clemente VIII por el rei de España el 1.o de marzo de 1600 (1), recibió en Madrid las bulas el 26 de junio; en ese mismo dia espidió Felipe III la acostumbrada real cédula, en que mandaba reconocer en su nueva dignidad al nuevo obispo.

El señor Perez de Espinosa sabia mui bien lo que eran las Indias. Aunque nacido en Toledo de España, habia pasado veintiseis años en Méjico i Centro América ocupado en el ministerio sacerdotal i tambien en la enseñanza; pues habia leido

(1) Carta del obispo al rei, fecha el 1.o de enero de 1613.

« gramática tres años en la ciudad de Cholula, i en Zacateca las « artes i en Guatemala teolojía» (2).

Recibió inmediatamente la consagracion (3) i partió para Buenos Aires con el refuerzo traido por el gobernador de Tu

cuman.

Sabemos que las nieves de los Andes no permitieron a los viajeros seguir adelante i los detuvieron como cinco meses en las provincias de Mendoza i San Juan (4). El señor Perez no perdió el tiempo en ellas: juzgó, al contrario, que por especial providencia de Dios se veia obligado a residir ahí tan largos dias, para conocer por menor sus muchas necesidades espirituales i procurarles remedio.

En Los Orijenes de la Iglesia Chilena mostramos diversas veces el deplorable estado en que esas comarcas se encontraban; i, léjos de mejorarse, su situacion habia empeorado en los últimos diez años. Como el señor Perez lo manifiesta al rei, la guerra no permitia a los gobernadores de Chile prestar atencion a aquellas provincias i, esto sentado, pedia el obispo que, para atenderlas debidamente se hiciera del territorio trasandino una nueva gobernacion, dependiente del vireinato i audiencia de Lima.

El interes manifestado en esta ocasion por el señor Perez en favor de Mendoza i San Juan no fué pasajero: años despues volvió a visitar aquellos pueblos i los cinco meses, que al llegar a Chile permaneció ahí, los ocupó en proporcionar a los infelices indíjenas cuantos ausilios relijiosos pudo conseguir.

En las provincias trasandinas no habia mas curatos que los

(2) Alcedo, en su DICCIONARIO JEOGRAFICO, asegura que el señor Perez habia estado cuarenta i cuatro años en América antes de ser obispo.

El mismo señor Perez, en sus cartas al rei de 1.o de enero i 20 de febrero de 1613, suministra el dato que hemos apuntado. Las palabras que copiamos son de su última citada carta.

(3) En la cédula de 2 de julio de 1600 se asigna al señor Perez la mitad de los frutos de la vacante; el 10 del mismo se le adelantan cuatrocientos ducados para efectuar su viaje i el 26 de agosto se ordena a los oficiales reales de Chile que se los cobren aquí.

(4) Carta del señor Percz al rei, fechada el 20 de marzo de 1602.

de San Juan i Mendoza, i ya sabemos (5) cuánto costaba que algun sacerdote se hiciese cargo de aquellas parroquias: la enorme distancia a que se encontraban de Santiago, la casi imposibilidad de mantener comunicacion con la capital durante gran parte del año, el abandono i la falta de recursos consiguientes, eran causas de que se mirase como el mas duro destierro el residir allí.

No se dejó desalentar, sin embargo, el señor Perez i, gracias a su enerjía, consiguió durante su forzada permanencia en aquellas provincias fundar once doctrinas. Escribió en seguida a Felipe III recomendando a su liberalidad las nuevas parroquias i vió atendida su recomendacion en la real cédula de 11 de agosto de 1606, en la cual se ordenaba al virei del Perú que proveyera de ornamentos, vasos sagrados i campanas a las doctrinas de Cuyo (6).

Por mas que el señor Perez de Espinosa estuviese en su diócesis aquellos meses, se puede decir que realmente no se hizo. cargo del gobierno de ella hasta llegar a Santiago, es decir, hasta fines de 1601.

¿Qué clase de hombre era el nuevo prelado, que en tan críticas circunstancias venia a gobernar la Iglesia de Santiago?

Nombrar al señor Perez de Espinosa es traer a la imajinacion una serie de combates, de escomuniones, de entredichos, i mas de un cronista lo pinta como prelado siempre dispuesto a declarar la guerra, sin fijarse quién sea el adversario, i siempre pronto a llevar la lucha hasta los mas violentos es

tremos.

¿Es fundado semejante juicio?

Acostumbrados, como vamos estando, a encontrar en los documentos de aquellas épocas datos desconocidos i concluyentes i respuestas mui diversas de las que, copiándose las mas veces nnos a otros, suministran los cronistas, aceptamos el dicho de

(5) LOS ORIJENES DE LA IGLESIA CHILENA.

(6) Real cédula de esa fecha.

H.-T. II.

17

ellos solo cuando los documentos callan. I, felizmente, no sucede eso en el caso actual.

Hai un hecho innegable, que parece confirmar la opinion de los que pintan al señor Perez como el tipo del prelado intransijente i ansioso de batallar: el gobierno del quinto obispo de Santiago dió el espectáculo de frecuentes luchas. El obispo se las hubo con canónigos, con gobernadores i con la audiencia, i mas de una vez recurrió a las censuras eclesiásticas para defender su autoridad que creia atacada.

Pero hai otro hecho, mas concluyente que el primero, i que favorece decididamente al señor Perez: siempre que esos con. flictos i esas luchas llegaron a decidirse, el obispo obtuvo el triunfo sobre sus adversarios. I quienes le dieron siempre la razon no fueron el papa o el juez eclesiástico, sino los jueces civiles i los oidores, eternos émulos en América de las autoridades diocesanas.

Hemos de convenir entónces, en que, si el quinto obispo de Santiago buscaba las luchas, sabia escojer admirablemente su terreno, pues ponia de su parte a jueces no sospechosos de parcialidad hácia él. I si de ordinario tuvo la razon, no puede decirse que hiciera otra cosa que defender su derecho i nadie puede condenarlo por ello.

Quedará por examinar si fué siempre prudente en esa defensa i si su enerjía llegó a las veces a confundirse con la terquedad. I en eso no puede darse una respuesta jeneral, sino que es preciso juzgar cada caso separadamente.

·

Sea como fuere, don frai Juan Perez de Espinosa tenia jenio vivo e irascible i no estaba siempre dispuesto a sufrir i callar: «<algunas veces, escribe el mismo al rei, es fuerza posponer mi « autoridad i responder verdades » (7). En su correspondencia con el rei encontraremos la prueba de que en ocasiones se dejó dominar por la vivacidad de su jenio i acusó injustamente a algun respetable eclesiástico; pero debemos advertir desde luego

(7) Carta del señor Perez al rei, fecha a 1.° de marzo de 1609.

que, si en un rato de mal humor llega a cometer esa injusticia, vuelve pronto sobre sus pasos i no regatea las merecidas alabanzas al que por error habia deprimido. Porque el carácter del señor Perez de Espinosa es, en toda la estension de la palabra, un noble carácter. Nadie, de seguro, podrá acusarlo de rastrera ambicion, de andar tras los honores, de haber dirijido al rei una sola frase que pueda calificarse de adulacion. Estos defectos, tan comunes en aquella época, no llegaron a manchar ni un solo instante su vida. Su correspondencia con el rei, a que acabamos de referirnos, manifiesta que el ilustre franciscano parece respirar atmósfera mui distinta de la que alentaba a sus contemporáneos.

Casi siempre, en las cartas dirijidas al rei por los gobernadores i obispos, fuera de la relacion de los sucesos públicos i de la espresion de las ambiciones personales, encuentra el investigador la defensa del que escribe, escucha a un abogado i oye la esplicacion de cuanto sin ella pareceria oscuro o contrario al personaje.

No sucede asi, por desgracia de la historia i para honra del obispo, en la del señor Perez de Espinosa. El enérjico i valeroso anciano se cuida poco de inclinarse ante el rei i de atraerse su benevolencia: si se trata de reparar una injusticia, de defender al desgraciado indíjena, de poner coto a los desmanes del encomendero, tendremos ocasion de oirlo hablar larga i calorosamente a Felipe III, único de quien podia aguardar remedio para esos males. Pero si el asunto mira al ejercicio de la jurisdiccion eclesiástica, al réjimen de la Iglesia, el prelado no va a pedir autorizacion ni consejos al rei: no habria sido él quien hubiera llamado al monarca, como años despues lo denominó su segundo sucesor, el señor Villarrcel, mi oráculo. Jamas lo veremos pedirle favor en sus conflictos con las autoridades; nunca se empeñaba tampoco el señor Perez en defenderse de las acusaciones o cargos que contra él se hubieran dirijido: parece haber despreciado los medios que todos ponian en uso i no haberse acordado sino de las armas de que él disponia, las cuales, ciertamente, no eran letra muerta en sus vigorosas manos.

« AnteriorContinuar »