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CAPÍTULO XVI.

LA SOCIEDAD DE SANTIAGO I ALONSO DE RIVERA.

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Renne Rivera a los vecinos de Santiago.-Arbitraria esclavitud de los indios de guerra.-Reprime la crueldad de los encomenderos.-Repugnancia de los indios a cargar las sillas de mano de las señoras.-Establece Rivera obraje i teneria.-Lo que era Santiago en el verano.-Los tres inviernos anteriores. -Aspecto de fiesta que presentó en el de 1602: por qué.-Fausto de Rivera. -Sencillas costumbres de la colonia.-Contraste. El primer brindador de Chile-Escandalosa conducta del gobernador.-Casa a su manceba con Luis del Castillo.-Quejas que ocasiona la reparticion de los puestos del ejército. -El capítulo noveno de la sentencia del juicio de residencia de Rivera.Castigos i desdorosa acusacion --Cómo reparte Rivera entre los parientes de su novia los primeros cargos del ejército: Pedro Olmos de Aguilera i don Juan de Quiroga.-Cómo llena de mercedes al marido de su antigua manceba.— Despues de los banquetes, los juegos prohibidos.-Escándalo que de esto resultaba.-Desgracias que se siguieron: el capitan Hernando de Andrada,

Llegado a Santiago, el gobernador, segun cuenta Rosales, reunió a los vecinos mas pudientes, a fin de pedirles socorros «<i echóles derramas de caballos, harinas, bacas, jergas, cor«<dobanes i badanas, de que todos dieron conforme sus posi«bles con la magnificencia acostumbrada » (1). Para tener mas recursos, dedicó al ejército lo que producia la venta de la quinta parte de los indios prisioneros, a los cuales, siguiendo la costumbre establecida en la colonia, reducia por sí i ante sí a esclavitud. En cambio, reprimió la crueldad de los encomenderos, conminando con severos castigos a los que tratasen a sus encomendados como si fuesen siervos. Es singular que uno de los

(1) Rosales, libro V, capítulo XXVI.

trabajos que mas repugnaran a los indíjenas, por creerlo especialísimo de esclavos, fuese « cargar sillas de mano en que las

mujeres iban a misa i a visita: » por lo tanto, Rivera prohibió que se les ocupara en eso « si no es que ellos de su voluntad i « pagándoselo lo quisiesen hacer. » Estableció, por fin, un obraje i una tenería para la provision del ejército e hizo construir buen número de carretas para el acarreo del trigo (2).

Durante la estacion del verano, Santiago no tenia vida: la mayor parte de los vecinos, acompañando al gobernador, partian a sostener la guerra en el sur i los pocos que lograban libertarse de tan penosa obligacion salian tambien para darse a las faenas del campo. Los últimos tres inviernos no habia presentado ciertamente la capital un aspecto mas animado, pues las grandes desgracias sobrevenidas a la colonia la tuvieron sumida en la consternacion i el espanto.

Esta vez, empero, no sucedia lo mismo. Si bien la reciente ruina de Villarica la habia conmovido profundamente i era motivo de inquietud la suerte de Osorno i Valdivia, las innegables ventajas obtenidas cambiaban por completo la faz de las cosas: renacia la esperanza i gran número de familias, despues de tantos pasados descalabros, tenian la ya olvidada alegria de recibir a sus padres i esposos por fin vencedores.

I, aunque grande, no fué esa ni la única ni la principal causa del aspecto de fiesta que presentó Santiago en el invierno de 1602: lo motivó personalmente Alonso de Rivera.

El año anterior, cuando habia venido a la capital, se encontraba en apuros demasiados grandes i tenia su tiempo demasiado ocupado por las necesidades de la guerra para que pensase en tomar el mas pequeño descanso. En el invierno de 1602 el estado del reino era mui diverso, i Alonso de Rivera, que no solo se preciaba de bizarro soldado, sino que tambien queria ser tenido por gran señor, ofreció al pueblo un espectáculo a que no estaba acostumbrada la colonia. Siempre rodeado de nume

(2) Rosales, libro V, capítulo XXVI.

rosos amigos, gastaba espléndido tren, tenia muchos convidados a su mesa i daba banquetes nunca vistos en Chile.

En aquella época las costumbres de los criollos i colonos llevaban, por una parte, el sello de la simplicidad i eran, por otra, severas i uniformes como las de los militares, cuya vida todos compartian i a cuyas privaciones se encontraban jeneralmente sometidos. Parcos, frugales en la comida, sencillos hasta el estremo en el vestir, los habitantes de la capital desconocian los placeres i las comodidades de una sociedad mas muelle: nada hacia presajiar entonces lo que habia de ser con el tiempo la rica i lujosa Santiago.

I lo que decimos de la capital debe con mayor razon aplicarse a las otras ciudades, donde apénas habia unas cuantas familias reunidas en torno de la guarnicion i acostumbradas a vivir entre toda clase de privaciones.

El brillante militar de las guerras de Francia i de Flandes no se avenia a esa vida, i la que él i sus compañeros llevaban era motivo de escándalo para los austeros soldados i modestos. habitantes de Chile, aun en lo que nada tenia de desordenado.

Difícil, en verdad, parecerá hoi que uno de los capítulos de acusacion que se dirijian al rei contra Alonso de Rivera fuese. el que introducia la costumbre de brindar en los banquetes, que daba de ordinario a sus amigos.

No conocemos el nombre del soldado, cuyas palabras vamos a copiar; pero no podemos ménos de figurarnos la desesperacion que del infeliz se apoderaria si resusitara i viese la fiebre de banquetes i de brindis que en todas parte se ha propagado.

En un legajo del archivo de Indias, sin otro título que Informes i documentos de la Junta de guerra al rei, se encuentra la carta a que vamos refiriéndonos. Fácil es conocer la indignacion que causa al denunciante el que Rivera haya introducido en Chile « los brindis de Flandes con mui gran descompostura i fealdad, poniendo las botijas de vino en las mesas sobre los « manteles i brindando con mil ceremonias por cuantos hombres

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«i mujeres le vienen a la memoria i a la postre a los ánjeles, « porque asi se usa en Flandes. »

Por desgracia, no era esta costumbre, tan amargamente criticada, lo único de que tildaban a Alonso de Rivera. Desde que llegó a Chile, si hemos de creer a sus acusadores, dió el gobernador el funesto ejemplo de vivir « en compañía de una moza » que trajo consigo de Lima. En Concepcion, sin respeto alguno al qué dirán ni consideracion a la sociedad, « la metió en su propia casa i la tuvo en ella con tanto desenfado como si fuera su mujer lejítima » (3).

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Como consecuencia de este escándalo, vino el entonces no menor de dejarse «de confesar i comulgar la cuaresma i pascua,

<«< hasta mucho tiempo despues que bajó a la ciudad de San<< tiago. »

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Esto sucedia en el invierno de 1601, i cuando, a fines del mismo año, volvió a Concepcion, para concluir con las justas murmuraciones de la sociedad «la casó con un mancebo, que « llevó consigo » (4) i que se llamaba Luis del Castillo. El acusador de Rivera asegura al rei que no por esto cesó el escándalo de las relaciones ilícitas, sino que continuó « con mayor demos« tracion que antes» (5); pero debemos advertir que en ningun documento encontramos la confirmacion de esto último i que el no lejano matrimonio de Rivera parece dar a tal acusacion un elocuente desmentido. En cambio si, segun todas las probabilidades, cesó el escándalo, la conducta de Alonso de Rivera con el « que se casó con su amiga, » como dice el citado documento, dió márjen a fundadísimas quejas de parte de los vecinos de las ciudades de Chile.

(3) Primera carta, sin fecha ni firma, que se encuentra en el archivo de Indias, en el legajo intitulado SOBRE LAS COSAS DE ALONSO DE RIVERA. (4) Id. id.

(5) Id. id.-Damian de Jeria, el antiguo secretario de los gobernadores de Chile, escribe al rei desde Charcas el 31 de marzo de 1603 que Rivera ha pasado dos años en Santiago "en ejercicios viciosos contra la lei de Dios i "que por la reverencia de Vuestra Majestad no se pueden decir." Debemos advertir, sin embargo, que Jeria fué uno de los mas imp'acables enemigos de Rivera.

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