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de aun permanecia cuando tuvo noticia de su presentacion a la sede de La Imperial (13).

El virei del Perú, don García Hurtado de Mendoza, habia recomendado a frai Rejinaldo ante el rei como mui acreedor a la dignidad episcopal i a eso debe de atribuirse la presentɛcion del monarca.

Triste hubo de ser la consagracion del nuevo obispo. Acababan de llegar al Perú las mas funestas noticias de la guerra de Chile; se sabian allá la muerte del gobernador Loyola, la sublevacion jeneral de los indios i el inminente peligro en que se encontraban todas las ciudades de la diócesis de La Imperial (14): no se podian, pues, ocultar al señor Lizarraga ni las dificultades ni los severos i grandes deberes de la nueva vida que iba a comenzar recibiendo la consagracion.

En las circunstancias escepcionales i por demas críticas de la diócesis se necesitaba un hombre que tuviera celo, valor i abnegacion bastantes para esponerse a los peligros, llevar por do quiera el consuelo, animar a unos, amparar a otros, edificar a todos. Jamas se presentaria entre nosotros ocasion mas propicia para dar a conocer prácticamente de cuánto son capaces la caridad cristiana i la influencia bienhechora de un obispo católico.

¿Comprendió el señor Lizarraga la sublime belleza de la mision que habia aceptado i, como el buen pastor que conoce i ama a sus ovejas, se dió a ellas sin reserva i con jenerosa abnegacion?

Si hubiéramos de creer a los cronistas dominicanos, pocos prelados hubo entre nosotros mas ilustres que don frai Rejinaldo: encerrado en La Imperial durante el largo sitio de esa ciudad, fué el principal sosten de sus desgraciados diocesanos i, despues de haber salvado milagrosamente de ese cerco, no dejó un momento de atender a las mil urjentes necesidades de aqueIla época de destruccion i ruina jeneral (15).

(13) Citada carta de 29 de octubre de 1599.

(14) Citada carta de 20 de octubre de 1599,

(15) Asi lo afirma Eyzaguirre en su HISTORIA DE CHILE tomo I, parte II, capítulo V, siguiendo probablemente al cronista Aguiar.

Por desgracia, demasiado lo hemos visto en el curso de esta historia, nada de eso es exacto. Son solo relatos de hombres dispuestos a prodigar alabanzas, prodigadas en la ocasion presente a quien no merece mas que reproches.

En su carta de 20 de octubre de 1599, dice el señor Lizarraga al rei que, debiendo consagrarse cuatro dias despues, pensaria en partir inmediatamente a Chile con el refuerzo que acá iba a enviar el virei don Luis de Velasco, « si el arzobispo de esta ciudad no hubiera convocado a concilio a todos sus sufragáneos. Bien sabia el obispo que el lamentable estado de su diócesis constituia justísima causa para eximirse de la obligacion de asistir a un concilio provincial: ante todo debia atender a las mui premiosas necesidades espirituales i temporales de su grci i, como nunca, era entonces necesaria en Chile su presencia. Para añadir, pues, algun valor a la escusa agrega: «I es necesario se celebre (el concilio), porque hai muchos hechos que remediar «tocante a las costumbres i a la buena doctrina de los naturales, de los cuales conocí muchos en dos años i poco mas que entre « ellos viví, que por ventura hasta agora no se han advertido. « Empero fenecido el concilio me partiré en la primera ocasion, «la tierra esté de paz o de guerra, aunque no hai diezmos de « qué me sustentar. Escojeré una ciudad que goce de paz i en ■ ella serviré de cura, hasta que Vuestra Majestad sea servido hacerme merced para sustentarme medianamente, conforme al estado de obispo pobre.

Pero, en realidad, el concilio era para el señor Lizarraga solo un pretesto, i la causa que lo retenia lejos de su diócesis era lo que a un celoso obispo lo habria llamado a ella: las desgracias cada dia mas terribles del sur de Chile; pues, segun decia al rei algunos meses despues, « consagréme i dende a poco « vino otro aviso cómo los indios rebelados asolaron la ciudad « de Valdivia, la de mas tracto en aquel reino i obispado. Que«máronla, destruyeron los templos, mataron sacerdotes, relijiosos «<i clérigos et hicieron abominaciones peores que luterancs i no sabemos aun si La Imperial, cabeza del obispado perseverará en

«pié o ha perecido de hambre, por haber mas de diez meses está «< cercada en una sola cuadra i no se haber podido socorrer » (16).

¡El temor! He ahí, sin duda, lo que retenia en Lima al obispo de La Imperial, mientras gran parte de su desgraciado pueblo, sin ausilio alguno humano, elevaba al cielo gritos de suprema angustia. El señor Lizarraga conocia perfectamente que la corte de España no habia de aprobar que en aquellas circunstancias permaneciese separado de su diócesis i, dos meses despues de haber escrito la carta que acabamos de citar, enviaba al rei otra en la cual intentaba justificarse i que, al contrario, es su principal acusadora.

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Se supone en ella retenido contra su voluntad por el arzobispo i se manifiesta casi airado por esa conducta de santo Toribio: «El arzobispo de la ciudad de los Reyes me ha detenido aquí « ocho meses despues de mi consagracion, so color de que ha <«< convocado a concilio » (17). I despues de olvidar, hablando asi, la necesidad que antes creia tener de asistir al concilio, vuelve a olvidar en el acto la supuesta violencia que le hacia el arzobispo i muestra en su relato cuánto trabajó para no venirse, procurando impedir la reunion de la asamblea, sin temer echar mano de medios i recursos del todo indignos de un obispo.

Bien sabia el señor Lizarraga que, celebrado el concilio, cuya necesidad pondera al propio tiempo que intenta aparecer como aguardándolo contra su voluntad, se le acababa el único pretesto alegable para no venir a su obispado a compartir los trabajos i peligros de sus diocesanos: necesitaba retardar i retardar la celebracion de él, i, para hacerlo asi, emplear medios que fuesen a la par eficaces i aceptos al monarca cuya censura queria evitar. Vamos a ver cómo, al resolver el problema, olvido solo sus deberes de obispo i aun de católico.

(16) Carta del señor Lizarraga al roi, fecha a 2 de mayo de 1600. (17) Id. id.

CAPÍTULO XIX.

EL SEÑOR LIZARRAGA I EL CONCILIO LIMENSE DE 1601.

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Mala opinion en que el regalismo de la corte tenia a Santo Toribio.-Aprovéchase de esto el obispo de La Imperial para impedir la celebracion del concilio. El concilio de Toledo de 1582. Asiste a él el marques de Velada como representante del rei. Mandan de Roma que se borre su nombre de las actas.-Respuesta del arzobispo de Toledo.-Breve de Gregorio XIII.-Convocacion del concilio limense.-No asiste ningun sufragáneo. convocacion.-Están en Lima los obispos de Panama i La Imperial.-Pide el señor Lizarraga al arzobispo que obtenga la real aprobacion i el nombramiento del representante del monarca. - Contestacion de Santo Toribio. — Insiste el obispo.-Hace intervenir a la autoridad civil.-La opinion de los teólogos regalistas.-Resistirá el arzobispo?-Descomedido lenguaje del señor Lizarraga.-El fiscal real toma cartas en el asunto.-Inutilidad de estos recursos. Señala dia el arzobispo para que se celebre la sesion preparatoria.No asiste el obispo de La Imperial.-Nueva citacion i nueva desobediencia. -Auto del arzobispo en que por tercera vez ordena al señor Lizarraga que comparezca.-Negativa i protesta del obispo de La Imperial.-Injurias que, escribiendo éste al rei, prodiga al metropolitano.-Falsa idea que del señor Lizarraga dan los cronistas de su órden.-Retarda Santo Toribio la reunion del concilio.-Servil adulacion i pérfidas insinuaciones del obispo de La Imperial.-Llega a Lima el obispo de Quito i se celebra el concilio, sin que asista el señor Lizarraga.-Tiene solo dos sesiones sin importancia.-A qué debe atribuirse esto..

Diversas causas, que hemos referido en Los Orijencs de la Iglesia Chilena, habian hecho al santo arzobispo de Lima mas que sospechoso ante la corte de España de ideas contrarias al regalismo que ésta profesaba. A pesar del profundo respeto que la eminente virtud del prelado inspiraba a todos, habia sido sometido a pública i humillante reprension por haber acudido al papa, denunciando abusos del gobierno español en sus relaciones con la Iglesia i pidiendo remedio.

El señor Lizarraga se propuso utilizar la mala opinion en que

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