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los soldados que iban de noche a la guardia de la muralla, que no llevasen cuchillos ni aun espada mas de unos gorguses o «< chuzos, con todo ello sucedió que una mañana amaneció el «< fuerte en veinte i tantas partes desatado i abierto, por lo que « tuve soldados mui honrados en prisiones, i a otros que los ha<«<llaba asando las correas debajo el rescoldo del fuego.

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« Solia matar con una escopeta algunos perros campestres (de «que hai mas de los que quisieran los nuestros en aquella tierra) los cuales se llegaban de noche al fuerte, i no faltaban « soldados i aun mas que soldados, que los asaban i comian. <«< Pues los heridos i enfermos que allí tuve, ya tengo dicho «< cuán faltos vivieron i yo con ellos de sacramentos, cirujano, << medicinas i de comida de alguna sustancia; pues careciendo de « todo espiritual i corporal socorro, se me murieron allí el ya « dicho sarjento Gabriel Malsepica, i otros no menos valientes soldados, retirados con heridas que habian sacado de algunas « emboscadas de los indios yendo a escoltas.

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« Despues de lo dicho, apretando mas la hambre i necesidad « en el fuerte, donde por comer los soldados me pedian pedazos « de cuero de vaca crudios, diciendo que eran para hacerse « abarcas de algunos cueros, que tenia reservados para reparos « del fuerte, i lo que era peor que se hartaban de unos cardones «< gruesos no conocidos de perversa dijestion, de que se murieron «dos sarjentos reformados mui honrados » (23).

(23) Gonzalez de Najera, pájinas 336, 337, 338 i 310.

CAPÍTULO XXIII.

FIN DE LA CAMPAÑA DE 1602-1603.

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La desmoralizacion de la tropa en Santa Fe.-Los soldados venidos de España i los del Perú.-Buena conducta de los primeros.-Funestos ejemplos dades por los otros. Diego Palacios se pasa al enemigo.-El sarjento Salazar se pasa tambien al enemigo, es hecho prisionero i ahorcado. Loco intento de fuga de tres soldados. El alférez Simon Quintana.-Confabulase con once soldados para fugarse.-Descabellado proyecto. - Descubre Gonzalez de Najera el complot.-Son ajusticiados Simon Quinteros i Pedro Martin.-El capitan Juan de Reinoso, el alférez Montalvo i don Juan de Vivas de las Cuevas proyectan fugarse con otros. Rivera procura impedir la fuga i nó castigar a los culpados.-Prudencia de esta determinacion.-El verdadero remedio.-Guarnicion de Santa Fe.-Recorre el gobernador tres provincias rebeldes.-Poco fruto de estas correrías. Pedro Cortes en Peterebe. - Sigue Rivera sus correrías hasta Molchen - Vuelve a Concepcion.-Su casamiento con doña Ines de Córdoba i Aguilera.-Lei que se oponia a este acto.-Precauciones que tomó Alonso de Rivera: cómo defiende ante el rei su matrimonio. -Regalo de bodas que hace a Concepcion.-Saca del ejército i establece en Concepcion a varios artesanos.-La Estancia del Rei.-Escasez de recursos en la colonia.-Nuevas correrías en tierras enemigas.-Resúmen de sus resultados.-Buena medida con que procura atraer a la paz a los rebeldes.-Espulsa del ejército a las camaradas.-Busca la compañía de varios relijiosos.—Manda levantar un minucioso censo de indios 1 españoles.

Cuando Alonso de Rivera llegó a Santa Fe, el bizarro comandante del fuerte no deploraba solo el mal causado por los indios. Habia empezado a cundir otro mas peligroso i de mas funestas consecuencias: la desmoralizacion de la tropa.

En verdad, unidos los ataques de los indios a los muchos padecimientos soportados durante el invierno de 1602 por los defensores de Santa Fe, eran mui capaces de desanimar al hombre mas valeroso i constante. En el fuerte, como en las demas

partes de Chile, habia de dos clases de soldados: los venidos directamente de España i los venidos del Perú, i, como siempre, fué en aquella ocasion mui distinta la conducta observada por unos i por otros. Mientras « con todo esto i su desnudez i traba«jos i haber recibido muchas heridas en defensa de aquellos «< fuertes ...... ninguno de todos estos (los venidos directamente de España) ha intentado huirse hasta agora ni irse al enemi« go» (1), los del Perú daban el funesto ejemplo de la desercion.

Alonso de Rivera, en carta de 9 de febrero de 1603, refiere al rei varios casos.

Un mestizo, natural de Potosí, llamado Diego Palacios, que habia caido prisionero de los indios en la fatal espedicion de Juan Martinez de Leiva, espedicion que costó la vida a este jefe i a tantos españoles, rescatado i atendido en el ejército hasta el punto de alojarle con el capitan de su compañía, se fugó a fines de enero de 1603.

« Me vino un dia, agrega Gonzalez de Najera (que tambien «< refiere éste i los otros casos), a pedir licencia en el mismo fuer«te, para ir a las espaldas dél a cortar un haz de carrizo para « aderezar su barraca, el cual venia con su arcabuz al hombro i « cuerda encendida, i diciéndole que no fuese solo aunque era tan «< cerca, me dijo que sus camaradas iban con él de la misma ma«nera apercibidos, i dándole la licencia, se fué sólo i se pasó a «<los enemigos, donde quedaba cuando partí de aquel reino, uno « de los mayores corsarios dellos » (2).

Tambien se pasó al enemigo un sarjento « reformado, llama« do Salazar, (continúa hablando Gonzalez de Najera) de parti«culares i buenas habilidades, el cual, despues de haber estado algunos meses entre los indios de guerra, viniendo con núme«ro dellos a hacer cierto robo a otro fuerte nuestro fué preso

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(1) Citada carta de Alonso de Rivera al rei, fechada en Rio Claro el 9 de febrero de 1603.

(2) DESENGAÑO I REPARO, etc., pájina 340.

« de los españoles, al cual mandó ahorcar el gobernador » (3). No todos los que huian llevaban, sin embargo, el intento de pasarse al enemigo: muchos, la mayor parte, pretendian solo librarse de las penurias de Chile e irse al Perú o a Buenos Aires. Los descabellados proyectos que formaban manifiestan el estremo a que habia llegado su desesperacion.

«Se me iban, dice siempre Gonzalez de Najera, otros tres sol« dados aun por mas mal fundado camino i designio, que era en << un barco por el rio abajo, a cuya ribera estaba el fuerte, hasta « que los metiera en la mar por donde pensaban irse al Perú, « quinientas leguas de navegacion, a donde de tal manera suelen << huirse otros muchos, pero con mejor aparejo del que éstos llevaban, en lo cual no solo habia dificultades, pero mil imposiables; los cuales soldados cojí, como dicen, en el hurto, pues « los hallé embarcados en el barco la noche que estaban para «huirse» (4).

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Esta intentona de fuga venia despues de otra mas importante i relativamente numerosa, encabezada por el alférez Simon Quinteros, « que pocos dias antes habia estado con la soga a la « garganta » por haber pretendido fugarse con otros dos soldados (5), i en quien, como se ve, no producia enmienda el perdon. Este alférez Quinteros era natural de Güelva, habia venido con la tropa de Quito i pertenecia a la compañía de don Francisco de Alba i Norueña (6).

Logró reunir once soldados que, de acuerdo con él i bajo sus órdenes, debian emprender la fuga: de los once, nueve habian venido a Chile en el refuerzo traido del Perú por don Juan de Cárdenas i Añasco (7). El proyecto era irse, pasando la cordi

(3) DESENGAÑO I REPARO, etc., lugar citado. Rivera no habla de este hecho.

(4) DESENGANO I REPARO, etc., lugar citado.

(5) Citada carta de Rivera, de 9 de febrero de 1603.

(6) Estos datos los encontramos en la LISTA DE LOS SOLDADOS QUE QUI

SIERON HACER FUGA.

(7. He aquí los nombres de esos soldados, segun los encontramos en la LISTA citada en la nota precedente:

llera de los Andes, por enfrente de Santa Fe. Tomaban ese camino tanto por ser el mas cercano cuanto por la menor altura de las cordilleras en el sur de Chile; pero no recordaban que tenian que atravesar un pais lleno de enemigos encarnizados i belicosos: no habrian podido llevarlo a cabo, segun dice Rivera, « aunque

« fueran ciento. »>

Concertadas las cosas, salió una noche Quinteros para juntarse con los demas conjurados. Habíanse reunido ya seis «< cuando « lo supo el sarjento mayor Alonso Gonzalez de Najera, i se dió « tan buena maña que los prendió a todos. » Gonzalez de Najera « supo la huida por un mui honrado alférez, que a la sazon «<lo era, llamado Joan de Ugalde » (8).

Ciertamente, por mas que conviniera i se deseara un escarmiento, no era posible pensar en dar muerte a doce soldados, que habrian hecho enorme falta en la colonia. Gonzalez de Najera se conformó, por lo tanto, con ahorcar al jefe, el alférez Simon Quinteros. Mas, cuando pocos dias despues llegó al fuerte Alonso de Rivera, condenó a la misma pena al soldado Pedro

De los venidos con Cárdenas i Añasco: Cristóbal de Torres, Hernando Niño, Juan Diaz, Francisco Sotelo, Francisco Ramirez, Juan de Aspileveta, Juan Rodriguez, Adriano de las Salas i Pablo de Bendisu.

Los otros dos se llamaban Pedro Martin, que habia venido con Alonso de Rivera, i Alonso Hernandez, de la tropa de Lisboa.

(8) Las primeras palabras son de la carta de 9 de febrero de 1603; las últimas de Gonzalez de Najera. Este confirma en todo, pájina 339, el relato del gobernador, esceptuando los puntos siguientes. Gonzalez de Najera dice que el suceso se verificó en el fuerte de Nuestra Señora de Alé, que los conjurados eran trece, que todos salieron del fuerte i que él supo la huida media hora despues de efectuada. "Prucurando luego, añade, hacer dili"jencia para atajarlos, dí tal órden a ello, que enviando luego tras ellos por dos partes indios amigos con oficial i soldados españoles arcabuceros "los mas alentados, finalmente les dieron alcance de manera que entre los "unos i los otros los cojieron en medio, i me los trajeron dentro de dos ho"ras al fuerte sin que escapase ninguno, donde les puse en seguras pri"siones."

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El que Rivera escribiese pocos dias despues de los sucesos i cuando salia del fuerte en que ellos acababan de acaecer, nos ha movido a preferir su testimonio. I nos parece indudable que, por lo menos, se equivoca Gouzalez de Najera en decir que la fuga debió llevarse a cabo en Nuestra Señora de Aló i nó en Santa Fe. El gobernador da noticia de esto al rei el 9 de febrero de 1603, es decir, pocos dias despues de haber nombrado a Gonza ez de Najera comandante de Nuestra Señora de Alé i cuando, por cousiguiente, apenas habia habido tiempo para que se verificasen los sucesos referidos i no es admisible que se equivocase sobre el lugar en que acababan de acaecer.

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