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CAPÍTULO XXIX.

ALONSO DE RIVERA EN ARAUCo.

Entrada en Catirai.-Preparativos para el invierno. -Guarniciones de ciudades i fuertes.-¿Seria oportuno ir a Aranco?-Opina en contra la mayoría del consejo.-Adopta Rivera la opinion de la minoría.-Entra en Arauco.-Fuga de los enemigos. Amor de los araucanos a sus tierras. Prision del cacique Millain. Los mensajeros de paz.-Respuesta del gobernador.- Vanas_promesas. Desconfianza de Rivera. Diversos encuentros. El capitan Pedro Ponce Chiquillo: indomable denuedo de los indios.-Importancia de Arauco.-Resuelve Rivera colocar el fuerte en mejor situacion.-Ventajas de la escojida.-Guarnicion que deja Rivera en Arauco.-Regresa a Concepcion.

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De vuelta de Puren, entró Rivera en Catirai, donde, como en aquella provincia, hizo muchísimo mal al enemigo en las mieses, destruyéndolas, pero ninguno en las personas, que se pusieron en precipitada fuga (1). Se acercaba ya el invierno i era menester pensar en la manera como se dejarian los fuertes i las ciudades para que resistieran al enemigo. En Chillan, « inclusos vecinos i <«< moradores de todos oficios i edades no habia mas que ochenta soldados, número que en los años anteriores se habria considerado mui pequeño; pero que a principios de 1604 bastaba, atendiendo a lo mucho que Rivera habia conseguido apartar hácia el sur la guerra; en Concepcion, inclusos tambien los vecinos i moradores en estado de cargar armas, habia no menos de doscientos sesenta; la estancia llamada de Loyola o del Rei estaba resguardada por cien infantes i sesenta caballeros; en el fuerte

(1) Carta de 13 de abril de 1604.

de San Pedro habia cuarenta i cuatro soldados; ochenta i ocho en el de Nuestra Señora de Alé, i ciento en el de Nacimiento (2).

Considerada la situacion de estos últimos fuertes, el gobernador podia creerlos suficientemente dotados, i solo le quedaba que pensar en el mas importante i mas aislado de todos, el de Arauco.

Iba a comenzar abril, tan amenazante en el sur de Chile por las constantes lluvias: seria prudente llegar allá? Conforme a lo que Rivera se proponia, era indispensable; porque trataba de hacer invernar en aquel fuerte el grueso del ejército. Sin embargo, reunió para pedirles su parecer al maestre de campo Pedro Cortés i a los capitanes, i «todos me lo dieron, « dice, de que no entrase, fuera de dos o tres » (3); pero, como entre esos dos o tres estaba el maestre de campo i como Rivera creia tan necesaria la entrada, resolvió hacerla contra el parecer de la mayoría (4), i el 1.o de abril de 1604 (5) penetró con su

(2) Carta de 13 de abril de 1604.

(3) Id. id.

(4) Id. id.

Rosales, aunque no dice claramente, como Rivera en la citada carta, que la mayoría estuviese en contra de la entrada, manifiesta que no estuvieron todos conformes i refiere con este motivo una anécdota que vamos a copiar. "Tomó [Rivera] consejo sobre si entraria en el Estado de Arauco i hubo "contrariedades; porque, como el consejo es como las cuerdas de la vigüe"la que se compone de diversas voces, siempre hai algunas que disuenen, "hasta que todas se tiemplan i conforinan. Las dificultades que pusieron "algunos que deseaban volverse a sus casas, fueron que el invierno estaba 66 cerca, los infantes cansados, los caballos flacos i otras cosas que Pedro “Cortés con bueno i bien fundado parecer concords. I convencidos i con"formes los de la consulta, marcharon para el Estado de Arauco.

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"Entró por Louconabal con mucho recato, en cuyo valle llegó a una "chácara de maíz primerizo, i arrancando con sus manos una mazorca, 44 para darles a entender a sus consejeros cómo le habia de decir cada uno "claramente lo que sentia, sin lisonjear su parecer ni irse tras él, mostrán"doles la mazorca o choclo de maíz, les dijo:- Ya parece que está maduro este maíz; 'i, viéndole, todos dijeron que sí, que ya estaba maduro. I "guardándole al disimulo en la faldriquera, llegó a otra chácara i hizo que "cojia otro choclo i sacó el mismo i dijo:- Este sí que está mejor grana"do;' i, tomándole, todos dijeron: 'Este sin duda está mas en sazon que el "otro.' I, haciendo lo mismo tercera vez, cuando se les mostró diciendo que excedia a los demas, respondieron: que, sin duda, era mucho mejor. I, diciéndoles que era el mismo, los dejó confusos i bien euseñados a no "irse tan fácilmente por lisonjear con el dicho de el gobernador, i quedó en proverbio el choclo de Chile,' i cuando uno se va tras el parecer de "otro sin discurso o por lisonja, dicen luego que es el choclo de Chile." (5) Carta de Rivera al rei, fechada en Concepcion el 26 de mayo de 1604.

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ejército en la provincia de Arauco. Lo mismo que en las otras comarcas asoladas esc año, en Arauco recurrieron a la fuga los indios ante el poderoso ejército español, que no consiguió matar o prender sino a mui pocos enemigos; « por que se ponen en <«< cobro éstos i tienen la tierra tan a su propósito, llena de cié<< nagas, montes i quebradas que con gran dificultad se pueden « haber» (6).

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«Con todo, agrega Rivera en la misma carta, les obligué a <«< desamparar las tierras que llaman Longonabal, Peteguelen, « Curetemo, Pengueregoa i Lavapié, aunque no del todo; que algunos destos ántes pierden las vidas que sus tierras, i asi es<< tán pertinaces en no querer salir dellas. I esta nacion siente «mas que otra de cuantas yo he tratado el dejar la tierra que « fué de sus padres i ninguna cosa les obliga a dar la paz mas « que ocupársela. »

Entre los pocos que ni se resolvieron a abandonar sus tierras ni podian contrarestar las fuerzas españolas, menciona Rosales a « un cacique de grande nombre llamado Millain, que «quiere decir Comida de Oro en nuestra lengua,» el cual en diversas ocasiones habia injuriado a las tropas, salvando luego en veloz caballo. Pedro Cortés fué comisionado para perseguirlo «i dióse tan buena maña, que trasnochando aquella noche dió <«< con él en un monte durmiendo en los brazos de su mujer, con « otras muchas piezas » (7).

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Tanto los destrozos causados en sus tierras cuanto varias « malocas, » en las que « se prendieron algunos indios e indias « principales » (8), obligaron a los araucanos a enviar al gobernador mensajeros de paz. Estos mensajeros vinieron a nombre de Quintigüeno i de Antemaulen, señor del valle de Arauco, el primero, i de Lavapié el segundo. Manifestaron a Rivera las grandes dificultades i los inconvenientes que tenian para

(6) Carta de Rivera al rei, fechada en Concepcion el 26 de mayo de 1604. (7) Lugar citado.

(8) Id. id.

someterse: « por una parte, se veian de la nuestra maltratar, «matándoles i quitándoles las mujeres, hijos i haciendas i <«<echándolos de sus tierras i, por otra, en dando la paz, corre«<rian el mismo riesgo de recibir semejantes daños de los indios « vecinos suyos i enemigos nuestros. » Por grandes, en efecto, que hubieran sido las ventajas obtenidas hasta entonces por Alonso de Rivera, no daban todavía a las armas españolas la fuerza necesaria para favorecer eficazmente a los indios que, distantes de los centros de poblacion, quisieran ponerse bajo la proteccion de ellas. El gobernador reconoce este hecho e insta, en consecuencia, al rei para que envíe nuevos refuerzos a Chile. Pero era preciso contestar su mensaje a los caciques araucai Rivera se lo contestó con buenas razones, ya que no podia en realidad darles otra cosa.

nos,

<«< Respondíles, dice al rei, que ninguna cosa podian hacer mas <« acertada para su conservacion i aumento que juntarse con otros, <« dando la obediencia a Su Majestad, de que les resultaria gran« des bienes para el alma i para el cuerpo. Ofrecíles todo el ca«<lor i amparo que me fuera posible darles, con que no solo esta«rian seguros de sus enemigos mas que podrian entrar a hacerles «la guerra con prósperos sucesos, i que si no se resolvian en dar <«la paz todo se volveria en su ruina; dándoles a entender el poder grande de Vuestra Majestad i el tiempo que ha durado ་ la guerra en este reino, sin que ellos la hayan podido dar fin. I, siendo tan pocos los españoles que entónces habia, ántes « (los indíjenas) se habian ido apocando i en conocida disminu<«< cion i los cristianos en aumento. I, pues entonces no los habian « podido echar de su tierra, siendo tan pocos i ellos tantos, mé«nos lo harian agora, siendo todo al trocado i tomando Vuestra Majestad con mas veras el cuidado deste reino » (9).

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Repetimos que éstas podrian ser mui buenas razones i hermosas promesas; mas los araucanos estaban por estremo habituados a oir las primeras para que les hiciesen impresion i

(9) Citada carta de 26 de mayo de 1604.

tanto ellos como el gobernador conocian que por entónces las segundas eran vanas: Rivera se encontraba en la imposibilidad de ausiliar en esas comarcas a los que quisieran someterse. No fió, pues, mucho de los tales mensajeros, tanto mas cuanto que son los araucanos « jente mui cavilosa i astuta i procuran susten«tar sus tierras defendiéndolas por todos los caminos, asi de « maña como de fuerza, sin tener respeto a guardar su palabra <«<mas de en cuanto les está bien, que de otra suerte siempre in<«< tentan nuestro daño, por ser de naturaleza enemigos i deseo«sos de derramar sangre de cristianos, que los aborrecen en « grande manera » (10).

Estas negociaciones, se comprende bien, no habian interrumpido un solo momento las hostilidades i, aunque no se presentó ocasion de dar batalla alguna, hubo mas de un pequeño encuentroentre españoles i araucanos, Esos lances ofrecieron a los últimos oportunidad de mostrar que, léjos de haber decaido el ánimo de los guerreros indíjenas, se habian ellos aprovechado de las lecciones que del arte de la guerra habian recibido de los españoles en cien combates i que no rehuian la lucha cuando se presentaba en igualdad o no excesiva superioridad de fuerzas.

Asi, por ejemplo, cinco dias despues de haber entrado los españoles en Arauco, el 6 de abril, el capitan Pedro Ponce Chiquillo pudo conocer el denuedo araucano. Salia Ponce con otros dos soldados de una emboscada no mui distante del cuartel i se encontró con dos indios enemigos. Estaban éstos a caballo; pero, léjos de huir, cuando vieron que no tenian que habérselas sino con tres hombres, se apearon i se apercibieron al combate, habiendo escojido el terreno de modo que un bosquecillo les resguardara las espaldas. «Terciaron sus lanzas contra el Pedro Chiquillo i los que venian con él...... i pelearon hasta morir,» esclama admirado Rivera, i advierte al rei que cita tal ejemplo « para que se entienda que ya éstos no huyen como solian ántes:

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(10) Citada carta de 26 de mayo de 1604.

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