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cho lo que se perdió si llegó a cumplirse la segunda parte de la órden de Rivera, con respecto a los caballos; pues eran poco de sentir, « porque, aunque traian mil caballos de número, los mas << eran tan ruines que solo ciento cincuenta valian algo » (14).

Para evitar una sorpresa de los indios, Rivera habia dejado a Concepcion guarnecida por ciento noventa soldados, sin contar los vecinos (15), que en estado de tomar armas no serian ciertamente muchos. Segun nos refiere Rosales, en el lugar ya citado, Rivera << ántes de marchar (de Concepcion) hizo a Salva« dor de Arnaga i a Jinez de Lillo capitanes de infantería espa«ñola, por ser soldados de Flandes i personas de mucho valor i << esperiencia en la guerra i que para la que esperaba hacer nece« sitaba de personas tales. »>

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Mui fundados serian los motivos que indujeron al nuevo gobernador a poner sobre los antiguos i esperimentados capitanes chilenos a dos que recientemente pisaban este suelo; pero ello dió ocasion de grande descontento i posteriormente de muchas acusaciones contra Rivera.

Otra medida tomó apénas llegado a Chile para facilitar la jornada i fué enviar el 13 de febrero tres pequeños barcos a la ribera del Biobio, a fin de ayudar con ellos el paso por el lugar denominado Aynavilo (16).

A los dos dias, el 23 de febrero, ya junto todo el ejército, en número de quinientos cuarenta i dos hombres (17), emprendió la marcha i pasó el Biobio. La época, si bien no permitia comenzar largas espediciones, era mui favorable para llevar a cabo una que tuviese por objeto destruir los sembrados de los indios, pues estaban en su madurez. Por lo mismo, los de las provincias amenazadas, apénas vieron la determinacion de

(14) Rosales, capítulo citado, dice que las compañías del campamento de García eran nueve i que Rivera las redujo a siete.

(15) Rosales, libro i capítulo citados.

(16) Citada carta de 17 de marzo de 1601.

(17) Carta de 10 de marzo de 1601. En ésta se mencionan las diversas partidas que formaban el ejército i se suman, todo con exactitud.

Alonso de Rivera, quisieron ponerse a salvo enviándole mensajes de paz. Por desgracia para ellos, se conocia demasiado el móvil a que obedecian i el ningun valor que a sus pactos daban una vez pasado el peligro, i el gobernador rechazó todas sus propuestas (18), por mas que en una ocasion le entregasen, en prueba de sus buenas intenciones, « un español de los que tenian presos » (19).

Siguió su camino Alonso de Rivera haciendo a los indios cuantos males podia, «talándoles las comidas i quemándoles << todos sus caceríos » (20), lo cual importaba tanto mas cuanto que iba atravezando las provincias « de mayor reputacion i fuer<< za del enemigo » (21).

A poco mas de la mitad del camino entre Concepcion i Arauco, cerca de lo que ahora es el puerto de Lota, se encuentra una cuesta que en los primeros años de la conquista presenció gran número de batallas entre españoles e indios. Era conocida con el nombre de « cerro del Aleman » i mas comunmente con el de «< cuesta de Villagra. » Asi la habian denominado los indios en memoria de la victoria que ahí alcanzaron sobre el gobernador Francisco de Villagra; i este hecho de armas i otros ménos importantes, pero tambien favorables a los indíjenas, dieron márjen a éstos, de suyo superticiosos, para atribuir a aquel lugar una influencia funesta a los españoles (22). Ello i las ventajas que el terreno presentaba a una sorpresa i lo que se prestaba a impedir el paso de un ejército, inducian siempre a los indíjenas a hacerse fuertes en la cuesta de Villagra. Cuando en esta ocasion perdieron la esperanza de engañar con finjidas promesas de sumision al nuevo gobernador i lo vieron destruir sus sementeras i habitaciones, reunieron apresuradamente los hombres de

(18) Cartas de Alonso de Rivera al rei, fechas a 10 i 17 de marzo i 22 de setiembre de 1601.

(19) Carta de 10 de marzo de 1601.

(20) Id. de 22 de setiembre de 1601. (21) Id. id.

(22) Id. de 10 de marzo de 1601.

guerra de las comarcas vecinas i se fueron a aguardar a Rivera en la mencionada cuesta. Pero el tiempo, demasiado escaso, no les permitió realizar cumplidamente su plan: pues solo reunicron quinientos hombres, número del todo insuficiente para oponerse al ejército del gobernador (23).

Luego que llegó Rivera con su jente «se mostraron» los indios en la vanguardia del ejército español, pero no hicieron mas que mostrarse i « dejaron el puesto mui aprisa por la mosquete«ría que iba de manguardia » (24). No fué, pues, esa una batalla ni casi una escaramusa: ni entre los españoles ni entre los indios hubo muertos o heridos. Al dia siguiente de aquella «demostracion,» i cuando ya el ejército habia avanzado no poco, volvieron a presentarse los indios i entónces acometieron la retaguardia. No duró mucho, sin embargo, el combate ni fué mui encarnizado. Cuando los asaltantes vieron muertos a cuatro o cinco de los suyos huyeron apresuradamente, sin que fuera posible a los españoles darles alcance ni averiguar el número de heridos que entre ellos quedaron. Como casi todo el ejército de Rivera iba a pié no se podia llevar mui léjos la persecucion de los fujitivos i no se tomó mas que un indio prisionero, el cual, como dice incidentalmente el gobernador, «quedó ahorcado en « el propio camino » (25).

Para que se vea la ninguna importancia que daba Rivera a este segundo, o mas bien único ataque, léase la manera como de él habla al rei en otra de sus citadas cartas: « Habíaseme ol« vidado decir a Vuestra Majestad cómo el dia que pasamos la «< cuesta del Aleman, que fué otro despues del que digo arriba <«<que echamos los indios con la mosquetería, salieron no sé qué « indesuelos a dar en la retaguardia. Dellos se mataron tres o «< cuatro, sin algunos que irian heridos, i uno se prendió que « mandé ahorcar luego » (26).

(23) En la citada carta de 10 de marzo de 1601 calcula Rivera en 500 el número de indios; en la del 17 del mismo mes dice que fueron 400 o 500. (24) Carta de 17 de marzo de 1601.

(25) Id. de 10 de marzo de 1601.

(26) Id. de 17 de marzo de 1601. Se ve, por la relaciou que acabamos de

Despues de diez u once dias de viaje entró Alonso de Rivera en el fuerte de Arauco el 3 de mayo (27), en medio de las entusiastas aclamaciones con que recibian los defensores de esa plaza el socorro tan deseado i tan necesario, ya que habian solido verse aquellos hombres en el estremo de alimentarse de « yerbas, «raices i sabandijas » (28).

Habia en el fuerte sesenta i un soldados (29), de los cuales doce o catorce valian poco, a juicio del gobernador, por ser de los venidos del Perú (30).

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Lo primero era aprovisionar el fuerte, para lo que le sirvió muchísimo la confianza que habia inspirado al araucano su propia pujanza i la debilidad de los españoles: « todo estaba tan lleno « de comida (en las vecinas comarcas) como si éstos (los indios) « nunca pensaran que españoles jamas habian de volver a esta « tierra» (31). Asi en diez o doce dias que Rivera permaneció en el fuerte consiguió « meterle cinco o seis escoltas de comidas i dos de leña mui grandes, sin otra. poca que se le habia metido «ántes de una quebrada que estaba allí cerca, i cuarenta vacas « en pié » (32), sin contar las provisiones llevadas por la nave que llegó a Arauco el 10 de marzo (33). Aunque « la comida» quitada al enemigo fuese «fresca i fuera de sazon « para ser guardada » (34). constituia un gran recurso para la

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hacer apoyados en el irrecusable testimonio de Rivera, que hablaba a los pocos dias de los sucesos, cuán equivocado está Rosales al mencionar "los escuadrones" i el "mui copioso campo' con que los indios aguardaron al gobernador en la cuesta de Villagra, donde "tuvieron una escaramuza que duró dos dias," lo que proporcionó ocasion a Rivera para estudiar "el modo i traza que tenia este enemigo de pe ear.

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(27) Rosales, libro i capítulo citados.

(28) Carta de 10 de marzo de 1601.

(29) Id. de 17 de marzo de 1601. En la de 22 de setiembre del mismo año dice que habia sesenta españoles.

(30) Id. de 17 de marzo de 1601.

(31) Id. id.

(32) Id. id.

(33) "Salió del puerto de Concepcion a un tiempo conmigo i llegó AYER

DIEZ de este mes" dice Rivera al rei en carta fechada en Arauco el mismo DIEZ de marzo; la carta es probablemente del once.

(31) Carta de 10 de marzo de 1601.

guarnicion i contribuyó poderosamente a dejar bien abastecido el fuerte. Hecho esto, Rivera puso al mando de Arauco a uno de los mas preciados capitanes, a Francisco Galdames de la Vega (35), i salió de allí a mediados de marzo (36).

Habia ido con la espedicion i quedó en Arauco de cura i vicario el relijioso dominico frai Diego Rubio: el cura anterior, tambien dominico, frai Antonio Bernal, habia muerto mas de un año ántes a manos de los indios (37).

El gobernador deseaba llegar en lo que aun quedaba de verano al sitio de la antigua ciudad de Santa Cruz « para procu«< rar, si se puede, tomar aquel año aquel puesto, ocupando el rio « Biobio que por él pasa i es la principal llave i fundamento de « todos los buenos efectos que se pretenden conseguir en este «< reino, haciendo frontera i abrigo a la (ciudad) de San Barto« lomé i la Concepcion, que caen a las espaldas, i a todas sus <«< haciendas i heredades para que las puedan beneficiar i tener algun alivio i recurso de comidas i sobre todo por ganar el «< paso de un rio que hace muralla i defensa a toda la gue« rra »> (38).

Se recordará que la ciudad de Santa Cruz estaba situada como a una legua del Biobio; pero en el aparte copiado habla Rivera de poner el fuerte sobre el mismo rio: ese era, en efecto, su proyecto: a mas de las ventajas mencionadas, encontraba la mui notable de que con el respeto del fuerte vendrian de paz los cuyuncheses, que eran « el enemigo mas cercano i peligroso i el « que importa para amigo, por lo bien que probaron el tiempo « que lo fueron, segun estoi informado.» «Su alzamiento, aña

(85) Rosales, lugar citado.

(36) En la carta fechada el 10 de marzo, pero que, como vimos, es del once, se promete partir de Arauco en dos dias mas; la carta escrita el 17 de ese mismo mes, segun parece, pues no tiene data, habla de haberse ocupado hasta entonces en aprovisionar i fortificar a Arauco.

(37) Informacion levantada en Santiago ante Talaverano Gallego en 1607 sobre los servicios prestados a Chi e por los dominicos. Debemos este dato a nuestro amigo el presbítero don Miguel D. Cáceres, cuyo nombre hemos citado ya varias veces

(38) Citada carta de 10 de marzo de 1601.

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