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Reducciou de
Tutuaca en

epidemia contagiosa. En este humilde ejercicio se portó de un modo capaz de dar mucha honra á la Compañía, mucha edificacion á aquella noble juventud que se miraba servida del hermano Espinosa, con tanto silencio y religiosidad, con tanta humildad y alegría, como si hubiese nacido esclavo de cada uno. Esta conducta convirtió muy presto en veneracion del buen hermano la inadvertencia y aun la mofa que tuvo que ofrecer á Dios en los principios, y á que son llevados naturalmente los pocos años. Despues de haber asistido á muchos con la vigilancia y esmero de una tierna madre, herido del mismo contagio, acabó tranquilamente dejando en poco tiempo de religion y en 22 años de edad singulares ejemplos de una anciana virtud.

En los paises septentrionales hacia por este tiempo maravillosos proTaraumara. gresos el celo de los operarios evangélicos. Los dos padres Tomás de Guadalajara y José Tardá dieron feliz principio al año con mas de treinta adultos que bautizaron en el pueblo de Tutuaca, en el mismo dia de la Circuncision. Esta feliz circunstancia hizo dar al pueblo el nombre de Jesus. Sin embargo, no perfeccionaron su conquista sino a costa de muchas fatigas. Tutuaca dista de Papigochi (dicen los padres en su relacion) mas de treinta leguas de muy mal camino, cuya aspereza aumentaba la malicia de una guia que los llevaba siempre por lo peor; el tiempo era lo mas rigoroso del invierno en que en las entra. ñas de la sierra sube la nieve mas de media vara: el sitio de la poblacion era tan áspero, que lo habian tomado por asilo los foragidos en los motines pasados: la gente sumamente esquiva y fiera, y una mezcla confusa de taraumares y tepehuanes que allí se habian refugiado. Todas estas dificultades las endulzaba el celo de los ministros y la esperanza de ganar á Dios muchas almas. Se consolaron mucho hallando esculpidas cruces en los pinos y otros árboles, aunque supieron despues que aquellas cruces las habian puesto allí los españoles é indios cristianos cuando entraron á hacer guerra á los rebeldes que en Tutuaca se habian hecho fuertes y recogido todos los despojos. A pocas horas de su llegada al pueblo tuvieron que correr aun mayor riesgo, y en que pensaron quedar víctimas del furor de los bárbaros. Tenian prevenidas para festejar, como decian, el arribo de los padres, muchas vasijas de aquellos licores fuertes de que usaban en sus mayores solemnidades. Los padres les manifestaron mucho desagrado y pensaron desde luego volverse viéndolos tan mal dispuestos para recibir el bautismo; pero amenazando ya la noche, y no pudiendo perseverar entre aquella tro

pa de ébrios, dejando cerrada la choza se retiraron al picacho mas escarpado de un monte vecino, á que los salvages no estaban en estado de poder subir. Allí pasaron espuestos á todas las inclemencias de la estacion, hasta la mañana que les enviaron algunos de los mas autorizados á que les dijesen cuán quejosos estaban de que hubiesen desamparado el pueblo y desconfiado de su fidelidad, que jamas habian pensado en hacerles daño, y si lo intentaran, bien fácil les habria sido vencer aquel reparo con que se juzgaban seguros: que los habian llamado para bautizarse, y cuanto habian hecho no era sino una demostracion de su alegría. Bajaron los padres cuando ya estaba mas sosegado el pueblo, que fué á la caida de la tarde. Se les dió á entender que los padres nunca podian resolverse á aplaudir ni autorizar con su presencia un festejo tan irracional: que siendo ministros y sacerdotes de Dios debian mirar por su honra, y no permitir que á sus ojos fuese ofendida su Magestad. ¡Y para qué ha sido (les decian) hacernos caminar tantas leguas? ¿Solo para venir á ser testigos de vuestra disolucion y embriaguez? ¿Podemos persuadirnos á que desean sériamente abrazar la religion cristiana, los que teniendo padres en su pueblo y ya á punto de ser bautizados, se entregan á un vicio tan vergonzoso, tan indigno y tan contrario á nuestra santa ley? ¿Hebeis visto en otros pueblos cris. tianos semejantes festines? No penseis en recibir el santo bautismo mientras no nos probáreis con una constante enmienda la sinceridad de vuestros deseos. Dichas estas razones con libertad y fervor, se observó que unos á otros se decian admirados: ¡Pues qué es malo em. briagarse? No lo sabiamos: es necesario resolverse á dejarlo. Efectivamente, de allí fueron á la casa donde tenian una porcion considerable de aquellas sus bebidas, las derramaron en presencia de los padres, y viendo esta demostracion, se aplicaron á catequizar algunos de los principales, y dentro de algunos dias se bautizaron treinta, plantea. ron cruces, y quedaron de fabricar su pequeña iglesia.

A estos trabajos apostólicos, cooperaba el cielo no solo con la conversion de muchos gentiles, sino aun con algunas señales admirables, de las cuales cuidadosamente examinadas, mandó hacer una relacion circunstanciada el padre Bernabé Francisco Gutierrez, visitador general de misiones. En el entierro de una fervorosa india, no habiendo sino dos malos cantores, al Requiescant impace, se multiplicaron las voces con una armonía suavísima, de que quedaron embelezados todos los circunstantes. Se vieron en otra ocasion repicarse por sí mismas las

Vida de los misioneros.

Reduccion de

ris y varohios

mas.

campanas con que se llamaba á la doctrina á los niños y catecúme. nos; pero el mayor milagro, si podemos llamarlo, era la vida misma de los misioneros. Casos bien particulares (dice la relacion remitida al padre provincial Francisco Jimenez) son el habernos Dios librado tantas veces de las manos y flechas de estas gentes, y de la peste entre tantos enfermos, el tener salud entre tantos largos y penosos caminos y aun el vivir cuando nuestros cuerpos tendrian por mucho regalo el salvado y maiz, que muchas veces desprecian las béstias en los pesebres. Muchas veces sin mas fabrigo que el cielo, ni maş lecho que la tierra, cuando los arroyos estaban como peñas del ¡frio, y gracias al Señor, con mas salud que nunca. El dicho padre visitador dando cuenta de su comision, escribe así: „Los padres Tomás do Guadalajara y José Tardá, arden en deseo de la salvacion de estas alHan entrado mas de cien leguas convirtiendo y bautizando mucho número, y disponiendo á los demas. La estimacion que los indios hacen de sus ministros, solo podrá significarla quien conociere la bar÷ baridad de estas gentes, y viere sus demostraciones; principalmente se esmeran con el padre Tomás, á quien nuestro Señor tenia prevenido para tanta gloria suya en estas tierras por su santidad y apacibilidad de su génio, que es el señuelo que atrae á tantos á la fé. Los padres necesarios son cuatro que hayan de residir en Nonoata, Papigochi, Cuerucarichic y Tutuaca, y aviso á V. R. que sean sugetos de mucho espíritu, porque los trabajos que padecen no son comunes, y si no los trae el santo celo de la salvacion de las almas, no han de poder conservarse.' Juntamente con esta carta vinieron informes al Illmo. y Exmo, Sr. D. Fr. Payo Enriquez de Rivera, mandados hacer por el gobernador y capitan general de Nueva-Vizcaya, en que por parte del capitan D. Nicolás Caro, protector de los taraumares, se avisaba á S. E. como cincuenta y ocho caciques de la nacion, conducidos por el cacique D. Pablo, habian bajado al Parral pidiendo padres que los doctrin.sen, y obligándose á reducir á pueblos y vivir en forma política bajo la direccion de los padres de la Compañía de Jesus.

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Con igual fervor y felicidad se trabajaba en Sinaloa en la reduccion los guazapa de los guazaparis y varohios. Habian llegado poco antes de Europa conducidos por el padre procurador Juan de Monroy algunos sugetos escogidos para este género de ministerio. Bastarian, entre otros, para dar un crédito inmortal á esta mision, los nombres de los padres Juan Ortiz de Foronda, Juan Bautista Zappa y Juan María de Salva,

tierra, El celo del padre José de Tápia, ministro de los pueblos de Toro y Tzoes, muy á costa de su salud mantuvo algun tiempo la nueva poblacion de Babuiagui; pero al fin hubo de descargarse por orden de los superiores que no esperában síno operarios para seguir aquella reduccion. De los recien ilegados se destinaron luego los padres Nicolas de Prado y Fernando Pecoro, Antes de internarse en la sierra se enviaron algunos de los huites y otros pueblos cristianos que esplorasen los ánimos de los temoris, varohios, guazaparis, guailopos, tubaris y otras naciones, si perseveraban constantes en sus antiguos deseos de recibir la fé de Jesucristo. Volvieron los enviados con favorable respuesta, y los dos padres partieron para su destino al pueblo de Toro, donde habian detenidose en aprender el idioma, á 11 de junio de 1676. A los 17 llegaron al valle de Chinipa donde reconocieron con ternura las ruinas de una iglesia que habia comenzado á fabricar el padre Julio Pascual y un mal aposentillo en que hubieron de alo, jarse. Seis dias pasaron con grandes incomodidades, sin más alimen, to que las frutillas, raices y miel silvestre de que se sustentan los indios, Unos manjares tan desusados alteraron bien presto la salud del padre Fernando Pecoro, aunque esta quiebra la suplia la fuerza del es píritu, y los celestiales consuelos de que el Señor Henaba su alma. En una carta escrita en estas circunstancias, despues de haber referido las grandes incomodidades que padecia, añade con San Pablo: „Mė rebosa el gusto y no sé como no salgo fuera de mí de gozo en medió de tantas tribulaciones. ¡Cuántas almas podemos dar á Dios! ¡Qué llenos están de su Magestad estos desiertos! ¡Sea bendito para siem, pre!..." El padre Nicolas de Prado, que por falta de salud no pudo pasar adelante, se quedó en aquel sitio, donde agasajando y regalando á los salvages conquistó algunos, con que se dió principio al pueblo de Santa Inés que fué en la série del tiempo la capital de aquel partido. El padre Pecoro entró por julio á los varohios, que lo recibieron con no pocas señales de agrado; salieronle al encuentro armados, sin niños ni mugeres. Recogido el padre á su pobre choza le avisaron algunos del peligro; pero no había forma de evitarlo, tenian cerca do todo el pequeño albergue. El misionero salió con resolución de hablarles; los halló sentados en rueda, y convidándose con pipas de tabaco que es el ordinario uso de sus costumbres. Sentado eutre ellos comenzó á quejarse amorosamente de su ingratitud y proponerles los grandes bienes que podia traerles su venida. Despues de todo este

Se aver

discurso hubo de volverse á su choza mal satisfecho y sin respuesta
positiva que le asegurase de su fidelidad. Persuadido cl padre á que
todo conspiraba á su muerte, pasó la noche ofreciéndose en sacrificio
al Señor; pero á la mañana halló mudados los corazones.
gonzaron y prometieron que acabada la cosecha volverian á juntarse
en aquel mismo sitio. Con esta alternativa de cuidados se fundaron
succesivamente los pueblos de Guadalupe, Santa Ana y Valleumbrosa
de los varohios, Santa Teresa de guazaparis, la Magdalena de temoris,
á que se agregaron despues los husorones, cutecos y tecargonis.

1677. Por otra parte, en la vecindad de Chicorato se maduraba una co. Sucesos de Si- piosa mies en la nacion de los chicuras. El padre Pedro Matias Gonaloa Sonora. ni, que administraba el pueblo de San Ignacio, habia entrado desde el año antecedente conducido por el cacique D. Francisco, gobernador de aquellas gentes, y que con algunos de los suyos habia recibido el bautismo algunos años antes. El ministro de Dios los halló bastantemente dóciles, y deseosos de recibir el bautismo y el Evangelio. Habian ya fabricado su enramada para recibirlo, y corrian en tropa

á

que les pusiese las manos en la cabeza en señal de veneracion y respeto. No se pudo saber con certeza el número de familias de toda la nacion para distribuirlas en poblaciones. Así contento el misionero con la buena acogida que habia hallado en ellos, y urgido de las necesidades de su antigua grey, reservó para mejor ocasion el establecimiento de aquella nueva iglesia. Se dió este año principio á los bautismos de los soris, nacion guerrera y numerosa á la costa del mar de California y al Poniente de Sonora. Las primicias de estas gentes fué un viejo, que segun toda apariencia pasaba de cien años. Vino cuasi arrastrándose del valle de Cucrespe al pueblo de Banamitzi á cargo del padre Juan Muñoz de Burgos. Preguntado del motivo de su venida en una edad tan decrépita, respondió que estaba ya muy viejo y se queria morir, que solo esperaba le lavase (así se espresaba) el bautismo para morir consolado. Comenzó luego á instruirse con una viveza y prontitud admirable en percibir los santos misterios, recibió el bautismo, y dentro de pocas horas entregó á Dios el alma. No fué menos maravillosa la Providencia del Señor sobre aquellas almas sus favorecidas en otras dos indias de la nacion de los humeris. Madre é hija vinieron al pueblo de Huecapa pidiendo con instancias el bautismo, y mas la hija, aunque por estar en una bella edad parecia poderse instruir mas despacio. La madre pasaba de setenta años, é

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