Imágenes de páginas
PDF
EPUB

instruidas se bautizaron en un mismo dia, y en aquel mismo la hija acometida de una violenta enfermedad acabó en poco tiempo. La madre vivió aun muchos años, reservándola Dios para atraer algunas almas de su nacion. Era en efecto un poderoso aliciente para los gentiles vecinos la regularidad de vida y la quietud de que gozaban los pueblos cristianos, y la asistencia del cielo en sus necesidades. En El pueblo de Toro, dedicado al gloriosísimo Patriarca Sr. S. José, sacando en procesion la imágen del santo tenian un seguro asilo contra las secas y epidemias. Con esta continuada esperiencia era singular la devocion que le tenian en todo aquel partido sin nombrarle jamas sino con el dulce apelativo de San José nuestro Padre.

Aun era mas universal y fervorosa la devocion de los nuevos cristianos para con la Santísima Vírgen. En todos les pueblos se le canta ba su misa los sábados con tanta asistencia de los neófitos, que se acusaban en sus confesiones de haber dejado de oir misa el sábado ó de haber omitido el rosario algun dia como de la transgresion de un precepto; piadoso error de que fué dificil desengañarlos, y que muestra bien cuanto estaban arraigados en estas saludables prácticas. En los puntos mas dificiles de la doctrina estaban tan perfectamente instruidos como pudiera esperarse de muy antiguos cristianos. Un indio ya. qui anciano y ciego hacia oficio de catequista, que en su idioma llaman temachtiani, enseñando la doctrina cristiana á los pequeñuelos indios. Oiale por curiosidad cierta persona muy capaz de su idioma, y volviéndose á otros que le acompañaban: verán, les dijo con risa, los disparates que habla ahora este buen viejo. Le preguntó si Señor San José era verdadero esposo de María la Vírgen nuestra Señora. Respondióle que sí. Según eso, replicó el curioso, Jesucristo nuestro Señor, así como es hijo natural de María Santísima, será tambien hijo natural de Señor San José. No, respondió el catequista. Señor San José solo fué dado á la Vírgen para guarda y eustodia suya, y de nuestro Señor Jesucristo. Santa María nuestra Madre fué siempre Vír gen, y concibió por obra del Espíritu Santo, sin que Señor San José tuviese parte en la Encarnacion de Jesucristo nuestro Señor. Con esta firmeza y simplicidad de fé recibian de Dios y de la Santísima Vírgen no vulgares favores. En todas las misiones se disponia siempre fuera del alimento del misionero una considerable porcion para los pobres y enfermos. Aconteció que al buen neófito que tenia á su cargo esta obra de caridad llegase un indio á pedirle de comer: le respon

Piedad é ins

truccion de

los neófitos.

Controversia

dió que si no tenia mayor necesidad, se esperase, pues no era razon que comiese antes que el padre. Apenas habló estas palabras, cuando sobrecogido de un frenesí salió dando carreras por todo el pueblo, y atormentándose con estraordinarias contorsiones. Llamado el pa dre á confesarlo, no fué posible por la fuerza del mal. Salió como rabioso del pueblo y retiróse al monte, de donde lo trajeron á pocos dias tan flaco y débil, que apenas podia tenerse en pié, aunque tada. vía fuera de sí. En este estado miserable, le pareció ver á' la media noche una señora muy hermosa cercada de luz, que llamándolo por su nombre, le dijo: Levántate, anda hasta allí, y vuelve. Y ¿cómo? replicó el indio, si me estoy muriendo y no puedo moverme.... Levantate, repitió la señora; ya estás sano. Efectivamente, sintió solidarse sus nérvios, se levantó, y hallándose enteramente sano corrió á dar la noticia al padre, diciéndole que la que se le habia aparecido era la Vírgen Santa María, que le había dicho que estaba hechizado y quiénes eran los autores del daño; nombró algunos indios del pueblo, y en efecto se descubrió ser así. La perfecta y repentina salud del indio conciliaba todo crédito á su relacion. Sin embargo, el padre José Tápia, su ministro, le hizo ratificar con juramento delante de testigos para confirmarlos en la devocion de María Santísima. Estos y semejantes casos de que pudiéramos traer muchos, acaso los despreciarán por sueños nuestros, ó por poco autorizados los críticos del dia. Los piadosos y católicos lectores bien saben que este ha sido el medio ordinario de la Providencia en la conversion de nuevas gentes, que Dios concede á los humildes y pequeñuelos lo que niega y esconde á los prudentes, á los grandes y sabios del siglo, y que nuestro Redentor que tan frecuentes prodigios y milagros obraba á vista del pueblo, no quiso hacer aun la menor demostracion de su poder en presencia del curioso y soberbio Herodes.

La tranquilidad de que habia gozado hasta allí la nueva mision de de los religio- Taraumara, y el rápido progreso con que se adelantaban las espirituales conquistas, se interrumpió algun tanto con un pequeño acci

SOS de San
Francisco.

dente que en otros sugetos y distancias pudiera haber tenido efectos muy fatales. Dijimos antes como los padres José Tardá y Nicolás de Guadalajara habian penetrado hasta Yepomera y otros pueblos muy remotos al Norte y al Poniente de Taraumara. Proseguian pacífica. mente en la administracion de aquella cristiandad cuando ácia el fin del año (de que hablamos) se recibió una carta del R. P. Fr. Alonso

de Mesa del orden de San Francisco en que decia como aquel partido pertenecia á su sagrada religion, y que para administrarla tenia, como para otros muchos pueblos, señalada limosna del rey. El padre Gua. dalajara que verosimilmente habia ignorado hasta entonces el derecho que los religiosos franciscanos debian tener á dicho partido, respondió, que en consecuencia de las provisiones despachadas por la real audiencia de Guadalajara y órdenes de sus superiores, habia entrado en aquel pais en inteligencia de que toda la nacion Taraumara estaba generalmente encomendada á la direccion de la Compañía: que el pueblo de Yepomera era todo de taraumares sin mezcla de conchos á alguna otra nacion, fuera de algunos tepehuanes: que entrando en la tierra no habia encontrado bautizado alguno ni otra alguna señal por donde conocer que pertenecia á su reverendísima. La caridad y el verdadero celo de los hombres apostólicos no conoce la emulacion, como que atiende únicamente á la gloria del Señor sin respeto alguno á sus personales intereses. Así los dos religiosos misioneros, sin mas contienda ni disputa, como verdaderos hijos de obediencia, determinaron estar á juicio de sus superiores á quienes propusieron sus razones sin perjuicio de la religiosa benevolencia tan necesaria entre los operarios de una misma viña. El reverendísimo comisario de San Francisco dió órden al R. P. provincial de Zacatecas para que mandase retirar á sus religiosos de todos los pueblos taraumares, y administrar solo á los conchos, como hasta entonces lo habian hecho.

Los misioneros franciscanos recibida esta órden de su comisario representaron que habiendo en algunos partidos, especialmente de la otra banda del rio de Papigochi, poblaciones mistas de conchos y taraumares, no podia menos de ser incómoda la administracion de las dos re ligiones en unos mismos lugares. Añadian que á su religion no se le habian propuesto por límites los pueblos de conchos, sino solo el dicho rio de Papigochi ácia banda ulterior les pertenecia, ya fuese de conchos ó de taraumares. Alegaban para esto un compromiso celebrado entre las dos religiones en tiempo del padre provincial Andres de Rada. Interin se presentaba dicho compromiso, convinieron los dos provinciales en que el partido de Yepomera, ocasion de aquella controversia, y que en realidad no era un pueblo sino unas rancherías dispersas por espacio de mas de tres leguas, se dividiese entre las dos religiones separando conchos y taraumares; pero no hallándose concho alguno establecido de asiento en el pais, quedó toda su administracion

[blocks in formation]

Residencia en
Ciudad Real,

por entonces al cargo de la Compañía. El citado compromiso, cuyo original se decia estar en Guadiana (Durango), no pudo hallarse en los archivos del convento ni del colegio. Los padres misioneros de taraumara alegaban en su favor que el compromiso (si lo habia) deberia espresar algunas otras circunstancias que decidieran la duda. Fundábanse en que el padre Rada habia gobernado la provincia por los años de 49 á 52. Que si en su tiempo se habia hecho el compromiso del modo que se alegaba, ¿cómo los venerables padres Cornelio Bendin y Jacome Antonio Basilio habian pasado en aquellos mismos años mas allá del rio Papigochi y administrado los pueblos sin reclamo ni contradiccion de los padres franciscanos? ¿Cómo habian dejado á su vista quebrantar el compromiso acabado de hacer? ¿Cómo en todo el tiempo de la guerra de los taraumares habian permitido á los jesuitas la libre entrada en aquellos paises, y cómo despues de veinte años se les queria disputar la entrada á unos pueblos que tantos misioneros habian regado con el sudor y aun con la sangre? La fuerza de estas razones acabó enteramente la controversia, y la Compañía prosiguió como hasta entonces en la pacífica administracion de aquellos pueblos. Desde la primavera de este año (1677) se habian enviado á Ciudad y disgusto del Real como á principio y de residencia los padres Juan Martinez de Sr. Obispo. Parra y Juan de Olavarría con el hermano Prudencio de Abarca en lugar de los padres Fernando de Baltierra y Eugenio Lopez, que el Illmo. Sr. D. Márcos Bravo tenia consigo, y de quienes se necesitaba en México. La ciudad y el ilustrísimo recibieron á los nuevos ministros con las mayores muestras de benevolencia y alegría. Por algu nos meses practicaron sus ministerios con la mayor aceptacion. Alojábanse en el mismo palacio episcopal por mucho que habian procurado resistirlo; acompañaban al Sr. obispo en su carrosa y en su mesa, y aliviábanle no poca parte de la carga pastoral. Los favores excesivos y públicos de los príncipes, aunque recaigan sobre un gran mérito, son siempre odiosos y espuestos á ser el blanco de la emulación. No faltaron personas de autoridad que llevando á mal la distincion que se hacia con los jesuitas, y conociendo por otra parte el carácter del ilustrísimo, fogoso y poco constante en sus afectos, procuraron inspirarle astutamente siniestra opinion de sus huéspedes. A estas malignas impresiones y al genio desigual del señor obispo se allegó por entonces una indisposicion que pareció haberle mudado enteramente. Lleno de aprensiones, melancólico, y acongojado con varios disturbios entre su

ilustrísima y la audiencia real de Guatemala, fuese por enfermedad ó por razon, comenzó á disgustarse de los padres, que habiéndolo de tratar diariamente, tuvieron mucho que disimular y que ofrecer á Dios. A pocos dias les mandó salir de su palacio y buscar alojamiento; retiráronse al barrio de San Diego á una capilla incómoda. Aun aquí procuró su ilustrísima con el mayor esfuerzo que ni los seculares ni alguna otra persona de distincion los comunicase ni tratase en cosa alguna. Nada bastó para que muchos sugetos de uno y otro cabildo no conservasen y aun aumentasen con la compasion su antiguo afecto á la Compañía, cuyo deshonor procuraron aliviar con todos los medios posibles. Informado el padre Tomás Altamirano, que poco antes habia entrado en el gobierno de la provincia, del fatal estado de aquella residencia, dió órden de que el padre Olavarría volviese á México, y el padre Juan Martinez de Parra pasase á Guatemala á leer filosofia, llevando consigo al hermano Florencio Abarca. No se supo esta providencia en Ciudad Real sin sumo desconsuelo de los principales republicanos, como se ve por carta que el cabildo secular escribió al padre provincial fecha en 6 de setiembre de este mismo año, suplicándole sobreseer en la remocion de dichos padres. La sinceridad de estas representaciones demoró algun tanto la ejecucion, hasta que hallando por todos caminos inflexible al Sr. obispo, y no considerándose poder servir sino de pábulo á la discordia la presencia de los padres, hubo de llevarse á debido efecto con notable sentimiento de la mayor parte de la ciudad.

Las incomodidades que toleraba la Compañía en el obispado de Ciudad Real por el desafecto del Sr. D. Márcos Bravo de la Serna, se compensaban abundantemente con el aprecio que hacian de ella los señores obispos de Guadalajara, Guatemala, Puebla y México. El Illmo. Sr. D. Manuel Fernandez de Santa Cruz, obispo de Nueva Galicia, habia pedido al padre provincial dos sugetos que recorriesen en mision los pueblos de su diócesis como se hizo este año en mas de treinta, y á peticion del mismo se habia fundado una cátedra de teclogía moral que hacia cursar á sus clérigos como necesaria condicion para promoverlos á las sagrados órdenes ó á la autoridad de párrocos. El Sr. D. Ortega Montañez, obispo de Guatemala, promovia con todo el esfuerzo posible la fundacion de Chiapas, y no omitia medio alguno para desimpresionar al Sr. D. Márcos Bravo de aquellas engañosas ideas. Habíanse hecho tambien misiones con copioso fruto en las ciudades

« AnteriorContinuar »