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hasta hoy se mantiene aquella residencia. Por este tiempo el Illmo. Sr. D. Benito Crespo, obispo de Durango, compadecido como celosísimo pastor de la pérdida de tantas almas como habitan la parte septentrional del Nuevo-México y provincias de Moqui, intentó pasar personalmente á la reduccion de aquellos pueblos. Determinaba llevar consigo algunos jesuitas, sabiendo lo que tantas veces se habia dicho, que no consentirian aquellos bárbaros la entrada á otros misioneros. Es. cribió para este efecto á los superiores de la Compañía; pero ni á estos, ni al padre rector de Guadiana pareció conveniente hacerlo en el modo y forma que disponia su Illma., que era entrar por el Nuevo-México. El padre Agustin de Campos, que era uno de los sugetos que pensaba llevar el Sr. obispo, consultado sobre este asunto como hombre de tan larga esperiencia en treinta y dos años de misionero, en tantos viages hasta cuasi las mismas fronteras de Moqui, y que tanto habia deseado esta entrada, respondió que entrando por el Nuevo-México, cuyo gobierno aborrecian los moquis, no habian de permitir el paso á su tierra, pensando que querrian sujetarlos á la obediencia de aquella provincia: que por la Pimería era el camino mas corto cerca de doscientas leguas, mas poblado, y mas seguro para no dejar espuesta la Sonora á las invasiones de los apaches; que aunque fuese al lado y sombra del Illmo. siempre se daria justo motivo de queja á los reverendos padres de S. Francisco, si pasando por medio de sus tierras y misiones se entrasen los jesuitas al Moqui; y finalmente, que por aquel rumbo no podia mantenerse la disciplina y modo de gobierno que usa en sus misiones la Compañía, por el estravío de las órdenes superiores, y ninguna comunicacion y mútuo alivio de aquellos sugetos con el resto de los misioneros. Estas poderosas razones obligaron á omitir por entonces al Sr. obispo aquella jornada, que no sabemos volviese á intentar en lo de adelante; pero lo que no pudo hacer por aquellas naciones hizo con el mayor esfuerzo por la conversion de los pimas, escribiendo á S. M. repetidos informes hasta conseguir se enviasen á aquella desamparada viña tres nuevos operarios, como veremos á su tiempo. Entre tanto, por órden del muy reverendo padre general debió pasar á Europa el padre Gaspar Rodero, destinado á la procuraduría general de las Indias. Por su ausencia se abrió el segundo pliego en que se halló nombrado provincial el padre Andres Nieto, actual rector del colegio máximo. En su lugar entró en aquel rectorado el padre Juan Antonio de Oviedo, que desde principios del año de 25 habia vuelto de Filipinas. El autor de la vi

da de este insigne jesuita, pone estos sucesos en junio del año de 1727, en que se equivocó notablemente, pues fuera de otras muchas razones, basta que por noviembre de 1726 en que se celebró la vigésimaquinta congregacion provincial, ya gobernaba el padre Nieto que la presi. dió, como veremos adelante.

Por este tiempo falleció en Guatemala el padre Ignacio de Azpeytia natural de aquella misma ciudad, y uno de los jesuitas que mas la han ilustrado con sus trabajos y ejemplo. Sin mas caudal que diez mil pesos, ñado en la Providencia de Dios, y en las limosnas que solicitaba personalmente, emprendió, y perfeccionó despues de veinte años de fa tigas, el templo de nuestro colegio, uno de los mas hermosos y bien adornados de toda la América. A este siguió la fundacion y fábrica del colegio Seminario de S. Borja, que tanto ha despues ennoblecido la ciudad. Se fundó muy á los principios del siglo no sin bastantes contradicciones que venció el padre Azpeytia pora obtener las licen cias necesarias, á espensas por la mayor parte de la muy noble y virtuosa señora doña Teresa de Loyola, quien fuera de diez mil pesos que dió para dotacion de cuatro vecas para otros tantos jóvenes de Chiapas, donde su marido D., Pedro Gutierrez habia sido gobernador, entrándose luego en el religiosísimo convento de la Concepcion, dejó al dicho colegio el resto de sus bienes. El padre Azpeytia lo estrenó con solos diez colegiales, y lo gobernó por algun tiempo, estableciendo en él aquellos ejercicios de letras y de piedad con que hasta ahora florece. Atendia el padre á estas obras públicas sin faltar jamás á las espirituales distribuciones que prescriben nuestras reglas. Era constantísimo en la oracion espiritual y cuotidianos exámenes, estremado en la pobreza, á pesar de las instancias, con que procuraban proveerle de todo sus acomodados hermanos y parientes. En tantos años como vivió en Guatemala, que pasaron de cuarenta,, teniendo á uno de sus hermanos muy cerca del colegio, jamás pidió ni admitió su coche, sino solas tres veces, aun en la postrera ancianidad estando ya muy enfermo de las piernas. Fué de una maravillosa abstinencia, 6 por mejor decir, de un perpetuo ayuno toda su vida. Vestía un áspero jergon de cáñamo, y dormia sobre un colchonsuelo tan delgado, que nada disminuia la dureza de las tablas. Sus mas secretas mortificaciones dieron á conocer los horrorosos silicios, y las camisas ensangrentadas que, se hallaron en su muerte acaecida en siete de junio de 1726.

En la Casa Profesa acabó su vida mortal el padre Joaquin Camargo

natural de Celaya, actual prefecto de la ilustre congregacion del Salvador. Fué de muy aplaudidos talentos para la cátedra y el púlpito, á que sin embargo de sentir una gravísima repugnancia, se sacrificó por la obediencia los últimos años de su vida. Su modestia, circuns peccion y guarda de los sentidos, seria admirable en el mas fervoroso novicio. Por este medio logró conservar intacta la pureza sin sentir en esta materia el mas ligero escrúpulo en todo el tiempo de su vida religiosa, aun en medio de continuas y féisimas tentaciones, con que le combatia el comun enemigo. Era observantísimo de la religiosa distribucion, especialmente de la oracion por la mañana, á que añadia muchos otros ratos recogiéndose á esto cuatro 6 cinco veces al dia. Murió el dia 29 de octubre.

En 2 de diciembre le siguió el padre Pedro Spectialį natural de Ancona, una de aquellas almas privilegiadas á quienes previene el cielo con particulares bendiciones. Su tenor de vida, su edad, su muerte, fué una entera semejanza del angélico jóven S. Luis Gonzaga. El mismo fervor en dedicarse á Dios desde luego que pudo conocerle con uso perfecto de la razon y en cortar la raiz de todo deleite impuro con un muy temprano voto de castidad, el mismo deseo de mortificarse desde su mas tierna edad, y las mismas ingeniosas industrias para ocultar su penitencia, la misma ternura para con la Virgen Santísima, la misma atencion interior de la divina presencia, el mismo continuo ejercicio de jaculatorias y actos de amor, que debilitándole la salud dieron lugar al mismo árduo precepto que se impuso á S. Luis, y le hicieron tan dificil como al santo la obediencia. Finalmente, la misma enfermedad de una lenta calentura, que con poca diferencia de años de salido de esta vida á los 28 de su edad, espiró la víspera de S. Francisco Javier, á los dos meses no cabales de ordenado sacerdote.

ta congrega

cial.

Poco ántes se habia, como apuntamos arriba, juntado en México la Vigésimaquin vigésima quinta congregacion provincial, en que presidiéndola el padre cion provin Andres Nieto, fué elegido secretario el padre Antonio de Peralta, primer procurador el padre Nicolás de Segura, rector del colegio de S. Ildefonso de Puebla. Segundo, el padre Juan Ignacio de Uribe, maestro de prima de teología en el colegio de México, y tercero, el padre Juan de Guendulain, visitador general que entónces era de las misiones. En la congregacion no se trató alguna otra cosa digna de memoria fuera de la pretension de que el dia 20 de mayo se celebrase fiesta anual de la conversion de nuestro Santo Padre Ignacio, lo que hasta el

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1727.

Temblores en

Sr. S. José.

presente no ha llegado á tener efecto alguno. Los padres procurado res se hicieron á la vela á la mitad del siguiente año de 1727. El padre Juan Ignacio Uribe, obtenida licencia de nuestro padre general, se quedó en la Europa de donde habia venido no mucho tiempo ántes. El año de 1727 fué fatal á la ciudad de Oaxaca por los continuados Oaxaca lla. espantosos temblores con que por muchos dias se sacudió la tierra el mados allí de día 10 de marzo. * El colegio de la Compañía, aunque recien edificado, siguió la fortuna de muchas otras fábricas que fué menester derribarlas para no perecer debajo de sus ruinas. Los padres pasaban la noche en chozas cubiertas de esteros (ó petates) que se habian levantado en la huerta. La iglesia, abiertas por muchas partes las bóvedas, no estaban mucho mas seguras; sin embargo, ningun peligro bastó para que en aquella comun consternacion se dejasen los ordinarios ministerios de cuaresma en confesonario y púlpito, cuyo fruto era correspondiente al temor de que estaban tan saludablemente prevenidos los ánimos. Para aplacar la ira del cielo, se resolvió llevar en procesion á la catedral, y hacer allí un solemne novenario á la milagrosa imágen de la Soledad; se fijó la ceremonia para el dia 18 de marzo, y estándose ya formando, al salir de su iglesia la soberana imágen, sobrévino un nuevo terremoto mucho mas violento que todos los pasados. Corrieron todos fuera de sí por espanto, y nadie pensaba ya en la devota procesion á que habian concurrido. † En esta turbacion, dos padres, subiendo el uno el púlpito, y saliendo el otro al cementerio, despues de haber

Fueron horribles los que despues sobrevinieron en aquella ciudad el dia 28 de marzo de 1787 de que dan idea exacta las gacetas del gobierno de aquel tiempo, y el del dia 4 de octubre de 1800, llamado del Rosario, en que vino á tierra la magnífica cúpula de de la iglesia de la Compañía.

+ Multa renascentur habia dicho Horacio: los sucesos se repiten en el mundo, y en Oaxaca se ha verificado al cabo de sesenta años lo mismo que refiere el padre Alegre. En la mañana jueves del dia 29 de marzo de 1787, salió igual procesion de nuestra Sra. de la Soledad de Oaxaca, cuya órden ví yo dar al Sr. obispo Ortigosa en medio del pátio de su palacio á las doce del dia anterior, donde estaba sufriendo los vaivenes de la tierra y absolviendo desde allí al campanero de la Catedral que pedia, dando horrendos gritos, misericordia, decia que no podia bajar por el caracol porque lo escupia la tierra. Efectivamente, salió la Vírgen; mas al pasar bajo elarco de la puerta del cementerio fué tan violento el vaiven de la tierra, que abriéndose el arco se creyó que se desplomaba la clave sobre la cabeza de la imágen; entonces se oyó un grito de muchas personas que poblaban aquel vasto cementerio, se retiró la imágen y continuó la grita inconsolable de las gentes que afligian estraordinariamente á los que estaban presentes.-EE.

hecho fervorosos actos de contricion, animaron la confianza del concurso en la poderosa intercesion de la Madre de Dios, á cuyo favor se habian acogido, y del Santísimo Patriarca Sr. S. José, en cuya víspe

ra estaban.

A estas voces, como de un profundo letargo volvió en sí la muchedumbre, y depuesto todo pavor, se ordenó lucidamente la procesion y se llevó á la Catedral la devota estátua, Despues de los nueve dias fué jurado solemnemente patrono de la ciudad contra aquel terrible azote el Santísimo Patriarca Sr. S. José, á cuya proteccion se atri. buia que en tantas ruinas de edificios y en tan peligrosas hendiduras de otros, y en tan fuertes y continuados temblores no hubiese muerto alguno, ni aun enfermado de peligro, saliendo al aire y durmiendo en las plazas y en el campo tantos achacosos de graves y maliciosos accidentes.

Pagó aquella nobilísima ciudad á los jesuitas sus buenos oficios, juntando entre los primeros republicanos seis mil pesos para reedificar su casa é iglesia. Entre los demas ciudadanos no faltaron tambien muchos que contribuyesen con sumas considerables. Gran parte se debió á la liberalidad del padre Dr. Juan Narciso de Robles, que habiendo sido ántes canónigo de aquella Santa Iglesia Catedral, por el singular amor que tenia á aquel colegio, donde habia concebido la resolucion de entrar en la Compañía, aplicó de sus bienes seis mil pesos para esta, entre otras muchas obras pías. El noble caballero D. Sebastian de S. Juan Santa Cruz, reedificó y adornó la capilla de nuestra Señora de los Dolores, con espensas de mas de doce mil pesos. Nuestra provincia tuvo por este tiempo la mayor satisfaccion que Estreno de la podia apetecer en el reconocimiento, visita y ventajoso testimonio que casa de ejerdieron de las apostólicas fatigas y trabajos de sus religiosos los dos bla. celosísimos pastores el Sr. Dr. D. Nicolás Gomez de Cervantes, obispo de Nicarágua, y el Illmo. Sr. Dr. D. Benito Crespo, obispo de Durango. Visitó el primero personalmente las nuevas misiones del Nayarit, y quedó sumamente consolado de la paz y tranquilidad en que vivian aquellos, poco ántes fieras. No se cansaba de dar gracias al Señor y á los padres misioneros de ver tanta docilidad é instruccion en aquellos bárbaros, tantas, aunque pobres y pequeñas iglesias levantadas al verdadero Dios en aquel alcázar de la idolatría. En efecto, sosegadas las inquietudes primeras de los nayaritas desde el año de 1725 con la reformacion de la tropa que se redujo á solo cincuenta hombres

cicios de Pue

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