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braba. Juntos todos los vocales para el dia 2 de noviembre, fué elegido secretario el padre Francisco Florencia, actual rector del colegio del Espíritu Santo de la Puebla. El dia 4 fueron elegidos procuradores el padre Pedro de Echagoyan, actual rector del colegio de S. Pedro y S. Pablo, el padre Bernabé Francisco Gutierrez, procurador de provincia, y el padre Luis del Canto, rector del colegio de Guadalajara. Se trató sériamente en esta congregacion de extinguir el colegio de Querétaro, en que por falta de rentas con que mantenerse amenazaba mucho peligro á la religiosa disciplina, y no podian practicarse con decoro los ministerios de nuestra Compañía. Acordaron todos los padres que se desamparase el colegio, previniendo ántes á los ciudadanos para que no se diesen por ofendidos de una ausencia tan desacostumbrada. Por este mismo tiempo, pocos dias antes de la dicha congregacion, llegó á México el Exmo. Sr. D. Tomás Antonio Manrique de la Cerda, conde de la Laguna, virey de estos reinos.

Juan

María Salva

En los pocos meses que gobernó la provincia el padre Antonio Nu- Entrada def ñez, concluyó sus estudios el padre Juan María Salvatierra, que cuatro padre años antes habia venido de Europa. En todo este intermedio no habia el tierra. fervoroso padre dejado pašar ocasion alguna de manifestar á los superiores los vivos deseos que le daba Dios nuestro Señor de ocuparse en las misiones de gentiles, deseos muy antiguos, muy constantes, y tan eficaces, que le habian hecho (dejar las provincias de Italia. Efecti vamente, apenas concluyó su carrera cuando persuadidos los superiores de que era vocacion muy particular del cielo, y que defraudaban las misiones del celo y fervor de un apóstol, lo destinaron para las recien fundadas en la Sierra Madre. Ningunas nuevas conversiones necesitaban mas de un varon apostólico. A diligencia de los padres Fernando Pecoro y Nicolás de Prado, se habian formado tres pueblos en que pasaba de cuatro mil el número de los bautizados. Santa Inés de Chinipas, nuevos que eran propiamente Guailopos, como ántes hemos dicho, Santa Teresa de Guazaparis, Santa María Magdalena de Temoris. Por ausencia del padre Pecoro se encomendaron estos dos últimos al padre Salvatierra, que llegó á aquella provincia á principios de junio. Fuera de los tres principales pueblos y algunos otros de pocas rancherías, se trabajaba actualmente en la conversion de dos naciones cercanas. Habian estas desde dos años antes bajado á la villa de Sinaloa, con pretension de que se les enviasen ministros evangélicos. El capitan D. Pedro Hurtado de Castilla los recibió con benig,

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bautismos.

nidad, y mandó á México informes, en cuya vista determinase el virey. El padre Salvatierra, llevado luego de su celo, se ofreció con valor á empresa tan difícil. Tuvo que vencer no pocas dificultades no solo del camino, de la estacion y de la suma escasez que padecia de todo; pero aun mas de los guazaparis y temoris, que aunque ya bautizados, no faltaban entre ellos quienes quisiesen mantener cerca de sí aquellas naciones gentiles, como un seguro asilo en sus fugas, y como un desahogo en sus vicios. Oponian estos muchas aparentes dificultades; pero viendo que atropellaba por todo, hubieron de ceder singularmente amenazándoles que si los de Jerccaví no estaban dispuestos á recibir el Evangelio, se volveria á México: dice el mismo padre, que consiguió de ellos cuanto quiso, lo que muestra bien el amor que en tan corto tiempo se habia grangeado de sus neófitos. Llegó á Jerocaví en 23 de noviembre, y espuso luego el fin de su jornada: bautizó algunos párvulos, y dentro de algunos dias mas de sesenta adultos. Semejante suceso iba teniendo en los Usarones, á donde pasó inmediatamente, y en breves dias se habria bautizado toda aquella gentilidad, la única que quedaba entre la Sinaloa y la parte del Nordeste y la Taraumara, á no haber recibido á la mitad de diciembre carta del padre rector de la villa. Advertíale que no se apresurase en bautizar adultos, de quienes no se podia fiar mucho: que aquellos indios habian burlado mil veces los conatos del padre Fernando Pecoro, y que aun despues de bautizados muchos, sus infidelidades é inicuos tratamientos le habian obligado á desamparar la tierra, que sin este operario no podrian solos dos que quedaban llevar el peso de tantos pueblos nuevos, y no muy cercanos entre sí.

Hablaba el padre Luis de Sandoval, segun los informes del padre obediencia los Fernando Pecoro, y sin noticia alguna del estado en que al presente se hallaba aquella conquista. El fervor de los catecúmenos era tal, que de dia y noche se ocupaban en aprender oraciones y los misterios de nuestra santa fé. No es de callar (dice el mismo padre Salvatierra en carta fecha á 10 de diciembre) la accion de una niña bautizada de pocos años, que mientras de noche la gente del padre estaba fuera rezando el rosario cerca de un fuego muy grande, ella con otras donceIlitas gentiles que juntaba muy lejos del fuego, que apenas se počin distinguir, se estaba enseñando á rezar el Padre nuestro y Ave María, que iban repitiendo los que rezaban el rosario, y el frio era tan grande que, no permitia estar mucho tiempo en el campo apartados del fuego,

y con todo, permaneció hincada de rodillas hasta que se acabó el rosario. Aunque todo esto fomentaba en el misionero las mas bellas esperanzas de la mas florida cristiandad, y habia mucha razon de creer que el superior bien informado no habria enviado semejante órden; sin embargo, el perfecto obediente alzó desde luego la mano, convocó á los catecúmenos, y no sin lágrimas de uno y otros les declaró la órden que habia recibido de volverse, encargó mucho á los catequistas la instruccion de todos los demas, y prometió volver cuanto ántes á verlos, como en realidad lo esperaba en habiendo representado á los superiores el estado de las cosas.

1681.

Durango y su

Corria ya el año de 1681, cuando el padre José María Salvatierra volvió á su mision de Santa Teresa. Por órden del rey católico D. Intento del Cárlos II, espedida desde el año de 1677, se trabajaba en Sinaloa Sr. obispo de en aquel tiempo sobre los preparativos de una espedicion á California éxito. á cargo del capitan D. Isidro de Atondo y Antillon, de que hablaremos á su tiempo. Con esta ocasion, el Illmo. y Rmo. Sr. D. Fr. Bartolomé de Escañuela, persuadido á que era de su jurisdiccion aquel nuevo descubrimiento, nombró un clérigo por capellan de las embarcaciones, á quien dió título de cura y vicario, así de la navegacion como de las nuevas poblaciones que allí se fundasen. Intentó tambien su ilustrísima, y efectivamente llegó á enviar otro clérigo introducién. dolo en el mismo colegio para que alternase las semanas con el rector de aquella casa, dándole facultad de nombrar tenientes, y título de vicario provincial para conocer de causas &c. Publicó fuera de eso mas de cien constituciones nuevas obligando á su observancia con penas y censuras dirigidas á despojar enteramente ó á limitar en gran parte las facultades de los misioneros regulares de su diócesis, é innovar el estilo y forma de aquellas cristiandades. La novedad de estos establecimientos habia causado mucha inquietud, y se temian aun mas funestos efectos. Para precaverlos despues de las mas modestas representaciones, tomó el padre provincial Bernardo Pardo la providencia de ocurrir al Exmo. Sr. conde de Paredes. Representó á S. E. que aquella ereccion de curato y nombramiento é institucion de cura, se habia hecho sin presentacion ni aun noticia de S. E. en lo que se perjudicaba notablemente el patronato real: que el Sr. obispo de Durango no podia pretender jurisdiccion ni derecho alguno sobre la California, cuyo título se daba al Sr. obispo de Guadalajara: que la conversion de aquel pais estaba por reales cédulas encargada á la Compañía, y aceptada

Puebla.

por ella, en cuya ejecucion se habian nombrado misioneros que fuesen al mismo tiempo capellanes y cosmógrafos para la demarcacion de aquellos puestos en que se escusaban muchos gastos á S. M., y se facilitaba mas la conversion que no podia dejar de retardar la concurrencia de un vicario secular, y lo mismo debia decir respectivamente de las otras dos novedades que intentaba el ilustrísimo. Pasada esta peticion al Sr. fiscal D. Martin de Solis Miranda, con sa parecer y el del real acuerdo, se despachó real provision de ruego y encargo al Sr. obispo de Durango para que remitiese al superior gobierno todo cuanto hubiese actuado en la materia, é hiciese recojer los títulos y prescntacion de cura y vicario provincial de dicho, y nominación ó títulos que hubiese despachado de capellan ó párroco de las naos, y nuevas conversiones de Californias, sin hacer novedad alguna en lo demas, fccho en México á los 27 dias de setiembre de 1681. En el mismo dia se despachó mandamiento al almirante D. Isidro Atondo y Antillon para que no permitiese que el capellan nombrado por el Sr. obispo para las dichas naos, ni el nombrado por cura y vicario provincial de la villa de Sinaloa, tomasen posesion, ni ejerciesen dichos oficios, ni se hicese novedad alguna en los demas misioneros.

Mision en En la Puebla y sus merindades se hizo este año una ruidosa y utilísima mision que en la ciudad duró tres semanas. Destináronse para ello la Santa Iglesia Catedral, la parroquia de Sr. S. José y lá de las religiosas trinitarias. El Illmo. Sr. D. Manuel Fernandez de Santa Cruz, que habia pretendido la mision, fijó tambien los lugares y el dia 29 de junio en que sobre tarde salió su ilustrísima de nuestro colegio del Espíritu Santo, acompañado de los padres y de lo mas florido de la ciudad, en bello órden cantando la doctrina cristiana. En llegando á la Catedral, sentado su ilustrísima en una silla en las gradas del altar mayor, hizo un vivo y elocuente discurso sobre las palabras del Salmo:...Nolite obdurare corda vestrá, exhortando á sus ovejas á aprovecharse de aquellos dias de salud. Con tan feliz principio y la asistencia constante del prelado á los ejercicios de la mision, fué copiosísimo el fruto de la mision. Los piadosos sacerdotes de la venerable concordia de S. Felipe Neri, ayudaron en gran parte á recogerlo, predicando y practicando su apostólico ministerio en compañía de los nuestros, y en la union de un mismo espíritu. Señaláronse con particularidad el Lic. D. Juan de Vargas Inostroza, y el Dr. D. José Gonzalez de Parra. Para los indios se practicó la misma diligencia en las

parroquias del Santo Angel y S. Sebastian. Del éxito de la mision, en que tanto habia utilizado su rebaño, dió gracias su señoría ilustrísial padre provincial Bernardo Pardo, y á los padres de los dos colegios de la Puebla.

Muerte del

dacion.

La silla Catedral de Chiapas habia vacado tiempo antes por muerte del Illmo. Sr. D. Marcos Bravo de la Serna. La repentina mutacion Sr. obispo de Chiapas y li de este Sr. obispo habia hecho cuasi desesperar enteramente de la pre- cencia para tendida fundacion. La licencia del rey en su cédula de 4 de diciem- aquella fun. bre de 1677 habia llegado á la América á principios del año de 78, des. pues que los padres por los desaires del ilustrísimo se habian visto obligados à desamparar la ciudad, y cuando se hallaba el Sr. obispo en la mayor fuerza de su aversion 6 de su achaque. Allegábase otra adversa circunstancia en la muerte de la fundadora Doña María de Alvarado, que habia acontecido el año de 1679, cuasi sin esperanza de que se lograsen sus deseos, aunque confirmando la donacion ya antes hecha á la Compañía, prescribió seis años de término. Por otra parte, con la muerte del Illmo. Sr. D. Márcos, habian encendidose mas en los vecinos de Chiapas los antiguos deseos. El mismo Sr. obispo, poco antes de morir, parecia haber prácticamente retractado cuánto habia hecho contra los jesuitas. Sus disturbios con la audiencia real de Guatemala, (que últimamente vinieron á sacarlo de su obispado) lo hicieron verosímilmente abrir los ojos y desconfiar de aquellos consejeros autores de su desgracia. Desamparado de todos en un pueblo miserable, apénas halló consuelo sinó en el padre Andrés Gallo, de la Compañía de Jesus, en cuyas manos puso la direccion de su concieneia, y quien le asistió con religiosa caridad hasta el último suspiro. Esta conducta atrajo las bendiciones del ciclo sobre aquella fundacion. A la hacienda del Rosario, que donó Doña María de Alvarado, se agregó la de la Concepción que antes habia tenido en compañía, y ya era toda en propiedad del Lic. D. Juan de Figueroa, y de que firmó escritura de donacion ante Juan Macal de Meneses, escribano público en 15 de setiembre de 1678. El reconocimiento de las fincas venia cometido por cédula de S. M. á los Sres. presidente y oidores de la real audiencia de Guatemala, y al Sr. obispo de aquella ciudad, que era en la actualidad el Sr. D. Juan Ortega Montañez. Su señoría ilustrísima, por auto espedido en 1. de octubre del año de que tratamos, declaró ser muy seguras y suficientes dichas haciendas para la fundacion de un colegio. Los Sres. de la audiencia por su último de

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