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es el cumplimiento de estas magníficas promesas? Ya lo veis. Mụchos años ha que asolan nuestro pais los apaches, los jocomes y los janos, talan nuestros campos y roban nuestros ganados. ¡Y nos han defendido sus presidios? ¿Nos han profegido sus armas, 6 por me jor decir, no les ha sido este un medio para destruirnos? ¿Han sido mas los sonoras, los pimas, los táraumares, los conchos que han muerto á las flechas de los apaches que los que han perecido inhumana. mente á sangre fria á manos de los españoles? Al menor ademan que ven 6 imaginan ver en nosotros los ya reducidos, luego somos apóstatas, traidores á Dios y al rey, enemigos de la pátria, parciales de los apaches, 6 partícipes y cómplices de sus robos. Al instante se arman contra los desarmados, queman, ahorcan, degüellano¿Se hace otro tanto con los apachés y con los sumas? ¡Les han visto muchas veces la cara á estos valientes? ¡Les han quitado muchas presas? ¿Harian mas en nuestro daño nuestros enemigos que lo que hacen nuestros protectores? ¡Tales eran los discursos de este apóstata! † Veri. similmente si se hubieran seguido sus disposiciones y sus consejos habria acabado con todo el nombre español y con toda la cristiandad de aquellas vastísimas provincias; pero una particular providencia permitió que encendidos los ánimos demasiadamente con semejantes razo. namientos, los pueblos de Cuquiarachi, Cuchuta y Teuricatzi prorrumpiéran antes de tiempo, sin dar lugar á madurar sus perversos designios. Los moradores de los dichos pueblos repentinamente se apoderaron de todos los ornamentos, alhajas de iglesia y demas cosas portátiles, y huyeron á los montes. Di

Esta precipitacion trastornó todas las ideas y medidas del Quihue, Luego que se supo se pusieron en camino las compañías, y apenas acababan de respirar de la espedicion de los conchos. El general D, Domingo Gironza, y los capitanes D. Juan Fernandez de la Fuente y D. José Zubiate, que se hallaban mas cercanos acudieron con diligència: esta no impidió del todo; pero á lo menos disminuyó en gran parte el daño, haciendo que se sofocase sin reventar mucho material

+ Permítame la respetable sombra del padre. Alegre le diga, que este razonamiento es exacto, y que Ciceron en el caso del indio Pablo Quihue no lo habria hecho mejor, mas elocuente, ni mas cierto. Fué una proclama que con razon conmovió aunque desgraciadamcnté á los demas indios. Los españoles les ofrecian dar el ciclo, pero les quitaban la tierra y la libertad, justos motivos para alzarse.— EE.

1697.

de aquella mina. Por lo que mira á los pueblos alzados, por tres oca. siones diferentes obligados de la necesidad, prometieron la paz y volvieron á sus pueblos, nunca con sinceridad y buena fé segun manifestó el suceso, hasta que finalmente en el dia de la înmaculada Concepcion, vino á conseguirse una paz firme y constante, despues acá en los dichos pueblos de Taraumara. Algunos otros, juntos con los sonoras á cargo del cacique D. Pablo, perseveraron mas tiempo en la desercion y no vinieron á rendirse hasta cuasi mediado del año siguiente de 1697. Pudo mucho para su perfecta reduccion el valor de los taraumares, serranos, guasaparis y cutecos, antiguos discípulos del padre Juan María Salvatierra. Estos buenos néofitos no solo no accedieron á los perversos consejos de sus naturales, sino que antes en número de setecientos (segun escribe el mismo padre) acometieron á los amotinados con pérdida de solo ocho de los suyos, y muchos de los enemigos. † Emprendieron esta accion sin socorro alguno de los españoles, y con igual obstinacion de una y otra parte. Duró la batalla desde la mañana hasta la noche: fueron todos á la guerra (dice en carta propia el padre Salvatierra) con su rosario, y fué cosa que notaron aun los mismos indios que ninguno quedó herido de la cintura arriba, con lo que se enfervorizaron mucho en la devocion del rosario, Ꮍ tenian á gloria grande los parientes de los difuntos en habérseles muerto alguno de los suyos en defensa de la fé. Hasta aquí el padre Salvatierra, que por este tiempo se hallaba ya en la costa de Sinaloa esperando ocasion de trasportarse á su amada California. El modo sensible con que el cielo favoreció esta empresa necesita de mas circunstanciada relacion.

Luego que el padre Juan María se vió autorizado con la licencia del padre provincial para emprender aquel viage, no pensó mas que en buscar como se le mandaba los socorros necesarios. Entre muchas ricas y piadosas personas que ya desde antes le habian ofrecido su ayuda, juntó en breve tiempo la cantidad de catorce mil pesos. Se singularizó la piedad de los nobles señores D. Alonso Dávalos, conde de Miravalle, y D. Mateo Fernandez de la Cruz, marqués de Buenavista, que dieron luego cada uno mil pesos efectivos. De los otros trece mil los tres se juntaron efectivos, los diez en promesas de dife

+ Esta ha sido la política de los españoles, sojuzgar á los indios con sus hermanos, y de los ingleses en la India con los cipayos.—EE.

rentes republicanos. D. Pedro Gil de la Sierpe, tesorero de Acapulco, prometió una galeota para el trasporte, y dió desde luego á la mision una lancha grande. A costa de no pocas vergüenzas y desaires que tuvieron que tolerar al principio los padres Salvatierra y Juan de Ugarte, que se le dió desde luego por compañero, juntaron otros nueve mit pesos que ofrecieron algunos piadosos para los cinco primeros años. La ilustre congregacion de los Dolores, fundada en el colegio de Mé. xico algunos años antes, á diligencia del padre Vidal su fundador, y primer prefecto, dió diez mil pesos para que con sus réditos se sustentase uno de los misioneros, y para otros dos dió veinte mil. D. Juan Caballero de Ocio, presbítero de Querétaro, de quien hemos ya hablado en otra parte, y á cuya magnífica piedad eran deudoras cuasi todas las obras de la gloria de Dios que se emprendian en su tiempo, no contento con esta cuantiosa limosna, ofreció al padre Salvatierra pagar cuantas libranzas viniesen de Californias firmadas de su mano. Sobre tan sólidos cimientos se pasó á pretender del Exmo. Sr. D. José Sarmiento y Valladares, conde de Moctheuzoma, que ya desde fines del año antecedente gobernaba el reino, la necesaria licencia para aquella espedicion. El fiscal del rey se opuso fuertemente, fundado en las últimas cédulas reales que vedaban intentar de nuevo cosa alguna en California. El padre Salvatierra respondió breve y sólidamente, que la intencion de S. M. no era ni podia ser cerrar las puertas de la salud á los infelices californios: que la prohibicion era para el tiempo que durase la rebelion de los taraumares, en' atencion á los grandes costos que las dos cosas juntas causarian al real erario: que en la actualidad ni habia guerra alguna en aquellas provincias ni en la conquista intentada de Californias se gastaba ó pedia cosa alguna al fisco real. En consecuencia de esta representacion en dia 5 de febrero, concedió el señor virey su licencia para que los padres Salvatierra y Eusebio Kino pasasen á llevar á la California la luz del Evangelio, sin que por tanto gastasen ni cobrasen cosa alguna del real erario. Se les mandaba tomar posesion de la tierra en nombre de S. M. católica: concediase á los padres que pudiesen nombrar justicias entre los mismos naturales para el gobierno político; que pudiesen llevar á su costa soldados de escolta, elegir cabos y removerlos, dando cuenta á su excelencia, y que dichos cabos y soldados gozasen todas las exenciones y privilegios de los demas presidiarios.

Este despacho se entregó al padre Salvatierra el dia 6 de febrero,

Concédese al

padre Salva tierra por et virey que pase á las Cali

fornias.

tes.

y al siguiente dejando por procurador de los negocios de la mision al padre Juan de Ugarte, salió de México á entregar el colegio de Te potzotlán al padre Sebastian Estrada. Por semana santa llegó á Sinaloa, y no permitiéndole su celo estar ocioso aquel tiempo que tardaba la galeota en llegar de Acapulco á la embocadura del Yaqui, pa só á visitar á sus antiguos hijos los baroios, guazaparis y serranos que halló muy firmes en la fé., Ya volvia cuando torno á encenderse en los taraumares el fuego de la sedicion, de que hablamos poco anEl padre Salvatierra llevado de su caridad voló al consuelo de los padres Nicolas de Prado y Martin Venavides, con grandes peli-> gros (dice el mismo padre) de asaltos y rebates continuos, tanto que la víspera de nuestro santo Padre creí que era el último de mi vida. En 16 de agosto salió para la costa, donde el 14 despues de no pequeños riesgos habia llegado la galeota. Mientras se proveen de nuevos bastimentos y se espera al padre Kino que estaba en la Pimería, y que finalmente no pudo ir, pasaron cerca de dos meses hasta el 10 de octubre en que honra la Iglesia la memoria del santo fundador de la provincia de México, y en que sin esperar á otro nuevo compañero se Número de hicieron a la vela. La tropa de los conquistadores se reducia, fuera que entra el del padre,á ocho personas, cinco españoles y tres indios. Algunos padre Salva- otros que quisieron acompañarle los detuvo el alzamiento de los talifornias, año faumares en aquella provincia. Al tercero dia de viage, sábado, y dedicado particularmente á la Vírgen santísima en la santa imágen del Pilar de Zaragoza, dieron vista á la California, aunque no desembarcaron enteramente, y de asiento, digámoslo así, hasta el siguien te sábado 19... os el color mite a

personas con

tierra en Ca

de 1697.

Desembarca

y toma po

sesion de la tierra. en nombre del

rey de Es.

раñа.

.

Para el establecimiento de este real prefirieron la bahía de San Dionisio á la de San Bruno, donde apenas hallaron reliquias del antiguo real del almirante Atondo. Dentro de pocos dias colocaron en una tienda de campaña la santa imágen de Loreto, de que tomó despues el nombre aquella poblacion, y se tomó solemne posesion de la tierra en nombre de la magestad católica... El padre Salvatierra hacia á las ve.. ces diversísimos oficios, de gobernador, de capitan, de padre de familias, de capellan, y. si se ofrecia, de cargador y cocinero, sazonando por sus mismas manos el maiz y pozole que diariamente repartia á los gentiles para atraerlos á la doctrina. Esta rezaba cada dia con ellos por una especie de catecismo que habia trabajado el padre Kopart, y entretanto iba poco a poco haciéndose dueño de su idioma. Los priá

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Acometen

los californios

meros dias se pasaron con alguna tranquilidad hasta que vuelta al Yaqui la galeota, la codicia de apoderarse de todo el maiz, tentó á los salvages, de suerte que resolvieron deshacerse de los pocos que lo guardaban. A costa de algunos sustos se pasaron los dias primeros de noviembre, avisado siempre el padre Salvatierra por un cacique enfermo de quien hablaremos luego. En dicho dia 13 poco despues de medio dia, acometieron por cuatro partes los indios, divididos en á los que haotras tantas, naciones, de laimones, monquiscaves y diduis. Comen- bian desem. barcado y son zaron á llover dentro de la trinchera piedras y flechas. Los pocos rechazados. defensores, por consejo del padre Salvatierra, ó no se valian de las armas de fuego, 6 disparaban al aire solo para atemorizar á los indios. Prosiguieron de esta suerte cerca de dos horas, hasta que ó de cansados, ó para tomar nuevo aliento, cesaron como un medio cuarto. Despues de esto volvieron á la carga con mayor furia y algazara. A los nuestros, que solo habian estado sobre la defensiva, les fué ya forzoso asegurar los tiros. El alférez D. Luis de Torres que mandaba la accion dió órden que se disparase un pedrero que habian traido de la galeota; pero reventó este con grande peligro del artillero y del padre Salvatierra y mayor atrevimiento de los sitiadores: decian que si no mataba el pedrero grande, menos daño harian los pequeños fusiles. En esta confianza avanzaron ácia la trinchera, como seguros ya de la victoria, con el mayor esfuerzo. Ya cuasi estaban á tiro de fusil cuando el padre Juan María, que no podia resolverse á ver morir á alguno de ellos sin bautismo, avanzó algo ácia ellos exhortándolos á sosegarse y apartarse de allí. A este amoroso consejo respondieron con tres flechazos, que por misericordia del Señor no le hicieron algun daño. Retiróse el padre, y estando ya los bárbaros á las manos, fué preciso hacerles fuego. Comenzaron á caer por todos cuatro lados, heridos muchos y algunos muertos, con tanto asombro de los demas, que al instante como de concierto los cuatro trozos volvieron las espaldas y ganaron el monte. No se aseguraban aun los muertos, y antes se prevenian para algun nuevo avance, cuando vieron venir ácia el real al cacique enfermo, y á poco rato una tropa de mugeres afligidas y llorosas trayendo en señal de paz á sus hijillos, que aun quisieron dejar algunos en el real. Se admiraron mucho de ver que ninguno de los nuestros hubiese muerto ó quedado aun levemente herido, porque dos que lo estaban pudieron con facilidad disimularlo. De nuestra parte se pasó la noche con extraordinario consuelo de todos dando 14

TOM. III.

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