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La contestación del gobierno argentino, fué en consonancia á las objeciones hechas de antemano por sus enviados: «< El gobierno (argentino), no puede absolutamente alterar » los principios que sirven de base á su política con respecto » á los demás gobiernos existentes » (20). Las dos políticas estaban frente á frente: la boliviana y la argentina.

V

Trasladado Bolívar á Chuquisaca, las negociaciones sobre alianza parcial ó general en que intervino también Sucre, no dieron ningún resultado. Los enviados argentinos, volvieron á inculcar sobre la necesidad de que el Libertador, poniendo en ejercicio las disposiciones que había manifestado, diera algunos pasos en el sentido de hacer concebir temores á la corte del Brasil, á fin de contribuir á mantenerla en la actitud que parecía haber tomado. El Libertador contestó: « He » hecho recostar todo mi ejército sobre las fronteras del Bra» sil, y ahora voy á reforzarlo con un regimiento de caballería, y yo mismo pienso presentarme allí en persona. Esto >> no podrá menos de causar una grande alarma en el Janeiro, » é indudablemente contribuirá al logro de vuestros deseos ». Agregó que estaba dispuesto á enviar un ministro á Río de Janeiro, el que pasaría por Buenos Aires, á fin de ponerse de

ministro de Rel. Exteriores de las Provincias Unidas del Río de la Plata, de 21 de octubre de 1825 en Potosí, y extracto oficial de la segunda conferencia privada en Potosí, el 9 de octubre de 1823. M. S. S. (Arch. de Rel. Ext. de la República Argentina.)

(20) Ofi. del ministro de Relaciones Exteriores de las Provincias Unidas del Río de la Plata, don Manuel J. García, en contestación al de los enviados argentinos cit. en la nota anterior, de fha. 19 de noviembre de 1825. M. S. (Arch. de Rel. Ext. de la República Argentina.)

acuerdo con el gobierno argentino. Los enviados argentinos dieron las gracias al Libertador por las buenas disposiciones que manifestaba en favor de las Provincias Unidas; pero todo. esto no pasó de sueños y palabras (21).

Las vidriosas relaciones entre el gobierno argentino y el boliviano se alteraron profundamente por este tiempo, con motivo de la ocupación de Tarija por tropas colombianas, que variaba los límites entre ambos países. Las negociaciones sobre alianza ofensiva y defensiva contra el Brasil, ó de mero acuerdo diplomático, quedaron de hecho interrumpidas, y todo anunciaba más bien una ruptura entre las dos repúblicas. En tal estado, Bolívar entró en conferencias privadas con el general Alvear, y éste, como lo había previsto Bolívar, entró de lleno en sus miras. Nada menos soñaba el Libertador que subordinar á su influencia las Provincias Unidas del Río de la Plata como regulador; llevar adelante en unión con ellas la guerra contra el Brasil; derribar el único trono levantado en América, y remontar de regreso la corriente del Amazonas en su marcha triunfal al través del continente subyugado por su genio. Hallábase allí por acaso el coronel Manuel Dorrego, cuya aparición hemos señalado, que como uno de los caudillos del partido federal, en oposición al unitario que dominaba en Buenos Aires, entró también de lleno en los planes de una intervención boliviana, á fin de variar la situación argentina, conmovida ya por la sublevación parcial de algunas de sus provincias. Los tres quedaron de perfecto acuerdo (22).

(21) Conferencia del Libertador Bolívar y Sucre con los enviados argentinos en Chuquisaca, el 3 de diciembre de 1825. M. S. (Arch. de Rel. Ext. de la República Argentina.)

(22) Estos planes y estos acuerdos fueron comunicados por el mismo Alvear á su amigo don Santiago Vázquez, que desempeñaba entonces el puesto de oficial mayor del ministerio de gobierno, y fué quien persuadió á Alvear, para que se entendiese con Rivadavia y aceptara el mando

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Por este tiempo fué nombrado Rivadavia presidente de las Provincias Unidas. Él consideró que Bolívar, lleno de gloria, de ambición y de soberbia, con su ejército triunfante acampado en la frontera norte de la República Argentina, era peligro. Los planes de intervención en la vida interna de los vecinos, encontraban eco simpático en el partido anárquico, cuyos jefes iban á pedirle sus inspiraciones en Chuquisaca, mientras su nombre sonaba en los disturbios de Tarija y en los alborotos de las provincias, y principalmente en Córdoba. La prensa oposicionista á Rivadavia, propiciaba su intervención armada, repitiendo, como Bolívar, que la República Argentina era impotente para triunfar por si sola del emperador del Brasil, y aun para organizarse, sin la «< asistencia del genio de la América », como por antonomasia le llamaba. Fué entonces, cuando Rivadavia dijo: « Ha llegado el momento de oponer los principios á la espada », y levantó la bandera pacífica de la nueva hegemonía argentina. Bolívar y Rivadavia volvieron á hallarse frente á frente como en 1823. (Véase cap. XLIX, § I). — El gobierno argentino, fuerte en sus principios, reaccionó contra el plan absorbente del congreso de Panamá, compuesto de las repúblicas sometidas

del ejército del Brasil, con el cual triunfó en Ituzaingó. El señor Vázquez me lo comunicó en Montevideo en 1846, en presencia del señor Andrés Lamas, y otras personas que pueden dar fe. Mi amigo don Domingo de Oro, que era secretario entonces de la legación argentina en Chuquisaca, me lo ha confirmado como testigo autorizado. — O'Leary en sus a Memorias », hace vagamente mención de estos acuerdos, que por su naturaleza eran secretos y verbales. Dice: « En Buenos Aires, la parcialidad política, contraria á las ideas del gobierno respecto de Bolívar, acusó al general Alvear de haberse portado como ciego ins>>trumento de partido para insinuarse en su confianza, descubrir sus » secretos y hacerle luego traición. Se ha dicho también, que estando reunido el congreso en sesión secreta, el diputado Dorrego retó á Al» vear, que estaba presente, á que revelase lo que en el Libertador hu>>biese observado contrario á los principios liberales que profesaba ». («< Narración », t. II, pág. 439-440.)

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á la influencia de Bolívar, y el proyecto quedó desautorizado. La prensa liberal del Río de la Plata, empezó á analizar simultáneamente las tendencias de aquella monocracia confusa, que era la negación del sistema representativo republicano, y estos escritos repercutieron en toda la América, encontrando eco hasta en la opinión de Bolivia, el Perú y Colombia. Chile. donde los principios argentinos habían cundido, bajo una administración modelada por la de Rivadavia, fué la primera república que se unió á la resistencia de las Provincias Unidas. Bolívar, perseverando siempre en sus planes absorbentes ya madurados, meditó abrir una campaña en sentido opuesto que habían traído sus armas libertadoras de norte á sud, llevando sus principios reaccionarios de sud á norte hasta conquistar á su propia patria, y restablecer en el hecho el sistema colonial contra el cual había heroicamente combatido. Para realizarlo, regresó al Perú, y delegó sus facultades dictatoriales en su teniente Sucre, como procónsul del imperio boliviano. Era ya el jefe supremo de tres repúblicas que abrazaban la tercera parte de la América del Sud, y de dos de ellas dictador absoluto con el título vago de Libertador. Esto no satisfacía aún su ambición: aspiraba á la monocracia vitalicia, sobre la base de la hegemonía militar de Colombia.

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VI

Desde Lima envió Bolívar su proyecto de constitución para la república de Bolivia (25 de mayo de 1826). Es esta la más original de sus obras, y puede considerarse, si no como el Evangelio, como el Korán del imaginario sistema político boliviano.

Todas las obras de Bolívar, así en el orden político como

militar, son tan características, que ha sido necesario inventar palabras apropiadas para simbolizarlas. Su sistema de guerra, si tal puede llamarse, es una mezcla sin nombre de. las nativas propensiones guerreras de los indígenas y de la disciplina europea, en que con poca táctica y menos estrategia, el instinto preside á los combates y la inspiración á los movimientos, alcanzando al fin la victoria por la audacia de las concepciones, el ímpetu de los ataques y la constancia. incontrastable en los reveses. Esta escuela sin nombre puede llamarse la escuela militar de Bolívar, que tiene, por lo arriesgado, algo de la de Carlos XII. Su predominio se simboliza con un nombre nuevo que lo inviste con la dictadura permanente se llama Libertador. Su plan político, no es ni democrático, ni aristocrático, ni autocrático, y para caracterizarlo, un historiador universal ha tenido que inventar la palabra monocracia, que es la única que le cuadra (23). Para bautizar la nueva república del Alto Perú al ofrecerle su constitución, él inventó un nombre derivado, y la llamó Bolivia. « Sólo Dios tenía potestad para llamar á esa tierra Boli» via. ¿Qué quiere decir Bolivia? Un amor desenfrenado de

libertad. No hallando vuestra embriaguez una demostra»ción adecuada á la voluntad de sus sentimientos, arrancó >> vuestro nombre, y dió el mío á todas vuestras generacio» nes » (24). Esta definición en que la lascivia se confunde con la pasión sublime por la libertad humana, asociada al acto de la generación sucesiva, hace pensar en su «< amor desenfrenado » del poder, á que le cuadraría también una palabra análoga para caracterizarlo.

(23) Véase Gervinus en « Hist. du XIX siècle el cap. « La monocracia de Bolívar », t. X, pág. 150 y siguientes.

(24) Discurso preliminar al « Proyecto de constitución de la república de Bolivia », escrito por Bolívar, pág. 13. (Ed. original de Bogotá, 1826).

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