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sólo contaba con los pobres recursos que le había proporcionado la venta de la casa donada por el congreso argentino por la victoria de Maipu. Su destino, según sus propias palabras, era ir á morir en un hospital. Un antiguo compañero de armas suyo en la guerra de la península, un español, el opulento banquero Aguado, vino en su auxilio y le salvó la vida, sacándolo de la miseria. Le hizo adquirir la pequeña residencia de campo de Grand Bourg, á orillas del Sena, á inmediaciones del olmo que, según tradición, plantaron los soldados de Enrique IV que sitiaban á París. Allí, en una sencilla habitación. rodeada de árboles y flores, en que abundaban las plantas americanas, que él mismo cultivaba, vivió largos años triste y concentrado, pero sereno, llevando el peso de su ostracismo voluntario, quejoso á veces de la ingratitud de los hombres y deplorando la triste suerte de los pueblos por cuya independencia tanto había trabajado, aunque sin desesperar de sus destinos. Sólo una vez se reanimó su antiguo entusiasmo, y fué cuando, por un estrecho criterio que estaba en su naturaleza y en sus antecedentes históricos, creyó ver amenazada la independencia y el honor de su patria por las cuestiones de la Francia y la Inglaterra con el tirano Rosas (1845-1849), manifestando con la autoridad de su nombre y de su experiencia militar, que la América era inconquistable por la Europa. Sus instintos de criollo despertaban. Consecuente con este modo de ver, legó al tirano de su patria: « el sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la

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>> América del Sud, son las palabras de su testamento, >> como prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que el General Rosas ha sostenido >> el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla ». En presencia de la muerte como en el curso de su carrera heroica, él no veía ni quería comprender otra cosa que la independencia, que fué In pasión de su vida, á la que sacrificaba todo, no obstante

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sólo contaba con los pobres recursos que le había proporcionado la venta de la casa donada por el congreso argentino por la victoria de Maipu. Su destino, según sus propias palabras, era ir á morir en un hospital. Un antiguo compañero de armas suyo en la guerra de la península, un español, el opulento banquero Aguado, vino en su auxilio y le salvó la vida, sacándolo de la miseria. Le hizo adquirir la pequeña residencia de campo de Grand Bourg, á orillas del Sena, á inmediaciones del olmo que, según tradición, plantaron los soldados de Enrique IV que sitiaban á París. Allí, en una sencilla habitación rodeada de árboles y flores, en que abundaban las plantas americanas, que él mismo cultivaba, vivió largos años triste y concentrado, pero sereno, llevando el peso de su ostracismo voluntario, quejoso á veces de la ingratitud de los hombres y deplorando la triste suerte de los pueblos por cuya independencia tanto había trabajado, aunque sin desesperar de sus destinos. Sólo una vez se reanimó su antiguo entusiasmo, y fué cuando, por un estrecho criterio que estaba en su naturaleza y en sus antecedentes históricos, creyó ver amenazada la independencia y el honor de su patria por las cuestiones de la Francia y la Inglaterra con el tirano Rosas (1845-1849), manifestando con la autoridad de su nombre y de su experiencia militar, que la América era inconquistable por la Europa. Sus instintos de criollo despertaban. Consecuente con este modo de ver, legó al tirano de su patria: «< el sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la » América del Sud, - son las palabras de su testamento, — >> como prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que el General Rosas ha sostenido >> el honor de la República contra las injustas pretensiones de » los extranjeros que trataban de humillarla ». En presencia de la muerte como en el curso de su carrera heroica, él no veía ni quería comprender otra cosa que la independencia, que fué la pasión de su vida, á la que sacrificaba todo, no obstante

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