Imágenes de páginas
PDF
EPUB

enemigo que dejaba á su espalda (40). No hizo sino robar la vuelta. Sabedor de que el virrey reunía en Puno sus divisiones diseminadas, abandonó su estéril conquista, y retrogradó con el objeto de cubrir la línea del Desaguadero amenazada; estableciéndose en su margen izquierda sobre el puente del Inca. Las primeras divisiones españolas que se concentraron en Puno, fueron las de Valdés y Carratalá, que reunidas alcanzaban á poco más de 2,000 hombres. Valdés tomó el mando en jefe, y avanzó sobre el puente; pero hallándolo defendido con artillería, desistió del intento de forzarlo, y retrogadó al norte del inmediato pueblo de Zepita. Santa Cruz, pasó el puente y tomó la ofensiva. Encontró á Valdés establecido en una fuerte posición, á cuyo pie se extiende un llano, limitado al oeste por la montaña y al este por el gran lago de Titicaca. El general republicano, por un amago de flanco sobre las alturas y una aparente fuga de su centro, consiguió hacer descender á Valdés al llano, donde únicamente podía obrar su caballería. Dos escuadrones peruanos, pusieron en derrota toda la caballería española. Siguióse un encuentro de la infantería, de una y otra parte sin resultado decisivo. La noche que sobrevino puso término al combate. Los dos generales se atribuyeron los honores del triunfo. Valdés emprendió su retirada. Santa Cruz quedó dueño del campo de batalla; pero asustado de su semi-victoria, se replegó de nuevo al Desaguadero. Esta jornada fué la primera y última de la expedición. La campaña, como lo había previsto Bolívar, y lo temía Sucre, estaba perdida, desde que los dos ejércitos del sud no obrasen unidos ó en combinación.

El virrey, reunido á Valdés en Zepita, atravesó el Desagua

(40) Carta de Santa Cruz á Riva Agüero, de 28 de julio de 1823, en Torata (« Hist. del Perú Indep. », (2.o período), pág. 113).

dero al frente de 4,500 hombres. Santa Cruz amedrentado, no pensó sino en buscar la incorporación con Gamarra. Reunidos ambos cuerpos de ejército al sud de Oruro, alcanzaban á cerca de 7,000 hombres (8 de setiembre). En esta situación ventajosa, en vez de hacer frente, intentó interponerse entre el virrey y Olañeta, que desde Potosí se había movido con un ejército de 2,500 hombres. La Serna, por una simple marcha lateral al este de Oruro por las alturas, con sólo 4,000 hombres, operó sin dificultad su junción con Olañeta (14 de setiembre). Santa Cruz se consideró perdido, y sin probar la suerte de las armas, en que las probabilidades estaban de su lado, se puso en precipitada retirada, que muy luego se convirtió en desastrosa fuga, y al fin en dispersión casi total, con abandono de armas y bagajes. Así repasó el Desaguadero, derrotado sin combatir, ni ver la cara del enemigo. Confió la defensa del puente á una compañía de infantería con dos piezas de artillería, que á la aparición de la vanguardia española, capituló, poseídos sus oficiales del pavor que la timidez del general había infundido á sus tropas. De los 5,000 hombres de la expedición desembarcada en Ilo y Arica, apenas mil regresaron á la costa (41). Al tiempo que esto sucedía, llegaba la división auxiliar de Chile, compuesta de tres batallones y un regimiento de coraceros de caballería, que al tener noticia del desastre, regresó á su país sin tomar parte en la guerra.

Sucre, en su empeño de buscar su reunión con Santa Cruz, para salvarlo ó emprender junto con él operaciones decisivas con fuerzas superiores, había procedido en su peligrosa campaña con tanta prudencia como habilidad, revelando las cua

(41) No es necesario citar autoridades para comprobar estos hechos. Todos los historiadores así americanos como españoles, y los documentos oficiales de una y otra parte, están contestes en condenar al general Santa Cruz, y hasta sus mismas defensas lo acusan.

lidades de un eximio capitán, tan metódico como San Martín en sus empresas, y tan inspirado como Bolívar en el campo de la acción, pero con más ciencia militar que éste. Al llegar á Arequipa, tuvo noticias de la batalla de Zepita. Estaba en marcha en dirección á Puno, con el objeto de buscar su incorporación con Santa Cruz, suponiendo racionalmente que éste mantendría el terreno, cuando tuvo noticia de su completa destrucción. Los realistas convergían sobre Arequipa con todas sus fuerzas de reserva desocupadas. En tan crítica situación, emprendió su retirada, pero de modo de proteger la de los restos del destrozado ejército expedicionario del sud. Reembarcóse en Quilca, y dió por terminada la campaña, que sería la última del sud.

IX

El plan póstumo de campaña de San Martín por puertos intermedios, quedó desde entonces abandonado y desacreditado, ó por las faltas cometidas por sus ejecutores, ó porque tal vez no era ese el camino de la victoria final, como el hecho pareció demostrarlo después. Pero por una de esas combinaciones caprichosas del acaso, en que intervienen más las impresiones individuales que el encadenamiento lógico de los hechos, al mismo tiempo que el último plan de campaña del gran capitán sud-americano, ejecutado por manos ajenas, era enterrado por dos derrotas sucesivas, el libro de su destino, para siempre sellado, pareció reabrirse ante sus ojos en la página interrumpida.

Pocó después de separarse del Perú, los votos de Guayaquil, expresados por dos de sus hijos más espectables, lo llamaban á volver á la vida pública. « Sólo la mano de San » Martin puede perfeccionar la grande obra de la libertad

» del Perú, le decían,

[ocr errors]
[ocr errors]
[ocr errors]
[ocr errors]

"

[ocr errors]

-

y los guayaquileños lo miramos >> también como el áncora de nuestra esperanza. No es posible que el Fundador y Protector de la libertad, deje de >> conmoverse, ni es honor del Libertador de Chile y del Perú » que mire con indiferencia un pueblo que tiene fijos sus ojos en él. Ya es tiempo, que cubierto de la gloria que le » ha dado su filantropía, vuelva en alas de nuestros deseos » á llenar los destinos de estos pueblos. Las resoluciones y planes del héroe que lleva siempre en su alma la libertad » de los pueblos, deben sernos muy respetables; la convocación, del cuerpo representativo del Perú y su voluntaria separación del manejo de los negocios, eleva su persona » al más alto punto de gloria; pero también es verdad, que no puede desdeñarse de escuchar el clamor de los buenos patriotas que ansían por su presencia, y que la posteridad no hallaría tal vez disculpa, si su excesiva generosidad atrajese á estos pueblos desgracias que no están lejos de » sobrevenirles. Los destinos de estos pueblos necesitan un genio que los impulse » (42). El mismo Riva Agüero, que había conspirado contra el ex-Protector, y que muy luego se puso en pugna con el congreso, le escribía: «< San Martín es » necesario á la América, y sus verdaderos amigos no podrían >> más sobrellevar, sin continuas lágrimas, la pérdida de un » héroe á quien se debe la independencia, y en quien tienen fijos los ojos las naciones civilizadas. Sea cuanto antes el » día en que tenga el placer de darle un abrazo » (43). Después de los desastres de Torata y Moquegua, todos los ojos se volvieron hacia él. Uno de sus amigos, al trasmitirle

[ocr errors]
[ocr errors]
[ocr errors]
[ocr errors]
[ocr errors]

(42) Carta de Francisco de Ugarte y de Francisco Roca (guayaquileños), de 14 de noviembre y 31 de diciembre de 1822. M. SS. (Arch. San Martín, vol. LVII.)

(43) Carta de Riva Agüero á San Martín, de enero 2 de 1823. M. S. aut. (Arch. San Martín, vol. LVII.)

>>

en multitud de cartas los votos de los peruanos, le decía: «Es general el clamor de Lima por su regreso, y creen que si no » lo hace, se pierde todo el Perú. Yo estoy tan aturdido por » todo, que se me daría muy poco el que me tirasen un

balazo » (44). El gobierno de Chile, que había sucedido á O'Higgins, solicitaba oficialmente su cooperación, impulsándolo á abrir nueva campaña : « El Libertador del Perú y de >> Chile se ha impuesto tan sagrados deberes con respecto al » Perú, que el juicio severo de los hombres presentes y de la posteridad, olvidaría sus inmensos servicios para no per>> donarle si rehusara algún sacrificio dirigido á terminar su » obra » (45).

[ocr errors]

La destrucción de la segunda expedición á puertos intermedios y la resistencia de una parte de la opinión contra la intervención colombiana, volvió á hacer revivir la idea de llamar al ex-Protector, como la última esperanza del Perú en las críticas circunstancias que atravesaba. Una junta de jefes de mar y tierra, presidida por el general Portocarrero y el almirante de la escuadra Guisse, con autorización de Riva Agüero, levantó un acta declarando : « Los votos del pueblo, >> como los del ejército; como los del presidente de la república, >> como los del último ciudadano; los de los jefes, como los » del último defensor de la causa, en fin, los votos del Perú >> entero, llaman al Protector San Martín, para que vuele en >> auxilio del país, cuya existencia peligra. » Esta resolución fué comunicada á San Martín, en un oficio firmado por los jefes promotores del movimiento : « Hay ciertos hombres elegidos

(44) Carta de don Nicolás Rodríguez, de 2 de marzo de 1823, adjuntando una urgente de Guido con inclusión de varias otras en el mismo sentido. M. S. (Arch. San Martín, vol. LVII.)

(45) Ofi. de la Junta de gobierno de Chile á San Martín, de 4 de marzo de 1823, firmado por Agustín de Eizaguirre, José Miguel Infante y Fernando Errazuriz. M. S. (Arch. San Martín, vol. LVII.)

« AnteriorContinuar »