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tempestad que habia tronado sobre sus cabezas. | ta y cuatro colegios que la Compañía tenia en el Un misionero de la Martinica, el P. Lavalette, con- reino; en 6 del siguiente agosto condenó el institra la voluntad de sus superiores, pero de acuer- tuto de los jesuitas; proscribió lo que él llamaba do con el ministério, habia emprendido la coloni su doctrina; declaró nulos sus votos; les intimó sazacion de la isla de Guadalupe, para la que hizo liesen de sus casas y abandonasen el hábito con que grandes compras de esclavos y emprendió conside- los habia revestido la Iglesia. Al decreto del parrables plantíos de cañas, fábricas &c.; y fiado en lamento de Paris siguieron los demas del reino; y la gran fertilidad del terreno y en los auxilios que aunque en la mayor parte á fuerza de intrigas y se le habian ofrecido de la corte, contrajo algunos violencias obtuvo el partido filosófico alguna débil créditos de consideracion: cumplió con sus com- mayoría, los jesuitas fueron destruidos en todo el promisos por algun tiempo, pero habiendo caido en reino, y dispersos por todo él. Solamente cuatro poder de los ingleses una remesa considerable de parlamentos tuvieron valor para oponerse, declaefectos que hacia á sus acreedores, hizo bancaro-rando á los jesuitas "los súbditos mas fieles del rey ta en cerca de ochocientos mil francos. Esto suscitó un pleito ante el parlamento de Paris, que declaró responsable al pago, como solidaria en aquel particular convenio á la universal Compañía y á su general. Los jesuitas se defendieron; y como alegasen á su favor sus reglas y constituciones, se les exigió la presentacion de éstas, y desde luego rió la forma del ataque: "dióse principio á la obra, dice Cantú, criticando el mal gusto literario de los jesuitas; despues se los culpó porque la Compañía manifestaba un espíritu mercantil, acusacion necia en boca de los que escarnecian sin cesar la holgazanería de los frailes; luego se los tachó de "liberalismo", inspirando temor á Luis con la idea de que los jesuitas permitian el dar muerte violenta á un tirano, y por último, se vociferó tambien (y el siglo del análisis se encontraba dispuesto á prestar crédito á tales absurdos) que aspiraban á fundar una monarquía universal, cuya base debian ser las misiones jesuíticas del Paraguay." Hasta aquí solo habia necedad, y malignidad en esas imputacio- Los motivos contradictorios alegados en una y nes; pero muy pronto se pasó al sacrilegio. El par- otra nacion para destruir á los jesuitas, bajo la apalamento denunció el instituto como contrario al riencia de un juicio á que no fueron citados ni adbuen órden y á la disciplina de la Iglesia, como mitídoseles la menor defensa, llamó desde luego la impío y autorizador de todos los crímenes. Apa- atencion pública: en Portugal se acusaba á los je reció en fin en el público la obra intitulada: "Es- suitas haberse apartado de su "santo instituto;" y tractos de las aserciones peligrosas y perniciosas en este mismo instituto era calificado de "impío y antodo género, que los que se llaman jesuitas han sos- tisocial" en Francia y declarados los jesuitas los tenido, enseñado y publicado siempre y constante- religiosos mas austeros en sus costumbres. Las demente &c.:" producciones monstruosas, en que se ha- mas causas para su destruccion en ambos reinos, cia adoptar y predicar todos los crímenes a hombres y los medios de que se habian valido los parciales reputados hasta entonces, por virtuosos é ilustra- é incompetentes jueces, llamaban no menos la atendos, y respetados como tales en toda la Iglesia, por cion, por las tropelías cometidas, por lo inverosíel espacio de dos siglos. No se avergonzó el par- mil de las acusaciones, por el notorio esceso de lamento de Paris de adoptar la obra sin exámen, facultades, y por otras razones, que obligaron á dey de hacer de ella un nuevo título de condenacion cir al enciclopedista D'Alembert: que no "era la contra los jesuitas: decimos sin exámen por honor filosofia la que habia acabado con esos padres, sino de los mismos magistrados, pues como se ha de- | la vanidad, los resentimientos, las intrigas, el intemostrado hasta la evidencia, la tal obra contiene res en fin lo que lo habian hecho todo." Esta pronada menos, que "setecientas cincuenta y ocho" posicion podia demostrarse evidentemente en uno falsificaciones justificadas. Luis XV, que á pesar y otro reino, con solo leer los decretos que en amde sus estravíos amaba á los jesuitas, para conju-bos se fulminaron contra la Compañía de Jesus. rar la tempestad que les amenazaba, publicó á prin- Por estos motivos que no podian ocultarse á los cipios de 1762 un edicto que, aunque modificaba conspiradores de España, resolvieron estos, segun su estado, por lo menos los dejaba subsistir y anu- el consejo de D. Manuel Roda, que en un congreso laba cuanto se habia hecho contra ellos en el año antijesuítico á que habia concurrido en Roma en precedente. El edicto no fué registrado; poco tiem- que se trató esta materia habia dicho: que la despo despues lo retiró el soberano, y el parlamento truccion de los jesuitas no podia salir bien, metiénse dió prisa en aprovechar la victoria que el rey le dose á dar razones, que su corte lo haria todo ecoabandonaba. En 1.o de abril hizo cerrar los ochen-nómicamente luego que muriese la reina Farnesi

y los apoyos mas firmes de la moralidad del pueblo;" pero aun allí mismo se consumó su destruccion por la fuerza, así como en Lorena despues de la muerte del rey Estanislao y de su hija la reina de Francia. Los jesuitas dispersos fueron empleados por los obispos en las funciones de su santo miva-nisterio; pero en 1764 se dió otro decreto de proscripcion y destierro de la Francia á los que no abjurasen el instituto; infamia á la que no se prestaron entre cuatro mil mas que veinticinco, ocho hermanos coadjutores, doce jóvenes regentes que ya habian abandonado la Compañía y cinco profesos, de los que dos tenian trastornada la cabeza; no tu vo pues la Compañía en medio de tantas violencias, mas que tres únicos apóstatas. Apareció este edicto en noviembre de ese año; pero anulada por el rey la sentencia de destierro dada contra los jesuitas, el que no se llevó á cabo en toda su estension hasta 1767 despues de la catástrofe de la Compa| ñía de Jesus en España..

Lo particular es, que cuando pasaba esta conversacion, apenas se sabia en la santa ciudad, que Benedicto XIV en los últimos periodos de su vida habia espedido el breve de reforma para los jesui- | tas de Portugal, y ningun hombre de juicio podia adivinar los sucesos que de él debian seguirse. Y sin embargo todos fueron exactamente predichos en cierto pasquin que se fijó en las puertas del colegio romano el mismo dia en que se celebraba la eleccion del papa Clemente XIII; anunciando á los jesuitas que aquellas antorchas encendidas eran para sus funerales: decia así traducido á nuestro idioma.

"La España y Portugal
Os lanza y aborrece:
Presto, segun parece,
La Francia hará otro tal:
¿Y en Roma que esperais,

Por mas que al Padre Santo así adulais! (1)

conjurados: fingieron ciertas cartas escritas por el general de los jesuitas, en que era tratado el soberano de "bastardo," con ofensa del honor de la reina su madre á quien amaba tanto, y las pusieron en sus manos, despues de que por una infame intriga las habian hecho pasar á las del superior del colegio Imperial de Madrid, sorprendiéndolas en su aposento antes de que las hubiese abierto é impuesto de su contenido. El rey al leerlas salió fuera de sí y se escitó en su alma un sentimiento profundo de temor y de horror.—“La vida, esclamó, no puede ser ya sino un suplicio para mí, mientras exista en el mundo un solo jesuita." -Lo delicado de la materia, hacia espuesta cualquiera pesquisa: el rey se obstinó en no hacer la menor indagacion que probara la autenticidad de aquellas cartas: no lo convenció ni la clase de pa. pel que era de fábrica española, muy raro en Italia en aquella época, ni llamó la atencion en que una de ellas, acaso la menos denigrante á su honor, se habia demostrado tan evidentemente su falsifiEl poeta satírico únicamente no acertó en el ór- cacion, que conteniendo el papel el año en que se den de los sucesos. La reina madre de Cárlos III habia fabricado, se encontró que era dos años posamaba cordialmente á los jesuitas, y jamas hubie- terior á la fecha de la carta. Cerró los oidos repera consentido que se atentara contra un cuerpo que timos á toda clase de reflexiones y falló la espulle era tan querido. El mismo Cárlos III desde su sion general de los jesuitas de todos sus dominios. advenimiento al trono de España habia manifesta- El mas misterioso procedimiento obró en este nedo igual afecto á los jesuitas y aun espedido algu- gociado: en el gabinete reservado de Carlos III, nas reales cédulas á su favor, entre ellas la que el ministro Aranda que llevaba él mismo un tincondenaba como infamatorio el libelo de Carballo tero y el papel necesario para que no se sospechacontra los misioneros del Paraguay, y la otra en ra nada de lo que se trataba, escribia las minutas, que ampliaba el número de misioneros para las trascribia y espedia todas las órdenes que se deAméricas. Pero la conjuracion contra los hijos de bian enviar á las cuatro partes del mundo, y que S. Ignacio existia en la misma corte de Madrid y el rey firmaba de su propio puño. El golpe debia eran sus agentes el citado Roda, Azara, Campo- darse en un mismo dia y á la misma hora en la pemanes y otros, entre ellos el conde de Aranda, á nínsula y en los dominios de ultramar. Cada pliequien Voltaire y Condorcet han llamado el "favo- go contenia tres cubiertas ó sobres, todos sellados: rito de la filosofia:" solamente aguardaban una ocaen el primero iba el nombre de la autoridad á quien sion oportuna. Murió la reina madre, y á poco se dirigia: en el segundo se prevenia, pena de la vitiempo se aprovecharon los conjurados de la que da que no se abriese sino en el dia que allí mismo tanto deseaban. Estalló en la corte un motin po- se fijaba: en el tercero, en fin, se señalaba el órden, pular contra los ministros italianos, especialmente las precauciones y demas requisitos con que debian contra el marques de Squilace que tenia irritado arrestarse los jesuitas, y el puerto en que habian de estremadamente al pueblo con sus providencias, ser embarcados, sin escluir de la sentencia ni aun sobre todo con las últimas sobre las capas lar á los moribundos (véase GANDARA). La providengas que habia mandado se recortasen á los que cia surtió todo su efecto: los jesuitas fueron sorlas llevasen así, y prohibiendo los sombreros ten-prendidos en un mismo dia y una misma hora en didos ó chambergos. Arrestado el rey salió huyendo de Madrid, y únicamente los jesuitas con su influjo y persuasiones lograron sofocar aquel tumulto, que por confesion de los historiadores de la época, carecia de jefes y plan determinado. Esto encendió celos en el ánimo del rey, que á su vuelta entre los vivas á su persona oia resonar con mayores aclamaciones el nombre de los jesuitas. Aprovecháronse de aquella desazon los

(1) L' Ispano, é il Portoguese
Vi abborre, é ví discaccia,
Il Galico Paese,

Spero, che presto il faccia,
E in Roma che sperate,

Abbenche il Papa suo tanto adulate?

todos los dominios de la corona de España, y embarcados para las costas de Italia (véase JESUITAS). En la pragmática sancion que espulsaba á estos religiosos, hay varios puntos que llaman la atencion: primero, que no se daba otra causal para aquel destierro, que "motivos justos y graves que obligaban al rey á dar esta órden, los que quedarian perpetuamente ocultos en su corazon real:" segundo, que se imponia gravísimas penas á los que hablasen "en pro ó contra de aquella providencia:" tercero, que se sellaban los labios con las palabras mas despóticas, que jamas han salido de los labios de un soberano: "que los pueblos habian nacido para obedecer y callar...." ¡Y semejante arbitrariedad aun tiene apologistas entre los que se titulan liberales!

No se crea que exageramos: si los límites á que debemos ceñirnos, no nos impidiese publicar por entero esa execrable pragmática, ella sola seria una prueba de la iniquidad con que fueron espulsados más de seis mil religiosos, de sus pacificas moradas en que solo se ocupaban en servir á la religion y al mismo soberano que los proscribia. Pero no podemos dejar de copiar tres artículos, que prueban aun mas de lo que hemos dicho sobre la espulsion de los jesuitas de España.-"Artículo VI. -Y aunque no debo presumir que el cuerpo de la Compañía, faltando á las mas estrechas y superiores obligaciones, intente ó permita que alguno de sus individuos "escriba', contra el respeto y sumision debida á mi resolucion, con título ó pretesto de "Apologías ó Defensorios," dirigidos á perturbar la paz de mis reinos, ó por medio de emisarios secretos conspire al mismo fin; en tal caso, "no esperado" cesará la pension á todos ellos."-"Artículo XV. Todo el que mantuviere correspondencia con los jesuitas, por prohibirse general y absolutamente, será castigado á proporcion de su culpa.Artículo XVI. Prohibo espresamente, que nadie pueda "escribir," "declarar" ó "conmover" con pretesto de estas providencias, en pro ni en contra de ellas; antes impongo silencio en esta materia á todos mis vasallos, y mando que á los contraventores se les castigue como reos de lesa majestad." Esta pragmática fué fechada en el Pardo, á 2 de abril de 1767.

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mayor parte de Europa. Pero antes de pasar á referir la abolicion total de la órden por la Sede apostólica, conviene detenernos en algunos pormenores interesantes á la historia.

Los ataques que sufrieron los jesuitas en sus personas é instituto, en Portugal, en Francia, España y demas córtes borbónicas, no fueron vistos con indiferencia por parte de la cabeza de la Iglesia, de personajes muy respetables, de los escritores imparciales é ilustrados, y del pueblo católico que no podia ver con ojos serenos aquella obra de iniquidad. El venerable Clemente XIII, á quien tocó apurar hasta las últimas gotas el cáliz de aquellas tribulaciones, fué el mas fuerte adalid en defensa de los jesuitas. Hizo frente á los ataques de Carballo, é intercedió con el rey á favor de los jesuitas portugueses, para que no se confundiesen los inocentes con los culpados, si es que lo eran algunos. La firmeza de su carácter, de tal suerte irritó á Pombal, que arrojó ignominiosamente de la corte al nuncio Acciajoli, y aun pretendió nombrar un patriarca en Lisboa con total independencia de Roma. Atacado el instituto de la Compañía de Jesus por los parlamentos de Francia, Clemente XIII condenó aquel atentado, por la bula solemne "Apostolicum," publicada á 7 de enero de 1765, en que no solo declaraba de nuevo santo el instituto que habia sido aprobado por diez y nueve papas, sino que alababa á los jesuitas como "fieles operarios de la viña del Señor." A Carlos III dirigió cartas muy fuertes sobre las disposiciones que habia tomado contra los jesuitas, y en una de ellas le hace muy enérgicas reflexiones por el perjuicio que se seguia á la religion, sobre todo, en la destruccion de las misiones. En lo temporal ya estamos hoy esperimentando en las incursiones de los indios bárbaros en nuestras fronteras, la justicia de aquellos reclamos. Iguales representaciones dirigió al rey de Nápoles, y al duque de Parma; y aunque ellas le costaron verse despojado de sus dominios de Aviñon, Ponte-Corvo, Venecino y Benevento, por la ley del mas fuerte, no dejó de sostener la causa de los jesuitas hasta los últimos momentos de su vida. El episcopado observó en lo general la misma conducta: más de quinientos obispos dirigieron cartas gratulatorias á Roma, por la constitucion "Apostolicum:" el Illmo. arzobispo de Paris Beaumont, todos los obispos del reino, escepto uno, jansenista notorio, y la Algunos años despues, y segun dice un escritor, asamblea del clero por dos diversas ocasiones, dipor influjo de Clemente XIV, que por ruegos de rigieron á Luis XV súplicas respetuosas, al par que Carlos III se prestó tambien á tomar parte en esta enérgicas, por la conservacion de los jesuitas, alaintriga poco honrosa á su persona, los jesuitas fue- bando su instituto y encomiando sus servicios. En ron destruidos en el imperio austriaco, y á su ejem- | España y Portugal no faltaron prelados que volvieplo en las demas córtes católicas de Alemania y Po- ran por la causa de los espulsos, sino con tanta gelonia y Estados Palatinos. Sin embargo, en estas neralidad, en el primer reino por lo misterioso de últimas naciones no fueron desterrados, sino sim- los motivos, y en el segundo por temor á Carbaplemente dispersos, y conservando sus estableci- llo, á lo menos con igual firmeza, ó llorando á sus mientos y funciones, con el traje de clérigos secu- solas tamaña desgracia. Pocos y muy pocos fueron lares. Colocamos aquí estos sucesos, aunque poste- los que como el arzobispo de Burgos en la penínriores y muy diversos en su esencia de los que habian sula, y el de Puebla entre nosotros, se atrevieron pasado en los reinos borbónicos, por no cortar el hi-á escandalizar á los fieles con pastorales calumniolo de los acaecimientos que hicieron desaparecer á la Compañía de Jesus de la Asia, Américas y la APENDICE:-TOмO I.

Tanto los términos de esta pragmática, cuanto la manera con que habian sido espulsados los jesuitas de España, fué la pauta para el destierro de los mismos religiosos de los demas reinos que tenian relacion con la familia de los Borbones, coadyu. vando en todos ellos los ministros mas ó menos vendidos á los intereses de la filosofía. En noviembre del mismo año de 67, fueron espulsados de Nápoles y de las dos Sicilias por Fernando IV hijo de Carlos III y su primer ministro Tanucci; y al principio del año siguiente lo fueron por el príncipe de Parma, sobrino del mismo Cárlos, que tenia tambien otro ministro filósofo llamado Felino; á poco despues salieron de la isla de Malta de órden del gran maestre Pinto, feudatario de Nápoles. En todos estos decretos se reservaban los motivos de aquella pena, y en el de Nápoles se insultaba no poco al sumo pontifice.

sas y muy ajenas de su carácter. En los mismos reinos no faltaron tampoco seculares muy distin

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do grado y órden, entre todo rango y calidad de españoles, los cuales no pueden demandar la causa de su confiscacion y destierro; pues se ordena al mismo tiempo, que todo natural afecto para ellos (los jesuitas) sea sacrificado al silencio y sepultado en las tinieblas."

guidos, entre ellos el delfin de Francia, que defen- | tas tienen padres, hermanos y consanguíneos de todieran á los jesuitas; y por lo que hace al pueblo, en todas partes lloró su pérdida, y sabido es, que el de Madrid pidió voz en cuello á su soberano el dia de su cumpleaños la vuelta de los jesuitas, como la mayor gracia que podia concederle. Así lo refiere el protestante Coxe, nada afecto por cierto á los discípulos de Loyola.

Como se ha visto, en la espulsion de los jesuitas de las córtes católicas, sobre no haberse guardado ninguna forma de juicio, como debió hacerse para aplicarles unas penas tan graves, como son fa pérdida de su estado, la confiscacion de sus bienes, la deportacion y el destierro de sus patrias, en cada una de las repetidas córtes borbónicas tuvo este negocio un carácter especial. En Portugal puede llamarse, con Voltaire, el estremo de la ferocidad; en Francia el de la impiedad mas descarada que hasta esa época se habia visto; en España últimamente como acaba de verse, lo sumo del despotismo y del abuso del poder. En las tres se asoció a estos caracteres especiales, uno comun que fué el cier-encarnizamiento con que formándose un pacto de las tres coronas, se persiguió á la Compañia de Jesus para solicitar su abolicion; pero su abolicion, no como se habia hecho con los templarios y las mas religiones abolidas, siguiéndose las reglas canónicas, sino de la misma manera que se habia practicado en los reinos perseguidores, sin dar oido á los reos, y obrando "gubernativamente," por "motivos secretos y reservados." Y desgraciadamente, así lo consiguieron, completándose el sacrificio de los jesuitas con otro estremo inaudito de condescenden

te XIII, á pesar de las violencias usadas contra su venerable persona; pero todo se alcanzó de su succesor, á quien obligaron violentamente á dar aquel golpe funesto, que privaba a la Iglesia de su brazo derecho.

Y con respecto á los escritores públicos, ¿quién hay que ignore lo mucho que se escribió en defensa de los proscriptos en los paises en que podia hacerse? En Francia se escribieron apologías muy sólidas y filosóficas del instituto y santidad de los jesuitas: los mismos filósofos condenaron las iniquidades cometidas contra ellos en Portugal; y los protestantes ingleses hicieron la mas sangrienta crítica de la pragmática de Carlos III. "Si un soberano puede, decia la Gaceta de Londres del 6 de Mayo de 1767; si un soberano puede, segun las leyes de Dios y de la justicia, disponer de cualquiera cuerpo de su pueblo como mejor le agrade, sin exigirse otra razon, sino su propia voluntad, atendidas tas secretas deliberaciones y causas conocidas por él, ¿qué seguridad podrá jamas tener ó fingirse algun particular, y aun todo el complexo de su pueblo, de que no se obre con él del mismo modo? Y el decir que deben someterse á una cosa hecha así en silencio, y bajo la pena de ser tratados como reos de lesa-majestad, y aun anular á su capricho y como le plazca, todas las leyes que se oponen á semejante procedimiento, esto es á la verdad, ejercitar un poder, con que jamas ningun pueblo podrá estar contento y resignado, si no es que del todo que-cia y debilidad. Nada se pudo alcanzar de Clemende abolido, ó privado absolutamente su espíritu de todo sentimiento de justicia, rectitud y humanidad. -El Omnipotente jamas ha puesto en manos de ningun sér creado un tal poder, no siendo otro el fin de sus divinas leyes, á semejanza de sus atributos, sino el de hacer justicia y amar la misericordia; y ninguna justicia humana puede protegerse y escusarse, si no es manifiestamente recta y honesta.-El rey de España podria con iguales razones mandar á sus súbditos hacerse mahometanos "por causas que reserva en su pecho," prohibiéndoles, so pena de lesamajestad, el escribir, hablar ó disputar sobre tal disparate; y anulando á su antojo toda ley en contrario con su arbitraria proclama; y podria igualmente confiscar y desterrar á todo órden religioso y á toda comunidad civil por igual voluntad suya secreta y caprichosa.-Cualquiera de nosotros sabe bien, que la constitucion (quiere decir en inglés el complexo de las principales leyes del reino de España, era en su origen gótica como era la nuestra: y sabemos tambien que el padre del actual rey preferido para succeder á aquel trono, con condicion de que procurase el bien público de esa nacion, como tambien la entera conservacion de los dominios españoles. Tenian estos pueblos por entonces un verdadero y reconocido derecho, ó "jus" de pensar y proveer por sí mismos; pero ahora se les dice que no les corresponde hacer juicio ó interpretacion sobre los mandatos del soberano; lo cual es reducirlos á la condicion de esclavos.-Estos jesui

Sin entrar en los pormenores de la eleccion de Clemente XIV, cuya historia se ha escrito en estos últimos dias, y cuyos documentos auténticos no podrán debilitar las apasionadas é inconsecuentes declamaciones de Theyner; así como las calumnias no menos inconsecuentes de Mr. De Pradt y del abate Gioberti, los tres últimos y mas célebres campeones eclesiásticos del antijesuitismo moderno, no serán capaces de empañar los brillantes servicios de la Compañia de Jesus, nos fijarémos únicamente en lo relativo a la abolicion de los jesuitas. Sobre el negocio de estos jamas habia sido consultado siendo cardenal; pero cuando se trataba de él, acostumbraba decir, "que era necesario reconciliarlos con los soberanos, porque estos tefuénian brazos tan largos que atravesaban las fronteras;" y en efecto, apenas se publicó su eleccion, cuando dijo á los cardenales, "que era necesario rogar á Dios para que hiciese benevolos á la Iglesia á todos los príncipes cristianos, puesto que, hablando humanamente, le debia á ellos su conservacion y engrandecimiento."

Dificil era sin embargo aquella conciliacion que solicitaba, sin condescender con las exageradas pretensiones de las tres repetidas córtes, y sobre

todo la de la abolicion de los jesuitas. El estado | tado por los príncipes con mas empeño que nunca, en que ellas se encontraban era sumamente delica-principalmente por D. José Moñino, posteriormendo y comprometido. Portugal, irritado por no ha- te conde de Floridablanca, enviado del rey de Esber conseguido de su antecesor la estincion de la paña cerca de la silla apostólica, estendió el gran Compañía, pensaba valerse del patriarca de Lisboa decreto en forma de breve: "Dominus ac Redemen todos sus asuntos espirituales, cortando toda co-ptor noster Rex pacificus." Despues de haber permunicacion con el Papa: la España á toda costa manecido encerrado por tres dias en su propia queria la abolicion, dejando entrever algun paso cámara, entre indecibles agitaciones, por la violenfunesto á la corte de Roma: la Francia, en pose- cia que esperimentaba y que traspasaba su corazon, sion de Aviñon y su condado, no mostraba el me- la noche que precedió á firmarlo fué la mas terrible jor buen humor; y la corte de Nápoles, reteniendo y agitada de las que pasó en su vida, levantándose á Benevento y Ponte-Corvo, amenazaba estender muchas veces del lecho siempre incierto é irresoluto mas allá sus ocupaciones. -En tanta borrasca, Cle- si debia ó no suscribirlo: finalmente, á 21 de Julio mente XIV escribió á favor de los jesuitas al rey de 1773, tres horas despues de haber anochecido, de Francia, diciéndole que estaba pronto á convo-á la luz de la luna y sobre el umbral de la ventacar un concilio para examinar las acusaciones cou-na de su recámara, Clemente XIV, con repugnantra una órden tan benemérita, pues como cabeza cia de su corazon y con mano temblorosa, puso al de la Iglesia debia proteger todos los institutos breve su firma, y al momento lo arrojó al suelo religiosos; mucho mas cuando el emperador José juntamente con la pluma, Apareció luego el fatal II, la emperatriz reina María Teresa, Carlos Ma- breve que suprimia y aniquilaba hasta el nombre de nuel III, rey de Cerdeña y Federico II, rey de la Compañía de Jesus, y á su primera vista escitó Prusia, le habian escrito cartas apremiantes en en los ánimos, segun estaban dispuestos, asombro, alabanza y recomendacion de la perseguida Com- confusion, alegría y amargura. En este larguísimo pañía de Jesus. Por otra parte, en 1770 solicitó breve, epilogando el pontifice todas las supresiones de nuevo España la beatificacion del V. D. Juan de órdenes y congregaciones hechas por sus predede Palafox, obispo de Osma, y primero de la Pue- cesores, y refiriendo las causas, describe quiénes bla de los Angeles, en la persuasion de que ponien- fueron los papas que aprobaron la Compañía de do la Iglesia en el número de los bienaventurados Jesus, y las diversas épocas en que se suscitaron á un prelado que habia pintado á Inocencio X con en su contra enemigos que movieron á Sixto V á tan horribles colores á los jesuitas, quedarian estos nombrar una visita, á Inocencio XI á suspender anonadados con aquel golpe, el mas terrible que dar el hábito á los novicios, y á Inocencio XIII á pudiera dárseles. El cardenal Ganganelli habia si- hacer igual amenaza; y que para evitar algunos sodo nombrado ponente de esa causa despues de la beranos el choque de sus súbditos en defender ó muerte del cardenal Galli, por el aprecio que le reprobar á los jesuitas, adoptaron como remedio tenia España, la que tanto contribuyó despues á estremo espelerlos de sus dominios, y pidieron á su exaltacion. Con todo, aunque el papa quiso re- Clemente XIII su entera estincion para proveer tener este cargo para hacerla examinar con mayor al bien de toda la Iglesia católica. En seguida, hadiligencia, tuvo el pesar de no conseguir nada; y biendo tomado en consideracion y hecho maduro faese porque no se creyesen suficientes las informa- exámen en un negocio de tanta importancia, para ciones, ó por otros motivos que no hace al caso re consultar con prudencia á la quietud y tranquiliferir, la causa fué archivada, y hasta el dia no se dad de la república cristiana, y porque la Compaha dado esa declaracion por que tanto auhelaba el ñía en el estado en que se hallaba no podia ya partido antijesuita. producir aquellos copiosos y abundantes frutos paEn el año de 1773 llegó Clemente XIV á re- ra los que fué establecida, aprobada y colmada de solverse á dar una declaracion sobre el gran nego- gracias y honores, de cierta ciencia y con la plenicio de los jesuitas, con motivo de las incesantes tud de la autoridad apostólica, estinguia y suprirepresentaciones que recibia de los príncipes que mia á la Compañía, quitando y abrogando todos los habian espulsado, los que no querian que exis- los oficios, casas, escuelas, colegios y privilegios que tiesen ni aun en los dominios de otros. Primera-se le habian concedido. Y despues de otras promente quitó á los jesuitas la direccion del seminario episcopal de Frascati; nombró tres visitadores apostólicos en las personas de los cardenales de Yorck, Maresfoschi y Colonna, para el seminario romano que desde su establecimiento habia sido dirigido y gobernado por los jesuitas: fueron espulsados estos del colegio irlandés que fué confia do al visitador cardenal Maresfoschi, y despues de él á los cardenales protectores "pro tempore" del reino de Irlanda. Retiró ademas á los jesuitas portugueses los ochocientos escudcs mensuales que les habia asignado su predecesor; y pasando de aquí á efectuar la supresion de la Compañía de Jesus, despues de no pocas agitaciones interiores, solici

videncias contenidas en el breve, Clemente XIV prohibió en él á todos escribir ó hablar en pro ó contra de esa supresion y de las causas ó motivos de la misma. A pesar de esa prohibicion pontificia, el breve fué objeto de discusiones, críticas, reprobaciones y aplausos por todo el mundo. Adoptó el papa la forma de breve para evitar de esta manera las formalidades de una bula que hubiera exigido un consistorio, á fin de tomar parecer á los cardenales reunidos; paso muy espuesto, pues la mayor y mas sana parte del sagrado colegio, habria hecho oposicion no menos al decreto de la supresion que á los términos en que se habia redactado el breve y causales que se alegaban en él,

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