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existir cuando los hombres no realizan el derecho, ni están siquiera tranquilos en el suelo donde por primera vez alentaran.

De otra parte, los errores y faltas de pasadas administraciones que no miraban la gobernacion de las provincias de Ultramar sino como un medio de utilizarlas en favor de determinados intereses, por cierto poco legítimos, habian entibiado el sentimiento de la nacionalidad, y el nuevo Gobierno debia á toda costa levantarlo, satisfaciendo antiguos agravios; calmando el descontento que en alguna de esas provincias habia llegado á su colmo, y se manifestaba en un movimiento insurreccional; apagando disensiones que en las demás podian alcanzar sérias proporciones; satisfaciendo aspiraciones legítimas, y reduciendo á sus verdaderos límites la tarea del Gobierno, que no es en manera alguna la de explotar los pueblos, sino la de obtener su mayor bienestar y prosperidad posibles.

Era, pues, preciso emprender una grande obra, edificando sobre nuevas bases, y aceptando, á la manera que se hacia en la Península, nuevos principios más en armonía con el espíritu moderno; pero lo que nosotros habiamos hecho por nosotros mismos, á nombre de la libertad y del derecho, era imposible que lo hicieran las provincias de Ultramar por sus especiales condiciones, y debiamos limitarnos á colocarlas en situacion de cooperar á la obra: esto es lo que hizo el Gobierno de la Revolucion, llamando al seno de las Constituyentes Diputados de aquellas provincias que, bastantes adelantadas para ejercer las prácticas propias del régimen representativo, podian sin peligro ejercitar el derecho de elegirlos.

El Gobierno Provisional reconocia así explícitamente la necesidad de acometer la reforma del régimen político y administrativo de nuestras provincias de Ultramar, anticipándose á la accion del tiempo, y «emprendiendo con ánimo resuelto y decidido la obra iniciada con más ó ménos timidez por sus antecesores. »

¡Lástima grande es que los hechos no correspondiesen á tan levantada iniciativa! y que ya por esa misma timidez que se hace resaltar en los actos de la administracion pasada, ya por carecer de un criterio formado sobre las árduas y complejas cuestiones de Ultramar, ya quizás por el deseo de no proceder de ligero en materia tan grave, ó por otras causas, el Gobierno Provisional, excepcion hecha del primer paso dado en la senda de las reformas ó sea la convocatoria de Diputados, nada hiciese capaz de cambiar, ni en poco ni en mucho, el antiguo y absurdo régimen político y administrativo porque aquellas provincias se venian gobernando, limitándose altamente á poner en relieve los vicios de que adolecia el indicado régimen, y despertando en ellas esperanzas que no supo ó no quiso satisfacer.

¿Lo habria hecho más adelante? Eso es lo que no puede asegurarse; pero es lo cierto, que al advenimiento de la Democracia á la esfera del Gobierno y al encargarse uno de sus más calificados hombres de la cartera de Ultramar, la refor – ma no habia comenzado, y la única preocupacion del Gobierno respecto á nuestras posesiones ultramarinas, era por entonces la de vencer la terrible insurreccion que habia estallado en Cuba á raíz de la revolucion, aunque no causada por ésta, y que se enseñoreaba ya del Departamento Oriental y se corria hácia el Centro, amenazando extenderse al Departamento Occidental; es decir, que asolaba la mayor parte del territorio comprendido entre la Punta de Maisí y

el Cabo de San Antonio.

No entra en nuestros propósitos examinar este hecho, y ménos si hubo ó nó en sus comienzos desaciertos que lo agravaron; pero sí afirmarémos que esto aumentaba el pesado fardo, la enorme responsabilidad que echaba sobre sí la Democracia, que tenia así en sus manos la honra de España los destinos de la Revolucion de Setiembre, que seguramente no habria sobrevivido á la pérdida de nuestra floreciente Antilla.

y

Este estado de cosas dificultaba en cierto modo la obra de

reorganizacion que se proyectaba y aumentaba las probabilidades de que el partido que por primera vez en nuestro país formaba parte del Gobierno, perdiese su prestigio al abordar tan difícil empresa.

De otra parte, graves dificultades se dibujaban, aunque vagamente, que habian de entorpecer la marcha que el partido democrático se habia trazado en la cuestion de Ultramar, y que luego acentuadas, como se ha visto, la han paralizado por un momento. Elementos conservadores y reaccionarios aprovechando la necesidad que de ellos tenia el Gobierno para sostener la integridad del territorio en Cuba; alentados por éstos, aunque escasos en número en PuertoRico, y sostenidos en la Península y en las Córtes Constituyentes por un partido que usaba de la oposicion á las reformas como arma para combatir el radicalismo de la situacion, se pronunciaron por el statu quo, pidiendo el aplazamiento de éstas con ánimo de ganar tiempo y quizás hacerlas imposibles más adelante, y levantando desde el primer momento toda clase de obstáculos para vencer los cuales se necesita en verdad una grande energía, una confianza no menor en la fuerza del derecho y de la libertad; fuerza incomparable que empuja á las sociedades por las anchas vias del progreso y para la que jamás hubo dificultades insuperables, ni óbices indestructibles; contra la que nada pueden ni los Reyes, ni los Gobiernos, ni nádie; porque á nádie es dado cambiar y destruir las leyes inmanentes é internas de nuestra naturaleza; porque nádie, aun cuando muchos sean osados á ello con osadía loca, es capaz de evitar que se realice en la Historia y en la vida el progreso, esta aspiracion incesante y nobilísima de todo sér racional y perfectible.

Lo difícil, pues, de la tarea en sí, cualesquiera que fuesen las circunstancias en que se emprendiera; la insurreccion de Cuba y los manejos de los reaccionarios de todos matices, que aquí y allá trabajaban contra el planteamiento de las reformas, ponian á prueba á la Democrácia. Veamos ahora cómo ha salido de ella.

Estrechados por el hecho de la insurreccion los horizontes de la política ultramarina; habiendo de limitarse las reformas en nuestras posesiones de América á Puerto-Rico, toda vez que en Cuba desplegando aquella toda su fuerza, no podia pensarse en acometer tales reformas, hasta que estuviese dominado el movimiento insurreccional, y siendo así que en nuestras provincias oceánicas, como ménos preparadas para la vida de los pueblos libres, no exigian aquellas tanta premura, ni debian emprenderse hasta que la comision nombrada para su estudio emitiese dictámen, el Ministro de Ultramar fijó desde luego su atencion en la isla de PuertoRico, no sólo por hallarse en aptitud completa para recibirlas, por su cultura, por su moralidad y especialmente por sus sentimientos de adhesion á la nacionalidad española, sentimientos no entibiados, si no más bien acendrados por las desgracias que España ha sufrido, si no tambien por ser en ella de más fácil solucion la cuestion social. Las reformas en PuertoRico, eran hacederas; es más, no podian demorarse.

Sintiéndose en esta provincia todos los males de una organizacion viciosa y desmoralizadora, más tal vez que en otra alguna, bajo ciertos puntos de vista: con un completo conocimiento de sus aspiraciones y de sus necesidades, expresadas por sus representantes; bajo la influencia todavía incipiente, de elementos perturbadores y anti-nacionales, que habian de explotar toda detencion en favor de sus menguados propósitos y que debian neutralizarse, la justicia, el sentido político, todo aconsejaba emprender cuanto antes la reforma; pero una reforma profunda, radical, que arrancando desde el Municipio, base de toda sociedad, llegara hasta el Gobierno supremo que desempeñaba por delegacion las más altas funciones ejecutivas; que arreglase la empobrecida Hacienda, levantando el crédito y desarrollando los grandes elementos de riqueza que el país encierra; que acabase con la infamia de la esclavitud; que trascendiese, en fin, á todas las esferas de la vida social, política y económica de aquel pueblo.

Y en verdad que en este sentido llegó la Democracia á un punto á que nádie hasta ahora habia llegado.

El pensamiento que llevaba á las regiones del Gobierno, expresado en los primeros documentos emanados del Ministerio (D. n.o 1, 1.' parte) mostraba bien á las claras cuál era la línea que se proponia seguir. Este pensamiento se desenvuelve más por completo en el decreto creando la Junta informativa de Puerto-Rico (D. n.° 5, 1.a parte), en cuya exposicion se declara de una manera que no deja lugar á dudas, que aunque por efecto de la insurreccion se aplazan las reformas en la primera de nuestras Antillas, «< estaba el Gobierno decidido á llamar á las colonias al pleno goce del derecho y á la entera participacion en las grandes conquistas de la civilizacion moderna. >>

Y cómo?

Cambiando completamente su sistema político y administrativo.

Declarando y garantiendo los inalienables derechos de la persona.

Aboliendo la esclavitud y concluyendo con sus horrores y peligros.

Reconociendo de una manera completa y absoluta la vida municipal y provincial.

Descentralizando la administracion pública y dando á los cuerpos representativos locales, la más lata accion.

Arraigando la representacion pública, ya cerca del Gobierno superior de la provincia, ya del de la nacion.

Para realizar estos fines y cumplir « el deber de justicia. y el solemne compromiso de honor que la Revolucion de Setiembre contrajo con los Españoles de allende los mares », el primer paso que debia darse era dotar á Puerto-Rico de una Constitucion política, y nada más propio y más en consonancia con la consideracion de provincia española, que hacer extensivo á la isla borinqueña el Código fundamental del Estado, modificado, sin embargo, con arreglo á las peculiares condiciones de aquel territorio, á su especial modo de

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