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destruccion que han hecho, abrazando i llevando tantos pueblos, i degollando tanto número de españoles, niños i mujeres, que todo esto permite Dios por los agravios que hacemos a los «indios de paz i que toma Dios a los rebeldes por verdugos <«< nuestros para castigar tanto desórden como se ha usado i ɛe «< usa con los indios obedientes » (8).

Tales eran, entre otras, las razones en que el obispo fundaba la defensa de los indíjenas; i cualquiera conocerá en su esposicion la importancia que daba a este asunto i lo.mui preferente que lo creia. I recuérdese que esto lo escribia casi al llegar a su diócesis.

No era tampoco esa la única reclamacion que el señor Perez hacia con respecto a los naturales, ni los solos abusos que denunciaba a la solicitud del monarca español.

Comenzaba por entónces a introducirse otra costumbre cruel, contra lo que mas tarde habian de levantarse constantemente las protestas de los obispos de Santiago i que dió lugar a mas de un disturbio i a muchos litijios.

Acabamos de ver que la diminucion de los indíjenas había ido en Chile siempre en aumento con inmensa rapidez. De ahí resultaba que por falta de brazos las faenas del campo se hacian cada vez mas difíciles; pues, en el continuo estado de guerra en que Arauco mantenia al pais, todos los españoles i criollos se hallaban en la precision de tomar las armas por mas o ménos tiempo. Los trabajos agrícolas quedaban casi esclusivamente a cargo de los indios, los que, como acabamos de oir, no por eso estaban exentos de tomar parte en las campañas del sur. Llegó, en consecuencia, a ser una de las mas premiosas necesidades la de buscar quienes tomaran el cuidado de los campos i, como siempre, fueron los pobres indíjenas los que, para mantener a sus señores, se encontraron sometidos a un trato cruel e inícuo. Concluidos los naturales de los alrededores de Santiago, comenzaron los encomenderos a traer indios huarpes o guarpes,

(8) Carta del señor Perez al rei, de 20 de marzo de 1602.

que asi se llamaban los indíjenas de las provincias trasandinas de Cuyo i Mendoza. Los arrancaban de su patria, de su hogar i del seno de sus familias, cual no lo habrian hecho si fuesen esclavos, i los sometian en Chile al servicio personal. Se indigna el señor Perez al referir este abuso i no calla la crueldad con que eran tratados aquellos infelices: « cuando yo pasé la cordi«llera, esclama, ví con mis propios ojos muchos indios helados» (9). Para todos esos males espera del rei el remedio i le parece que, por, de pronto, lo que mas puede sujetar los abusos es el restablecimiento en Chile de la real audiencia.

¿Quién habria de decir entónces al señor Perez las contínuas desavenencias, el cúmulo de sinsabores que se preparaba a sí mismo con esa peticion que no tardó en ser escuchada por el rei? Si hubiera podido prever los acontecimientos, de seguro que el quinto obispo de Santiago no se habria empeñado en la venida de los que despues llegaron a ser sus implacables adversarios, de esos oidores a quienes tomó tal hastio el ardoroso anciano, que solo deseaba no encontrarse jamas con ellos, a ser ciertas las tradiciones populares, oríjen de historietas como la que refiere el señor Villarroel:

« Ocupo, dice éste en el lugar ya citado, una silla, casi caliena te, de un antecesor mio (entre él i entre mí ha habido un obis«po solo) tan poco aficionado a la audiencia de este reino i por <«<ella tan mal afecto a todos los oidores del mundo, que exami<< nando para órdenes un relijioso i hallándole poco aprovechado, «<le preguntó cómo siendo ya de edad habia estudiado tan poco? Respondióle que habia tomado la frailia con barbas i que en <«<el siglo no se habia ocupado en el latin sino en el arte de ma<«< rear: pidió el obispo un mapa, que tenia de ordinario en su «< estudio i díjole al relijioso: yo trato de irme a España, i no « quisiera ver oidores en mi vida: hágame aquí un derrotero, « por donde pueda ir sin ver un oidor, que no es poca gramáti<«< ca saber andar tres mil leguas, sin que en tanta distancia se

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(9) Carta del señor Perez al rei, de 20 de marzo de 1602.

«vea una audiencia: señalóle el puerto de Buenos Aires i el « Brasil, escala de Portugal, con que quedó el obispo contento i « el ordenante aprobado » (10).

Desde los primeros dias de su llegada hizo el señor Perez al rei otra peticion, que debemos recordar aquí para honra de quien la formulaba:

«Seria mui importante que en esta ciudad de Santiago hubie«se universidad: porque en ella hai cinco conventos mui princi« pales i relijiosos de muchas letras, i en ellos hai estudios de «< gramática, artes i teolojía i pueden acudir a esta universidad « los estudiantes de las dos gobernaciones de Tucuman i Rio de «la Plata i ansi no saldrán los mancebos del reino para «< Lima» (11).

Como se ve, mientras solo en la guerra pensaban todos en Chile, el obispo de Santiago dedica sus desvelos a la reforma de los abusos, a la defensa de los pobres indíjenas i a la difusion de las luces.

(10) Gobierno Eclesiástico Pacífico, parte II, question XI, artículo II. (11) Citada carta del señor Perez al rei, de 20 de marzo de 1602.

CAPÍTULO XIV.

LA CAMPAÑA DE 1601-1602.

Sale Rivera de Concepcion.-Funda dos fuertes: situacion que elije i motivos que lo determinan a escojerla.-Hace construir tres barcas.-Su plan: abandona el fuerte de Talcahuano.-Llegada del refuerzo de Buenos Aires: su oportunidad.-Atacan los indios el fuerte de Arauco.-Estratajema de la halsa.-Engaño de los del fuerte.-Frai Diego Rubio.-Enerjía i prudencia del castellano.-Finjen los indios un combate.-Atacan, por fin, de frente la plaza i son rechazados.-Capitanes que vinieron con los soldados de Buenos Aires.-Reune Rivera un consejo para consultar si irá en defensa de Villarica. Respuesta negativa.-Marcha Rivera en socorro de Arauco.-Encuentro de la cuesta de Villagra.-Destruccion de mieses i ranchos.-Proposiciones de paz. Socorro de Arauco.-Emboscada de Alvaro Nuñez de Pineda.Atacan los indios de Catirai el fuerte de Jesus i son rechazados.--Recurren al ardid.-El capitan Gonzalo de Becerra.-Viene el cacique principal i pretende hablar con él.-Las lágrimas del cacique. La sorpresa.-El alférez Juan Moreno. La salvacion del fuerte.-Correrías de Rivera i Cortés en las comarcas vecinas.-Fundacion del fuerte de Santa Fe de la Rivera.-Entradas de los indios: mirada retrospectiva.-Ataque a Talcahuano; gloriosa defensa i cara victoria.-Ataque i destruccion del fuerte del Tomé.-Ataque del fuerte del Nuble; persigue Martin Muñoz a los asaltantes i los despedaza.- Llegan coyuncheses i catirayes hasta la Estancia del Rei.-Prepárase una gran sublevacion. Muerte de Francisco de Gándara.-Proyecto de los conspiradores. -Denuncia un indio la conspiracion al co:rejidor Juan Ruiz de Toro.-Este pide ausilio a Rivera. Acude Rivera i dispersanse los conjurados.-Pone en libertad a los que habia aprisionado Ruiz de Toro.-La queja del ajus ticiado. Ejecución de otros siete. Traslacion del fuerte de Lonquen. Fundacion del de Las Congrejeras.-Correrías en los alrededores de Concepcicn.-Llegada de dos barcos.-Lo que traia el del Perú.-Plumas, papel i tinta Valor del cargamento.-Dinero efectivo.-Envía Rivera a Valdivia algunos víveres i veinticinco hombres de refuerzo.

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Alonso de Rivera «hizo maestre de campo a don Diego Enriquez i matriculó la jente, i, hallándose con doscientos i «sesenta españoles, salió a 23 de diciembre de 1601 » (1) de

(1) Rosales, libro citado, capítulo XXI.

Alonso de Rivera, en el número 15 de las Instrucciones que el 15 de ene ro de 1602 dió a Domingo de Erazo, dice que partió de Concepcion para el Biobio el 24 de diciembre; pero el citado Resúmen de la Informacion levantada el 17 de setiembre de 1601 confirma la relacion de Rosales, asiguando el 23 de diciembre como fecha de la partida de Rivera.

H.-T. II.

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