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CAPÍTULO XIX.

EL SEÑOR LIZARRAGA I EL CONCILIO LIMENSE DE 1601.

Mala opinion en que el regalismo de la corte tenia a Santo Toribio.-Aprovéchase de esto el obispo de La Imperial para impedir la celebracion del concilio. El concilio de Toledo de 1582.- Asiste a él el marques de Velada como representante del rei. Mandan de Roma que se borre su nombre de las actas.-Respuesta del arzobispo de Toledo.-Breve de Gregorio XIII.-Convocacion del concilio limense.-No asiste ningun sufragáneo. Nneva convocacion.-Están en Lima los obispos de Panama i La Imperial.-Pide el señor Lizarraga al arzobispo que obtenga la real aprobacion i el nombramiento del representante del monarca, Contestacion de Santo Toribio. Insiste el obispo.-Hace intervenir a la autoridad civil.-La opinion de los teólogos regalistas.-¿Resistirá el arzobispo?-Descomedido lenguaje del señor Lizarraga.-El fiscal real toma cartas en el asunto.-Inutilidad de estos recursos. Señala dia el arzobispo para que se celebre la sesion preparatoria.No asiste el obispo de La Imperial.-Nueva citacion i nueva desobediencia, -Auto del arzobispo en que por tercera vez ordena al señor Lizarraga que comparezca.-Negativa i protesta del obispo de La Imperial. - Injurias que, escribiendo éste al rei, prodiga al metropolitano.--Falsa idea que del señor Lizarraga dan los cronistas de su órden.-Retarda Santo Toribio la reunion del concilio,-Servil adulacion i perfidas insinuaciones del obispo de La Imperial.-Llega a Lima el obispo de Quito i se celebra el concilio, sin que asista el señor Lizarraga.-Tiene solo dos sesiones sin importancia,-A qué debe atribuirse esto.

Diversas causas, que hemos referido en Los Orijenes de la Iglesia Chilena, habian hecho al santo arzobispo de Lima mas que sospechoso ante la corte de España de ideas contrarias al regalismo que ésta profesaba. A pesar del profundo respeto que la eminente virtud del prelado inspiraba a todos, habia sido sometido a pública i humillante reprension por haber acudido al papa, denunciando abusos del gobierno español en sus relaciones con la Iglesia i pidiendo remedio.

El señor Lizarraga se propuso utilizar la mala opinion en que

santo Toribio era tenido en la corte i el regalismo de los consejeros de Felipe III i, sin salir de la convocacion del concilio encontró mui buen terreno para colocar sus baterías i, atacando al metropolitano, impedir la reunion de la asamblea.

Veamos cómo.

En 1582 se habia celebrado en Toledo un concilio provincial presidido por el cardenal Quiroga, arzobispo de esa ciudad i primado de las Españas. Concluido el concilio, lo remitió el cardenal, en julio de 1583, a la santa sede para su aprobacion. Gregorio XIII lo aprobó en el siguiente año, despues de hacer algunas modificaciones, entre las cuales hubo una que en España fué mirada como mui importante i no aceptada por el cardenal Quiroga sino despues de alguna discusion. Habia asistido al concilio, en calidad de representante de Felipe II, el marques de Velada i su nombre figuraba dos veces en las actas de la asamblea. El cardenal Boncampagni, el 10 de setiembre de 1584, en carta eserita al efecto, encargó al arzobispo de Toledo que borrase en las actas el nombre del real enviado; porque la Iglesia habia concedido permiso a los príncipes para asistir a los concilios ecuménicos, pero no a los particulares. El 15 de noviembre contestó el cardenal Quiroga una larga i erudita carta, en la cual da las razones que el concilio tuvo en vista para admitir a Gómez de Avila, marqués de Velada, a sus sesiones e insertar en las actas su nombre. Pero la santa sede insistió: de nuevo el cardenal de San Sixto escribió al arzobispo con fecha 25 de enero de 1585 i Gregorio XIII, el 26 del mismo, espidió un breve, carta i breve en los cuales se condenaba la asistencia del legado real i se mandaba borrar su nombre de las actas conciliares. Asi se hizo.

En esto vió el señor Lizarraga el apetecido medio de retardar la celebracion del concilio convocado por santo Toribio i, en consecuencia, de quedarse algun tiempo mas en Lima, con la esporanza de que se aquistara el sur de Chile i se disminuyeran los peligros de su mansion en nuestro suelo.

El plazo de los siete años, al fin de los cuales debía celebrar

se el concilio provincial, espiraba en 1598, porque el último se habia reunido en 1591. Santo Toribio convocó, pues, a sus sufragáneos para el dia 5 de marzo de 1598, en que de nuevo debian reunirse en sínodo provincial a fin de cumplir con lo dispuesto por el de Trento i proveer a las necesidades de esta parte de la Iglesia Americana. Pero el dia designado no estaba en Lima ninguno de los sufragáneos: los dos obispados de Chile se hallaban vacos; el obispo del Paraguai emprendió el viaje, pero murió antes de llegar a su término (1); el de Tucuman, don frai Fernando Frejo de Sanabria, estaba gravemente enfermo (2); el del Cuzco se veia en la imposibilidad de asistir, i el mal estado de su salud lo obligaba a pedir un ausiliar (3); ignoramos la causa de la no asistencia de don Alonso Ramirez de Vergara, obispo de Charcas, que murió dos años despues de la celebracion del concilio.

Otra vez los convocó santo Toribio para 1599: don Antonio Calderon, obispo de Panamá, llegó el primero a principios de 1600 (4). Como tambien se encontraba en Lima el señor Lizarraga, el arzobispo creyó conveniente no aguardar mas i comenzar el concilio con esos dos sufragáncos.

Aquí principian las intrigas del obispo de La Imperial. Es el mismo señor Lizarraga quien se encarga de contar lo sucedido i en sus palabras, aduladoras para el rei, descomedidas para su metropolitano, fundamos nuestros asertos.

Principió por decir a santo Toribio que debia avisar al rei i aguardar, para la celebracion del concilio, que llegara su benc

(1) Acta del quinto concilio limense, tercero de los celebrados por santo Toribio.

(2) Id. id.

Montalvo, el recopilador de las actas de los concilios celebrados por fanto Toribio, cree que este obispo murió de la enfermedad que le impidió asistir a la reun'où; pero el señor Sarabria gobernó hasta 1614 la Iglesia de Tucuman. [Véase Alcedo en su DICCIONARIO JEOGRAFICO, artículo TcCUMAN].

(3) Alcedo, obra citada, artículo Cuzco.

(1) Citada carta del señor Lizarraga al rei, fecha a 15 de julio de 100. Está publicada entre los documentos de LoS ORIJENES DE LA IGLESIA CHILENA, número 15.

plácito i el nombramiento de su representante. El arzobispo le hizo presente que el concilio de Trento, lei del Estado, imponia la obligacion de celebrar periódicamente sínodos provinciales i que, a mayor abundamiento, tenia cédulas de Felipe II, en las cuales le recomendaba no olvidase el cumplimiento de tan importante deber. El obispo replicó que todo estaria mui bien; pero que Felipe II acababa de morir (setiembre 13 de 1598) i « Vuestra Majestad (dice al rei) comienza ahora su felicísimo gobierno i es justo i mas es necesario dar a Vuestra Majestad « cuenta i esperar su respuesta i beneplácito, porque de otra suerte no cumplimos con las obligaciones de buenos vasallos. » I ademas, siempre quedaria en pié la dificultad de no haberse nombrado «quien en vuestro real nombre asista.» (5).

No se contentó don frai Rejinaldo con presentar observaciones al arzobispo. Recurrió, sin duda, a las autoridades civiles para que intervinieran; puesto que las reflexiones hechas por el obispo a santo Toribio fueron reiteradas a éste por el virei, quien se dirijió tambien al provisor del arzobispado, a fin de convencerlo de la necesidad de obtener el beneplácito réjio i el nombramiento de delegado. El provisor siguió en todo la misma línea de conducta que el arzobispo.

Llegó el turno a los teólogos regalistas; se les pidió opinion en el asunto para convencer a santo Toribio, i « todos los teólo«gos, doctos i canonistas le aseguran la conciencia que no ofen« de en esperar la órden i respuestas de Vuestra Majestad i « nombramiento de persona, ántes ofende en lo contrario. »

Con tantas autoridades, ¿cómo no aguardar que cediera el arzobispo? Encontraba oposicion i oposicion tenaz en uno de los dos obispos que estaban en Lima; el virei declaraba su conducta en pugna con los derechos i prerrogativas de la corona; i tras éstos venian teólogos i canonistas a reforzar con la autoridad de su palabra la oposicion del obispo i las observaciones del virei.

(5) Id. id. Cuantas palabras copiemos o circunstancias refiramos sin citar fuente alguna pertenecen a la menciotnada carta.

Aunque en su lenguaje descomedido decia el señor Lizarraga que para convencer al arzobispo nada valian las razones, porque apprehende inmoviliter, con todo, no podia ménos de lisonjearse con la esperanza de que tantas cosas reunidas le impedirian pasar adelante en su propósito. Asi, cuando ve que no bastan, cuando sabe que santo Toribio se halla resuelto a desoir cualquier voz que no fuera la del deber, muestra a un mismo tiempo su dolor i su despecho: « No hai remedio, » esclama; no es posible traerle a razon.»

Se equivocaria quien creyera, al leer estas palabras, que el señor Lizarraga se resignó a la celebracion del concilio. Léjos de resignarse, echó mano de un recurso que lo constituia en abierta lucha con su metropolitano, ya que éste no podia ignorar de dónde le venia el golpe: buscó la intervencion del fiscal: «El fiscal de Vuestra Majestad les ha hecho (al arzobispo i «provisor) un requirimiento i se hará otro. »

Tiempo perdido: tampoco cedió el arzobispo ante las amenazas: a pesar de todo, el señor Mogrovejo designó el juéves 4 de julio de 1600 para la primera sesion preparatoria e hizo citar a los dos obispos.

El de La Imperial se abstuvo de comparecer al llamado de su metropolitano.

Pasó una semana i el jueves 11 volvió el arzobispo a mandar citar al señor Lizarraga para que en esa misma tarde fuese a la sala del capítulo de la iglesia catedral, porque iba a comenzar el concilio: « respondíle, dice el obispo, cómo le habiamos « de hacer ni comenzar sin habernos comunicado, ni tractado, ni « prevenido lo necesario. »

Quizá conservaba esperanzas santo Toribio de que su voz, si mandaba con enerjía i precision, no seria desoida por el obispo de La Imperial; dos dias despues, el sábado 13 de julio, espidió un auto, en el cual ordenaba formalmente al señor Lizarraga que asistiera esa misma tarde al lugar ya designado para comenzar el concilio.

No solo le desobedeció el obispo sino que le presentó un es

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