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nos, lo cual muelen ellos mismos a fuerza de brazo, no sin tra«< bajo (aunque quisieran tener mucho que moler) sobre unas «piedras encavadas con otras menores al uso de los indios, lo «< cual molido cuecen en agua simple; pues no solamente no tienen otro mantenimiento, pero ni aun sal que dé sabor a tan pobre i tasada racion. I cuando esto se acaba, por no tener << otro recurso de que valerse es cosa lastimosa lo que obliga a « comer la intolerable hambre, a la cual (como a enemigo tan poderoso) no hai ánimo, valor ni cosa fuerte que no se rinda. «No diré lo que en tales tiempos he oido decir que han padecido soldados en fuertes de aquel reino, sino solamente lo que a mí me ha pasado con los que tenia a mi cargo, en el que dije me combatieron los enemigos; porque llegado el tiempo en que « se acabaron las tasadas raciones de trigo i cebada, ordené al principio que, de dos compañías que conmigo tenia, saliese cada «dia la una a los infructuosos i estériles campos a traer cardos, « de los que en España suelen dar verde a los caballos, que era «la cosa mas sustancial que en ellos se hallaba, i acabados (no con poco sentimiento de los soldados) cargaban de otras yer«bas no conocidas, de que me enfermaban algunos, i los sanos «ya no se podian tener en pié. Salia yo cada dia en un barqui«<llo que allí tenia, i iba el rio arriba, de cuyas riberas traia «< cantidad de pencas de áspera comida, de unas grandes hojas « mayores que adargas de una yerba llamada pangue, cuyas raices sirven allá a los nuestros de zumaque, para curtir los cue« ros. La particion de las cuales pencas era menester hacerla siempre con la espada en la mano, porque sobre el comer « mostraban ya atrevimiento los soldados i falta de respeto. Lle«gó finalmente el estremo de la hambre a tales términos, que «no quedó en el fuerte adarga ni otra cosa de cuero, hasta venir « a desatar de noche la palizada de que era hecho el fuerte, para « comer las correas de cuero crudio de vaca i podridas de sol i «agua, con que estaba atado el maderame (que como en otras partes he dicho, los tales látigos o correas son los que sirven « allá de sogas), i aunque se vivia con cuidado haciendo mirar

H.-T. II.

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«<los soldados que iban de noche a la guardia de la muralla, que << no llevasen cuchillos ni aun espada mas de unos gorguses o <«< chuzos, con todo ello sucedió que una mañana amaneció el << fuerte en veinte i tantas partes desatado i abierto, por lo que « tuve soldados mui honrados en prisiones, i a otros que los ha«llaba asando las correas debajo el rescoldo del fuego.

« Solia matar con una escopeta algunos perros campestres (de

« que hai mas de los que quisieran los nuestros en aquella tierra) los cuales se llegaban de noche al fuerte, i no faltaban <«< soldados i aun mas que soldados, que los asaban i comian.

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« Pues los heridos i enfermos que allí tuve, ya tengo dicho <«< cuán faltos vivieron i yo con ellos de sacramentos, cirujano, <«< medicinas i de comida de alguna sustancia; pues careciendo de « todo espiritual i corporal socorro, se me murieron allí el ya « dicho sarjento Gabriel Malsepica, i otros no ménos valientes « soldados, retirados con heridas que habian sacado de algunas « emboscadas de los indios yendo a escoltas.

Despues de lo dicho, apretando mas la hambre i necesidad « en el fuerte, donde por comer los soldados me pedian pedazos « de cuero de vaca crudios, diciendo que eran para hacerse « abarcas de algunos cueros, que tenia reservados para reparos a del fuerte, i lo que era peor que se hartaban de unos cardones « gruesos no conocidos de perversa dijestion, de que se murieron «dos sarjentos reformados mui honrados » (23).

(23) Gonzalez de Najera, pájinas 336, 337, 338 i 310.

CAPÍTULO XXIII.

FIN DE LA CAMPAÑA DE 1602-1603.

La desmoralizacion de la tropa en Santa Fe.-Los soldados venidos de España i los del Perú.-Buena conducta de los primeros.-Funestos ejemplos dados por los otros. Diego Palacios se pasa al enemigo.-El sarjento Salazar se pasa tambien al enemigo, es hecho prisionero i ahorcado. Loco intento de fuga de tres soldados. - El alférez Simon Quintana.-Confabulase con once soldados para fugarse.-Descabellado proyecto. Descubre Gonzalez de Najera el complot.-Son ajusticiados Simon Quinteros i Pedro Martin.-El capitan Juan de Reinoso, el alférez Montalvo i don Juan de Vivas de las Cuevas proyectan fugarse con otros. — Rivera procura impedir la fuga i nó castigar a los culpados.-Prudencia de esta determinacion.-El verdadero remedio.-Guarnicion de Santa Fe.-Recorre el gobernador tres provincias rebeldes. Poco fruto de estas correrías. Pedro Cortes en Peterebe. Sigue Rivera sus correrías hasta Molchen - Vuelve a Concepcion.-Su casamiento con doña Ines de Córdoba i Aguilera.-Lei que se oponia a este acto.-Precauciones que tomó Alonso de Rivera; cómo defiende ante el rei su matrimonio. -Regalo de bodas que hace a Concepcion.-Saca del ejército i establece en Concepcion a varios artesanos.-La Estancia del Rei.-Escasez de recursos en la colonia.-Nuevas correrías en tierras enemigas.-Resúmen de sus resultados.-Buena medida con que procura atraer a la paz a los rebeldes.-Espulsa del ejército a las camaradas.-Busca la compañía de varios relijiosos.-Manda levantar un minucioso censo de indios 1 españoles.

Cuando Alonso de Rivera llegó a Santa Fe, el bizarro comandante del fuerte no deploraba solo el mal causado por los indios. Habia empezado a cundir otro mas peligroso i de mas funestas consecuencias: la desmoralizacion de la tropa.

En verdad, unidos los ataques de los indios a los muchos padecimientos soportados durante el invierno de 1602 por los defensores de Santa Fe, eran mui capaces de desanimar al hombre mas valeroso i constante. En el fuerte, como en las demas

partes de Chile, habia de dos clases de soldados: los venidos directamente de España i los venidos del Perú, i, como siempre, fué en aquella ocasion mui distinta la conducta observada por unos i por otros. Mientras « con todo esto i su desnudez i traba«jos i haber recibido muchas heridas en defensa de aquellos « fuertes...... ninguno de todos estos (los venidos directamente « de España) ha intentado huirse hasta agora ni irse al enemigo» (1), los del Perú daban el funesto ejemplo de la deser

"

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cion.

Alonso de Rivera, en carta de 9 de febrero de 1603, refiere al rei varios casos.

Un mestizo, natural de Potosí, llamado Diego Palacios, que habia caido prisionero de los indios en la fatal espedicion de Juan Martinez de Leiva, espedicion que costó la vida a este jefe i a tantos españoles, rescatado i atendido en el ejército hasta el punto de alojarle con el capitan de su compañía, se fugó a fines de enero de 1603.

« Me vino un dia, agrega Gonzalez de Najera (que tambien « refiere éste i los otros casos), a pedir licencia en el mismo fuer«te, para ir a las espaldas dél a cortar un haz de carrizo para « aderezar su barraca, el cual venia con su arcabuz al hombro i «< cuerda encendida, i diciéndole que no fuese solo aunque era tan « cerca, me dijo que sus camaradas iban con él de la misma ma« nera apercibidos, i dándole la licencia, se fué sólo i se pasó a « los enemigos, donde quedaba cuando partí de aquel reino, uno « de los mayores corsarios dellos » (2).

Tambien se pasó al enemigo un sarjento « reformado, llama« do Salazar, (continúa hablando Gonzalez de Najera) de parti«<culares i buenas habilidades, el cual, despues de haber estado « algunos meses entre los indios de guerra, viniendo con núme«ro dellos a hacer cierto robo a otro fuerte nuestro fué preso

(1) Citada carta de Alonso de Rivera al rei, fechada en Rio Claro el 9 de febrero de 1603.

(2) DESENGAÑO I REPARO, etc., pájina 340.

de los españoles, al cual mandó ahorcar el gobernador » (3). No todos los que huian llevaban, sin embargo, el intento de pasarse al enemigo: muchos, la mayor parte, pretendian solo librarse de las penurias de Chile e irse al Perú o a Buenos Aires. Los descabellados proyectos que formaban manifiestan el estremo a que habia llegado su desesperacion.

«Se me iban, dice siempre Gonzalez de Najera, otros tres sol«dados aun por mas mal fundado camino i designio, que era en « un barco por el rio abajo, a cuya ribera estaba el fuerte, hasta « que los metiera en la mar por donde pensaban irse al Perú, « quinientas leguas de navegacion, a donde de tal manera suelen <«<huirse otros muchos, pero con mejor aparejo del que éstos llevaban, en lo cual no solo habia dificultades, pero mil imposi«bles; los cuales soldados cojí, como dicen, en el hurto, pues los hallé embarcados en el barco la noche

«huirse (4).

que estaban para

Esta intentona de fuga venia despues de otra mas importante i relativamente numerosa, encabezada por el alférez Simon

Quinteros, «que pocos dias antes habia estado con la soga a la « garganta por haber pretendido fugarse con otros dos soldados (5), i en quien, como se ve, no producia enmienda el perdon. Este alférez Quinteros era natural de Güelva, habia venido con la tropa de Quito i pertenecia a la compañía de don Francisco de Alba i Norueña (6).

Logró reunir once soldados que, de acuerdo con él i bajo sus órdenes, debian emprender la fuga: de los once, nueve habian venido a Chile en el refuerzo traido del Perú por don Juan de Cárdenas i Añasco (7). El proyecto era irse, pasando la cordi

(3) DESENGAÑO I REPARO, etc., Jugar citado. Rivera no habla de este hecho.

(4) DESENGAÑO I REPARO, etc., lugar citado.

(5) Citada carta de Rivera, de 9 de febrero de 1603.

(6) Estos datos los encontramos en la LISTA DE LOS SOLDADOS QUE QUISIERON HACER FUGA.

(7. He aquí los nombres de esos soldados, segun los encontramos en la LISTA citada en la nota precedente:

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