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Perú, habrian conocido que nunca habia llegado a estas playas mas notable militar.

Natural de Ubeda, se dedicó Rivera desde los primeros años a la carrera de las armas (1), consiguió elevarse desde soldado hasta los principales puestos del ejército en las guerras de Flándes i de Francia, i cuando llegaba a Chile hacia ya muchos años que, habiéndose abierto camino con la intelijencia i el valor, ejercia « oficios, » como él dice, en los reales ejércitos de España.

Era entonces la madre patria la primera nacion guerrera de Europa i, para distinguirse en sus victoriosos tercios i mandar en ellos, necesitaba un soldado, no solo intelijencia i valor, sino tambien, de ordinario, no comun instruccion. Todo se encontraba reunido en Alonso de Rivera que, no contento con adquirir los conocimientos que en aquella época bastaban al hombre no dado a las letras, se dedicó al estudio de las matemáticas, « para hacerme, dice él mismo al rei, mas capaz de ser« vir a Vuestra Majestad en mi arte; porque, asi como un pre«dicador no lo puede ser consumado sin ser teólogo, tampoco « un soldado puede ser perfecto sin ser matemático » (2).

La carta de que tomamos estas líneas nos suministra tambien preciosos datos acerca de la carrera militar del nuevo gobernador de Chile i, por mas que en ella haga su propia biografía, el testimonio de Rivera es irrecusable; pues habla al rei de hechos notorios i cita en apoyo de sus asertos a personas que rodeaban al monarca i habian sido actores en los sucesos a que alude. Cediéndole en esta ocasion la palabra, tendremos la doble ventaja de conocer las hazañas del militar i el estilo del narrador.

(1) HISTORIA DE CHILE de Miguel de Olivares, pájina 314 del tomo IV, de los HISTORIADORES DE CHILE.

(2) Carta de Alonso de Rivera al rei, escrita en Santiago del Estero el 16 de marzo de 1607.

A esta carta pertenecen las palabras que copiaremos en todo el presente capítulo i de ella sacamos los demas datos acerca de los antecedentes de Alonso de Rivera. Aunque encontramos datos en otras de sus cartas, en ninguna entra en tantes pormenores como en ésta.

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Desde el principio se señaló con actos que lo habian de distinguir entre todos: « En el sitio de Mastié, dice, siendo solda«do del maese de campo don Lope de Figueroa, hice mui par«<ticulares servicios a Vuestra Majestad: cuando se tomó el torreon de la Puerta Bruselas fuí el primero que entré en el « dicho torreon i lo fortifiqué i despues fuí el primero que entré « en la villa por mi parte. » Ante la ciudad de Amberes, «sien« do sarjento de don Pedro de Luna, el dia del contradique me << encargó el coronel Cristóbal de Mondragon que arremetiese a <«< la fortificacion, que el enemigo tenia hecha en el dicho contradique, por la banda de la estacada con ciertas picas que me dió «para este efecto. I fuí el primero que llegó a pelear con el enemigo. Desta vez fuimos rebatidos con pérdida de algunos soldados i luego volví a arremeter segunda vez i fuí el prime«ro que llegué i entré en la dicha fortificacion de los enemigos, «< peleando con ellos, donde quedaron degollados mas de tres mil i les ganamos cien bajeles i cachuchas i galeotas i otras. «barcas. I mediante esta victoria se ganó la villa de Amberes «que hacia dieziocho meses que estaba sitiada, que tanto importó « para el servicio de Vuestra Majestad.

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«En la bateria de la villa de Corbiè, en Francia, la fuí a re« conocer por órden del duque de Parma con otros tres alféreces « reformados, como yo lo era, i fuí el primero que subí; tras mí « Alonso de Mercado, gobernador que fué de Puerto Rico, i los «otros dos se quedaron en el foso. I mediante haber reconocido. « bien i dado buena relacion de la fortificacion que el enemigo tenia, se tomó la dicha villa en aquel propio dia. »

Con la importancia de los destinos que desempeñaba en el ejército aumentaba tambien la de sus servicios:

«En el sitio de Cales (Calais), teniendo yo las trincheras a « cargo, por ausencia de mi maese de campo don Alonso de « Mendoza, a tiempo que se iban cerrando para quitar el soco«rro de la mar con mucha prisa i cuidado, porque estaba el ar«mada del enemigo ancorada sobre nosotros a poco mas de tiro « de cañon, a la hora de medio dia, cuando subia la marea, sa

»>lieron diezisiete barcas grandes, cargadas de jente de la dicha « armada para entrar de socorro en la dicha villa. I comenzaron « a gran priesa a caminar la vuelta della, que causó en todos «nuestros cuarteles mucho alboroto, por ver que el dicho soco«<rro se entraba sin poderse remediar al parecer. E yo hice to« mar las armas a la jente de mi cargo i les dije que se echasen « a la mar a defender que el dicho socorro no entrase, con otras « palabras para animarles i darles a entender del daño que era <«< al servicio de Vuestra Majestad.

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-Donde quiera que vamos, hémonos de ahogar! «Yo le dije, tambien en voz alta:

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« I con mi espada en la mano me eché al agua i todos tras mí, i nos fuimos derechos a las barcas, tirándoles muchos arcabuzazos i mosquetazos. I fué esta determinacion de tanto efec« to que bastó para que el enemigo se volviese a su armada. I « luego a la noche siguiente, por advertencia i aviso mio, se pu« sieron en las cabezas de la canal de la entrada del puerto al « pié de dos mil hombres, a mi órden los que estaban de mi « parte, i los que estaban en Resuan, que era de la otra parte de <«< la canal, a órden del maestre de campo don Luis de Velas«co (3); mediante el cual hecho i prevencion no entró el dicho

(3) El consejo de Alonso de Rivera no fué adoptado tan fácilmente como podria creerse al leer esta carta del gobernador de Chile El mismo, escribiendo el 28 de abril de 1613, al marques de Montes Claros, virei del Perú, cuenta las dificultades que hubo de vencer para que predominara su opinion.

Hé aquí el aparte de la carta de 28 de abril de 1613, a que nos vamos refiriendo:

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"En la toma de Cales le fué a decir mi maese de campo [al señor archi"duque Alberto] que cierta cosa que yo le habia propuesto era disparate; i cuando yo la propuse, tambica me lo dijo a mí. I yo le respondi que no era sino mui grande ac erto i que le requeria de parte de Dios i del "rei que diese parte a su Alteza dello para que se ejecutase, porque si nó no habíamos de ganar la vila i que habia de entrar el socorio. I dió "noticia dello i me envió a llamar de'ante de muchos señores del Conse"jo de Guerra i de Estado i me preguntó lo que decia i yo se lo dije I "aunque tuve contradicciones se resolvió su Alteza en que yo lo ejecutase "i me mandó dar todo lo que pidiese. I con esto estorbé aquel'a noche la "entrada del socorro i por esto se ganó la villa. "

socorro, aunque lo intentaron aquella noche. I lo estorbó la « dicha jente que estaba en las cabezas, donde les dimos una

gran carga de arcabuzazos i mosquetazos, con que volvieron «mui mal parados sin pasarse mas que una sola barca. I se tomó « el burgo i despues la ciudadela por asalto, siendo yo el capi«< tan que la tomó i rindió; i con esto quedó todo por de Vuestra Majestad. I hice en este sitio otros muchos i particulares servicios, que dejo de contar por escusar prolijidad i porque lo <«< saben mui bien personas que están en esa corte i reales consejos.

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Pero sobre todas sus hazañas, apreciaba Alonso de Rivera la parte importantísima que le cupo en la victoria de Dorlan (Dourlens). De las diversas relaciones que él hace de este hecho de armas, tomamos la mas circunstanciada:

«Sobre la villa de Dorlan, teniendo la entrada el conde de « Fuentes con el campo de Vuestra Majestad, la vino a socorrer <«<el daque de Bouillon i el mariscal de Villar, los cuales con « su campo se arrojaron a la vuelta de nuestros cuarteles con la « caballería i la infantería, que era la jente que venia para en«trar en la villa, con algunas carretas cargadas de municion mui «bien aderezadas; se arrojó a la trinchera por la orilla del rio, « pensando por allí poder entrar, como lo hicieran sino lo ha«<llaran reparada con fuertes bien guarnecidos de jente. I visto « que en la primera arremetida no pudieron entrar, comenzaron « a retirarse por dó habian venido. I la caballería, que estaba peleando con la nuestra mui cerca de nuestros escuadrones i «< cuarteles, visto que su infantería se retiraba, se comenzaron «<ellos a retirar tambien poco a poco, amparando su infantería «por no perderla. I el campo de Vuestra Majestad, luego que <«< se tocó al arma, se habia puesto en escuadron i se estaba que« do sin cargar al enemigo, sino solamente con la caballería len«tamente. I el enemigo, viendo que nuestra caballería no le cargaba, juntamente con la dicha caballería, teniendo por ga« nada la victoria, se iba separando i retirando poco a poco, solo « a fin de sacar nuestra caballería afuera, la cual tenia por rota

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«en teniéndola apartada de nuestros escuadrones de infantería. « Conociendo yo esto, me aparté de una manga que llevaba a <«< cargo i fuí a hablar a M. de Rona, maese de campo jeneral de «< nuestro real ejército, que estaba en el escuadron volante con «don Agustin Mejía, al cual le dije que alguna tropa de infan« tería fuese a dar calor a nuestra caballería i abrir portillo en «la del enemigo para que la nuestra la rompiese, i el enemigo « se retiraba poco a poco para amparar la infantería i no dejar«la, i que demas de esto seria bien nuestra infantería fuese, por « si acaso el enemigo volviese a cargar a nuestra caballería que « tuviese reparo. A lo cual me respondió M. de Rona con pala«<bras breves en lengua francesa i aun con algun enojo: que me « vclviese a mi plaza.

<< I yo le respondí en voces altas que todos lo oyeron:

<«< -Pues Vuestra Señoría lo manda, yo me volveré; pero hoi « se deja de hacer un gran servicio a Dios i a Su Majestad en «no degollar esta jente que va perdida!

<«< I él me respondió en su lengua francesa, como haciendo « burla:

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-¿Asi tan fácil os parece romper esa jente?

« Yo dije que sí i que me dejase pasar con la tropa, pues es« taba a mi cargo, que yo haria portillo en ella para que nues<«< tra caballería les hiciese pedazos. I asi me dijo con desden que « fuese i don Agustin Mejía me agregó la mosquetería del es« cuadron volante. Con la cual i con otras dos compañías mas « de arcabuceros i cien valones i borgoñones i mi compañía, que « por todos fueron quinientos hombres escasos, me fuí la vuelta «< del enemigo. I cuando llegué a nuestra vanguardia, donde « andaba una escaramuza bien travada de nuestra caballería i « de las corazas del enemigo, encontré allí al comisario jeneral « de la caballería, que la llevaba a cargo, i le dije:

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-¿Cómo no degollamos a éstos?

Respondióme que no tenia infantería, i le dije:

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Yo estoi aquí, que seguiré a Vuestra Merced hasta el «cabo del mundo!

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