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Don Luis de Velasco, despues de la venida de Alonso de Rivera, habia enviado a Chile tres mil quinientos pesos i no poca pólvora i municiones; atendió tambien el pedido que le hizo Rivera de ropa para el ejército i de que mandase otro barco en lugar de la galizabra que habia en Chile, la cual no servia para la navegacion de estas costas (20), i apoyó ante el rei casi todas las pretensiones del gobernador de Chile. Especialmente apoyó a éste en que hubiese en el reino mil quinientos hombres i son curiosas las condiciones en que deseaba que viniesen: «< Con«siderando el estado en que aquello (Chile) está i las poblaciones «que se deben hacer, como he referido, parece que hai necesidad « de traer ordinariamente en campaña, mientras la guerra dura« se como agora va, mil i quinientos hombres idóneos para cualquier efecto. I para conservar entero este número, supuesto que algunos mueren o huyen i otros están enfermos i que • los que de aquí se le han enviado i vinieron del reino muchos ◄ se le han consumido, es necesario que, siendo Vuestra Majes<< tad servido, se le envio la cantidad que pide o la mayor parte « dellos, con advertencia de que no sean soldados viejos ni de « presidios, por justos respetos que se pueden considerar, sino « visoños, con capitanes i oficiales que durante el viaje los pue« dan disciplinar. I que hasta la mitad fuesen trabajadores, es « decir, labradores i trajesen rejas, azadas i otros instrumentos de cultivar la tierra, que la de allí es tan fértil que los aficionará a quedarse en ella. I los unos i los otros han de traer ar• cabuces i entre ellos algunos mosquetes, espadas i las cosas que "pudieren para hacer a ambas manos cuando viniere la ocasion. « I en ninguna manera vengan por Tierra Firme porque será <mucho la costa i se quedarán en el Perú los mas, sino que po«drán venir en dos o tres galeoncetes de trecientas a cuatrocientas toneladas, por el Paraguai, que son los mas aptos para aquella navegacion, midiendo el tiempo que lleguen a Buenos

«

(20) Carta de don Luis de Velasco al rei, escrita en Lima el 28 de di ciembre de 1601.

Aires a principios de setiembre para que en octubre puedan pasar la cordillera sin quedarse a invernar allí, que sería de gran inconveniente» (21).

(21) Carta de don Luis de Velasco al rei, escrita en el Callao el 5 de mayo de 1602.

CAPÍTULO IX.

ESTADO DE LAS CIUDADES AUSTRALES.

Noticias del sur.-Manda el coronel construir un barco.-El informe de los prácticos.-Pérdida de la embarcacion i sus tripulantes.-Los indios mensajeros. -La fragata de Juan de Aristegui.-A qué estaban reducidas las fuerzas del coronel. Muerte de Jimenez Navarrete.-Los indios de guerra.-Miseria de los soldados españoles.-Crueldad de Francisco del Campo.-Amor de los indios a sus tierras.-Prision i muerte de Carampangue.-Exasperacion de los indios.-Prision del cacique Yayol.-Convienen los indios en canjearlo por doña Beatriz de Rosa.-Falaces promesas.-En la ribera del Bueno.-Procauciones del coronel.-Repentino ataque de los indios.-La retirada de Francisco del Campo.-El cadáver de Gaspar Verdugo.-Las relijiosas de Osorno. -Cobardía de los frailes i clérigos.-Lo que proponia el coronel al gobernador.-Francisco del Campo siempre casamentero.

A los pocos dias de su llegada a Santiago, en los primeros del mes de junio de 1601 (1), recibió, por fin, el gobernador noticias de las ciudades australes. Las trajo el capitan Francisco de Rosa, cuñado del coronel Francisco del Campo i enviado por éste en busca de socorros. Llegó a Santiago el 5 de junio (2) con una relacion de lo que habia sucedido en el sur escrita por el coronel. A los pocos dias tuvo Rivera otra carta todavia mas minuciosa, enviada por el mismo Francisco del Campo (3) con

(1) Cartas de Alonso de Rivera al rei, fechas 1602 [sin espresion del mes ni del dia], 10 de setiembre de 1605 i 20 de marzo de 1606.

(2) Citada carta de Alonso de Rivera al rei, escrita en 1602, sin mencion del mes ni del dia.

(3) Id. id.

don Alvaro de Villagran, que vino como procurador de casi todas las ciudades australes (4).

El ponerse en comunicacion con el gobernador para pedirle socorros habia sido la primera idea de Francisco del Campo, una vez que, llegado a Osorno de vuelta de su espedicion a Chiloé, conoció que sus fuerzas no le alcanzaban para las muchas necesidades de los pueblos del sur. Al efecto, acordó construir un barco que, saliendo al Pacífico por el rio Bueno, llevase a Concepcion a sus mensajeros. Mientras se construia envió hombres prácticos « que entendian de la mar» para que examinasen el cauce del rio i, sobre todo, su desembocadura en el océano i dijesen si era navegable para esa embarcacion i si ella podria salir sin peligro, «i todos ellos de conformidad dijeron « se podia hacer. »

Dos meses tardó la construccion de el « buen barco » i, atento al informe de los prácticos, se echó al agua saludado por las ardientes aclamaciones de cuantos en él cifraban sus esperanzas, Embarcáronse «< siete u ocho marineros i un procurador de la « ciudad» (5).

Por desgracia, el contento les duró mui poco i se cambió pronto en jeneral consternacion: el barco habia hecho con felicidad el trayecto hasta el puerto; pero « fué Dios servido que al << salir de la barra se perdió sin escaparse hombre.

¿Qué hacer ante aquella desgracia? Sin renunciar a otra tentativa, el coronel comenzó a enviar como mensajeros a indios tomados en la guerra, a los cuales daba libertad a trueco de la promesa de llevar una carta al gobernador.

(4) Villagran presentó a Rivera un memorial acerca de las necesidades de las poblaciones del sur. No conocemos ese memorial i los datos que apuntamos en este capítulo son tomados, a ménos de notar otra procedencia, de la relacion del coronel que ya hemos aprovechado en el tomo I de esta obra.

(5) Rosales, evidentemente por equivocacion, dice que en este barco se embarcaron "mas de setenta personas." Caso que pudiéramos suponer que era capaz de recibir tanta jente ¿cómo admitir que el coronel se desprendiese de ella? No trepidamos, pues, en seguir la relacion de Francisco del Campo cuyas son las palabras copiadas.

Si los indios hacian traiciones aun con peligro de la vida, ¿con cuánto mas razon se burlarian de sus promesas cuando nada podian temer i cuando sabian que llevar esos mensajes era salvar a los españoles? El coronel recurria a semejante arbitrio para no despreciar alguno; pero creia i creia bien que no había de llegar al gobernador uno solo de estos singulares enviados. Mientras tanto habia comisionado a Juan de Arístegui para

que

fuese a Chiloé a hacer « una fragata » capaz de atravezar la distancia que les separaba de Valparaiso. Empero, por mucho que Arístegui se apurase, como no tenia sino « malos oficiales i «poco recaudo,» se demoró en su construccion seis meses. Apénas estuvo en estado de hacerse a la vela, envió el coronel a Chiloé a su cuñado el capitan Francisco de Rosa, persona capaz de dar razon de todo, para que tomase el mando del barco i se dirijiese en él a Valparaiso.

Los hombres que el coronel habia dejado en Chiloé i los muertos e imposibilitados para el servicio de las armas eran mas de setenta i ellos debian descontarse de los que le quedaban del refuerzo traido del Perú; veia, en consecuencia, reducidas sus tropas a poco mas de ciento cuarenta hombres. A fin de aumentarlas, hizo dos compañías de vecinos de Osorno, nombrando de entre ellos mismos los dos capitanes, don Rodrigo Ortiz de Gatica i don Alvaro de Mendoza, para los cuales pidió al gobernador enviase los títulos en propiedad de tales destinos. A otro vecino de la misma ciudad, don Francisco de Figueroa, lo nombró correjidor de ella por muerte del denodado i prudente capitan Jimenez Navarrete, que tantos i tan valiosos servicios habia prestado al pueblo.

Esta muerte habia sido una pérdida mui grande, i no las habia insignificantes en aquellas circunstancias, por que la audacia i pujanza de los indios eran comparables solo a la debilidad en que se encontraban los españoles.

No crea Su Señoría, esclamaba Francisco del Campo, dirijiéndose al gobernador, que estos indios son «ruin gente i que con "poca jente se les pueda hacer la guerra; » si ántes sucedia asi,

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