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de dar su último suspiro sobre el bárbaro, y saber que en adelante no gustaría el fruto preparado por la más vil de las traiciones.

Ninguno escapó con la vida en esta borrasca, a excep5 ción de algunos niños y mujeres, entre ellas Lucía Miranda, víctima desgraciada de su propia hermosura. Todos fueron llevados a presencia de Siripo, sucesor del detestable Mangora. Una centella escapada de sus cenizas prendió en el alma del nuevo cacique en el momento mismo que vió a Lucía; él resolvió de pronto que aquella cautiva haría el dulce destino de su vida.

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Se arrojó a sus pies, y con todas las protestas de que era capaz un corazón que hervía, le aseguró que era libre, siempre que condescendiese en hacer felices sus días con su 15 mano. Pero Lucía estimaba en poco, no digo su libertad, mas aun su vida, para que quisiese salvarla a expensas de la fe conyugal prometida a un esposo que adoraba. Con un aire severo y desdeñoso rechazó su proposición, y prefirió una esclavitud que le dejaba entero su decoro.

20

Siripo encomendó al tiempo el empeño de vencer su resistencia, lisonjeándose de que la misma fortuna era su cómplice. Al siguiente día de la catástrofe volvió al fuerte Sebastián Hurtado. Su dolor fué igual a su sorpresa cuando después de encontrar ruinas en vez de fortaleza 25 buscaba a su consorte, y sólo tropezaba con los destrozos de la muerte. Luego que supo que Lucía se hallaba entre los timbúes, no dudó un punto entre los extremos de morir

o rescatarla. Precipitadamente se escapó de los suyos y llegó hasta la presencia de Siripo. Jamás un alma sintió con más disgusto la acedía de los celos como la de este bárbaro a la vista de un concurrente tan odioso. Su muerte fué decretada inmediatamente. Pero todas las 5 fuerzas de su alma abandonaron a Lucía en el peligro de una vida que estimaba más que la suya. Renunciando el tono altivo que inspira el heroísmo, tomó a los pies de Siripo el de la súplica y el ruego a favor de su marido. Ella consiguió la revocación de la sentencia, pero bajo la dura 10 condición de que escogiese Hurtado otra mujer entre las doncellas timbúes, y que en adelante no se tratasen sino como dos personas indiferentes. Acaso por ganar partido en el corazón de Lucía, tuvo Siripo, como algunos afirman, la humana condescendencia de permitirles que se hablasen 15 tal cual vez. Pudo ser también, que en esto tuviese mucha parte el artificio, y que fuese su intención ponerles asechanzas para deshacerse, con cualquier pretexto, del desgraciado Hurtado. Lo cierto es, que habiéndoles sorprendido en el momento en que se lamentaban de su suerte, derramando 20 en sus senos las lágrimas de un amor inocente y perseguido, y en que consolándose mutualmente hallaban la recompensa de sus penas, mandó que Lucía fuese arrojada a una hoguera, y que Hurtado muriese asaeteado.

·EL DEÁN GREGORIO FUNES.1

1 Gregorio Funes, llamado comúnmente el Deán Funes, sacerdote, patriota y historiador argentino, nació en 1740 y murió en 1830.

EXERCISES

1. ¿En qué siglo tuvieron lugar los sucesos de este cuento?

2. ¿Quién se enamoró de Lucía Miranda?

3. ¿Qué decretó para apoderarse de ella?

4. ¿Qué temían los españoles del siglo XVI?

5. ¿Qué buscaba el capitán Rodríguez Mosquera con cincuenta

de los suyos?

6. ¿A cuántos hombres puso Mangora sobre las armas?

7. ¿Qué hizo él mientras los dejó en emboscada ?

8. ¿Qué le ofreció al general español?

9. Al dormirse los españoles, ¿qué hizo Mangora?

10. ¿Quién le quitó la vida a Mangora?

II. ¿Quiénes escaparon con la vida en esta borrasca?

12. ¿Se enamoró Siripo de Lucía en el momento mismo que la vió?

13. ¿Aceptó ésta su proposición?

14. ¿Cuándo volvió al fuerte el marido de Lucía?

15. ¿Tenía éste miedo de los timbúes?

16. ¿Qué consiguió Lucía para su marido?

17. ¿Qué les permitió Siripo a los esposos? (See the second note to

p. 50, l. 11.)

18. ¿Qué muerte sufrió Lucía?

19. ¿Cómo murió Hurtado?

20. ¿ Figura Lucía Miranda en el grabado de esta lección?

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Translate. - In 1526 the explorer Cabot founded the fort of the Holy Ghost near the Paraná River. An Indian chief, whose name was Mangora, fell in love with the wife of one of the Spaniards. Her capture (captura, f.) was decreed. Mangora advanced to the fort under cover of the night, followed by his men laden with provisions, which he offered to the Spanish general on the condition that he should receive them under his roof. The Spaniards and the Indians

drank healths very happily, as if they were good allies. But the Indians did not fail to fall upon the Spaniards as soon as they went to sleep. The end (el fin) of the story is very tragic.

XVII

EL POZO DE LA GALLINA

MUCHOS vecinos de San Juan1 recuerdan todavía este pozo, que estaba detrás de la batería y muralla de Santiago. El tal pozo estaba casi obstruido con piedras y escombros; pero en la primera mitad del siglo diecinueve todavía prestaba servicios de importancia durante las temporadas 5 de gran sequía. Era su agua un tantillo salobre; mas aun así la bebían con avidez los vecinos pobres de la ciudad y de la Marina. Desde la puerta de Santiago se distinguía su brocal obscuro y carcomido, destacándose allá abajo sobre la hierba del foso.

Cuando fueron demolidas la batería y la muralla, desapareció completamente el pozo de la gallina; pero su nombre ha quedado en la memoria de estos vecinos unido a una tradición popular.

*

IO

Cuentan que a mediados del siglo anterior,2 en un pequeño 15 y miserable bohío cerca del antiguo muelle del puerto de

1 Capital de Puerto Rico, en la costa septentrional de la isla. Fundada en 1511, cuenta hoy unos 50,000 habitantes.

2 Es decir, el siglo XVIII, puesto que este cuento fué escrito en el siglo XIX.

San Juan, vivía un sujeto llamado Antolín Barroso, aunque era más generalmente conocido por el apodo de Rastrillo. Gozaba fama de hombre diestro en toda clase de hurtos y raterías. Era licenciado del presidio de San Juan, 5 y aunque no se había corregido allí de sus inclinaciones de tomar lo ajeno, hacíalo con mucho disimulo, a fin de evitar en lo posible nuevas relaciones con la policía y la justicia.

El muelle y los viejos barracones que servían de almacenes 10 en la Marina, eran campo casi siempre fecundo para tales ejercicios de merodeo, y el héroe de esta leyenda había adquirido en ellos una destreza extraordinaria. No tenía predilección por una u otra forma de hurto, ni por la adquisición furtiva de objetos determinados. Todos los que tuvieran 15 algún valor o fuesen fáciles de convertir en dinero o en substancias alimenticias, eran declarados por él buena presa y puestos a buen recaudo. A esta especie de eclecticismo profesional, que le inducía a aceptar todo lo que cayese entre sus uñas, debía probablemente el apodo de 20 Rastrillo, por el cual tenía ya casi olvidado su verdadero nombre de pila.

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Una madrugada en que nuestro héroe había recorrido sin provecho todos los sitios de la Marina que él tenía por más favorables para su habitual merodeo, atravesó sigilosamente 25 por el cuerpo de guardia que había entonces en la Puerta

de San Justo, y subió calle arriba hasta la de Norzagaray,

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