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Si tú me nombras, si tú me llamas,
Si allí repites que así me amas,
Da oído al viento dentro el ciprés,
Y con él habla, que mi alma es.

Pero si esclava ya de otro dueño,
Turbas é insultas mi último sueño,
Guárdate, ingrata, de ir al ciprés,
Huye su sombra, que mi alma es.

Huye del ave, huye del viento,
De toda forma, de todo acento
Pero es en vano; do quier estés
Verás la sombra de ese ciprés.

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J. A. CALCAÑO.

LECCIÓN LI.

LAS CHINELAS DE AYAZ. I.

(CUENTO ORIENTAL.)

Un poderoso emperador de Asia, llamado Hassán, tenía un hijo á quien amaba extraordinariamente y que se llamaba Mirza.

Los menores deseos del niño eran mandatos; en nada era contrariado. Ese era el deseo del emperador, su padre; y por

eso Mirza se volvió exigente, impaciente, irascible, y por tanto injusto y malo para con aquellos que le servían. Nada de esto veía

el emperador, á quien tanto cegaba la ternura que sentía por su hijo.

Y como Mirza podía satisfacer hasta sus menores caprichos, al poco tiempo estaba cansado de todos sus placeres, de todas las diversiones de su edad, y se apoderó de él un gran aburrimiento. Tan pronto deseaba un objeto como lo poseía; y casi tan de prisa dejaba de quererlo, precisamente porque no encontraba dificultad alguna en conseguirlo.

El emperador Hassán no pensaba, ó más bien ignoraba, que el trabajo es la verdadera fuente de nuestra felicidad; y por eso lleno de amor paterno se lamentaba al ver á su hijo tan disgustado, y lleno de tristeza exclamaba : "¡Oh, Dios de los cielos! ¿cómo es que á mi hijo lo acaba el aburrimiento, cuando tiene todo lo que desea?" Ese era exactamente el mal, y él no lo veía.

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Consultó á todos sus visires y á todos los grandes personajes de la corte. Cada cual daba su opinión é ideaba para Mirza una nueva distracción.

Mas el tedio pronto le sobrevenía á medida que se iban agotando las diversiones, y el niño se volvía cada vez menos accesible á las nuevas invenciones destinadas á expulsar de su espíritu el profundo cansancio que de él se había apoderado. Y por consecuencia de esto su salud se resentía, los vivos colores de su cara se apagaban, y desaparecía el brillo de sus ojos.

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"¡Oh!" exclamaba su padre, "¡ la mitad de mi imperio daría á quien restituyera la alegría á mi hijo! ¡La mitad de mi imperio por un buen consejo!"

Un buen consejo no es cosa fácil de encontrar en el palacio de los emperadores. Un buen consejo Hassán tal vez lo hubiese encontrado en la oficina de aquel laborioso artesano que, á dos pasos del palacio, forjaba estribos, frenos y espuelas; ó quizás en la tienda del zapatero, su vecino, que hacía chinelas de cuero rojo y amarillo; & mas por ventura descienden los emperadores á las fraguas de los herreros ó á las tiendas de los zapateros ?

Por eso no recibió Hassán ningún consejo, y Mirza iba cada vez desfigurándose más.

Le trajeron veinte pequeños compañeros para que jugasen con él y le distrajesen. Naturalmente eran estos compañeros escogidos entre los hijos de los visires de los bajáes, de los sultanes, entre los niños de más nombre y de las más ricas familias del imperio. Pero Mirza pronto se cansó de sus camaradas y fué sucesivamente maltratándolos á todos hasta que no quiso verlos más, quedándose solo, aislado, entregado á su aburrimiento, no queriendo á nadie y repeliendo hasta á su propio padre.

Por aquel tiempo había en el país un viejo derviche, afamado por su sabiduría; y el infeliz Hassán quiso consultarle. Le expuso el estado de su hijo y añadió: "¿Qué puedo hacer?"

El viejo derviche reflexionó y dijo: "El corazón del hombre no puede estar sin afectos; tu hijo necesita encontrar un amigo; búscaselo.”

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LENGUAJE.

Asuntos para una composición.

Los menores deseos del niño eran mandatos.

El tedio se apodera de aquellos que no trabajan.
La ociosidad estraga el alma y el cuerpo.

Una buena sociedad mejora al hombre.

Los niños necesitan vivir con sus iguales para ser felices.

LECCIÓN LII.

LAS CHINELAS DE AYAZ. II.

El emperador volvióse entonces hacia sus visires y dijo: "Es absolutamente necesario que hallemos un amigo para mi hijo, un amigo digno de él; un niño tal aquí no hay, pues ya Mirza ha repelido todos los compañeros que le dí; envíen embajadores á todos los estados vecinos, y estos embajadores han de buscar un niño muy perfecto para que sea el amigo de mi hijo. Debe ser un niño noble de nacimiento, bonito de cara, con cabellos rubios como el oro, ojos negros como el ébano y dientes blancos como el marfil. El cuerpo debe ser de una perfección admirable, sin el menor defecto, y aun

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