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garse á los mismos ejercicios y método de vida, superstición y desconfianza.

En medio de esto, tiene el llanero prontitud y agudeza en el ingenio: sus dichos, festivos siempre y en ocasiones profundamente epigramáticos, participan del donaire y gracejo natural de los hijos de la risueña Andalucía. Como todos los pueblos pastores, son aficionadísimos á la música y al canto, é improvisan con mucha gracia y facilidad sus jácaras y romances. Lo más común es, que dos de ellos canten alternativamente acompañándose con la guitarra; y así con frecuencia se oyen resonar sus trovas en los caseríos, en los hatos, en las riberas de los ríos, ora los días festivos, ora cuando en las noches de vela, al suave resplandor de la luna, rumia el ganado tranquilamente en la pradera.

El llanero, en fin, ama como su verdadera y única patria, las llanuras. Á ellas se acostumbra fácilmente el habitador de las montañas; pero fuera de ellas, sus hijos hallan estrecha la tierra, el agua desabrida, triste el cielo. Á semejanza de los árabes beduinos, un amor ardiente por la libertad y por la vida errante les hace mirar las ciudades como prisiones en que los señores encierran á sus siervos. BARALT.

LECCIÓN LVIII.

NOCHE DE LUNA.

Las noches iluminadas por la luna tienen un no sé qué de melancólico misterio. Es dulce y es al mismo tiempo triste contemplar la naturaleza en esas horas en que duerme la creación entera, en que cesa el bullicio del mundo y sólo se escuchan á lo lejos rumores vagos y extraños, que ya parecen siniestros, ya acompañados de cierto encanto secreto.

Los rayos pálidos y apacibles de la luna bañan las cúpulas galanas de la ciudad; desiertas están sus calles y sus plazas, el viento está tranquilo, el ambiente balsámico y agradable. De cuando en cuando resuena la sonora vibración de la campana, ó el graznar del ave agorera que fugaz atraviesa el firmamento. Diáfano y brillante está el cielo, por donde la luna vaga silenciosa, eclipsando el brillo de todas las estrellas. ¡Qué dulce es esa calma de la naturaleza! ¡Y qué melancolía tan indefinida inspira al alma!

Yo no sé por qué en una noche de luna amo la soledad, no sé por qué recuerdo los plácidos días de mi infancia que pasaron entre risas y

juegos inocentes; y luego viene á mi memoria toda mi juventud, todas mis ilusiones, que muchas veces nacieron bellas y encantadoras á la luz de la luna en las hermosas noches de

mayo.

Tú, ¡oh luna! eres el astro de paz. Cuando tú reinas, duerme el mundo, y parece tan bello y tan tranquilo como cuando salió de las manos de su Autor. Cesan de noche los proyectos insensatos de los hombres, y en el sueño se embotan la ambición y el odio, esas pasiones ruines que agitan á nuestra raza orgullosa, cuya vida es efímera como la del insecto que vive una hora tan solo. Duerme el tirano y duermen sus víctimas, duerme el rico y el mendigo, y el sueño, como la muerte, iguala al género humano.

Pero el sueño del crimen es turbado por visio nes espantosas; el remordimiento que se ahoga de día, se apodera de noche del alma del perverso, y mientras éste se cree entregado á horribles suplicios, blandamente sonríen los labios de la virgen pudorosa que sueña con su amante, y lo mira con ese amor que los ángeles sienten en el cielo. Sigues impasible tu carrera, ¡ oh luna! y vas visitando todo el orbe. Tú, mudo testigo de catástrofes y crímenes, tú serás acaso en el

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fin de los tiempos la pregonera del vicio y de la virtud, para hundirte luego en la nada! Sigue, sigue tu carrera innundando de luz la mísera tierra, ó inspirando blanda tristeza á quien te mira!

FRANCISCO ZARCO.

LECCIÓN LIX.

EL RICO Y EL POBRE.

Si se mira la superficie de las cosas, goza el rico más comodidades, y padece menos incomodidades que el pobre; pero si se registra el fondo, sucede muy al revés. Tiene el rico vario, precioso y abundante plato; & pero saboréase en él más que el pobre con el común y tosco? Ni aun tanto; porque en éste, la paciencia con que se sienta á la mesa recompensa con ventajas aquel exceso. ¿Qué les importa á las abejas de la Lituania, país rudo y desabrido, no tener tan odoríferas flores como las abejas de los otros países, si de esa mismas ingratas flores sacan la más hermosa y dulce miel que hay en Europa? Yace el rico en colchones de pluma ; ¿ pero duerme más, ó mejor que el pobre sobre un poco de paja? Verás que éste siempre se

levanta alegre y gozoso; y aquél muchas veces se queja de que pasó la noche con inquietud.

¡Cuántos pobres reposaron con dulzura en el duro suelo aquella misma noche que el rey Asuero, por no poder dormir, se divirtió con los anales de su reino! Defiéndese el rico con tapices, afelpados vestidos y gruesas paredes, de los rigores del frío; pero observa que con todo se queja más de la destemplanza de la estación dentro de su palacio, que el pastor cubierto de pieles en el monte. .

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Verás á cada paso al poderoso temblando con vivo resentimiento del frío, siempre que se ve precisado á dejar la chimenea; y al mismo tiempo anda la gente común alegre por la calle. Lo mismo sucede en el estío. Está el rico con desconsolada laxitud, sin atreverse á salir de un cuarto bajo; cuando el común del pueblo, con intrépida desenvoltura, acude á cuanto se le ofrece. . . .

Habita el rico en anchuroso y aliñado palacio, y nunca contento, piensa en extenderle, ó mejorarle; pero al pobre, ni siquiera le ocurre en todo el año que su habitación es estrecha. Viste el rico delicada holanda y el pobre gruesa estopa; pero dime si hasta ahora oíste quejarse algún

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