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hombres ricos y caballeros, niguno la contentó, y en todos halló una y muchas faltas; y está atada allí en una cadena, porque, como Narciso, enamorada de su hermosura, no se anegue en el agua que le sirve de espejo, no teniendo en lo que pisa al sol ni á todas las estrellas.

"En aquel pobre aposentillo enfrente, pintando por defuera de ellas, está un demonio casado, que se volvió loco con la condición de su mujer." Entonces don Cleofás le dijo al compañero, que le enseñaba todo este retablo de duelos: "Vámonos de aquí, no nos embarguen por alguna locura que nosotros ignoramos, porque en el mundo todos somos locos, los unos de los otros."

LUIS VÉLEZ DE GUEVARA.

LECCIÓN LXI.

CONSEJOS DE DON QUIJOTE Á SANCHO PANZA.

Con el feliz y gracioso suceso de la aventura de la Dolorida, quedaron tan contentos los Duques, que determinaron pasar con las burlas adelante, viendo el acomodado sujeto que tenían para que se tuviesen por veras, y así, habiendo dado la traza y órdenes que sus criados y sus

vasallos habían de guardar con Sancho en el gobierno de la ínsula prometida, otro día, que fué el que sucedió al vuelo de Clavileño, dijo el Duque á Sancho, que se adeliñase y compusiese para ir á ser gobernador, que ya sus insulanos le estaban esperando como el agua de Mayo.

Sancho se le humilló y le dijo: "Después que bajé del cielo, y después que desde su alta cumbre miré la tierra, y la vi tan pequeña, se templó en parte en mí la gana que tenía tan grande de ser gobernador; porque, & qué grandeza es mandar en un grano de mostaza? ¿ó qué dignidad ó imperio el gobernar á media docena de hombres tamaños como avellanas, que á mi parecer no había más en toda la tierra? Si vuestra señoría fuese servido de darme una tantica parte del cielo, aunque no fuese más de media legua, la tomaría de mejor gana que la mayor ínsula del mundo."

"Mirad, amigo Sancho," respondió el Duque, "yo no puedo dar parte del cielo á nadie, aunque no sea mayor que una uña, que á sólo Dios están reservadas esas mercedes y gracias: lo que puedo dar os doy, que es una ínsula hecha y derecha, redonda y bien proporcionada, y sobremanera fértil y abundosa, donde si vos os sabéis dar

maña podéis con las riquezas de la tierra granjear las del cielo."

"Ahora bien," respondió Sancho, "venga esa ínsula, que yo pugnaré por ser tal gobernador, que á pesar de bellacos me vaya al cielo; y esto no es por codicia que yo tenga de salir de mis casillas, ni de levantarme á mayores, sino por el deseo que tengo de probar á qué sabe el ser gobernador."

"Si una vez lo probáis, Sancho," dijo el Duque, "comeros habéis las manos tras el gobierno, por ser dulcísima cosa el mandar y ser obedecido. Ẩ Á buen seguro, que cuando vuestro dueño llegue á ser emperador, que lo será sin duda, según van encaminadas sus cosas, que no se lo arranquen como quiera, y que le duela y le pese en la mitad del alma del tiempo que hubiere dejado de serlo."

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"Señor," replicó Sancho Panza, yo imagino que es bueno mandar, aunque sea á un hato de ganado."

"Con vos me entierren, Sancho, que sabéis de todo," respondió el Duque; "yo espero que seréis tal gobernador, como vuestro juicio promete, y quédese esto aquí, y advertid que mañana en el mismo día habéis de ir al Gobierno de la ínsula, y esta tarde os acomodarán del traje con

veniente que habéis de llevar, y de todas las cosas necesarias, á vuestra partida."

"Vístanme," dijo Sancho, "como quisieren, que de cualquiera manera que vaya vestido seré Sancho Panza."

"Así es verdad," dijo el Duque; "pero los trajes se han de acomodar con el oficio ó dignidad que se profesa, que no sería bien que un jurisperito se vistiese como soldado, ni un soldado como un sacerdote. Vos, Sancho, iréis vestido parte de letrado, y parte de capitán ; porque en la ínsula que os doy, tanto son menester las armas como las letras, y las letras como las armas."

"Letras," respondió Sancho, "pocas tengo, porque aun no sé el A B C; pero bástame tener el Christus en la memoria para ser buen gobernador. De las armas manejaré las que me dieren hasta caer, y Dios adelante."

"Con tan buena memoria," dijo el Duque, "no podrá Sancho errar en nada."

En esto llegó don Quijote, y sabiendo lo que pasaba, y la celeridad con que Sancho se había de partir á su Gobierno, con licencia del Duque le tomó por la mano, y se fué con él á su estancia con intención de aconsejarle cómo se había

de haber en su oficio. Entrados pues en su aposento, cerró tras sí la puerta, é hizo casi por fuerza que Sancho se sentase junto á él, y con reposada voz le dijo:

"Infinitas gracias doy al cielo, Sancho amigo, de que antes y primero que yo haya encontrado con alguna buena dicha, te haya salido á tí á recibir y á encontrar la buena ventura: yo que en mi buena suerte tenía librada la paga de tus servicios, te veo en los principios de aventajarme, y tú antes de tiempo, contra la ley del razonable discurso, te ves premiado de tus deseos. Otros cohechan, importunan, solicitan, madrugan, ruegan, porfían y no alcanzan lo que pretenden; y llega otro, y sin saber cómo ni cómo no, se halla con el cargo y oficio que otros muchos pretendieron y aquí entra y encaja bien el decir que hay buena y mala fortuna en las pretensiones. Tú, que para mí sin duda alguna eres un porro, sin madrugar ni trasnochar, y sin hacer diligencia alguna, con sólo el aliento que te ha tocado de la andante caballería, sin más ni más te ves gobernador de una ínsula como quien no dice nada.

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"Todo esto digo, oh Sancho, para que no atribuyas á tus merecimientos la merced recibida, sino que des gracias al cielo que dispone

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