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PLEGARIA.

Ser de inmensa bondad, Dios poderoso,
Á vos acudo en mi dolor vehemente:
Extended vuestro brazo omnipotente,
Romped de la calumnia el velo odioso,
Y arrancad este sello ignominioso

Con que

el mundo marcar quiere mi frente.

Rey de los reyes, Dios de mis abuelos,
Vos solo sois mi defensor, Dios mío;
Todo lo puede quien al mar sombrío
Olas y peces dió, luz á los cielos,
Fuego al sol, giro al aire, al norte hielos,
Vida á las plantas, movimiento al río.

Todo lo podéis vos, todo fenece
Ó se reanima á vuestra voz sagrada;
Fuera de vos, Señor, el todo es nada
Que en la insondable eternidad perece,
Y aun esa misma nada os obedece
Pues de ella fué la humanidad creada.

Yo no os puedo engañar, Dios de clemencia, Y pues vuestra eternal sabiduría

Ve al través de mi cuerpo el alma mía

Cual del aire á la clara transparencia,
Estorbad que humillada la inocencia
Bata sus palmas la calumnia impía.

Mas si cuadra á tu suma omnipotencia
Que yo perezca cual malvado impío,
Y que los hombres mi cadáver frío
Ultrajen con maligna complacencia,
Suene tu voz, y acabe mi existencia ..
Cúmplase en mí tu voluntad, Dios mío.

PLÁCIDO.

Á MI HIJA DELFINA.

Blanca flor que embalsamas mi existencia
De tus perfumes con la grata esencia;
Rayo de luz que caes sobre mi frente
Como al pobre mendigo el sol caliente;
Música cuya suave melodía
Estremece de amor el alma mía;
Lágrima de los ojos desprendida
Del serafín que guarda nuestra vida;
Linfa donde apagué mi sed ardiente,
Como el viajero en agua transparente;
Pichón que bajo el ala adormecido
Desafías las lluvias en tu nido;

Hija mía, entre sueños virginales,
Envuelta por los brazos maternales,
Y en esa fuente del materno seno
Bebe un raudal que de virtudes lleno
En cada gota verterá á tu mente
De nobles pensamientos la simiente,
Que dormirán hasta que en torvo ceño
El tiempo venga á perturbar el sueño;
Y puros sentimientos, angel mío,
Que germinando cual la flor de estío,
Derramarán en tu alma ese perfume
Que la virtud de la niñez asume;
Y beberás un bálsamo del cielo
Para expresar dolores en el suelo,
Para exhalar mil gotas cristalinas
Como su aroma blancas clavellinas;
Porque el llanto es la flor que brota hermosa
En el alma sensible y candorosa,

Y el rostro donde nunca ha resbalado
Es arenal que el cielo no ha regado.

B. MITRE.

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¿Será que siempre la ambición sangrienta, Ó del solio el poder pronuncie solo,

Cuando la trompa de la fama alienta
Vuestro divino labio, hijos de Apolo?
No os da furor? el don de la alabanza,
La hermosa luz de la brillante gloria,
¿ Serán también del nombre á quien daría,
Eterno oprobio ó maldición la historia?
¡Oh! despertad, y que el humilde acento
Con majestad no usada,

Suba á las nubes penetrando el viento:
Y si queréis que el universo os crea

Dignos del lauro en que ceñís la frente,
Que vuestro canto enérgico y valiente
Digno también del universo sea.

No los aromas del loor se vieron
Vilmente degradados

Así en la antigüedad; siempre las aras
De la invención sublime,

Del genio bienhechor los recibieron.
Nace Saturno, y de la madre tierra
El seno abriendo con el fuerte arado,
El precioso tesoro

De vivífica mies descubre al suelo
Y grato el canto le remonta al cielo

Y Dios le nombra de los siglos de oro.
¿Dios no fuiste también, tú que allá un día
Cuerpo á la voz y al pensamiento diste,

Y trazándole en letras, detuviste
La palabra veloz que antes huía?
Sin tí se devoraban

Los siglos á los siglos, y á la tumba
De un olvido eternal yertos bajaban.
Tú fuiste el pensamiento

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Miró ensanchar la limitada esfera
Que en su infancia fatal le contenía.
Tendío las alas y arribó á la altura

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