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De do escuchar la edad que antes viviera,
Y hablar ya pudo con la edad futura.
¡Oh gloriosa ventura!

Goza, genio inmortal, goza tú solo

Del himno de alabanza, y los honores
Que á tu invención magnífica se deben.
Contémplala brillar: y cual si sola,
Á ostentar su poder ella bastara,
Por tanto tiempó reposar natura
Del igual prodigio al universo avara.

Pero al fin sacudiéndose, otra prueba
Le plugo hacer de sí, y el Rin helado
Nacer vió á Guttemberg-¿con que es en vano
Que el hombre al pensamiento
Alcanzase escribiéndole á dar vida
Si desnudo de curso y movimiento
En letargosa oscuridad se olvida?
No basta un vaso á contener las olas
Del férvido Oceano,

Ni en sólo un libro dilatarse pueden
Los grandes dones del ingenio humano:
"¿Qué les falta? & Volar? Pues si á natura
Un tipo basta á producir sin cuento
Seres iguales, mi invención la siga :
Que en ecos mil y mil sienta doblarse

Una misma verdad y que consiga

Las alas de la luz al desplegarse."

Dijo, y la imprenta fué; y en un momento
Vieras la Europa, atónita, agitada
Con el estruendo sordo y formidable
Que hace sañudo el viento

Soplando el fuego asolador que encierra
En sus cavernas lóbregas la tierra.
¡Ay del alcázar que al error fundaron
La estúpida ignorancia y tiranía !
El volcán reventó y á su porfía

Los soberbios cimientos vacilaron.

¿Qué es del monstruo, decid, inmundo y feo, Que abortó el Dios del mal, y que insolente Sobre el despedazado Capitolio

Á devorar el mundo impunemente
Osó fundar su abominable solio?
Dura, sí: mas su inmenso poderío
Desplomándose va: pero su ruina
Mostrará largamente sus estragos.
Así torre fortísima domina

La altiva cima de fragosa sierra:
Su albergue en ella y su defensa hicieron
Los hijos de la guerra,

Y en ella su pujanza arrebatada,

Rugiendo los ejércitos rompieron.

Después abandonada,

Y del silencio y soledad sitiada

Conserva, aunque ruinosa todavía,
La aterradora faz que antes tenía.

Mas llega el tiempo y la extremece y cae.
Cae, los campos gimen

Con los rotos escombros: y entre tanto
Es escarnio y baldón de la comarca

La qué antes fué su escándalo y espanto.
Tal fué el lauro primero que las sienes
Ornó de la razón; mientras osada,
Sedienta de saber la inteligencia,
Abarca el universo en su gran vuelo.
Levántase Copérnico hasta el cielo,
Que un velo impenetrable antes cubría,
Y allí contempla el eternal reposo
Del astro luminoso,

Que da á torrentes su esplendor al día.
Siente bajo su planta Galileo
Nuestro globo rodar, la Italia ciega
Le da por premio un calabozo impío,
Y el globo en tanto sin cesar navega
Por el piélago inmenso del vacío.
Y navegan con él impetuosos
Á modo de relámpagos huyendo,

Los astros rutilantes; mas lanzado

Veloz el genio de Newton tras ellos,
Los sigue, los alcanza

Y á regular se atreve

El grande impulso que sus orbes mueve.
¡Ah! ¿qué te sirve conquistar los cielos,
Hallar la ley en que sin fin se agitan
La atmósfera y el mar, partir los rayos
De la impalpable luz, y hasta en la tierra
Cavar y hudirte y sorprender la cuna
Del oro y del cristal? Mente ambiciosa,
Vuélvete al hombre.- Ella volvió y furiosa,
Lanzó su indignación en sus clamores.
¡Conque el mundo moral todo es horrores!
¡Conque la atroz cadena

Que forjó en su furor la tiranía,
De polo á polo inexorable suena,

Y los hombres condena

De la vil servidumbre á la agonía!

¡Oh! ¡no sea tal! ¡Los déspotas lo oyeron,
Y el cuchillo y el fuego á la defensa
En su diestra nefaria apercibieron.
¡Oh insensatos! ¿qué hacéis? Esas hogueras
Que á devorarme horribles se presentan
Y en arrancarme á la virtud porfían,
Fanales son que en su esplendor me guían,
Antorchas son que su victoria ostentan

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