De do escuchar la edad que antes viviera, Goza, genio inmortal, goza tú solo Del himno de alabanza, y los honores Pero al fin sacudiéndose, otra prueba Ni en sólo un libro dilatarse pueden Una misma verdad y que consiga Las alas de la luz al desplegarse." Dijo, y la imprenta fué; y en un momento Soplando el fuego asolador que encierra Los soberbios cimientos vacilaron. ¿Qué es del monstruo, decid, inmundo y feo, Que abortó el Dios del mal, y que insolente Sobre el despedazado Capitolio Á devorar el mundo impunemente La altiva cima de fragosa sierra: Y en ella su pujanza arrebatada, Rugiendo los ejércitos rompieron. Después abandonada, Y del silencio y soledad sitiada Conserva, aunque ruinosa todavía, Mas llega el tiempo y la extremece y cae. Con los rotos escombros: y entre tanto La qué antes fué su escándalo y espanto. Que da á torrentes su esplendor al día. Los astros rutilantes; mas lanzado Veloz el genio de Newton tras ellos, Y á regular se atreve El grande impulso que sus orbes mueve. Que forjó en su furor la tiranía, Y los hombres condena De la vil servidumbre á la agonía! ¡Oh! ¡no sea tal! ¡Los déspotas lo oyeron, |