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de nuevo á secar. Después se le mete en sacos y se envía al mercado, de donde lo envían á otros países, pues hoy se toma café en todas partes del mundo.

10. Mas antes de preparar el café para beber, es necesario tostarlo, con el objeto de que se haga más aromático y delicado su gusto. Se le muele entonces hasta hacerlo polvo igual al que hemos visto esta mañana en la cafetera. En lo sucesivo, cuando beban ó vean el café, acuérdense de donde viene; cuantos países ha recorrido, cuanto ha viajado, y cuanta gente se ocupa en preparar esta bebida deliciosa.

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LENGUAJE.

Fórmense palabras con las terminaciones,― ante, ente, ía,

ón, un.

Cada alumno escribirá algo respecto al modo de cultivarse y hacer el café.

LECCIÓN XXV.

EL MEJOR REGALO.

1. Era una mañana de verano, fresca y hermosa, cuando varios niños esperaban en la puerta de un colegio en cierta aldea americana. Conversaban alegremente los unos con los otros y se distraían oyendo los pajaritos cantar en los árboles, cuando Anselmo, su profesor, que llegaba les dijo con tono alegre y cariñoso, como tenía por costumbre, "Buenos días, mis queridos niños." "¿Cómo está V. ?, Don Anselmo," respondieron ellos respetuosamente.

2. Entraron en seguida en el colegio y se sentaron en sus clases. Estuvieron un rato quietos mientras el profesor arreglaba su escritorio y se disponían para dar sus lecciones.

3. Sacaron sus libros que estaban cuidadosa

mente forrados y empezó la lección. Los niños estaban muy atentos y no se notaba en sus semblantes ninguna señal de fatiga ni cansancio, ni deseaban que se terminase la clase, pues el profesor Anselmo les hablaba de muy buena manera y les hacía las lecciones muy fáciles de la manera que las enseñaba. Las horas pasaban así muy aprisa.

4. Cuando terminó el estudio sacó el maestro de su carpeta una cosa muy bonita toda pintada con figuras imitando pájaros. Llamó á los discípulos y les dijo que tenía un regalito para cada uno de ellos. Cuando todos habían rodeado su mesa, sacó de una caja unas conchas blancas y color de rosa, y otros lindos juguetes que repartió entre los niños, expresándoles al mismo tiempo su buena amistad y afecto.

5. Pero lo más bonito que había entre todo era la figura de un angelito. Estaba con sus dos blancas manos cruzadas sobre el pecho y el rostro levantado hacia el cielo; era tan lindo y tan puro que los niños lo miraban con ojos llenos de alegría. Jamás habían visto cosa semejante. "¡Qué lindo es! ¡qué ángel tan bonito!" exclamaban todos.

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6. El profesor les dijo sonriendo: "Este angelito es demasiado bonito para dárselo á un niño que no sea verdaderamente bueno y de buenos sentimientos. Pero á aquel que me traiga mañana la cosa más brillante de la tierra, le daré el ángel." Los niños se miraban unos á otros, sin saber si habían comprendido bien al maestro. Pero él no dijo nada más y se marchó para su

casa.

7. Al día siguiente, después que dieron sus lecciones, se reunieron todos alrededor del maestro para enseñarle lo que le habían llevado. Algunos llevaban cestos llenos de brillantes y preciosas piedrecitas, otro trajo un pedazo de plata bruñida que relucía como un espejo; otro le trajo un reloj de cristal que le dió su padre, y Enrique, hijo de un comerciante rico, le trajo un alfiler de corbata con una piedra que relucía como un diamante. "¡Ah! ¡el mío es el más brillante de todos!" decía Enrique.

8. "¿Pero dónde está Carlitos?" preguntó el profesor mirando alrededor de sí. "Nada podemos decidir hasta que Carlitos traiga su regalo." En aquel momento Carlitos, que era el hijo único del panadero, entró corriendo en la

mente, traía una paloma blanca como la nieve, la que sostenía junto á su cuello, y acariciaba tiernamente. Algunas manchitas rojas que se divisaban esparcidas sobre las plumas indicaban que la pobre paloma estaba herida.

9. "Oh, mi querido maestro!" exclamó Carlitos, "estaba buscando con mucho empeño algo brillante que traerle, cuando me encontré esta pobre palomita que no podía volar. Unos niños malos le tiraban piedras y yo la cogí y la traje corriendo para acá. ¡Tengo miedo de que se muera!" Mientras de esta manera hablaba el niño, la moribunda paloma abrió los ojos, se arrimó más al cuello de Carlitos, dejó caer su cabecita y murió.

10. Carlitos cayó entonces de rodillas cerca de la carpeta del profesor y de sus ojos brotaron dos gruesas y brillantes lágrimas que cayeron sobre el ala quebrada de la infeliz palomita.

11. El profesor cogió el pajarito muerto y con mucho cuidado lo colocó sobre la mesa. Después, volviéndose hacia los alumnos, dijo: "Queridos niños: no hay cosa más brillante en la tierra que una lágrima tierna y compasiva.” "¡Dé V. el angelito á Carlitos!" dijeron los niños.

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