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en que tan grande acontecimiento se realizara, fué el tan glorioso para la patria española, el 12 de Octubre, día en que hoy (1) se celebra el sobrenatural acontecimiento de la Aparición de la Santísima Virgen sobre el pilar de Zaragoza.

*

A principios de Febrero de 1493, henchido el corazón de júbilo, y de satisfacciones el alma, emprende el inmortal Colón el viaje de regreso: sabido es que la carabela capitana, la famosísima Santa María, había quedado sepultada en aquellos mares: venían, pues, las tripulaciones en las dos restantes; la Niña, que ahora traía al Almirante, y la Pinta, dirigida por Martín Alonso Pinzón; treinta hombres, al mando de Diego de Arana, natural de Córdoba, habían quedado custodiando el fuerte de la Navidad; éstos se enamoraron de tal modo de las bellezas de aquel país, que pidieron al Almirante los dejase permanecer en él, á cuya petición se debe la idea de construir la indicada fortaleza.

Los restantes volvían deseosos de pisar la patria querida, y referir á las respectivas

(1) Desde el Pontífice Clemente XII, que fué quien señaló este día para celebrar festividad tan gloriosa.

familias los brillantes éxitos de expedición tan famosa, la hermosura de las tierras halladas, la exuberante vegetación de aquellos países, lo delicioso de su clima, la sencillez de sus habitantes; contar, en fin, cuanto se había visto y oído, mientras estrecharan á la madre querida y dieran amorosos besos á los hijos del alma.

Durante los primeros días del regreso, los cielos y los mares parecían disfrutar de la satisfacción y júbilo de los ínclitos argonautas; mas desde el 12 de Febrero se enfurecieron los vientos, los relámpagos cruzaron el espacio, y una terrible y deshecha borrasca pareció quererles interceptar el paso para que no llegasen al suspirado hogar, cual si el Océano, avaro de las riquezas de aquellos mundos. que hasta entonces había tenido ocultos, quisiera sumergir en su seno á los que habían ido á robarle aquel secreto de un modo oficial y solemne, para que nunca hubiese comunicación entre los hombres del uno y del otro continente.

La tempestad fué tan terrible, y las furias del Atlántico tan espantosas, que se tuvieron que entregar á merced de la mar y del viento, sin poder dirigir las embarcaciones ni utilizar las velas. Por este motivo la Pinta,

arrastrada por las aguas, se separó de la carabela del Almirante y ya no se volvieron á

encontrar.

En aquellos momentos de apuro, cuando la muerte los rodeaba por todas partes, cuando doquier extendían sus miradas, veían abiertas sus tumbas, el Almirante y marineros, todos en comunidad, y cada uno en particular, hicieron fervientes votos y promesas. para alcanzar la protección de la Soberana. Estrella de los mares.

Mas en aquellos instantes de aflicción terrible, se acordaría Colón del pobre Alonso Sánchez, náufrago también en aquellas mismas latidudes?

Esta idea parece que le atormentó de un modo horrible, y ya desde entonces no pensó más que en salvar su descubrimiento, procurando, que si perecía la embarcación, quedase recuerdo de tan próspero suceso; y para ello, sabido es que escribió en un pergamino la relación de su viaje, lo envolvió en hule, lo introdujo en un barril vacío y bien calafateado, y lo arrojó al mar, y esto lo hizo sin que nadie lo supiera; y para despistar á la tripulación, les hizo creer que era una práctica piadosa.

Por si este barril se perdía y no llegaba

nunca á manos de nadie, escribió otro pergamino con la misma narración, y arreglado de la misma manera, lo sujetó á la popa de la carabela, por si esta se sumergía, el barril flotase y pudiese ser recogido por alguna embarcación. El pergamino llevaba un sobre escrito dirigido á los Reyes, y una promesa de mil ducados para quien presentase aquel paquete sin abrirlo.

La tempestad cesó, y cuando después de muchos trabajos é inauditos esfuerzos llegaron á divisar las playas del viejo continente, se alegraron sus almas, como al dar el poderoso grito de ¡Tierra! al descubrir el Nuevo-Mundo.

CONCLUSIÓN

E

N los últimos años de la décima quinta Acenturia, se dió término á nuestra gloriosa Reconquista, epopeya santa y heroica que duró ocho siglos, y en tan largo lapso de tiempo se inmolaron españoles á miles en los sacrosantos altares de la Religión y de la patria, mientras que las madres amamantaban otros héroes que iban á reemplazar á los que habían sucumbido. La terminación de tan pesada y sangrienta y terrible guerra, tenía que ser un acontecimiento sin igual en los fastos de la historia, y ¿quién había de creer que se presentaría un acontecimiento tan grande, tan excelso, que obscureciera el triunfo sobre ia Media Luna?

Y así sucedió en efecto; lo mismo exacta

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