Santos Vega (tradiciones argentinas) ...

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P. Irume, 1888 - 25 páginas
 

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Página 8 - Dicen que, en noche nublada, si su guitarra algún mozo en el crucero del pozo deja de intento colgada, llega la sombra callada, y al envolverla en su manto, suena el preludio de un canto entre las cuerdas dormidas, cuerdas que vibran heridas como por gotas de llanto.
Página 16 - Yo soy la nube lejana (Vega en su canto decía) Que con la noche sombría Huye al venir la mañana; Soy la luz que en tu ventana Filtra en manojos la luna; La que de niña, en la cuna, -- Abrió tus ojos risueños; La que dibuja tus sueños En la desierta laguna. "Yo soy la música vaga Que en los confines se escucha, Esa armonía que lucha Con el silencio, y se apaga; El aire tibio que halaga Con su incesante volar, Que del ombú vacilar Hace la copa bizarra; Y la doliente guitarra Que suele hacerte...
Página 23 - Era aquella esa canción Que en el alma sólo vibra, Modulada en cada fibra Secreta del corazón; El orgullo, la ambición, Los más íntimos anhelos, Los desmayos y los vuelos Del espíritu genial, Que va, en pos del ideal, Como el cóndor a los cielos. Era el grito poderoso Del progreso, dado al viento; El solemne llamamiento Al combate más glorioso.
Página 24 - El semblante humedecido por nobles gotas de llanto, volvió a la joven, su encanto, y en los ojos de su amada clavó una larga mirada, y entonó su postrer canto: "Adiós, luz del alma mía, 'adiós, flor de mis llanuras, manantial de las dulzuras que mi espíritu bebía; adiós, mi única alegría, dulce afán de mi existir; Santos Vega se va a hundir en lo inmenso de esos llanos... ¡Lo han vencido! ¡Llegó, hermanos, el momento de morir!
Página 21 - Silencio que a Vega cerca, Un jinete que se acerca A la carrera lanzado; Retumba el desierto hollado Por el casco volador; Y aunque el grupo, en su estupor, Contenerlo pretendía, Llega, salta, lo desvía, Y sacude al payador. No bien el rostro sombrío De aquel hombre, mudos vieron, Horrorizados, sintieron Temblar las carnes de frío. Miró en torno con bravio Y desenvuelto ademán, Y dijo: "Entre los que están No tengo ningún amigo, Pero, al fin, para testigo Lo mismo es Pedro que Juan.
Página 14 - Alza el rancho donde mora La prenda del payador. Ella, en el tronco sentada, Meditabunda le espera, Y en su negra cabellera Hunde la mano rosada. Le ve venir: su mirada, Más que la tarde, serena, Se cierra entonces sin pena, Porque es todo su embeleso Que él la despierte de un beso Dado en su frente morena.
Página 8 - Cuentan que en noche de aquellas en que la pampa se abisma en la extensión de sí misma sin su corona de estrellas, sobre las lomas más bellas, donde hay más trébol risueño, luce una antorcha sin dueño entre una niebla indecisa, para que temple la brisa las blandas alas del sueño.
Página 15 - Como susurro de palma, Gira en la atmósfera en calma ; Y ella, fingiéndole enojos, Alza a su dueño unos ojos Que son dos besos del alma. Cerró la noche. Un momento Quedó la Pampa en reposo, Cuando un rasgueo armonioso Pobló de notas el viento.
Página 10 - Yo, que en la tierra he nacido donde ese genio ha cantado, y el pampero he respirado que al payador ha nutrido, beso este suelo querido que a mis caricias se entrega, mientras de orgullo me anega la convicción de que es mía la patria de Echeverría, la tierra de Santos Vega.
Página 20 - El más viejo se adelanta del grupo inmóvil, y llega a palpar a Santos Vega, moviendo apenas la planta. Una morocha que encanta por su aire suelto y travieso, causa eléctrico embeleso porque, gentil y bizarra, se aproxima a la guitarra y...

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