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blica Peruana ahora tantas afecciones cuantas ha podido te. ner antes por el Gobierno de España ó cualquier otro, haría con placer concesiones análogas. Como yo he manifestado, en una nota, al Cardenal el reconocimiento del Gobierno por la parte que le ha cabido en este asunto, me contestó, de un modo altamente expresivo, de corresponder á S.E. y al Gabinete el favor que le hacía en esta manifestación especial. Leyó después la cópia de la autógrafa de S.E. el Presidente á Su Santidad en que expresa la gratitud del país por la solución de la cuestión Arzobispado, (1) y me dijo que la encontraba muy interesante y que daría cuenta de ella al Santo Padre, pidiéndole, al mismo tiempo, que me recibiese en audiencia particular para que yo pusiese la autógrafa en sus manos. Le insinué, entonces, que mi Gobierno vería con la mayor satisfacción cuanto contribuyese á realzar la importancia de esta demostración especial de afecto y reconocimiento; á lo que replicó que yo estaba al corriente de que ninguna solemnidad tenía lugar al presente en el Vaticano, y que las más graves audiencias tenían siempre el aspecto de particulares, y me pidió encarecidamente que así lo expusiese yo á US. para que se dignase trasmitirlo á S.E. el Presidente.

Limitándose á este fin nuestra conferencia de hoy, y, puesto que conforme á los deseos del Gobierno, muy fundados por cierto, debía preceder esta manifestación especial á la entrega de las preces, indiqué á Su Eminencia este orden de proceder, que él aceptó con satisfacción. Terminó esta audiencia con repetidas expresiones de afecto y respeto del Cardenal para el Presidente y para todo el Gabinete, de que me es muy grato ser el órgano.

Aprovecho de esta ocasión, para repetirme, de US., Señor Ministro, muy atento, seguro servidor.

P. GALVEZ.

Señor Ministro de Relaciones Exteriores del Perú.

(1) Páginas 489 á 496.

Legación del Perú en Roma.

Señor Ministro:

Paris, 21 de Mayo de 1874.

Luego que me lo permitan las atenciones más urgentes que exigen mi presencia en Paris, partiré á Roma para llenar las órdenes del Supremo Gobierno respecto de las negociaciones pendientes. Estas no ceden en importancia á ninguno de los asuntos que ocupan ahora nuestra atención, pues se dirigen á establecer principios fijos que aseguren la administración del culto en la parte que toca al Estado, y salir de una vez de la inquietud que nos amenaza cada vez que ocurren dificultades sobre el patronato.

Contando con las buenas disposiciones de la Santa Sede, vamos á reanudar las gestiones que iniciamos, bajo los mejo res auspicios; y debemos esperar que la tormenta suscitada sin ningún fundamento el año pasado por personas que suponían erroneamente ser dañosas á los intereses de la Iglesia, el curso lleno de prudencia adoptado por el Gobierno, no nos impedirá alcanzar los resultados á que aspiramos. Con todo, he comunicado á US., con fecha 16 de Febrero de 1874, la conveniencia de no adherirnos tan estrictamente á la forma de Bula, para el caso de que ella ofreciese un obstáculo á las miras sustanciales del Gobierno sobre asunto de tanta trascendencia; y aunque no vacilo en creer que el Gobierno dé á cada una de estas cuestiones la importancia que merecen, sin sacrificar una otra, juzgo siempre digno de la situación el recordar estas circunstancias, á fin de conocer á tiempo si la opinión del Gobierno sea la de no aceptar arreglo alguno sino en la forma de bula.

Por lo demás, las cuestiones que se agitan en todas partes y que tienen muy frecuentemente su origen en cuestiones de patronato, revelan suficientemente cuánta prudencia necesita presidir las negociaciones de este género, aun en los Estados que tienen más elementos de fuerza y de opinión.

Aprovecho de esta oportunidad para repetirme de US. atento y seguro servidor.

P. GALVEZ.

Señor Ministro de Relaciones Exteriores del Perú.

Legación del Perú cerca de la Santa Sede.

Señor Ministro:

Roma, Noviembre 24 de 1874.

Desde que llegué á esta ciudad procuré dar los pasos preparatorios para la audiencia del Santo Padre, y tuve la satisfacción de ver á Su Eminencia el Cardenal Antonelli, quien me recibió con su amabilidad acostumbrada, preguntándome con interés por el estado de nuestro país y de nuestro Gobierno.

Aproveché, como era natural, la ocasión de exponer á Su Eminencia el estado de nuestra marcha, sin dejar de señalar algunos de los embarazos que se ofrecen en materias religiosas y que no son ciertamente motivados por el Gobierno, quien, al contrario, contiene sus efectos por la prudencia que ha distinguido sus actos. Como era mi deber, he hecho justicia á los Prelados que en el Perú han observado y observan una conducta, que sin dejar de ser eminentemente católica, es al mismo tiempo respetuosa de la autoridad civil, y sirve de base inapreciable para el orden público, obrando sobre la conciencia de los fieles como ejemplo digno de imitarse.

Con esta ocasión también, y recordando conferencias anteriores, manifesté la conveniencia de que la Santa Sede se hallase representada cerca del Gobierno del Perú de una manera que, además de consultar las exigencias del Derecho de Gentes en la persona del enviado, ofreciese á la Corte Pontificia un testimonio tan fidedigno, como irrecusable, de los hechos que ocurrieren en el Perú y que pudiesen estar relacionados con los asuntos religiosos, de modo que la Santa Sede tuviese así una fuente segura de información y se evitase las tentativas que, para falsificar el espíritu de los acontecimientos ó de los actos del Gobierno, pudiesen poner en práctica cualesquiera personas desautorizadas ó que, por cualquier otro motivo, no mereciesen crédito. Su Eminencia convino generalmente en la exactitud de estas ideas, y las consideró dignas de tenerse en cuenta y como un asunto de que se trataría posteriormente.

Por otra parte manifesté también al Cardenal Secretario los motivos que me habían impedido venir anteriormente, á saber, las órdenes de mi Gobierno que han exigido mi presencia en otros lugares, esplicaciones que el Cardenal aceptó con gratitud, como que manifestaban que nuestra deferencia á la Santa Sede y nuestro interés en conservar sus buenas relacio

nes eran siempre los mismos. Toqué este punto expresamente, porque de algún tiempo á esta parte diversos Estados han enviado cerca de la Santa Sede Legaciones de un carácter tan especial, que apenas se han detenido en Roma, presentando cues. tiones más o menos graves y urgentes en la Secretaría de Estado de Su Santidad, y despidiéndose inmediatamente con la primera resolución, favorable ó nó, obtenida en sus asuntos. Esto ha dejado naturalmente una mala impresión en la Corte Poncificia, y, por lo tanto, me he apresurado á manifestar cuáles eran nuestros sentimientos y nuestra manera de cultivar estas relaciones, que no son en nuestra consideración acciden tales, ni de un día, ni exclusivas para ciertos asuntos.

En seguida el Reverendísimo Cardenal me preguntó si tenía las preces para nuestros Obispados vacantes, y me comu nicó que inmediatamente serían admitidas y los Obispos preconizados en el. Consistorio que tendrá lugar el 21 de Diciembre próximo. Le expresé mi sentimiento de que aun no hubiesen llegado tan importantes documentos, probablemente por las muchas ocupaciones del Gobierno y del Congreso; pero aseguré á Su Eminencia que el Gobierno miraba con el más grande interés la provisión de las Sillas vacantes, y que, por mi par te, esperaba de un correo á otro que me remitiesen las preces. Con este motivo, hablamos, aunque de un modo general, sobre las dificultades que ocasionan siempre las renuncias y la provisión de los Obispados, especialmente cuando las personas no están dotadas de la prudencia necesaria para no ocasionar embarazos á los Gobiernos y á la Santa Sede, y sobre la importancia de escoger para tales puestos los Prelados que reunan, en el más alto grado, todas las condiciones que el conjunto de sus deberes exige.

Nos ocupamos después de la situación de los diversos Gobiernos de América y del de España, respecto al Patronato, y su Eminencia me expuso que actualmente el representante de España cerca de la Santa Sede, se hallaba en gestiones análogas á las que han promovido las Repúblicas Americanas desde su independencia, á saber: que no considerando el Patronato concedido á los Reyes de España sino á su autoridad soberana, han creído que, aun después de desaparecer el Monarca, los Gobiernos que le sucedían en el poder le sucedían en el Patronato. El Cardenal me expresó que la Santa Sede no admitía esta pretensión de España, como no la había admitido de los Gobiernos de América. No es, pues, me añadió, una falta de afecto y de interés por las Repúblicas Hispano-Americanas, lo que ha motivado la práctica de la Santa Sede en no reconocerles el Patronato, puesto que ahora no lo reconoce á la misma España, por la simple razón de que no existe la persona moral del Rey á quien se hizo la concesión. No era esta ocasión de discutir la materia, sino simplemente una satisfacción dada

por Su Eminencia á nuestros Estados Sud Americanos, y bajo ese mismo aspecto la comunico á US.

Durante esta larga entrevista el Cardenal demostró el mayor interés por el Gobierno y por el país, dejándome, como era natural, la esperanza de que, cuando comencemos á tratar sobre los asuntos que el Gobierno ha tenido á bien encomendarme, podamos llegar á algún buen resultado.

En cuanto á la audiencia de Su Santidad que pedí, Su Eminencia me manifestó que, con el mayor gusto, la recabaría para el primer día de que pudiese disponer el Santo Padre.

Aprovecho de esta oportunidad para renovar á US. las seguridades de mi distinguida consideración, y suscribirme de US., Señor Ministro, muy atento, seguro servidor.

P. GÁL VEZ.

Señor Ministro de Relaciones Exteriores del Perú.

Legación del Perú eerca de la Santa Sede..

Roma, Noviembre 25 de 1874.

Señor Ministro:

Hoy he tenido la satisfacción de ser recibido por Su Santidad, en audiencia particular; y, tengo el honor de comunicar á US. que, el Santo Padre, con la benignidad que lo caracteriza, se ha mostrado, durante todo el tiempo de mi visita, con los sentimientos más amistosos para el Perú y su Gobierno, así como para su Enviado. Ciertamente que esto no sería digno de no. tarse en el curso ordinario de nuestras relaciones con la Santa Sede, cuando se sabe cuánta benevolencia hay en el carácter de Pio IX, y cuan delicada conducta ha observado el Gobierno en todo tiempo respecto á la Santa Sede. Pero, como desgraciadamente hubo en el año pasado aquel escándalo de actas, que US. se sirvió comunicarme, y no faltaron enviados desautorizados del Perú que intentasen calumniar al Gobierno y á su

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