Imágenes de páginas
PDF
EPUB

Vista la protesta inclusa, que, con fecha 29 de octubre, ha levantado el doctor Manuel R. Silva, Cónsul de la Repúblicadel Perú en Puerto Plata, dirigida á aquel Cuerpo Consular y cuya copia fué remitida á esta, con súplica de ser comunicada á este Cuerpo;

Vistas las violencias que, según lo especifica dicha protesta, se vió obligado á sufrir el doctor Silva, de parte de la Comisión, représentando al Gobierno dominicano en Puerto Plata; Visto que el doctor Silva se halla en poder de un exequatur expedido con fecha 26 de Mayo de 1874, por el Gobierno de esta República;

Visto que por ese exequatur hatenido y tiene el derecho el Dr. Silva, de gozar de todas las inmunidades, prerrogativas y respeto que mútuamente se conceden en los países civilizados á los representantes consulares, etc., de naciones amigas;

Visto el atropellamiento, sin ejemplo, que se le ha dado, violando, con hombres armados y ebrios, el Consulado, los que después de haber pisoteado la bandera del Perú, lo insultaron groseramente, arrastrándolo á pesar de su resistencia y conduciéndole al Fuerte de Puerto Plata, donde lo encerraron en un lugar infecto, sin respeto á su posición y al estado quebrantado y bien conocido de su salud;

Visto que allí permaneció en medio de unos tantos desgra ciados encarcelados como prisioneros de Estado y que juntos con él fueron embarcados á bordo de una goleta para este puerto el día 30 de octubre;

Visto que á su llegada fué desembarcado en medio de unos hombres armados y conducidos de á bordo á la fortaleza, donde volvieron á encerrarlo en otro lugar tan inmundo como aquel de Puerto Plata, sin siquiera aquel miramiento que exigen las leyes de la humanidad;

Visto que semejantes violencias, ejercidas sobre el represen tante de una nación amiga, son en todo y por todo en contra del Derecho de Gentes, y de las costumbres sancionadas desde la existencia de la República, los infrascritos, justamente alarmados, y basándose sobre la protesta arriba expuesta, se hallan en la obligación de protestar, como por la presente protestan, contra el arresto y procedimiento que se ha observado con un miembro del Cuerpo Consular.

Con sentimientos de distinguida consideración tienen el honor de suscribirse, de V. E., los más atentos y seguros servidores. Q. B. S. M.

F. Rocco Cocchia, Vescovo di Oropo, Delegato Apostóli co.-Miguel Pau, Dir Consol des Deutscher Reiches.- Paul Jones, United States, Cónsul.-D. Coen, Britsh Vice-Cónsul for Deumark y

Luigi Cambiaso, R. Console di S. M. il Re d'Italia.-A. Aubin Defougerais, Vice-Cónsul de France.-J. M. Leyba, Cónsul du Nerdelanden.-José Manuel de Echeverry, Cónsul de España.

RESPUESTA DEL GOBIERNO Á LA PROTESTA DEL CUERPO DIPIOMÁTICO Y CONSULAR, POR LA PRISIÓN DEL CÓNSUL PERUANO.

Santo Domingo, 10 de Noviembre de 1877.

Señores:

He dado cuenta á mi Gobierno de la nota que, con fecha de ayer 9 del corriente, han tenido á bien SS.SS. pasarme, conteniendo una inesperada protesta sobre supuestas violencias cometidas por agentes del Gobierno sobre la persona del Cónsul de una Nación amiga, y por el que he sido autorizado para contestar la referida nota, conforme á su pensamiento.

No me es posible, señores Delegado Apostólico y Cónsules, ocultar á SS. SS. la honda y dolorosa impresión que ha causado en mi Gobierno, ver, en las circunstancias sobre manera dificiles que atraviesa, sin otra causa que la ambición de mando de cuatro diversos pretendientes, y cuando está haciendo los mayores esfuerzos para la conservación del orden, el establecimiento de la paz, y cuando para conseguir este fin, tendría el derecho de volver los ojos hácia las Naciones amigas, de quienes ha recibido y recibe constantemente pruebas del buen deseo que abrigan del bienestar y prosperidad de esta República, ver, decía á sus Representantes, á los que debían ser los intérpretes de aquellos benevolos sentimientos, obrar contra ellos y colocarse en la línea de los que sin motivos justos, promueven dificultades al Gobierno, para llevar á cabo la obra de pacificación de este desgraciado país. tiene el paso

Y no crean SS. SS., que exagero el alcance que que han dado sin necesidad ni causa razonable. No se puede escapar á la alta penetración de los señores firmantes de la protesta, el pernicioso efecto moral que, en la crítica situación en que se halla el Gobierno, ha debido producir el solo acto de reunirse SS. SS. para protestar contra los actos que se le

atribuyen. Protesta que desfigura el eco de la malevolencia y la hace llegar á las masas bajo los colores más hostiles.

Pero aun sube de punto ese mal efecto, cuando esa Congregación reprobadora de los actos del asediado Gobierno, está presidida por el representante del padre de la paz en toda la Cristiandad, cuyos ojos se arrasarían de lágrimas si pudiera siquiera imaginarse que indirectamente había contribuído á que se siguiese derramando una sola gota de sangre.

El pueblo, que oye que el jefe de la iglesia dominicana, el que desempeña la misión de representar los angélicos sentimientos de Su Santidad, ha protestado contra los actos del Gobierno, ese pueblo, sin pararse en la poca importancia de la protesta y sin entenderla en su mayor parte, no puede menos que dudar de la justicia con que obra ese Gobierno.

Esto es muy grave, señores, y tan grave, que el que suscribe cree que SS. SS. debieron detenerse ante estas consideraciones, aun cuando los motivos que hubieran tenido para protestar, hubiesen sido verdaderos y justos. Tiempo habría llegado en que la queja hubiera sido más oportuna.

Empero, resalta aún más la importunidad del paso dado por SS. SS., cuando se considera que se han movido á llevarlo á cabo por efecto del engaño que á SS. SS. ha hecho el supues to Cónsul del Perú.

Causa no admiración, sino estupor, la prontitud con que tantas personas, mejor dotadas de inteligencia que el doctor Silva, se hayan dejado inducir en error por solo su dicho. SS. SS. basan su protesta en la violación de consideraciones de que debe gozar un Cónsul; mas, como el que reclama contra ese desmán, es un simple particular, apenas digno de las atenciones de urbanidad que deben guardarse al que procede rectamente, no hay fnndamento para dicha protesta, porque el señor doctor Silva es un extranjero, que sin derecho alguno para mezclarse en la política del país, ha tomado parte en diferentes revoluciones, y recientemente en la última, que ha enrojecido con la sangre de nuestros hermanos las calles de Puerto Plata.

Revolucionó en favor de González y fué su partidario hasta que éste firmó el tratado Domínico-Español. Entonces se afilió en otro partido. Las maquinaciones que había urdido y seguía contra el Gobierno de entonces, obligaron á éste á revo car al señor doctor Silva el exequatur, que como Cónsul peruano había obtenido.

Esta revocación es terminante y le fué comunicada en carta de 20 de noviembre de 1876, en que le dijo el Ministro de Relaciones Exteriores, don Pedro Garrido, que ponía en su conocimiento, por órdenes del Jefe Supremo de la Nación, que, por motivos que aquella Secretaría expondría al Excmo. señor Ministro de Relaciones Exteriores del Perú, se le revocaba el

[ocr errors]

exequatur como Cónsul de dicha Nación en Puerto Plata. Esta resolución fué publicada en el periódico oficial en fecha 2 de diciembre de 1876 y bajo el número 150. El Dr. Silva se dió por notificado, pues que, según parece, se quejó de ella en los periódicos de la época, y además, se ha abstenido de cruzar ninguna comunicación con este Ministerio, siquiera hubiera sido para llenar las formas que la urbanidad exigía.

Los señores firmantes de la protesta, deben, pues, considerar con cuanto sentimiento habrá visto mi Gobierno, que á pesar de esos documentos, hayan ignorado una circunstancia que los hubiera puesto en el caso de obrar con más acierto, y al Gobierno el de no lamentar el nuevo embarazo que SS. SS. le han venido á presentar en medio de los que está combatiendo.

Por estas razones, mi Gobierno me ha encargado declarar á SS. SS. que no puede acoger la protesta de SS. SS. á que me he referido en esta nota, porque además de fundarse en un hecho falso, es, á todas luces, inmerecida é injusta.

Con sentimientos de distinguida consideración, me suscri bo de SS. SS. atento servidor.

FELIPE D. FERNANDEZ DE CASTRO.

A los Señores Delegado Apostólico Iltmo. y Rvdmo. Arzobispo de esta Diócesis. Señores Cónsules y Vice Cónsules de las Naciones amigas de esta República.

Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores.

Santo Domingo, Enero 18 de 1878.

Excelentísimo Señor:

El infrascrito, ha dado cuenta á su Gobierno de la carta oficial que le ha dirigido V. E., con fecha 5 de diciembre, en que le participa la queja que su Gobierno formula, por el atropellamiento cometido por las autoridades locales de Puerto Plata, contra el Cónsul del Perú en aquel puerto, y le encarga diga á

V. E., que no ha sido menor su sorpresa, que el sentimiento que le ha causado ver que ese Gobierno haya sido tan mal informado acerca de los hechos que allí han pasado, que haya podido creerse agraviado por ellos.

En efecto, Excmo. señor, por las copias adjuntas y por la "Gaceta" de Gobierno que también acompaño á este pliego, verá V. E. que el doctor Silva no tenía el caracter de Cónsul de esa Nación, cuando los ataques repetidos de Puerto de Plata hicieron proceder á su arrestación. Más de un año hacía que el Presidente Gonzalez, que regentaba la anterior administración le había retirado el exequatur que antes se le había dado, y en ese lapso de tiempo ni el señor Silva se había comunicado con el Gobierno, siquiera para felicitarlo en su advenimiento al poder, ni el Gobierno de V. E. había pedido aclaración alguna sobre la revocación del exequatur.

No cree el Gobierno dominicano que porque un individuo cualquiera deje de gozar de las inmunidades consagradas por el Derecho Internacional, haya derecho para atropellarlo sin motivo; pero si cree, que cuando ese Gobierno se ve agredido y que corre la sangre en las poblaciones, cuya guarda le está encomendada, es de su deber atender á la salvación de la sociedad amenazada, aun saltando sobre inmunidades más sagradas, como lo sabe V.E., por la relación que nos hace la historia de la conspiración de Cellamare y otras.

Es preciso que V. E. sepa que el doctor Silva no es peruano sino cubano, ardiente partidario de la independencia de su país, sentimiento que nosotros aplaudiríamos con toda la efusión de corazón á que nos dan derecho los esfuerzos que hemos hecho y haremos por adquirir y conservar nuestra propia independencia, sino fuese porque Silva, para contribuir á ese fin, viene, desde años atrás, queriendo poner y quitar Gobiernos, según calcula que puedan favorecer más o menos sus miras. Cuando en el año 1874 se convenció que el Gobierno del Presidente Baez, que había dado hospitalidad á la emigración cubana, no quería apartarse de la senda de estricta neutralidad que se había propuesto seguir en sus relaciones con las poten cias amigas y que en fuerza de esa neutralidad no consentía que desde el territorio dominicano se hostilizase á España, se concertó con el entonces Gobernador de Puerto Plata, Ignacio M. Gonzalez, para que traicionase al Presidente Baez, y lo favoreció con la cooperación de los cubanos y socorros efectivos que tuvieron por resultado la revolución de 25 de noviem bre y la caída del Gobierno. Como Gonzalez había subido á la presidencia, ligado por sus compromisos con los cubanos, hubo de tolerar la hostilidad no disfrazada de que aquellos hacían alarde contra España, hasta que el Capitán General de la Isla de Cuba, quiso poner cóto á ese desórden enviando un comisionado para que hiciera entender á Gonzalez, que no le

« AnteriorContinuar »