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Valdivia al emperador Cárlos V, para que sea su culto divino en ella honrado, i salga el diablo de dónde ha sido venerado tanto tiempo. Pues, segun dicen los indios naturales, que el dia que vinieron sobre este nuestro fuerte al tiempo que los de a caballo arremetieron con ellas, cayó en medio de sus escuadrones un hombre viejo en un caballo blanco, e les dijo: huid todos, que os matarán estos cristianios; i que fué tanto el espanto que cobraron, que dieron a huir. Dijeron mas: que tres dias ántes pasando el rio Biu-biu para venir sobre nosotros, cayó una cometa entre ellos un sábado a medio dia; i deste puerto donde estamos la vieron muchos cristianos ir para allá con mui mayor resplandor que otras cometas salen, e que caída salió della una señora mui hermosa, vestida tambien de blanco, i que les dijo: servid a los cristianos, i no vais contra ellos, porque son mui valientes, i os matarán a todos: e como se fué de entre ellos, vino el diablo su patron, i los acaudilló diciéndoles: que se juntasen mui gran multitud de jente, i que él venía con ellos, porque en viendo nosotros tantos juntos, nos caeríamos muertos de miedo; e así siguieron su jornada" (1).

El capitan Góngora Marmolejo, cronista contemporáneo, pero que sobrevivió muchos años al gobernador Valdivia, atestigua el mismo hecho, aunque con variaciones de importancia. Hé aquí sus palabras. "Los indios decian despues que los cristianos no los habian rompido, sino una mujer de Castilla i un hombre en un caballo blanco los habian desbaratado: que esta fué tan terrible vista para ellos, que en gran manera los cegaba. Esto se publicó despues, diciéndoles otros indios cómo los habian

(1) Valdivia, Carta a Cárlos V, fecha 15 de octubre de 1550.

desbaratado tan pocos cristianos, daban este descargo; i es de creer ansí porque aquel dia vinieron sobre la ciudad mas número de cincuenta mil indios; por donde parece ser creedero fué Dios servido los cristianos no se perdiesen, i que los quiso socorrer con su misericordia, pues de la entrada que entónces hicieron ha resultado en este reino muchas ciudades pobladas i muchas iglesias donde se predica el evanjelio, i monasterios de relijiosos que hacen con su doctrina mucho fruto entre los naturales, i grande número de indios que son cristianos, i viven casados debajo de el matrimonio de la iglesia" (1).

Entre estas dos distintas versiones, los contemporáneos, a lo que parece, adoptaron la trasmitida por Góngora Marmolejo, segun lo espresa Córdoba i Figueroa, el cual cita en su apoyo documentos auténticos de la época, que tuvo a la vista.

"Fué cierto i patente a aquel numeroso jentío (el de los indios), dice este cronista, de que habian visto un hombre anciano i de venerable aspecto en un caballo blanco con sus armas resplandecientes, el cual precedia a los españoles; i que al tiempo que este divino númen los acometia, se retiraban confusos i asombrados; i que habiéndose rehecho para renovar la batalla, los volvió a disipar con tal pavor i espanto suyo, que a este divino personaje solo atribuian su vencimiento, cuya deposicion uniforme de esta irrefragable verdad fué la de más de cuarenta mil personas, testigos oculares de esta maravilla, que a una voz publicaron; i los españoles, aunque no vieron al apóstol glorioso, le esperimentaron en la ninguna oposicion que los indios les hicieron, terminando la osadía con que ve

(1) Góngora Marmolejo. Historia de Chile, capítulo 11.

nian en una vergonzosa fuga, no obstante los repetidos esfuerzos que hacian. El gobernador, su teniente jeneral i los demas caballeros i soldados que presentes se hallaron, en memoria de tan singular portento, i que a la posteridad quedase su recuerdo, · acordaron de construir una hermita; mas los embarazos que se ofrecieron, i en el corto tiempo que el gobernador sobrevivió, no les fué posible; i así dijo Ciceron que el agradecimiento, aunque sea tarde, no debe ser reprehendido.

-"Permaneció este recuerdo en los que componian el cabildo de la Concepcion cuando su primera despoblacion, i que se retiraron a la Imperial, como consta i se ve en el auto que hicieron dia diez i siete de diciembre del año de mil quinientos cincuenta i cuatro, a los tres de este acaecimiento, el cual pasó ante Domingo Lozano, escribano de cabildo, en que se espresa que comparecieron i se presentaron al visitador i vicario jeneral de estas provincias Fernando Ortiz de Zúñiga, los que en aquel tiempo componian su ayuntamiento, que fueron los señores Francisco de Castañeda, alcalde; Hortencio Jiménez de Etenduar, Gaspar de Vergara, Lope de Landa, Pedro Gómez de las Montañas, i narran el milagro, que en abreviado resúmen es como lo espresamos, i ofrecen construir la hermita, i que el cabildo habia de quedar con el patronato para siempre de ella; i dicho visitador concedió la licencia i permiso interponiendo su autoridad; i se mencionan por testigos a mayor abundamiento en el referido instrumentó a Juan de Villanueva i Francisco Sánchez, cuyo orijinal pára en el libro de la fundacion, el cual le hice trasuntar siendo alcalde de la Concepcion; i aunque el cronista Herrera no lo narra, ni Arzila (Ercilla) que tan reciente al suceso vino, ni el padre Ovalle regnícola, sin embargo,

en el acaecimiento no hai la menor duda" (1).

Años despues, el jesuita Oliváres reprodujo la relacion de Córdoba i Figueroa, añadiéndole algunos ribetes, i reforzándola con algunas reflexiones. "Demas de la pia creencia i prudente presuncion a favor del milagro hacer gran resistencia a los indios en tan numeroso campo, compuesto de tan alentados soldados i gobernados por cabos de mucha esperiencia, en los cuales el desaliento en la pelea i la precipitacion en la fuga debe atribuirse a causas estraordinarias i superiores, que influyen poderosamente en sus ánimos para acobardarlos, dice entre otras cosas sobre el particular, favorece tambien la piadosa opinion del milagro la conteste deposicion de innumerables prisioneros, que aseguraron no los amedrentaban al tiempo del combate los escuadrones españoles, cuyo corto número mas podia inspirar el desprecio que el terror, sino un capitan anciano de aspecto venerable i armas resplandecientes, bien cabalgado en un bruto blanco jenerosísimo que guiaba a los españoles, i a mas del estrago que hacía en los cuerpos, influia otro espanto en los ánimos mui desemejante de aquel que viene de causa ordinaria. Así lo declararon preguntados separadamente; i por eso aunque mi jenio naturalmente sospechoso de los achaques que padece la verdad profanada en las bocas del vulgo, no me inclina a que dé lijeramente asenso a estos portentos, pues es cosa diversa que Dios pueda favorecernos, i de hecho nos favorece a veces con milagros, o que estos los vulgaricen con menoscabo de aquella veneracion relijiosa que se debe al abismo de sus ocultas disposiciones, con todo eso es para mí tan justificada la creencia de que tratamos, i tan apoyada

(1) Córdoba i Figueroa, Historia de Chile, libro 2, capítulo. 1.0

con graves testimonios i argumentos, que me pareciera irrelijiosidad negarla o desconocerla" (1).

IV.

Apénas habian trascurrido cuatro años desde el portentoso acontecimiento que queda mencionado, cuando el cielo quiso volver a manifestar en Chile con un nuevo milagro su predileccion a las tropas del rei de España que habian acometido la conquista de este país.

Trasladémonos al 23 de abril de 1554.

El gobernador Valdivia habia perecido en Tucapel; i la ciudad de Concepcion habia sido arrasada hasta los cimientos. Toda la tierra de Arauco estaba rebelada.

Caupolican i Lautaro marchaban con sus huestes victoriosas contra la Imperial.

Estaban ya acampados a tres leguas de la ciudad,i determinados a tratarla como a la infortunada Concepcion.

Segun el poeta Ercilla, la Imperial se hallaba defendida por una mui escasa guarnicion, i desprovista de armas, de municiones, de vitualla.

La pérdida de la ciudad parecia irremediable. Los caudillos araucanos dieron la señal de la marcha contra la consternada poblacion.

Junto con principiar a ponerse en movimiento, sobrevino una espantosa tempestad de relámpagos, truenos, agua, granizo, piedras.

A lo que cuenta Ercilla en sus bien medidas octavas, Epanamon, o sea el dios de los araucanos, o mas propiamente el diablo, se presentó en medio

(1) Olivares, Historia Militar, Civil i Sagrada de Chile, libro 2, capí tulo 10.

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