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ren ningun donativo, siendo así que no es mi intento el gravarlos con nuevas cargas, como se lo dareis a entender, sino que ántes os he mandado, como lo hago, que procureis su mayor alivio. En esta conformidad lo practicareis con la advertencia i cuidado de que no se les haya de apretar en ningun modo, ni permitir se les desconsuele a los que no pudiesen concurrir, o no se inclinaren a hacerlo, con decirles que me tendré por deservido, pues esto sería hacer involuntario lo que pretendo que en todo sea gracioso i sin ningun color de apremio; i espero que en esta proposicion usareis con esos vasallos de tal suavidad i buen modo, que el vuestro persuada mas que el motivo que lo ocasiona (con ser tan grande); i así lo fio todo de vuestro cuidado, amor i celo a mi servicio, i que me dareis cuenta de lo que resultare, i los que me sirvieren, i con qué cantidades, para que tenga noticia de ello, para favorecer i honrar a los que se señalaren; i lo que de esto procediere lo remitireis con separacion distinta por cuenta aparte, de que me avisareis con lo demas que resultare, que os pareciere ser conveniente.-Fecha en Madrid a 25 de diciembre de 1657.-Yo el Rei.-Por mandado del Rei Nuestro Señor, Juan Bautista Saenz Navarrete."

Segun es fácil de concebir, todas estas manifestaciones de veneracion, eran particularmente solemnes, cuando se trataba de la persona misma del soberano.

Estaba ordenado que los dias de los santos del rei i de la reina i sus cumpleaños fuesen feriados, i solemnizados con una funcion relijiosa, a la cual debian asistir todas las corporaciones i los sujetos mas visibles del vecindario; porque, decia el rei en una cédula de 6 de junio de 1790, por la cual reiteraba esto mismo por tercera o cuarta vez, "es in

dispensable que a causa de la distancia de éstos a aquellos mis dominios, se hagan en dichos dias de nuestros gloriosos nombres algunas demostraciones públicas en que los vasallos comprendan o recuerden lo respetable de mi real soberanía."

Se ve que el monarca, conociendo lo que le importaba hacerse venerar, no se descuidaba en dictar las providencias necesarias para conseguirlo.

"Su Majestad, escribia de real órden el ministro don José de Gálvez en 15 de setiembre de 1776 al presidente i oidores de Chile, ha mejorado tan considerablemente la condicion de sus ministros togados con el aumento de sueldos, que sin necesidad de otros recursos pueden vivir con la decencia correspondiente a su carácter, i la comodidad que merece su elevado i escrupuloso ejercicio. I como estos soberanos beneficios exijen que los agraciados, poseídos de un digno reconocimiento, apliquen todos sus cuidados i desvelos a mantener con su rectitud i ejemplo la observancia de las leyes, el respeto a la justicia, la pureza de las costumbres, la mas profunda veneracion a ambas majestades, i el amor a todas las virtudes políticas i cristianas que hacen la felicidad de un gobierno bien arreglado, confía el Rei que no olvidará V. S. jamas sus benéficas providencias i justas intenciones, dedicará enteramente sus celosos individuos a promover i conseguir estos santos fines, no perdonando para su logro cuántos esfuerzos i dilijencias quepan en la prudencia humana, i asegurándose de que la ulterior fortuna de los ministros que componen ese tribunal penderá solo del ventajoso desempeño de sus empleos i estrechas obligaciones, porque Su Majestad premiará a cada uno segun su verdadero mérito, advirtiendo a V. S. de órden especial del Rei que si contra su bien fundada esperanza,

incurriere alguno en omision, descuido o neglijencia culpable, tenga entendido desde ahora que entónces sufrirá todos los efectos de su real indignacion, i será tratado como ingrato i delincuente con la última severidad de las leyes, pues ni las mayores distancias, ni los mas astutos artificios podrán hacer que se oculten a la vijilancia de Su Majestad las menores contravenciones de las justicias i el buen órden que ha de reinar en sus mas remotos dominios."

Las fiestas de la proclamacion de cada nuevo soberano i del juramento de fidelidad, las fiestas reales, como se las llamaba vulgarmente, hacian época, i servian de punto de partida para computar el tiempo.

Omito entrar en pormenores sobre ellas, por lo mui conocidas que son.

IV.

La idolatría de la gran mayoría de la nacion chilena a la majestad real no se fué debilitando con el trascurso de los años.

A la víspera de la revolucion de la independencia, era todavía viva i fervorosa, como lo prueba un hecho ocurrido en 1809, que voi a referir.

El sarjento mayor don Joaquin Pérez de Uriondo, subdelegado a la sazon de la provincia de Coquimbo, habia practicado las mas solícitas dilijencias para obtener un retrato de Fernando VII.

Al fin tuvo la dicha de conseguir uno que habia traído del Callao a Valparaíso el maestre de la corbeta Bretaña, i que habia venido de España en la cámara del capitan del navío San Fuljencio.

Semejante orijen persuadia al leal Uriondo que

no podia caber la menor duda de que aquel retrato fuese "lejítima copia del precioso orijinal."

Tan luego como el subdelegado de Coquimbo estuvo seguro de su buena fortuna, se dispuso a solemnizar espléndidamente la entrada del retrato en la Serena.

Al efecto invitó para ello, entre otros, al cura i vicario foráneo, que, a lo que parece, era un vasallo tan entusiasta, como el subdelegado, segun puede colejirse de la siguiente contestacion:

"Con oficio de ayer, 16 de junio, pasó U. a mis manos en testimonio el auto dirijido a noticiarme la próxima llegada del retrato de nuestro amado rei i señor don Fernando VII, i el aparato, ornato i solemnidad con que debe recibirse, derramando U. los mas nobles sentimientos de respeto i amor a nuestro soberano con tan terminantes i precisas espresiones, que parece iba delineando la pluma los interiores afectos del vasallo mas fiel i amante a su rei. Yo, que me lisonjeo de contarme en este número, nada omitiré de cuanto juzgue conduzca a dar una idea nada equívoca del amor i respeto que debo tributar a mi soberano, recibiendo en mi iglesia su imájen con las señales mas vivas de mi respeto, veneracion i amor, que sirvan de estímulo para que el respetable cuerpo del clero secular i regular a una voz alaben al Dios Supremo, quien teniendo por suya la causa de nuestro rei i señor don Fernando VII, llegará aquel deseado dia en que terminada la tempestad que ha sido efecto del orgullo, ambicion i soberbia del emperador de los franceses, vea toda la nacion española resplandecer en su rejio trono el amor, justicia i benignidad del mejor, mas digno i mas amado de todos los monarcas el señor don Fernando VII, que Dios guarde.

"Nuestro Señor guarde a U. muchos años.-Serena i junio 17 de 1809.-Juan Nicolas Váras i Marin."

El alborozado Uriondo anunció al pueblo de la Serena, con una proclama, el arribo al puerto de la corbeta Bretaña, que conducia el precioso retrato.

"Nobles i leales coquimbanos:

"Ya teneis en el puerto el retrato de nuestro adorado soberano el señor don Fernando VII, que lo ha conducido de Lima la corbeta nacional la Bretaña, el mismo que tendreis la ocasion de ver el jueves 13 del presente, en que hará su entrada pública en esta noble ciudad. Recibidle como si fuera el precioso orijinal. Ofrecedle de nuevo vuestros votos i fiel vasallaje. Corred a postraros a sus reales piés, llenos del mas profundo respeto, de modo que se conozca en vosotros el amor que justamente le profesais; i que teneis el alto honor de ser vasallos del mejor, mas grande i mas amado de los monarcas, el incomparable Fernando VII. Cubrid vuestras paredes de tapices, i el suelo de flores, para que pase tan augusta persona, ídolo de nuestros corazones; e implorad al Dios de los ejércitos lo restituya cuánto ántes a su real trono, i confunda al perverso, pérfido e inicuo emperador de los franceses i sus secuaces.-Coquimbo 11 de julio de 1809.-Joaquin Pérez de Uriondo."

Como mi propósito es suministrar al lector datos para que pueda observar por sí mismo hasta qué grado llegaba la veneración de los americanos a la majestad real, a fin de que no se atribuya a invenciones de la fantasía lo que yo pudiera referir sobre el particular, voi, en vez de ponerme a describir la entrada del retrato en la Serena, a dejar que lo hagan los dos escribanos del pueblo, los

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