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cuentas ajustadas, se habia reducido á un costoso i estéril viaje militar, sin que recojieran otros frutos que las cosas tomadas en Guaranda i unos pocos enceres de guerra en Paredones. Nuestros padres, acostumbrados á la afeminada paz de trecientos años, daban candorosamente á todos los movimientos de su desarreglado ejército una estimacion que estaba mui léjos de merecer.

Publicóse, á vuelta del ejército, la proclamacion de la independencia que antes enunciamos; i á fé que este acto sí era de estimarse i festejarse, i no esas espediciones tan ruidosas como insustanciales.

Durante estas algazaras padecian los patriotas en la costa un desastre que vino á acibarar su contento. Don Benito Bennet, nombrado gobernador de Esmeraldas desde fines del año anterior, habia partido á esa provincia no solo como tal, mas tambien como comandante militar de la costa. Cincuenta soldados que llevó consigo le habian sido suficientes para tomar tranquilamente posesion de su gobierno, i de luego a luego abrió comunicaciones con los otros pueblos del vireinato que habian proclamado tambien su independencia, i se hizo dueño del parque i otros artículos de guerra que los españoles tenian en Atacámes.

Aimerich, que por entonces se hallaba en Popayan, habia tambien abierto por su parte correspondencia con el presidente Molina i el obispo Quintian, i empeñado al primero para que diese al gobernador de Guayaquil la órden de que enviara un buque de guerra por las costas de Esmeraldas. El gobernador dió cumplimiento á la órden, i puso el buque á disposicion del capitan Ramírez, quien, presentándose de súbito en Esme

raldas con fuerzas bastantes para acometer á Bennet, recuperó cuanto por ese lado habian perdido los realistas, i aun tomó prisionero á Bennet mismo. La pérdida de Esmeraldas i Tumaco dejó cerradas todas las puertas de Quito, privándole de las únicas vias por donde podia negociar las armas de fuego de que estaba por demas escaso.

X.

Poco despues se supo en Quito que Santafé sostenia con brios la causa proclamada, que el coronel Tacon, gobernador de Popayan, habia sido derrotado por los caucanos en Palacé, i que, replegado á Pasto, donde fué recibido con frenético entusiasmo, se hallaba organizando un nuevo ejército con el doble fin de contener á sus vencedores, si asomaban por el lado del Juanambú, i el de invadir el territorio de Quito si le dejaban tranquilo por el norte. El gobierno de esta provincia habia cubierto cautelosa i tempestivamente su frontera setentrional con una coluna de trecientos hombres, comandada por el teniente coronel don Pedro Montúfar. Tacon, animado i sostenido por el entusiasmo de los hijos de Pasto, quiso ante todo tener una entrevista con el comandante en jefe, don Cárlos Montúfar, i despachó con la comision de pedirla á don Antonio Mendizábal. Poco despues, porque desconfiara del buen éxito de la entrevista, ó porque no la provocara sino para calmar los recelos de Quito, adelantó sus tropas hasta Carlozama, pueblo rayano con los de la presidencia, i tomó en el rio Bobo prisionera toda la avanzada que los patriotas tenian en este punto.

Aun sin este acontecimiento que vino á poner en claro la mala fé de Tacon, ya tanto la junta superior como el comisionado Montúfar se habian negado abiertamente á la conferencia provocada por aquel, pues entendieron que los empeños del gobernador de Popayan estaban, en resúmen, reducidos á pedir que se restituyesen las cosas al estado del año de ocho. I la junta no solo se negó con terquedad sino que al punto dispuso que, reforzándose las tropas de don Pedro Montúfar con docientas plazas, emprendieel paso del Carchi i acometiese al enemigo.

se

Montúfar las puso en movimiento, i consiguió fácilmente atravesarlo i ocupar la altura de Cuaspud, burlándose de los fuegos con que los coroneles don José Maria de la Villota i don José Uriguen, capitanes realistas, intentaron atajar sus pasos. Sabedor Tacon de este avance que no temia, se vino á comandar personalmente su ejécito i, despues de algunos tiroteos, repetidos de dia en dia i de hora en hora, aunque con flojedad, se retiró al pueblo de Zapúyes sin haber sacado ventaja ninguna con su presencia.

En tales circuntancias las tropas de Montúfar se reforzaron mas, i Tacon, conociendo esta superioridad, se vió obligado á retirarse á Imbue. En el Chupadero pretendió atajar á su enemigo; mas, habiéndole sido adverso el encuentro, tuvo que repasar el Guáitara con ánimo de no ceder un palmo mas. El Guáitara, transitable apénas por algunos puntos mui señalados, ha sido siempre considerado por los militares intelijentes casi como inespugnable; pues el caudal de sus aguas, la velocidad con que se precipitan, la profundidad del cauce i los barrancos que

lo cruzan, son otros tantos estorbos que la naturaleza ha opuesto para su acceso. Tacon, pues, se consideraba mui justamente como invencible en ese punto.

El Juanambú, mas inaccesible todavía que el Guáitara, tenia á cubierto sus espaldas, i encastillado entre estas dos fortalezas i con pueblos fervorosamente apasionados de la causa realista, creia mantener en jaque tanto á los patriotas del Cauca por el norte como á los de Quito, hasta que fuerzas mayores de los realistas de otros puntos favorecieran el ensanche que pensaba dar á sus movimientos bélicos.

Bien pronto, sin embargo, se disiparon sus ilusiones, porque mui luego tuvo la noticia de que avanzaban contra Pasto don Joaquin Caicedo, presidente del Cauca, i don Antonio Baraya, comandante en jefe de las tropas ausiliares de Cundinamarca. Tacon, militar hábil i hombre de talento, en el conflicto de no poder amparar el Juanambú, porque, desamparado el Guáitara, dejaba el paso libre á las tropas de Quito, i porque, si se mantenia en este punto franqueaba la invasion de Caicedo, vino á apurarlo mas con la desercion de algunos de sus partidarios i con una grave enfermedad que le sobrevino en esos mismos dias. En este trance, tomó el partido de pasar á Patia con ánimo de fortalecerse en las costas para volver despues á reconquistar á Popayan.

Esta campaña, entre otros pueblos, habria probablemente concluido con la separacion del capitan enemigo; pero entre los de Pasto, decididos hasta serlo de sobra por la causa de España, no se advirtió siquiera en tal falta, i las

hostilidades siguieron como ántes. Los pueblos situados á retaguardia de una parte del ejército de Montúfar, i que finjidamente se habian sometido á la causa americana, se levantaron de nuevo i victorearon el estandarte real: la division de Montúfar que iba á la vanguardia quedó, por consiguiente, separada del ejército, cortada la correspondencia i en riesgo de ser batida en detal. Por fortuna, la salvó una ocurrencia peregrina i arriesgada con la mayor felicidad. Quince hombres de los mas audaces, finjiendo ser auxiliadores de Pasto, se presentaron osadamente en el Contadero á los enemigos que pasaban de docientos i, sosteniendo aquella farsa i dándolas de entendidos capitanes que conocian los ardides de la guerra, los encaminaron mansos hasta ponerlos á tiro de la division patriota. Presentada esta mui á tiempo i cuando ya los realistas no podian huir, tuvieron que rendirse, quisiéranlo ó no lo quisieran, i cayeron todos prisioneros, con inclusion de los cabecillas Corral i Taques, i cayeron igualmente sus armas i bagajes. Se les trató con la mayor jenerosidad i hasta consideracion, porque la guerra de entónces (¡Así fueran todas las guerras!) tenia por principio invariable atraer los pueblos con dulzura i ver á los enemigos con clemencia, no debiendo derramarse sangre sino en los casos de combate ó dolorosamente necesarios.

Asegurada ya la retaguardia, se pensó en atravesar el Guáitara, i para esto se dispuso que el ejército se dividiera en tres partes, i que todas obrasen simultáneamente pero por diferentes puntos. La primera la conservó consigo el comandante en jefe, la segunda se puso á órdenes

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