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El imperio colonial de los portugueses se debe á Vasco de Gama, y al gran Alburquerque como guerrero y legislador. Venecia y el Egipto sentían demasiado la enérgica mano de Alburquerque que les cerraba el monopolio del Asia; la flota egipcia, reforzada secretamente con buques venecianos, fué vencida por el virey portugués. En medio de sus triunfos supo Alburquerque que sus enemigos habían triunfado de él en Lisboa, y que debía ser reemplazado en el vireinato por los mismos que él había arrojado de allí por delincuentes. A tan injusto proceder, se contentó con decir «á la tumba, á la tumba, anciano fatigado." El rey D. Manuel le escribió en 11 de Marzo de 1516 que sólo le llamaba para proporcionarle el descanso, pero que le conservaría todos sus honoetc. Alburquerque no recibió ya esta carta.

res,

Pacheco, aunque en menor escala que Alburquerque, es también un ejemplar de la ingratitud de los portugueses para con algunos de sus grandes hombres. Pacheco, cuyas hazañas inspiraran la lira de Camoens, llegó á Portugal con sus buques cargados de ricas mercancías; la envidia le tomó por blanco de sus tiros; fue destituído, y murió pobre en el hospicio de Valencia de Alcántara.

Para decir algo de Inglaterra, sólo recordaremos el nombre de su célebre canciller Tomás Moro. Fidelísimo á su monarca, inteligente y honrado, acabó sus días en el suplicio por man

dato del rey, como un criminal cualquiera. La Francia, dos siglos y medio después se mostró harto ingrata con Dupleix, que la había puesto en posesión de casi treinta millones de habitantes en la India. El gobierno francés lo separó del mando en 1754. Cuéntase que salió llorando de un país en el que había conquistado doscientas leguas de costa para la Francia; murió Dupleix en su patria en la mayor miseria. Si con sus hijos observó esta conducta, no fué más agradecida con los extraños. El irlandés Conde de Lally, puesto al servicio de la Francia, defendió á Pondichery (colonia francesa en el Asia) con setecientos hombres, contra veintidós mil ingleses: la defensa fué heróica. Hecha la capitulación, regresó á Francia; acusósele de traidor, y fué condenado á muerte. Lally quiso justificarse, pero una mordaza se lo impidió: con ella puesta montó en la infame carreta, y sufrió el último suplicio en la plaza de Gréve (1766). Y si de los prohombres de la Independencia de América quisiera hablar y decir el pago que han recibido de sus libertados, podría contar maravillas. Mas no prolonguemos este catálogo de iniquidades é ingratitudes. El desapasionado lector coteje y juzgue.

CONCLUSIÓN

La conquista y colonización de los países descubiertos por D. Cristóbal Colón, fue por espacio de catorce años el sepulcro de los tesoros de España y de sus hijos. Los reyes católicos, que nunca desconocieron sus intereses, sostuvieron con admirable constancia el fomento de aquellos remotos países, guiados, sin duda, por el presentimiento de que las consecuencias morales de tan estupendo hallazgo superarían á los intereses materiales por grandes que ellos fueran. El importantísimo papel que en los graves acaecimientos de la Europa jugó la España, realzan en sumo grado la elevación de miras que su gobierno tuvo siempre con respecto á las nacientes colonias de Ultramar. Si la nación no pudo de cuenta propia hacer frente á tan multiplicadas atenciones, excitó con premios la intrepidez de sus marinos y el lucro en sus negociantes, para que ellos realizaran el gran pensamiento que tanto les preocupaba, sin herir, como queda probado, ni en lo más mínimo los derechos de D. Cristóbal Colón. Los resultados ya morales, ya materiales, correspondieron abundantísimamente á tan grandes y bien fundadas esperanzas. Cuanto á los mo

rales, notaremos los siguientes: se sacó á todo un Mundo de la idolatría, trayéndole al conocimiento del verdadero Dios y de su Iglesia. La tiranía y el despotismo en sus leyes y caciques, fue sustituída por leyes que garantizaban la dignidad personal, y se extinguió, casi totalmente, la antropofagía. Con la conquista del continente, las demás naciones de Europa aprendieron á conocer la virilidad de que es capaz lo que se llama pueblo, cuando criado en los sanos principios de la moral cristiana, se le saca del círculo de hierro en que fuera de España é Italia lo tenía encerrado el bárbaro abuso del sistema feudal. Las ciencias vieron delante de sí un inmenso campo que explorar, y se desarrollaron en el medio siglo siguiente al descubrimiento con una rapidez increíble, sobre todo en la parte astronómica y geográfica. Con el descubrimiento de la América, llegó el hombre á tener noticia bastante aproximada de la forma y tamaño del planeta que habita, de las razas que lo pueblan, de los recursos que en él se hallan, y en general, no hay ciencia que no haya ensanchado su esfera desde que este grande y rico continente, cortando el paso á las naves de Colón, se alzó como de improviso entre la Europa y las tierras Orientales del Asia, que eran las buscadas por el ilustre genovés y los ínclitos pilotos que le acompañaban. Respecto á los bienes materiales, enumeraremos el incremento extraordinario que tomó

el comercio, proporcionando á gran número de habitantes del globo comodidades y bienestar de que antes carecían; la escasez de su población y lo dilatado de sus costas y llanuras, ofrecía abrigo á cuantos europeos quisieran emigrar para buscar en ellas las libertades y exenciones que no hallaban en su patria. Las yerbas medicinales, las maderas de construcción, el caucho, la quina y otra multitud de especies tan preciosas como estimadas, hicieron que esta parte del mundo adquiriera en breve no poco de la preponderancia á que está destinada por sus riquezas propias é importadas, por la variedad de sus climas, por lo caudaloso de sus ríos, y por la proverbial hospitalidad y bondad de la raza latina que en su mayor parte lo puebla.

A. M. D. G.

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