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esta es la razón porque no le escribo á usted, sabiendo que por los ministros se le da á usted cuenta de mis cartas; hoy pensaba escribirle à usted, y me acaba de entregar Aldecoa la carta tan cariñosa que usted le dió; con este doble motivo entro con toda brevedad en materia, pues lo que le tengo que decir es muy gra ve, y sólo á usted compete el apreciar quién más que usted debe tener conoci miento de ello: cuando llegué aqui había gran desaliento en los partidos verdade ramente españoles; desaliento causado por la división y el encarnizamiento con que se tratan: creí que podría traerlos á mejor camino; me equivoqué: no son las ideas las que los dividen, son las rencillas particulares; los constitucionales, que son los más y los mejores, han padecido bajo el poder de los reformistas, y éstos están enfurecidos conmigo porque creen sin razón que yo me inclino á los primeros; puedo asegurar á usted que no es exacto; me he limitado á tratar de desha cer las cábalas, y eso á medias.

Los autonomistas están de buena fe; no tenían más camino que marchar fran camente á la insurrección ó tomar la actitud que han tomado; al principio sirvieron, hoy no son más que un brillante estado mayor; las masas, como sucede siem pre, se han ido con los que más exageran.

Poco se puede contar con los tres; aunque van reviviendo los constitucionales, no le queda más recurso á España que sus propias fuerzas.

Aunque al mes de estar aquí comprendí la gravedad de la situación, no quería creer en ella; mis visitas á Cuba, Puerto Principe y Holguín me empezaron á es pantar; pero por temor á ser pesimista no dije todo lo que creía, y ya decidí no sólo las poblaciones de las costas, sino entrar por el interior y confirmar por mí lo que sospechaba y me decían mis subordinados; decidí por recorrer algunos pun tos de las Villas, Spíritus, Príncipe y Bayamo, y he sacado esta triste impresión. Los pocos españoles que hay en la isla sólo se atreven a proclamarse tales en las ciudades: el resto de los habitantes odia & España; la masa, efecto de las pre dicaciones en la prensa y los casinos; de la conjuración constante y del abandonɔ en que ha estado la isla desde que se fué Polavieja, han tomado la contemplación y licencia, no por lo que era error y debilidad, sino por miedo, y se han ensobervecido; hasta los timidos están prontos á seguir las órdenes de los caciques in surrectos. Cuando se pasa por los bohíos del campo no se ven hombres, y las mujeres al preguntarlas por sus maridos ó hijos, contestan con una natura lidad aterradora en el monte con fulano: ni ofreciendo 500 6 1,000 pesos por llevar un parte se consigue; es verdad que si los cojen los ahorcan; en cambio ven pasar una columna, la cuentan y pasan los avisos voluntariamente con una espontaneidad y una velocidad pasmosas.

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Además de las partidas grandes, hay las pequeñas; éstas son las que nos favorecen, porque cometen mil fechorías y los desacreditan; es verdad que si el daño lo hacen á algún insurrecto, son ahorcados.

Los cabecillas principales dan muerte à todos los correos, pero tienen una generosidad fatal con los prisioneros y heridos nuestros.

No puedo yo, representante de una nación culta, ser el primero que dé el ejem. plo de crueldad é intransigencia; debo esperar á que ellos empiecen.

Podría reconcentrar las familias de los campos en los poblados, pero necesi. taría mucha fuerza para defenderlos; ya son pocos en el interior los que quieren ser voluntarios: segundo, la miseria y el hambre serían horribles y me vería precisado á dar ración y en la última guerra llegué á dar 40,000 diarias; aislaría los poblados de el campo, pero no impediría el espionaje; me lo harían las mujeres y chicos; tal vez llegue a ello, pero en caso supremo, y creo que no tengo con diciones para el caso. Sólo Weyler las tiene en España, porque además reune las de inteligencia, valor y conocimiento de la guerra: reflexione usted, mi querido amigo, y si hablando con él el sistema lo prefiere usted, no vacile en que me reemplace; estamos jugando la suerte de España, pero yo tengo creencias que son superiores á todo, y que me impiden los fusilamientos y otros actos análogos. La insurrección hoy día es más grave, más potente que à principios del 76; los á cabecillas saben más, y el sistema es distinto de aquella época.

¿Con las fuerzas que vienen en Octubre concluirán pronto? No lo sé, á veces lo creo fácil, otras muy dificil: si pudiéramos impedir los desembarcos, ganaría mos mucho: los marinos trabajan bien, pero ni en esta guerra ni en la pasada se

ha hecho lo que yo creo conveniente: la zona de peligro para los contrabandis. tas es de tres millas, que por la noche, con la brisa del mar, la salvan en media hora, y es muy casual que los vapores de guerra que tienen treinta leguas de costa, lo puedan evitar: son vistos por el humo y por los palos á siete millas y ellos no divisan los botes sino a una o dos; pueden éstos colocarse antes de que los alcancen fuera de la zona ó acojerse al estero y pasar el barco sin ver nada; faluchos como los guardacostas en las ensenadas quietos por el día vigilando por la noche daría más resultado y entre todos no costaría lo que un torpedero, y se guarnecerían con 320 y 460 soldados: este proyecto no gusta y, sin embargo, me aferro á que es el único práctico.

Vencidos en el campo ó sometidos los insurrectos, como el país no quiere pagar ni nos puede ver, con reformas ó sin reformas, con perdón ó con exterminio, mi opinión leal y sincera es que antes de 12 años tenemos otra guerra, y si todavía nosotros no diéramos más que nuestra sangre podría venir otra y otra; ¿pero puede España gastar lo que gasta? Problema es éste que no se ha de resolver ahora; en este momento no hay más que pensar en someterlos, cueste lo que cueste, pero á los estadistas como usted, á los que tienen que mirar al porvenir debe preocuparlos y ver si se halla el medio de evitarlo.

No puedo concluir sin decirle á usted que nuestro soldado es un mártir por sus sufrimientos, el más disciplinado del mundo, el más manejable, y con buena dirección y buenos jefes, el más valiente: que tanto él como la oficialidad tienen un espíritu levantado ¡Ah, si yo pudiera alimentarlos bien!; pero los convoyes son nuestra muerte, y el racionamiento poco menos que imposible.

No puedo hablar mal de los insurrectos en el mismo sentido, están fanatizados y esto casi les iguala á los nuestros.

Esta es la impresión que he sacado de mis visitas, que es censurabilísima en un general en jefe; me ha servido para concluir de fijar mi concepto.

Ruego á usted haga presente á su S. M. el testimonio de mi respeto y adhesión. A Joaquina mis afectos y las gracias por las bondadosas atenciones con mi familia, y usted sabe cuanto le quiere y respeta su afectísimo amigo q. b. s. m., ARSENIO MARTÍNEZ DE CAMPOS.

VI

El Ministro de Estado. - Particular.

San Sebastián, 20 de Agosto, 1895.

Excmo. Sr. D. Antonio Cánovas del Castillo.

Mi respetado Presidente y muy querido amigo: Devuelvo á usted adjunta la carta del general Martínez Campos, que se sirvió usted entregarme en Vitoria, para que de ella diera conocimiento á la Reina y lo tomara yo mismo.

S. M., después de leerla atentamente, me pidió copia, de conformidad con el consejo que me dijo la había usted dado, y añadió podía trasmitirle de su parte, que después de leída, mantenía las mismas opiniones que le expuso en los breves momentos que pudo conferenciar con usted.

Yo también la he leído fijándome detenidamente y trayendo à la memoria las noticias de Madrid, que por los días en que la escribió, pudieron llegar á conoci miento del General por las distintas correspondencias que seguramente recibirá. Mi opinión deducida de estos antecedentes y de su carácter, es que la primera y última parte de su carta, así cuando juzga del estado actual de la Isla con relación á la insurrección, como cuando prevé las dificultades y peligros futuros para después de la pacificación, revelan sin reservas su convencimiento resultante de detenido estudio y madura reflexión.

No aprecio del mismo modo sus manifestaciones respecto al sistema de guerra, con las que llena el intermedio de una y otra parte de su carta, á que antes me refiero. Creo más bien que responden a las críticas y censuras que del suyo se han hecho en algunos círculos políticos, militares y periódicos de Madrid, á cuyos conceptos más salientes contesta, sin decirlo, preveyendo el caso de que en algo

hubieran podido influir en el ánimo de usted ó de otros individuos del Gobierno; y con la susceptibilidad que le es propia, delicadeza y nobleza que le caracterizan, ofrece facilidades para el cambio y para en el caso de que éste se considere conveniente, se anticipa á recomendar á la persona misma que se designaba co

mo su sucesor.

Ruego à usted se fije en que no reconoce que su sistema no sea bueno; por el contrario, lo justifica. Tampoco reconoce que otro en la actualidad sea mejor: se manifiesta dispuesto à acentuar la severidad del suyo en la proporción que se vaya haciendo necesario, según las circunstancias, y en lo que sí está explícito, es en declarar que para dirigir una guerra de crueldad no absolutamente obligada, él no tiene condiciones, y que esto, á su juicio, sólo lo puede hacer el general Weyler, en cuya personalidad, como militar, por lo demás, concurren las cualidades recomendables que enumera.

Esta es, mi querido Presidente, la impresión que me ha producido la carta del General, y puesto que ha tenido usted la bondad de pedirme mi opinión debo leal. mente añadir á usted, sometiéndome siempre á la suya, más autorizada, y que me inspira mayor confianza que la mía propia, que un cambio de sistema en estos momentos podría ser fatal y echaría sobre nosotros una inmensa responsabilidad, si más tarde el éxito no se encargaba de justificarlo, à parte de las dificultades de otro orden que probablemente nos había de crear; así como la guerra sin cuartel con sus horrores consiguientes, nos enagenaría las simpatías en el extranjero, enardecería más á los separatistas americanos y podríamos explicarla tanto me. nos, cuanto que, según parece, hasta ahora es relativamente humanitaria la conducta de los insurrectos. Recuerdo que una de las razones en que los Estados Unidos se apoyaban en la primera guerra separatista para consultar á los gobiernos de Europa si no consideraban llegado el momento de que aquella República interviniera, era precisamente su crueldad y sus horrores.

En lo que sí estoy muy conforme es en la opinión del General respecto á la organización que propone del servicio de nuestra marina para privar de recursos externos á los insurrectos, que he visto con mucho gusto ha acogido usted inmediatamente, disponiendo que así se haga.

Creo no omitir nada esencial y si algo he olvidado, pronto podré subsanarlo, porque muy próximamente me propongo tener el gusto de hacerle la visita anunciada.

Suyo afectísimo, considerado y buen amigo, DUQUE DE TETUán.

El Ministerio de Estado - Particular.

San Sebastián, 31 de Agosto de 1895.

Excmo. Sr. D. Antonio Cánovas del Castillo.

Mi respetado Presidente y muy querido amigo: Acaba de verme Wolff y dar. me lectura de una carta del director de la sección de política extranjera del Times, en que después de decirle que ha sido llamado por lord Salisbury para expresarle su deseo de que el periódico modifique su conducta y sea, no sólo menos hostil, sino favorable á los intereses de España en cuanto se relaciona con la insurrección de Cuba, le hace expresivas protestas de que no ha sido su intención ponerse del lado de los filibusteros, sino llamar la atención sobre la importancia que para España tiene aquella guerra, para que nosotros la demos toda la mucha que à su juicio se merece. Asegura de sus simpatías por nuestro país y muy parti cularmente por la Reina, y concluye anunciando que comunica instrucciones à su corresponsal en Cuba para que depure bien la veracidad de las noticias que transmite, absteniéndose de apreciaciones favorables à los insurrectos; y que se las da también á su corresponsal en Madrid, Mr. Charke, para que reciba y transmita todas las comunicaciones oficiales que se le faciliten. Por último, declara que si puede dársele comprobación que demuestre la falsedad de las informaciones de su corresponsal en Cuba, llegará hasta separarlo y nombrar otro.

En su vista y después de expresarme con Wolff en los términos que corres. ponden y exponerle aquellos en que á mi juicio podría contestar á la carta de que me daba lectura, hemos convenido en que mientras yo me encuentre ausen.

te de Madrid, Mr. Charke comunicará con Osma, en quien sobre sus cualidades personales y estar bien informado de todo, concurre la ventajosa circunstancia de conocer el inglés tan bien o mejor que el español; y que á este fin yo le escri biré para que cite à Charke, hable y convenga con él respecto á la manera de entenderse para lo sucesivo.

Voy a hacerlo inmediatamente, pero á la vez que pongo todo esto en su cono. cimiento, me permito también rogarle que dé usted sus instrucciones á Osma y le recomiende facilite & Charke el que lo vea cuando lo considere conveniente sin grandes pérdidas de tiempo de espera para recibirle, así como le llame siempre que tenga algo importante que comunicarle, que nos interese se publique en el Times. Suyo afectísimo, considerado y buen amigo q. b. s. m.-D. TETUAN.

VII

Constitución del gobierno provisional de Cuba.

La revolución por la independencia y creación de Cuba en República democrática, en su nuevo período de guerra iniciado en 24 de Febrero último, solemnemente declara la separación de Cuba de la monarquía española y su constitu ción como Estado libre é Independiente con gabierno propio, con autoridad supre ma, con el nombre de República de Cuba, y confirma su existencia entre las divi siones políticas de la tierra, y en su nombre y por delegación que al efecto les han conferido los cubanos en armas, declarando previamente ante la patria la pureza de sus pensamientos, libres de violencias de ira ó de prevención, y sólo inspirados en el propósito de interpretar en bien de Cuba los votos populares para la institución del régimen y gobierno provisionales de la República, los representantes electos de la revolución, en Asamblea constituyente, han pactado ante Cuba y el mundo civilizado, con la fe de su honor empeñado en el cumplimiento, los siguientes artículos de Constitución.

Artículo 1.° El Gobierno Supremo de la República residirá en un Consejo de Gobierno, compuesto de un Presidente, un Vice-Presidente, y cuatro Secretarios de Estado, para el despacho de los asuntos de Guerra, de lo Interior, de Relaciones Exteriores y de Hacienda.

Art. 2. Cada Secretario tendrá un Sub-Secretario para suplir los casos de vacante.

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Art. 3. Serán atribuciones del Consejo de Gobierno: 1.° Dictar todas las dis posiciones relativas á la vida civil y política de la revolución. 2.o Imponer y percibir contribuciones, contraer empréstitos públicos, emitir papel moneda, invertir los fondos recaudados en la Isla por cualquier título que sean, y los que á título oneroso se obtengan en el extranjero. 3.° Conceder patentes de corso, levantar tropas y mantenerlas, declarar represalias respecto al enemigo y ratificar tratados. 4.° Conceder autorización cuando así lo estime oportuno, para someter al Poder Judicial al Presidente y demás miembros del Consejo si fuesen acusados. 5.o Resolver las reclamaciones de toda índole excepto judicial, que tienen derecho á presentarle todos los hombres de la revolución. 6.o Aprobar la ley y organización militar y ordenanza del ejército que propondrá el general en jefe. 7.o Conferir los grados militares de coronel en adelante, previos informes del jefe superior inmediato y del general en jefe, y designar el nombramiento de este último y del lugarteniente general, en caso de vacante de ambos. 8.° Ordenar la elección de cuatro representantes por cada cuerpo de ejército, cada vez que, conforme.com esta constitución, sea necesario la convocación de Asambleas.

Art. 4.° El Consejo de gobierno solamente intervendrá en la dirección de las operaciones militares, cuando á su juicio sea absolutamente necesario á la realización de otros fines políticos.

Art. 5. Es requisito para la validez de los acuerdos del Consejo de gobierno el de haber tomado parte en la deliberación los dos tercios de los miembros del mismo y haber resuelto aquéllos por voto de la mayoría de los concurrentes.

Art. 6. El cargo de consejero es incompatible con los demás de la República y requiere la edad mayor de veintiún años.

Art. 7.° El Poder Ejecutivo residirá en el Presidente, ó en su defecto en el Vice Presidente.

Art. 8.

Los acuerdos del Consejo de gobierno serán sancionados y promulgados por el Presidente, quien dispondrá lo necesario para su cumplimiento en un término que no excederá de diez días.

Art. 9. El Presidente puede celebrar tratados con la ratificación del Consejo de gobierno.

Art. 10. El Presidente recibirá á los embajadores y expedirá sus despachos á todos los funcionarios.

Art. 11. El tratado de paz con España, que ha de tener precisamente por base la independencia absoluta de la isla de Cuba, deberá ser ratificado por el Consejo de gobierno y la Asamblea de representantes, convocada expresamente para ese fin.

Art. 12. El Vice Presidente sustituirá al Presidente en caso de vacante. Art. 13. En el caso de resultar vacantes los cargos de Presidente y VicePresidente, por renuncia, deposición ó muerte, ú otra causa, se reunirá una Asamblea de representantes para la elección de los que hayan de desempeñar los cargos vacantes, que interinamente ocuparán los secretarios de más edad.

Art. 14. Los secretarios tomarán parte con voz y voto en las deliberaciones de los acuerdos de cualquiera indole que fuesen.

Art. 15. Es atribución de los secretarios proponer todos los empleados de sus respectivos despachos.

Art. 16. Los subsecretarios sustituirán en los casos de vacante á los secretarios de Estado, teniendo entonces voz y voto en las deliberaciones.

Art. 17. Todas las fuerzas armadas de la República y dirección de las operaciones de la guerra estarán bajo el mando directo del general en jefe, que tendrá á sus órdenes, como segundo en el mando, un lugarteniente general que le sustituirá en caso de vacante.

Art. 18. Los funcionarios de cualquier orden que sean se prestarán recíproco auxilio para el cumplimiento de las resoluciones del Consejo de gobierno.

Art. 19. Todos los cubanos están obligados à servir à la Revolución con su persona é intereses, según sus aptitudes.

Art. 20. Las fincas y propiedades de cualquier clase pertenecientes á extranjeros, estarán sujetas al pago de impuestos en favor de la Revolución, mientras sus respectivos gobiernos no reconozcan la beligerancia de Cuba.

Art. 21. Todas las deudas y compromisos contraídos desde que se inició el actual período de guerra hasta ser promulgada esta Constitución por los jefes del cuerpo de ejército en beneficio de la Revolución, serán válidos, como los que en lo sucesivo correspondan al Consejo de gobierno efectuar.

Art. 22. El Consejo de gobierno podrá deponer á cualquiera de sus miembros por causa justificada, á juicio de dos tercios de los consejeros, y dará cuenta en la primera Asamblea que se convoque.

Art. 23. El Poder Judicial procederá con entera independencia de todos los demás: su organización y reglamentación estarán á cargo del Consejo de gobierno.

Art. 24. Esta Constitución regirá á Cuba durante dos años à contar desde su promulgación, si antes no termina la guerra de independencia. Transcurrido este plazo se convocará á Asamblea de representantes, que podrá modificarla y pro cederá á la elección de nuevo Consejo de gobierno y á la censura del saliente.

Así lo ha pactado, y en nombre de la República lo ordena, la Asamblea Constituyente, en Jimaguayú, á diez y seis de Setiembre de mil ochocientos noventa y cinco, y en testimonio firmamos los representantes delegados por el pueblo cubano

en armas.

SALVADOR CISNEROS Y B., Presidente. - RAFAEL MANDULEY. vice presidente. -RAFAEL SÁNCHEZ-FERMÍN VALDÉS DOMÍNGUEZ-PEDRO PIÑÁN DE VILLEGAS. -J. D. CASTILLO.-MARIANO SÁNCHEZ VAILLANT.-PEDRO AGUILERA.-ENRIQUE CÉSPEDES LOPE RECIO L. FRANCISCO DÍAZ SILVEIRA. RAFAEL M. PORTUONDO. - DR. SANTIAGO GARCÍA CAÑIZARES. - ENRIQUE LOINAZ DEL Castillo. -SEVERO PINA. RAFAEL PÉREZ MORALES.-MARCOS PADILLA.-J. LÓPEZ LEIVA, secretario. JOSÉ CLEMENTE VIVANCO, secretario. - ORENCIO NODARSE, secretario.

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