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un consejo de Estado, dictó hábiles medidas en protección de las provincias ya libertadas, y logró en una Junta de generales y jefes del ejército, que se reconociera su autoridad de una manera explícita y solemne.

Fué entonces que ocurrió en Guayana un hecho que dió el mayor prestigio á su poder, la ejecución del general Piár, vencedor en San Félix. Sometido de órden de Bolívar á un consejo de guerra compuesto de los generales. Torres y Anzoategui, coroneles Ucroz Ꭹ Carreño, y comandantes Piñango y Conde, fiscal general Cárlos Soublette, y defensor coronel Galindo, Piár fué condenado unánimemente á muerte, el 15 de Octubre de 1817 y á la degradación militar por los crímenes de inobediencia, sedición, conspiración y deserción. Bolívar confirmó la sentencia en su primera parte, mas no en la segunda; y á la tarde siguiente, en presencia de todo el ejército, fué fusilado Piár, muriendo con la misma serenidad é intrepidez que mostró durante toda su vida. Así terminó sus dias el jefe Oriental que tantos laureles había segado en el campo

de batalla; el hombre, de quién el mismo Bolívar había dicho pocos meses antes estas palabras: « La victoria obtenida por el general Piár en San Félix, es el más brillante suceso que hayan alcanzado nuestras armas en Venezuela. >>

Muchos crímenes se atribuyeron á Piár, pero no todos le fueron probados, ni él era tampoco el más culpable de los que en aquella época fueron tildados de desobedientes, sediciosos, conspiradores y desertores: pero lo cierto es que Bolívar debía empezar por alguno para restablecer de una manera efectiva la moral del ejército, sin la cual fuérale imposible libertar á su patria, y Piár dió motivo con su conducta después de la reunión del congreso de Cariaco, para ser tenido por sospechoso. Hasta se le acusó de acaudillar una revolución de negros. De manera que no puede censu rarse á Bolívar por el hecho de confirmar la sentencia del consejo de guerra; pero la historia no le disculpará de no haber empleado la misma severidad con otros jefes, ménos acreedores á su clemencia.

También ordenó la prisión de Mariño, pero éste, trasladándose á Margarita, obtuvo clemencia por mediación de su compañero Bermudez.

Pasaban estas cosas en el campo republicano, cuando Morillo, atento siempre á la campaña que intentar pudiera Bolívar, situó el grueso de sus fuerzas en Calabozo, incluyendo en estas las que el brigadier Canterac, que acababa de llegar de la Península, llevó consigo.

Este jefe se había marchado á Panamá con algunos cuadros de caballería. Propúsose el jefe realista reforzar á Calzada en Nutrias, para que cayera sobre Paez, y maniobrar con La Torre contra las fuerzas de Zaraza. Paez, al saberlo, se retiró á Arauca, pero no se salvó Cedeño, quién fué derrotado por La Torre en el sitio de la Hogaza con fuerzas inferiores, quedando en poder del vencedor, artillería, armas, caballos, imprenta, banderas, equipajes y más de mil muertos en el campo.

Pero Bolívar, sacando de Angostura las fuerzas que allí le quedaban en número de 2000 hombres, se reunió con Paez á fines de

Enero de 1818. El ejército republicano, fuerte ya de 3,500 hombres, se puso en marcha hácia Calabozo, donde estaba Morillo. Al llegar á San Fernando, no se detuvo, porque Paez y Aramendi con 50 hombres lograron tomar al abordaje las embarcaciones enemigas situadas al otro lado del río, y en ellas pasó el ejército. Presentóse Bolívar frente á Calabozo el 12 de Febrero. La marcha había sido tan rápida que Morillo no tuvo de ella noticia anticipada, y fué sorprendido y su caballería destruida; pero no sucedió lo mismo con las infanterías, porque estas, sea por errores en los movimientos de las tropas de Bolívar, ó por otro motivo, lograron salir de la plaza y dirigirse por Villa de Cura á Valencia, después de haber rechazado en el Sombrero al ejército libertador. Debióse este fracaso á la diversidad de criterio entre los generales Bolívar y Paez en punto á las operaciones que preferentemente debieran hacerse. El hecho es que Morillo, con fuerzas inferiores, se retiró ileso, y que Paez fué enviado por Bolívar á Barinas con sus jinetes, llevando el nombramiento de

comandante general de aquella provincia para libertarla, luego que hubiera logrado la rendición de San Fernando, motivo éste ostensible de su separación del ejército en aquellos momentos.

Bolívar dejó á Cedeño obrando con algunas fuerzas en los llanos de Calabozo y emprendió su marcha sobre Carácas, que era el secreto deseo de su corazón, no siempre el más acertado en achaques de guerra. Muy perjudicial le fué ese empeño en Ocumare y en Clarines, y más perjudicial habría de serle aún.

No digamos que la Junta de generales que Bolívar convocó ántes de la marcha así lo dispuso, pués en esa Junta pocos fueron los caractéres independientes que contrariasen el deseo de Bolívar, entre ellos, su más leal amigo y compañero general Urdaneta, quién opinó por la ocupación preferente de San Fernando, Barinas y Casanare.

Emprendió pués Bolívar una aventurada campaña, porque iba á colocarse entre dos fuerzas enemigas considerables, Morillo en Valencia, y La Torre en Carácas. Y ya estaba en

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