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cia para Paolo. Parece que la jóven no lo habia visto sin interés, y la madre de Barozzi no volvió á oir como ántes á la hora de dormirse las alegres sonatas que su hijo tocaba en la guitarra. La hermosa Clara, viuda á los veintidos años de edad, y hermana de un senador de los mas ricos, fué la primera que notó este silencio, pues ya no habia vuelto à escuchar aquellas canciones que repetia en voz baja, acompañada con su bandolina; en vano sus ojos habian buscado por la tarde en el terrado de la casa vecina al que con su armoniosa voz habia turbado su corazon. Muchas noches seguidas, la luna habia bañado con su argentada luz ese punto, sin que la sombra del jóven se prolongase hasta su solitario aposento; esta ausencia la llenó de afliccion y la hizo derramar algunas lágrimas. Un hombre à quien ella habia encargado espiase á Barozzi en sus espediciones nocturnas, nada habia podido descubrir, pues Paolo, creyendo que su madre hacia que lo vigilasen, habia tomado sus precau

ciones.

II.

EL BAILE.

Despues de algunos meses llegó el carnaval, época tan famosa y divertida en Venecia: venian en abundancia estrangeros de todos los paises, y se hallaban reunidos el grave alemán, el taciturno ingles, el orgulloso español, el vengativo napolitano, y el aturdido frances, que estaba en medio de ellos sirviendo como lazo que unia à tantos pueblos de diferentes gustos é idiomas. En este tiempo de alegria parece que el veneciano pierde su desconfianza acostumbrada; los maridos son ménos celosos, las mugeres mas libres y ménos reservadas; hasta los magistrados abandonan durante las fiestas su tiránica vigilancia; pues los bailes y demas puntos de reunion se convierten el miércoles de ceniza en asilos tan seguros como los templos. Los únicos que vigilan son los inquisi

dores de Estado.

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Luego que Paolo entró á la sala, le rodearon muchos máscaras, atraidos por la riqueza de s vestido. El arlequin de Bérgamo, jugando con su fieltro y su raqueta lo cumplimentaba haciendo piruetas. El Polichinela napolitano, le manifestó lo satisfactoria que le era su venida, y abriendo sus brazos queria abrazarlo á pesar de su voluminoso vientre. El pantalon de Venecia, le preguntó con gravedad si sabia hacer uso de su puñal que brillaba con tanta pedrería, mientras que el Pierrot-frances se mofaba de la pequeñez de su chaqueta y de la inmensidad de sus pantalones. Paolo que habia venido al baile con motivo de una cita, contestó á todos no muy políticamente, y se marchó sin hacerles caso. Atravesaba ansioso por entre la multitud para llegar al punto designado, cuando se sintió asido por la mano de un negro esclavo que tenia en el cuello un ancho collar de oro, y le dijo inclinándose.—“Su alteza ordena que salgas al punto para el lugar designado, pues ya "la hora se acerca."-"Así lo haré," contestó Paolo maquinalmente, pues estaba pensando en la que lo aguardaba.-Llega al fin, y en lugar de un dominó rosa, vé dos, uno de este color y otro blanco. El dominó rosa, al punto que lo distinguió, se levantó y tomó su brazo; se iban alejando cuando el dominó blanco asiéndole el otro le dijo. "He de quedar solo en la cita?"Te engañas, máscara" contestó Paolo admirado. "Engañarme yo, ¡pérfido! si no me habias "de reconocer para que me has hecho venir?” El dominó rosa al oir estas palabras iba á soltar el brazo de Paolo, pero este lo detuvo con fuerza, y encarándose al dominó incógnito le dijo con enfado. "Mientes!"-"Yo mentir, res"pondió el obstinado dominó blanco,” que nos sirva de juez este dominó rosa; “dime si te des"pojo de esa capa azul y blanca, de ese trage "turco que no estás acostumbrado á manejar, "de esa máscara cuyos largos bigotes tienen "muy poca semejanza con tu cara lampiña "como la palma de la mano, no aparecerá el "hijo de Matilde?" "Mi madre! esclamó Paolo.-"No puedes ocultarte, dominó rosa, ten "cuidado, no te engañe como á mí, y tú Paolo, "sabe que cuando una muger ama verdadera"mente no tiene temor de confesar quien es su

amante.

!Adios!"

Paolo tuvo mucha dificultad en convencer á la que amaba de que no existia entre él y el dominó relacion alguna, y para disipar el efecto de las amenazantes palabras que la máscara le habia dirijido. Pero al fin lo consiguió, pues era amado, y rara vez acompañan los zelos al primer amor: pero las últimas palabras de la

una necedad," y sin dar lugar á que Paolo la replicase, tomó el brazo de un senador, de aspecto grave, á quien conoció á pesar de su disfraz, y le anunció en alta voz que aunque habia dejado á su muger sola en su casa, la encontraria en el baile perfectamente acompañada.

incógnita resonaban aun en sus oidos.-"En amantes, tomó las manos de Paolo y permane',fin, encanto mio, prorumpió, ¿qué debo pen- ció un rato en silencio fijando sus negros ojos "sar?" "Desdeñarás el amor mas tierno y te en los del jóven, que se quedó asombrado de “avergonzarás de tener un amante demasiado sus ardientes miradas, y haciendo como que "joven aún para encontrar la ocasion de mos- consultaba las rayas misteriosas de sus manos, "trarse digno de tu eleccion?"-"Paolo" res- esclamó:,,desventurado jóven, vas á cometer pondió la joven, tu sospecha me destroza el co"razon y tu desconfianza me sorprende, ¿acaso "puedes echarme algo en cara cuando arros"trando todos los peligros, he abandonado es"ta noche el palacio de mi padre para darte "una prueba del amor de que dudabas?”—“En"cantadora Rosa,--perdóname, pero tanta be"Ileza tiene mucho atractivo y debo temer inu“merables rivales."--“Y aun cuando el núme"ro fuese mayor que los máscaras aturdidos “que ocupan esta sala, dijo Rosa con una voz “severa. ¿Cuál es tu temor, amigo mio?"--¡Oh Rosa! no te irrites, pero tu amor es tan precicso........

,,Por la noche al pié de ese elevado balcon, ,,cuando el bramido de las olas y el impetuoso ,,soplo del viento impiden llegar á mis oidos tus ,,dulces palabras, ¿por qué, dime, por qué me ,,obligas á callar un amor que me enorgulle,,ce? Oh Rosa, si no te avergüenzas de tu ,,amante, ¿por qué no cumples la promesa, esa ,,promesa tan cara y que te he recordado tan ,,frecuentemente? ¿Por qué no consientes en ,,ser mia por medio de un vínculo sagrado?» Rosa le interrumpió.-,,Insensato, no me co,,noces, ignoras quien soy y qué clase de hom,,bre es mi padre, y así quieres enlazarte con ,,migo! no te basta mi amor.... pues bien, tus ,,deseos serán satisfechos. Nos uniremos por ,,medio de una cadena mas pesada que la del ,,amor: solamente exijo de tí una promesa; ,,vas á saber mi nombre, el de mi padre que es ,,tan temido, y mañana al amanecer estarán ,,encendidos los cirios de la capilla, y el cape,,llan ante el sagrado altar nos dará las manos ,,pronunciando las santas palabras de esta ce,,remonia; pero exijo que bajo juramento me ,,prometas....—Cuanto quieras, bien mio.,,Que nunca reveles nuestro matrimonio. ,,Lo juro por la Vírgen y el santo de mi nom,.bre:" esclamó Paolo trasportado. En este momento se acercaron á ellos muchas personas de las que se habian alejado durante su conversacion, y que seguian tenazmente á una gitana que por el tono decidido de sus palabras y su voz sonora excitaba la risa general. Cada máscara recibia de ella una prediccion muy severa, ó un sangriento epígrama.,,Quiero hablar con este enviado del Gran Señor," esclamó en alta voz, y acercándose á los dos

Paolo y Rosa se quedaron mudos y pensativos, pues la gitana habia pronunciado estas palabras en un todo singular. Sin embargo, el tiempo avanzaba, las cuatro acababan de dar y Paolo recordó á Rosa la promesa que acababa de hacerle. La jóven se dejó conducir fuera de la sala.

La noche estaba oscura, ni una estrella brillaba en el vasto firmamento, cargado de negros nubarrones. Venecia, que por la mañana estaba tan brillante, cuando al salir el sol abraza con sus rayos al Adriático, y dora las cúpulas de los grandiosos monumentos; Venecia que para dar un testimonio del poder de los hombres contra el ímpetu de las olas, se levanta magestuosa en medio de ellas, estaba envuelta en las tinieblas, y apénas se dejaba ver confusamente. Una niebla muy densa cubria las calles, los canales y las casas, y si en medio de la oscuridad se divisaba la fachada de algun gran edificio alumbrada por la luz de las bujías del baile, de léjos y en medio de este mar agitado por los vientos, parecia un gran precipicio, destrozado por las olas y alumbrado por la caritativa mano de algun habitante de la costa. Rosa iba diciendo á Paolo su nombre, hablándole de su fortuna, de la severidad de su padre y de la perfidia de su madrastra. Lo horroroso de la noche aumentó considerablemente la angustia y sobresalto de su corazon por el paso tan atrevido que habia dado. Algunas veces interrumpia su relacion y echaba miradas inquietas á su rededor. Paolo caminaba con precaucion teniendo la mano sobre su puñal, y lleno de gozo habia levantado su capa para preservar de la humedad de la niebla á un objeto tan caro, y se extasiaba sentir los latidos del corazon de Rosa junto aj suyo. Ya estaban léjos del baile, y la oscuridad que iba en aumento les impedia ver por donde andaban. Unas veces el ruido que hacian los pabellones sacudidos por el viento, y otras el de los remos de alguna góndola que

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pasaba por el canal vecino, rozando apenas la superficie de las aguas, era lo único que turbaba tan profundo silencio.

dos se introdujo hasta su habitacion, y en nombre del consejo de los diez prendieron á Paolo. Matilde, al oir este terrible nombre, cayó sin sentido, y Paolo atónito se dejó conducir

Una silla de posta cubierta con un velo negro estaba á la puerta, lo hicieron entrar en ella y marcharon. A poco andar hizo alto y se abrió una puerta por la que entró Paolo inclinando la cabeza, conducido por dos esbirros; atravesaron varios salones muy vastos y poco alumbrados, por donde se paseaban como sombras algunas guardias vestidas de negro, este era el uniforme de los Inquisidores de Estado.

Entraron á un salon donde vió Paolo reunido al rededor de una mesa al severo tribunal: se sentó en un banco frente de los jueces, y los dos esbirros que lo habian conducido permanecieron en pié á su lado, apoyados sobre sus picas.—,,Paolo Barozzi,” dijo una voz, „¿habeis pasado la noche última en el baile de máscaras.?"—Sí, contestó el jóven, „¿acaso es un crímen, y por esto se prende à un senador, al nieto de un antiguo tribuno, por haber concurrido à una fiesta que forma en Venecia de venecianos y estrangeros solo un pueblo?

La débil luz colocada en la popa y su marcha silenciosa traian á la mente el recuerdo de la barca fatal del infierno pagano. Paolo buscó en vano un puente por donde pasar al otro lado, á donde Rosa queria conducirlo; pero la isla en que estaban, no tenia absolutamente comunicacion con el resto de la ciudad, mas que por un puente situado frente al salon del baile. Cuando se acordaron de esto, iban á retroceder; pero oyeron à poca distancia los pasos de un hombre. Se pararon para que pasase, y el incógnito hizo tambien alto, volvieron á andar, y él hizo lo mismo, se detuvieron de nuevo, y tambien se detuvo. Entonces creyeron que los seguian, y Rosa temiendo ser conocida, se puso demudada y convulsa. Paolo iba ya á hacer uso de su puñal para quedar libre de este importuno vigilante, cuando vió una góndola parada, donde entró con Rosa. Su traje llamó la atencion del gondolero, quien quitándose respetuosamente la gorra de lana, los recibió en su barca, y en breve se alejaron de la orilla. Al cabo de algunos minutos se Sin responder à esta pregunta, prosiguió la detuvieron delante de una plaza; el gondolero misma voz.-,,¿No teniais un vestido musulbajó una tabla, y sin despegar los lábios ofre-,,mán? ¿No se ballaba en el salon un esclavo ció su mano á Paolo para que saliese. Luego,,que os habló? ¿No habeis salido acompañaque desembarcaron, echó este una bolsa con,,do de una persona? ¿No os esperaba una dinero en la góndola, la que continuó nave-,,góndola en el canal? ¿No habeis desembargando. ,,cado en la plaza de Santa María?-Es cierto, Asombrados los dos amantes de una partida,,¿por ventura es un crímen?-¿No habéis entan rápida, procuraron reconocer el lugar en,,trado al palacio del embajador español? ¿Dónque se hallaban. Al estremo de la plaza esta-,,de os quedásteis hasta esta noche?—Es verba un palacio iluminado por algunas luces.,,dad, ¿hay en eso algun crímen?-Paolo BaEn este instante el hombre que los habia segui-,,rozzi, el hijo de un antiguo tribuno ¿ignora do en la isla, se encontraba á su lado. Rosa,,las leyes de Venecia?-No me quedé en casa condujo á Paolo y ambos entraron en el patio,,del embajador.-¿Pues dónde estabais" Esdel palacio, que reconoció el jóven veneciano por la habitacion del embajador de España, pero olvidó las severas leyes de su patria, y guiado por su futura esposa, desapareció con ella por una oscura galería.

III.

EL CONSEJO DE LOS DIEZ.

Paolo había dejado su disfraz, y á la mañana siguiente saltó con ayuda de una escala de cuerda por la pared de uno de los jardines del palacio. Al separarse de su amante, su despedida fué tan tierna como si fuese la última, con el corazon lleno de gozo entró en su casa. Su vuelta habia comenzado á calmar la angustia de su pobre madre, cuando un tropel de solda

ta palabra le recordó el juramento que habia hecho y calló.-,,¿Dónde estabais, pues?” repitió el interrogante.,,El consejo supremo de los diez, Inquisidores de Estado, ordena que digáis la verdad. Y no ignorais el castigo que debeis aguardar por vuestro crímen. El artículo 102 de la ley dice: que será condenado á muerte el noble veneciano que hubiese comunicado con un embajador estranjero sin declarar al tribunal el motivo de su visita. Hablad, ¿dónde estábais?-No puedo decirlo.—Reflexionad, la ley es irrevocable.-Paolo calló y fijó los ojos en un anillo que no tenia en el dedo la víspera en la noche. El interrogante repitió su pregunta.-No estuve en casa del embajador, lo juro por la madre de Dios.-El tribunal no exije de vos un juramento, replicó el

inquisidor, sino que digais el lugar donde estábais.-El silencio reinó de nuevo, el Inquisidor hizo por tercera vez la misma pregunta, à que Paolo no contestó. Uno de los jueces se compadeció de su juventud y le dijo: Paolo, nuestra sentencia aun no está pronunciada, decidnos donde estábais.--Paolo permaneció en silencio.--Entonces se levantó el gefe de los Inquisidores y los jueces se pusieron á hablar en voz baja. A una señal sacaron del salon al acusado.... Jamas se supo donde habia pasado Paolo el resto de la noche del baile, ni qué esposa habia recibido en sus brazos. No se supo tampoco su paradero. Se dice que al-` gunos dias despues del Carnaval, la hija única

del dux, paséandose en el jardin de uno de los palacios de su padre que daba á la orilla del mar, despues de una fuerte tempestad que habia levantado las olas del Adriático, divisó sobre la arena un saco de cuero, lo hizo abrir y contenia un cadáver degollado. Este cadáver estaba enteramente desnudo, pero en un dedo tenia un anillo que le fué entregado. Se dice que desde este dia se vistió de luto y murió antes que acabase el año. La madre de Paolo Barozzi cesó de vivir el mismo dia que arrancaron de su lado á su querido hijo.

TRAD. POR L. M.

CARNAVAL,

Á MI AMIGO EL TENIENTE DE ARTILLERIA, MIGUEL BADILLO,

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Por una gloria.... inutil, que su razon perturba tambien para mis órgias te envidio tus licores... sin conocer el mundo vá á conocer su fin, La Lacrima, y el Chipre con que te embriagas y escrupuloso evita la bulliciosa turba que lúbrica se embriaga de amor en un festin....

Bebamos ¡ay! y amemos, mientras se muestre (el mundo. á nuestra escasa vista bajo el florido abril...... ¿Qué falta á nuestra dicha?... la mia solo fundo en los livianos goces de mi ilusion febril.

El ruido de tus órgias.... tus célicas mugeres, serán de hoy mas, oh mundo, mi porvenir.... (mi ser.... mis horas de existencia... de lánguidos placeres las en que pueda mi alma del manantial beber.

¡Mugeres! de los moros envidio la inconstancia
para poder amaros, como quisiera yo;
á todas os amára, y entonces de mi infancia
los tiempos ya perdidos, no me inquietaran, no.

Tambien la pompa envidio de la pasada Italia,
y sus festivas danzas, y su florido Edem;
y al perezoso turco, la atmósfera de algalia
que la estension ocupa de su templado harem...

¡Venecia! no te pido ni góndolas, ni barcos,
ni tus broncineas bocas, ni tu mansion Ducal;
pero poseer quisiera tu plaza de San Márcos
para gozar en ella tu eterno Carnaval.

Tu pompa es la que envidio; tus largos corre(dores.

Tu ruido, y tus festines, tus franjas de tisú;

tú....

Que verme en los festines rodeado de mugeres será en lo sucesivo mi porvenir.... mi ser....... mis horas de existencia.... de långidos placeres serán las en que pueda del manantial beber.

Las bellas que me cercan serán mis esperanzas hasta que el cano tiempo destruya mi jardin.... ¡Venid en torno mio! vuestras ligeras danzas aumenten la algazara del báquico festin!

Venid, que con vosotras, envidio solamente
á Italia sus festines, que sus mugeres, no;
si envidio la insconstancia de la Odalisca gente
es solo para amaros como quisiera yo.

Fugaces ilusiones el Carnaval risueño
con sus alegres danzas, encantador nos trae....
¡Feliz el que al impulso de un apacible sueño,
rendido y sin recuerdos sobre su lecho cae!

Pero ¡ay! desventurado del que en el alma lleva clavado un fiero dardo que empozoñado está, y lleno el pensamiento de una esperanza nueva que ni camino cierto, ni término tendrá....

Oid, oid, oh bellas, à vuestro amante bardo; venid en bullicioso, tropel encantador;

si entusiasmado canto vuestro festin gallardo no pido mas en pago que vuestro eterno amor.

A. RIVERO.

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