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contacto entre las nieblas del Támesis abrieron su corazón á los halagos de fraternal amistad, atraidos recíprocamente por la mancomunidad de origen, de lengua, de aficiones y de gusto. Sacerdotes de un mismo culto, enamorados de un mismo ideal, aptos para producir flores poéticas de igual ó parecida fragancia, penetrados de unos mismos sentimientos, extraños á las miserias de la envidia, á los pocos días de tratarse se consideraron como amigos íntimos de toda la vida. Ansiosos de estrechar más cada vez el vínculo de mutuo y desinteresado cariño que los unió desde luego, aprovecharon la ocasión de haberse aumentado la prole de Bello con un hijo habido en Doña Isabel Antonia Dunn (con la cual contrajo segundas nupcias el vate de Caracas á 24 de febrero de 1824) para que Olmedo tuviese al recién nacido en la pila del bautismo, añadiendo así á la calidad de amigo el consiguiente parentesco espiritual (1).

(1) El ahijado de Olmedo recibió en la pila bautismal el mismo nombre de su padre.

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N los últimos meses de 1826, pocos después de haber pedido al Libertador li

cencia para volver á América, partió Olmedo á París, obligado á orillar en la capital de Francia algunos particulares relativos á los asuntos que se le habían encomendado al venir á Europa. Las cartas que desde allí dirigió á Bello, secretario de la legación de Colombia en la Gran Bretaña por nombramiento del General Santander, Vicepresidente de la República (1), manifiestan hasta qué punto se habían estrechado en poco tiempo las amistosas relaciones de ambos poetas. Así daba cuenta Olmedo á su grande amigo de haber arribado al emporio de la cultura francesa:

(1) Fechado en Bogotá el 8 de noviembre de 1824.

«París, diciembre 1.o de 1826.-Hotel des Princes.

>>Mi querido amigo y compadre:

» Mi aparición aquí debe haber sido cosa muy ruidosa. Palais royal parece un hormiguero alborotado; todo París está en movimiento, y hasta el sol ha querido celebrar mi venida con un eclipse.

>>He escogido mal tiempo para hacer esta visita: el día es cortísimo, y más corto todavía el plazo de mi residencia en este pueblo, excelente para quien tenga negocios ó para quien busque placeres. Los teatros me han parecido bien; pero menos de lo que me había imaginado, exceptuando la Academia Real de Música. El Museo merece ser el museo de la Europa. Ha sido una necedad haber devuelto á sus dueños las estatuas y los cuadros con que lo enriqueció Napoleón. Pero siempre hace honor á los Reyes, que disponían á su placer de provincias y de reinos ajenos, el escrúpulo de quedarse con piedras y con lienzos.

>>Finas memorias á mi amable comadre, y mil cariños á mi Andresito. V., como buen repartidor, resérvese la mejor parte de los afectos de su sincero amigo-OLMEDO. >>Memorias al amigo G. del Río (1).

(1) El neogranadino D. Juan García del Río, predecesor de

¡Qué bien merece este pueblo su antiguo nombre de Lutecia!

»Vengan los encargos por escrito. Anúncieme V. las obras que debo comprar para V. y para mí (1).»

Estas últimas palabras atestiguan la gran estimación en que tenía Olmedo el saber, el juicio y el buen gusto literario de Bello. Aunque uno y otro habían rivalizado dignamente, con noble rivalidad, escribiendo casi á un tiempo mismo La Victoria de Junín y La Agricultura de la Zona Tórrida, poesías que vivirán en el aplauso de las generaciones futuras mientras no desaparezca del mundo la hermosa lengua de Cervantes, Olmedo no vacilaba en reconocer cierta superioridad en su amigo, ni en someterse espontáneamente á su ilustrada dirección. El hecho de pedirle indicaciones

Olmedo en el puesto diplomático que éste desempeñó en Ingla

terra.

(1) Esta carta y varias otras de sumo interés para fijar acontecimientos y fechas en la vida de nuestro poeta y dárnosle á conocer íntimamente, no por segunda mano, sino según las propias y espontáneas manifestaciones de lo que pensaba y sentía, han salido á luz por primera vez en Santiago de Chile. Publicalas D. Miguel Luis Amunátegui, benemérito de las letras hispano-americanas, en su extensa VIDA DE D. Andrés Bello, impresa en dicha ciudad en 1882 (un vol. en 4.o mayor de 672 páginas). Tan curioso libro es rico arsenal de documentos interesantes para la historia literaria y civil de la América española. Gracias á tal publicación puedo engalanar con dichas epístolas las presentes noticias biográficas de Olmedo.

rís

acerca de las obras que debía comprar en Papara aumentar el caudal de sus conocimientos, habla muy alto en pró de su bien entendida modestia. Nadie más propicio á reconocer y acatar el mérito ajeno que quien lo tiene para brillar y sobresalir con luz propia.

Entre tanto el Libertador había acogido benignamente la súplica del poeta diplomático pidiendo permiso para regresar á América. Tan fausta noticia llenó de alegría el amoroso corazón de Olmedo, que se apresuró á darle gracias escribiéndole con efusión (1): «He recibido carta de setiembre de mi familia, llena de gozo, de esperanza y de gratitud hacia V. por la solemne promesa que le ha hecho de enviarme mi licencia. ¡V. había de ser á quien yo debiese el primer momento de placer que tengo en un suelo ajeno!» Á estas expresivas frases, claro testimonio de la honda impresión que la benévola condescendencia de Bolívar causó en el hombre en quien todo impulso afectivo era vehemente y muchas veces solía rayar en extremado, añadía Olmedo en la misma carta: «Yo salí fuera de mí con aquella noticia; y en el primer rapto empecé á meditar un segundo canto, que siendo tan grande por su objeto, contrastase en género

(1) El 14 de enero de 1827.

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