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Se insulta atrozmente al Perú, forzándole á una alianza defensiva por medio de una guerra. Alianza que no puede contraerse sino por buenos oficios, recíprocas ventajas, y por el mútuo respeto á las leyes fundamentales de las naciones contratantes. ¿Y cuál consideracion se ha guardado á las que rigen en el Perú, cuando se ataca tan abiertamente la independencia, la libertad y la soberanía nacional, sujetándole forzosamente á tratados y alianzas que no ha prometido, por medio de personeros plenamente autorizados?

Felizmente el mismo General Sucre ha roto este Convenio, presentando un nuevo motivo para que el Gobierno del Perú lo deseche como nulo bajo todos aspectos é insoportable en las condiciones que reglan los oficios de ambas partes contratantes. El ha observado una conducta contraria á la naturaleza misma de la paz, cebándose en nuestros prisioneros, y en los cadáveres de los bravos que rindieron gloriosamente sus últimos alientos por la defensa de su patria. Ha procedido de un modo incompatible con la esencia de las estipulaciones celebradas en Jiron, y quebrantado esa alianza prometida, levantando un monumento perenne de infamia al Perú, y decretando por premio distinciones que en sí mismas llevan la semilla de discordia y odio inextinguible entre los hijos de ambas Repúblicas.

Así los medios mismos con que el General Sucre solicitaba paz, han llegado á ser para el Perú nuevos y poderosos motivos de guerra y de venganza, y cuando simulaba querer ahorrar la sangre de los hijos de dos naciones que nada tienen de enemigas, atizaba cruelmente los ódios y creaba rencores que fuesen perdurables. Tal es la línea de conducta que el General Bolivar ha trazado desde que proponiendo las mismas humillantes condiciones que ahora repite su teniente Sucre, declaró á la faz del mundo no haber para el Perú otro medio de evitar su ruina y su deshonra que sostenener dignamente con las armas, la independencia y el honor de que se procura despojarle.

¡ Pueblos del Perú!: el comportamiento de vuestros enemigos os fuerza á la prosecucion de una guerra que se hace inevitable, y que el Gobierno quisiera ver terminada por transaccio nes amistosas y legales, y sin mengua de la Nacion que preside. Mas ya que es visto sernos esto negado, él prepara los elementos necesarios para que eontinuando la guerra, se conquiste una paz sólida y saludable á los dos pueblos que una suerte aciaga hace mirar como enemigos.-Vuestros representantes van á reunirse: á ellos solos toca fallar definitivamente sobre las transacciones celebradas en el campo de Jiron. Entre tanto el Gobierno os exigirá algunos sacrificios. ¿Y quién podrá ne、 garlos al nombre de la patria?

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República de Colombia Secretaría General de S. E. el Libertador Presidente Cuartel General en Quito, á 13 de Abril de 1829-19.°

Al Honorable Señor Ministro de Estado y del Despacho de Relaciones Exteriores del Perú.

Señor:

El infrascrito, Secretario de Estado y del Despacho General del Libertador Presidente de Colombia, ha tenido la honra de dar parte á S. E. de la nota oficial en que el Excmo. Señor Presidente de la República del Perú comunica á S. E. el Gran Mariscal de Ayacucho, con fecha 17 de Marzo próximo anterior, haber mandado retener la plaza de Guayaquil á pretesto de diferentes agravios que se dicen inferidos al Perú antes de concluir el Convenio de Jirón.

El que suscribe, tiene órden del Libertador para manifestar al Gobierno del Perú que por el de Colombia se ha cumplido religiosamente aquel Convenio; y que ha visto con sorpresa que despues de tantas ventajas como ha logrado el ejército pe. ruano, en virtud de las estipulaciones de Jirón, se viole escandalosamente la fé de las naciones.

El Gobierno de Colombia no entrará á examinar por qué parte se alegan mayores agravios; y, respetando el inviolable sello de las ratificaciones, desconoce el derecho indefinido de exigir con amenazas la satisfaccion de ofensas que, sobre no tener la menor conexion con los tratados, harían interminable la guerra. Conviene solamente en que los preliminares de Jirón han debido imponer silencio á todos los resentimientos que existían antes y durante la campaña. A consecuencia de este principio, ni el Perú ni Colombia se hallan en el caso de reclamar contra cualquier abuso de poder, ó contra las injurias positivas de un órden subalterno, que hubiesen tenido lugar por una u otra parte. Limitarse extrictamente á cumplir con los artículos del Convenio, sería el modo mas eficaz de poner término á una guerra fratricida; y, concluyendo en el próximo mes de Mayo el Tratado definitivo que debe celebrarse en Guayaquil, se evitará (como dice S. E. el Presidente del Perú) que "la infeliz América se convierta, por injustos caprichos, en un teatro de sangre, desolacion y muerte.

Le es sensible al Gobierno del infrascrito que el del Perú funde, por su parte, la continuacion de hostilidades en una falta de generosidad para con los vencidos. Si tal conducta ha tenido lugar, el Gobierno lo ignora: y una indignidad semejante degrada mas á quien la comete que al que la sufre. Pero si hu

biera de investigarse de qué lado se encuentra mas cúmulo de injusticias durante la guerra, y ántes de ella, no sería fácil que un parcial pudiera decidirlo. Además algunas son de tal naturaleza, que no podría exigirse una satisfaccion de ellas, ni aún darla, sin incidir en recriminaciones dolorosas que destruyesen hasta la buena inteligencia.

Por estas consideraciones el Gobierno de Colombia se limi. ta á preguntar categóricamente al del Perú: si se cumple ó nó el Convenio de Jiron? ¿Si se falta á la capitulacion de Guayaquil?; y ¿si, en fin, ha de continuar la guerra entre ambas Repúblicas? Siendo estas cuestiones de importancia vital para el Perú y Colombia, parece que debieran ocupar exclusivamente á los Gobiernos respectivos; y no perder un tiempo precioso en querellas que, ó no son justas, o han de olvidarse, Sea, pues, permitido al infrascrito llamar la atencion del Gobierno del Perú, por el digno órgano del señor Ministro á quien se dirige, á la solucion de las cuestiones predichas, por una contestacion terminante.

Rehusar la devolucion de Guayaquil á las armas colombianas, es cometer en un mismo acto dos infracciones del Derecho de Gentes. Y si el Gobierno de Colombia ha mandado reocupar la mencionada plaza, si fuera menester por la fuerza, es, entre otras razones de estricta justicia, para librar á aquellos ciudadanos del incendio de las poblaciones, de los asesinatos que perpetran diariamente los malvados que alternan con las tropas de aquella plaza; del saqueo, del robo y vandalage en que se ejercitan. Desde mediados de Febrero comenzaron los invasores sus ensayos feroces en la muy benemérita persona del señor General de Division José Mires, asesinado en union de otros prisioneros: y despues han continuado este ejercicio de crueldad y de muerte hasta en las personas mas sagradas, como en los sacerdotes, las mujeres y los niños. El que suscribe no se ha permitido añadir estas últimas cláusulas, sino para responder á diferentes cargos que hace el Gobierno del Perú á los súbditos de Colombia por actos casi irremediables, cuando para repeler una invasion extranjera, se ocurre al empleo de las armas, y llega á hacerse la guerra con encar⚫ nizamiento. Pero terminada ésta, ajustados los preliminares de paz, al retirarse las tropas peruanas por la provincia de Loja, asesinan ciudadanos inermes; persiguen á las señoras por los montes; cometen torpezas inauditas; roban las casas; las incendian; destruyen las haciendas; talan los campos; perpetran, en fin, todo género de crímenes. Tan incivil como execrable conducta autoriza á la República para reclamar satisfaccion é indemnizaciones. Sin embargo, el Gobierno de Colombia y la Nacion misma solo piden la paz. El ilustre jefe, vencedor en

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Tarqui, consecuente á las instrucciones de su Gobierno, fué el primero en ofrecerla al ejército vencido.

Muy honroso es para el Secretario que suscribe el protestar al Señor Ministro de Relaciones Exteriores y al Gobierno del Perú, que la República de Colombia no quiere la guerra; y que, para obtener la paz, está pronta á no ahorrar sacrificio compatible con su dignidad. No se cree el Gobierno del infrascrito degradado al expresar estos generosos sentimientos; porque no teme la suerte de los combates, cuando la injusticia viene á probar el temple de las armas colombianas.

Tampoco el Gobierno de Colombia, ni ninguno de la tierra, puede fundar la dicha del pueblo sobre las victorias obtenidas á precio de sangre y de destruccion. Con tan cordiales y sinceros sentimientos, desea el Libertador Presidente de Colombia la paz con el Perú.

Y al cumplir el infrascrito con el honroso deber de trásmitirlos al Gobierno del señor Ministro de Relaciones Exteriores á quien se dirige, aprovecha la oportunidad de asegurarle el respeto y distinguida consideracion con la cual tiene el honor de ser de US., señor Ministro, muy humilde, muy obediente servidor.

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JOSÉ DE ESPINAR.

República Peruana. — Ministerio de Estado en el Departamento de Gobierno y Relaciones Exteriores.- Casa del Gobierno en Lima, 13 de Junio de 1829.

Al Señor Secretario de Estado y del Despacho General del Libertador Presidente de Colombia.

El infrascrito Ministro de Estado del Despacho de Gobierno y Relaciones Exteriores del Perú, ha recibido órden de S. E. el Jefe Supremo de la República para contestar á la nota que, fechada en Quito á 13 de Abril último, fué dirigida á su antecesor por el señor Secretario de Estado y del Despacho general del Excmo. Señor Libertador Presidente de Colombia.

Al cumplir con este deber, le es muy sensible al infrascrito no poder limitarse á aplaudir los sentimientos humanos y pacíficos en que abunda dicho documento: pues, conteniendo además alguna proposicion infundada, y ciertas quejas y recriminaciones, en sentir del Gobierno del Perú, poco justas, se hace indispensable, por desgracia, alguna discusion, para poner las cuestiones bajo su verdadero punto de vista, y sincerar al

Perú de la tacha inmerecida con que se trata de empañar la buena fé que há guiado sus procedimientos.

En asunto tan ingrato, cuidará el infrascrito de ser lacónico; pasando rápidamente sobre incidentes que deseara ver sepul tados en eterno olvido; y seguirá el mismo órden observado en su nota por el señor Secretario de Estado á quien tiene la 'honra de dirigirse.

Se asienta con plena cónfianza, que el Convenio de Jiron ha sido religiosamente cumplido por parte de Colombia, para fundar el extraño principio de que, á consecuencia de aquellas estipulaciones, ni el uno ni el otro país se hallan en el caso de reclamar contra cualquiera abuso de poder, ó contra las injurias positivas de un órden subalterno que hubieran tenido lugar por una y otra parte. Mas el Gobierno Peruano no puede convenir en semejante doctrina que le parece opuesta á los preceptos del derecho público, y capaz de producir males de mucha trascendencia, si fuese alguna vez admitida. Está bien que el Convenio de Jiron, como cualquier otro de su clase, impusiese silencio á todos los resentimientos que existían antes y durante la campaña; pero jamás podrá pretenderse con justicia que los nuevos agravios inferidos despues de la campaña sean comprendidos en ese mismo silencio. Esto sería dar márgen á que una de las partes contratantes incurriese en abusos que sabía habían de ser encubiertos por la santidad del pacto préviamente celebrado. Es claro, para la razon menos perspi. caz, que si la guerra había sido originada por insultos y violencias, el repetirlas despues de formado un tratado de paz, daba suficiente motivo para romperle; y para renovar, aún con mas ardor, las hostilidades que tan efímeramente se había pretendido hacer cesar.

En el oficio escrito con fecha 17 de Marzo último por el Sr. General La-Mar al Señor General Sucre, se hace una formal reclamacion contra infracciones clásicas del Derecho de Gentes cometidas por los jefes de Colombia, y contra bárbaras violaciones de cuanto hay de mas sagrado entre los hombres, perpetradas ante sus ojos, con escándalo de la América y horror de la humanidad estremecida. En lugar de practicarse las averiguaciones que eran tan fáciles, tratándose de actos ejecutados delante de muchos testigos, y de dar todas aquellas satisfacciones propias de un Gobierno recto y generoso, se contenta el señor Secretario General con decir que su Gobierno las ignora. Es verdad que semejantes indignidades degradan mas á quien las comete que á quien las sufre: pero no era esta suficiente razon para desentenderse de hechos atroces, por sí solos capaces de encender ódios encarnizados entre las dos naciones, y de perpetuar la deplorable lucha. No existe punto de comparacion entre las violencias que se dice cometidas en

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