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Mallo, hijo de Popayan i educado en Caracas. Merced á estas circunstancias, Bolívar tuvo entrada franca en la corte, i aun mereció algunas distinciones de la reina.

Bolívar, encerrado en los colejios de España, se dedicó principalmente á los estudios de matemáticas, lenguas i literatura.

Fernando, entonces príncipe de Asturias, le invitó una tarde a jugar a la raqueta, i habiendo permitido la casualidad que Bolívar le diera con el volante en la cabeza, se molestó el príncipe, como era bien natural; i la madre, María Luisa, le desenojó, i luego le animó a que siguiera jugando sin aburrirse. "Quién le hubiera anunciado a Fernando VII que tal incidente era el presajio de que yo le debia arrancar la mas preciosa joya de su corona?" ha dicho Bolívar cuando ya fué él libertador de su patria. La casualidad enlaza a veces los acontecimientos como si dijéramos con prevision o de intencion.

A fines de marzo de 1801 atravesó los Pirineos, camino para Francia, despues de propuesto i concertado su matrimonio con la señorita Teresa Toro, sobrina de los marqueses del Toro. Bolívar fué a dar en la patria de Enrique IV, cuando la Francia era republicana i cuando el colosal Bonaparte tenia asombrado al mundo con sus glorias i fama exelsa. Una república grande i victoriosa que habia puesto a los reyes a sus piés, instituciones filosóficas i humanas que campeaban airosas, despues de la época del terror, i los prodijios del saber i de la guerra, trastornaron la fantasía del jóven americano, por demas volcánica; i la cabeza de Bolí var, aunque sin poder ocuparse por entónces en proyectos relativos a la independencia de su patria,

se llenó de ideas luminosas que mas tarde habian de servir en provecho de ella i de su propia gloria.

A fines del mismo año, repasó, llevado de su pasion de niño, los Pirineos, celebró su matrimonio, i en el mismo dia pasó para la Coruña, donde se embarcó en el bajel que le aguardaba para venirse con rumbo a las costas de su patria. Bolívar se tenia por mui dichoso con el amor bien correspondido. de su esposa, con quien pensaba compartir del techo i campos en que habia nacido i solazádose; mas una fiebre maligna asaltó a la jóven en la flor de su edad, i en enero de 1803 se la arrebató la muerte. El novio lloró la pérdida de su esposa con ese dolor intenso que agovia a los jóvenes apasionados, i a los apasionados como Bolívar cuya vehemencia rayaba a veces en locura. Su tristeza fué tal, que se determinó a no visitar su patria sino en esta vez para no volver a verla nunca.

II.

Efectivamente, a vuelta de diez meses de permanencia en Venezuela, se hizo a la vela con rumbo para Cádiz, donde arribó a fines de 1803 i par tió de seguida para Madrid. La vida de la corte no alivió sus penas i le fué tan triste como en Carácas, por lo cual sin duda pasó de nuevo a Francia en la primavera de 1804. Por esta vez fué a dar con Napoleon en lugar de Bonaparte, con el imperio en lugar de la república, i ya no tuvo entónces porqué admirar la nacion ni al hombre.

En esta época, en que la guerra i la política habian hecho cambiar rápidamente el destino de muchos pueblos, ya se le veia ocupado en hablar i consultar con sus amigos acerca de la emancipa

cion de América. Platicando con el baron de Humboldt, le dijo el sábio que ya la creia en estado de buscar su independencia, pero que no conocia al hombre que pudiera encaminar a sus hijos i dirijir los por buen camino; i el sábio no penetraba que le tenia por delante. El señor Bonpland le dió mayores esperanzas i consejos provechosos, i parece que desde entónces se impresionó vivamente de la idea de emanciparla.

Al cabo de diez meses de permanencia en París, pasó para Italia en compañia de su paisano, maestro i amigo, Rodríguez, con quien visitó a Milan, Venecia, Florencia i Roma. Exaltada su imajinacion con la memoria de esta Roma, trasada apénas por los dedos de Rómulo para luego ser la señora i reina del mundo, se fué juntamente con su maestro a encenderla mas con la vista del Monte Sagrado, i juró allí libertar a su patria o morir por ella. El tiempo ha confirmado la realizacion de un propósito que entonces solo debió calificarse de antojadizo i pueril. Continuó su viaje para Nápoles, i luego, volviendo a Paris, pasó para Hamburgo, donde se embarcó con rumbo para los Estados Unidos, i de aquí para la Guaira a fines de 1806.

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1810. Mantúvose en Carácas separado de los negocios públicos i aconsejando a sus amigos que fueran cautelosos en sus palabras i acciones, para librarse de la persecucion con que tan activamente obraban los españoles desde la tentativa del jeneral Miranda contra Coro en aquel año. La noticia de la revolucion de Quito por 1809 habia inflamado los corazones de los patriotas caraqueños, i aunque Bolívar consideraba intempestiva la ocasion no dejó de ser uno de los primeros que pertenecie ron a la ocurrida en Caracas el 19 de abril de

1810, época en la cual fué nombrado coronel de las milicias de Aragua.

Por el mes de junio obtuvo una comision diplomática para S. M. Británica, de quien alcanzó las seguridades de neutralidad en la lucha que iba a emprenderse por conquistar la independencia. Dejó en lugar suyo a su compañero don Luis López Méndez i al secretario de la comision don Andres Bello, que tanto ha llegado a ilustrarse despues, i estuvo de regreso en la Guaira por el mes de diciembre. Poco conforme con el rumbo que tomaban los negocios públicos de su patria, se retiró a la vida privada hasta que, comenzada la lucha con los sucesos de Valencia i proclamacion ocurrida el 5 de junio de 1811, volvió al servicio activo como coronel del citado batallon Aragua.

Preparada la espedicion contra Valencia, partió con su cuerpo bajo las órdenes de Miranda, aquel venezolano tan célebre, culto e instruido cuanto desgraciado, que sirvió como jeneral de division en los primeros i mas apurados dias de la república francesa, i obtuvo en esta campaña el despacho de coronel efectivo de ejército, como premio de su buen comportamiento.

Despues de la ocupacion de Valencia fué nombrado gobernador de Portocabello, i pasó por el sentimiento de que, durante su gobernación, los prisioneros del castillo de Sanfelipe dieran muerte a sus guardias i obtuvieran en consecuencia un completo rehacimiento a favor de la causa realista. Bolívar logró salvar la guarnicion de la ciudad i se embarcó para la Guaira, agudamente impresionado de la osada resolucion i sangriento desempeño con que obraron los prisioneros realistas. En cuanto al jeneral Miranda, el acontecimien

to de Portocabello dió lugar á que se le calumniase inventando que las capitulaciones ajustadas con Monteverde las habia hecho por la suma de mil onzas de oro ofrecidas por el marques de Casa Leon (*), calumnia que aun la sostienen algunos, pero sin ningun fundamento; pues las ajustó arrastrado solo por el imperio de las malas circunstancias. Las capitulaciones indignaron tanto a Bolívar i a los demas patriotas, que se resolvieron a prenderle con el fin de que participara con ellos de la suerte que temian por no tener medios de emigrar. Por fortuna, Bolívar consiguió un pasaporte para Curazao por medio del español don Francisco Iturbe, a quien, años despues, correspondió con mui leal gratitud el importantísimo servicio de entónces.

A su paso por Cartajena, ofreció sus servicios al gobierno republicano de esta plaza. Fueron aceptados, i se le destinó para la comandancia militar de Barranca. En Cartajena publicó la Memoria dirijida a los ciudadanos de la Nueva Granada, en la cual manifestó los errores que motivaron la perdicion de la causa republicana de Venezuela i los medios que debian adoptarse para evitarlos, i mantener con brío la de Nueva Granada. Esta Memoria, tan discreta i atinadamente escrita, labró la

(*) Verdad es que el marques de Casa Leon le ofreció tales mil onzas de oro; mas este ofrecimiento se lo hizo despues de la capitulacion, cuando supo que Miranda deseaba volverse para Inglaterra, i que no podia satisfacer sus deseos por falta de medios pecuniarios. En cuanto a la suerte de este jeneral, que se habia rosado con los reyes i hecho figura en Europa, fué de las mas tristes; pues llevado de calabozo en calabozo hasta parar en el arsenal de la Carraca en Cádiz, se le conseivó allí con una cadena al cuello hasta el año de 1816 en que falleció.

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