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10 de Febrero de 1825, precisamente al cumplir el primer aniversario de la dictadura conferida á Bolívar. Los poderes de éste fueron confirmados por el Congreso, á pesar de la renuncia reglamentaria que de ellos hiciera, y aceptó el cargo, con la condición de que no se le llamara dictador. El Congreso le dió el título de Padre y salvador del Perú, y á Sucre el dictado de Gran Mariscal de Ayacucho. Puso á disposición de Bolívar, como prenda de su reconocimiento, la cantidad de un millón de duros (5,000,000 de francos) que no aceptó, y otro millón para el ejército.

Siguió Sucre con el victorioso ejército hácia el Alto Perú, donde resistía todavía Olañeta con sus fuerzas, y había avanzado sin oposición alguna hasta el Desaguadero, donde acantonaban las primeras fuerzas del realista. Estas se retiraron, pero fueron batidas en Tumusla, donde pereció Olañeta con el resto del ejército español. Sólo quedaba en pié de guerra la fortaleza del Callao.

Entre tanto dedicóse Bolívar á la organización administrativa del Perú, y después de

constituir en Lima un Gobierno provisional durante su ausencia, se dirigió hacia Arequipa con objeto de visitar La Paz, el Cuzco y el Potosí.

En todas estas ciudades fué recibido con entusiasmo indescriptible. Los pueblos todos corrían á conocerle y á estrecharle entre sus brazos. En Arequipa, sabiendo ya los triunfos de Sucre en Potosí, constituyó por un decreto la República del Alto-Perú, la cual en honra de su nombre ó para inmortalizarlo, se llamó Bolivia. Organizó la administración del nuevo país y resignó el mando de la naciente república en el Gran Mariscal de Ayacucho.

No nos olvidemos sin embargo de Colombia, donde los acontecimientos ocurridos durante la prolongada ausencia de Bolívar deben ser mencionados, para que pueda comprenderse el resto de esta historia.

En Colombia había paz, porque España no hizo nuevas invasiones; pero los ánimos no estaban tranquilos, sino bastante exaltados, porque el Congreso había autorizado al Ejecutivo, en previsión de quiméricos temores que á

la sazón inspiraba la Santa Alianza, á declarar en estado de Asamblea las provincias amenazadas de invasión exterior ó conmoción interior á mano armada, pudiendo, llegado el caso, exigir contribuciones, alistar tropas, expulsar del territorio á los desafectos, y delegar tan tremendas facultades á los comandantes de los departamentos en que estaba dividida la República.

Con este pretexto se cometieron varios atropellos, ejerciéronse muchas venganzas, se sustituyó al despotismo español, ya vencido, el despotismo republicano, más irritante todavía, porque se ejercía por los mismos libertadores...

Si á esto se agrega que para entonces se había desarrollado un funesto espíritu de codicia, estimulado por la ley que el Congreso dictó para contratar en Europa 30 millones de pesos fuertes, se comprenderá el por qué de no haber sido refutado durante medio siglo el siguiente párrafo del historiador Baralt.

«< El país que había sido teatro de hazañas << militares, se convirtió en lonja de especu

laciones mercantiles: el hambre y la sed del oro se apoderaron de los corazones; imagináronse peligros para hacer grandes aparatos de defensa; creáronse necesidades <« que no había; quisieron, en fin, lucir galas <«<los mendigos; y como el país no ofrecía « recursos para tanto, hubieron de buscarse « en el extranjero. Y aquí empieza la desmoralización y desórdenes del Gobierno. »

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No era aquel empréstito el primero contratado por Colombia, pues desde 1819, el VicePresidente Zea, enviado á Europa con un cargo diplomático y otro fiscal, había reconocido cerca de tres millones de duros, como liquidación de las contratas de López Méndez y Real, comisionados de Venezuela y Nueva Granada, y para extinguir esta deuda, y sin autorización del Gobierno Colombiano, había contratado otro empréstito por diez millones de duros al 80 p. 100, de cuya inversión no se tuvo nunca cuenta exacta, no por culpa del integro Zea que la envió oportunamente á Colombia, ni tampoco de su viuda, la señora doña Felipa Mellón y Zea, que hizo entrega formal

el 8 de Mayo de 1825, por órden del Sr. Hurtado, ministro de Colombia en la Gran Bretaña, de todos los papeles y documentos relativos á estas negociaciones, como consta del testimonio que hemos tenido á la vista, autorizado por el Sr. Lanz, que fué la persona designada por dicha Legacion para recibirlos.

Por supuesto que las duras palabras del historiador venezolano no pueden referirse ni al Presidente de Colombia, que fué un modelo de generosidad y desprendimiento en todas ocasiones; que se privó de sus propios bienes para cederlos á la revolución, y renunció los millones del Perú, y hasta sus propios sueldos en beneficio de las necesidades públicas, muriendo pobre y sin mancha de las inmundicias del ресиlado; ni tampoco al Vice-Presidente Santander, á quién sus enemigos pretendieron mancillar suponiéndole cómplice en aquellos manejos, sin exhibir pruebas. Santander (era hombre muy apasionado, acaso demasiado duro; pero, como administrador, honrado y digno.

El empréstito no se hizo tampoco por treinta millones, sino solamente por veinte; pues en él

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