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roso no podía menos de afectar á los hombres sinceros que abrazaron con entusiasmo la causa emancipadora. Hasta qué punto influía realidad tan lamentable aun en las personas de carácter más varonil y de más subido temple, ya lo hemos visto en los párrafos antes copiados de las cartas de Bolívar á su amigo Fernández Madrid. ¿Cómo esa desilusión y ese desengaño no habían de llevar al candoroso espíritu de Olmedo, en quien la más ligera impresión solía dejar huella profunda, la vacilación é incertidumbre que nos fuerzan á desconfiar del juicio propio, sometiéndonos al tormento de dudar de todo y de tener hoy por malo aquello mismo que ayer nos admiraba y cautivaba por estimarlo inmejorable? Pero dejemos esto, que el poeta mismo evidenciará más adelante, y volvamos á las dos cartas á que me refiero.

Olmedo estampa al final de la segunda que si tuviese hijos en estado de ir á un colegio, aprovecharía la oportunidad para enviarlos á la pensión de Zegers en Valparaíso; y añade: Pero el único varón va á cumplir dos años, y no es posible separarnos de la Virginia. » Si al arribar Olmedo á las playas de Chile, á mediados de 1828, recibe la noticia del fallecimiento de su esposa, ¿cómo en diciembre de 1833 habla, como de cosa natural y corriente,

de un hijo varón que aún no ha cumplido dos años? Quede á más afortunado biógrafo la resolución de este problema, que no he podido aclarar por falta de suficientes noticias.

Sobre dos años después de escritas las cartas á que me refiero dió nuevas señales de vida la musa de Olmedo, que por largo tiempo había permanecido inactiva á pesar de las reiteradas excitaciones de Bello, de las del erudito é ingenioso gaditano D. José Joaquín de Mora (que representó papel de alguna importancia en el desarrollo intelectual y en las controversias políticas de varias de aquellas repúblicas), y de la galana Oda que en 1829 le había compuesto y dirigido desde el Perú D. Felipe Pardo y Aliaga (1), en la cual se dolía del abandono y descuido de nuestro poeta, expresándose de este modo:

«El fuego inspirador del sacro Apolo, Que arrebata la mente á las divinas

Mansiones del Olimpo, arde en tu alma.

(1) Nació en Lima el 11 de junio de 1806. Hijo del magistrado español D. Manuel Pardo, Regente de la Audiencia del Cuzco, y de Doña Mariana Aliaga, segunda hija de los Marqueses de Fuente Hermosa, vino á España y recibió educación en Madrid bajo la dirección del insigne maestro D. Alberto Lista. En las aulas del colegio de San Mateo fué compañero de hombres que posteriormente han sobresalido en la república literaria, como Ventura de la Vega, Espronceda, el Marqués de Molins, el Conde de Cheste, y otros no menos ilustres.

Tú conseguiste solo

Entre los vates del Perú la palma;

Ya la suerte llorando

De aquel precioso niño

Que abrió sus ojos á la luz del día,
Aún atada la patria

Al yugo de la negra tiranía,

Ya celebrando en inflamado tono

El venturoso instante

En que, vencido el pabellón del trono,
La patria enseña flameó triunfante,

Pero jay! que sumergido

En ocio y en silencio,

No los labios desplegas,

Ni de tu acorde lira

El eco resonante al aire entregas,
Indócil tu albedrio

Al elevado numen que te inspira.»

Y después de apuntar hipotéticamente algunas de las causas ó razones que podía haber para que el poeta guardase pertinaz silencio (1), concluía diciéndole:

(1) Entre las que Pardo indica en su Oda, merece particular atención la expresada en los siguientes versos:

"¿Tal vez ausente de tu cara esposa,

Y del único fruto

Que el cielo á tus amores reservara,
Ligada noche y día

A tan tiernos objetos

Huye al poder del Dios tu fantasía?»

Si esta Oda se escribió en 1829, fecha que lleva al pié en la edición de las Poesías y escritos en prosa de D. Felipe Pardo (París,

"Tan culpable inacción destierra, oh vate:

Al mágico poder de tu armonía,

Haz que mi pecho ufano se dilate:

Canta: у el padre del Perú, bondoso
Al canto sonoroso,

Desde su solio diamantino ría:

Canta, y mi numen inexperto guía.»

Para sacar á Olmedo de la que Pardo llama culpable inacción, se necesitaba por lo visto un acontecimiento que hiriese vivamente su fantasía y causase honda impresión en su alma.

1869), preparada por el autor desde 1865, lo que se dice en los anteriores versos me llena de confusión. El 10 de agosto de 1828 se hallaba Olmedo en Valparaíso, de vuelta de Europa. De allí partió inmediatamente á Guayaquil, tocando de pasada en Lima. Pardo vivía por entonces en la capital del Perú. ¿Cómo, pues, da al vate del Guayas en aquella fecha por ausente de su cara esposa? ¿Cómo habla de haber el cielo reservado á Olmedo el único fruto de sus amores? En 1826 escribía Olmedo al Libertador pidiéndole permi- | so para regresar á América lo más pronto que ser pudiese, con el fin de aprovechar el tiempo en la educación de sus dos niñas. ¿Cuándo dejó de existir una de ellas? ¿Será que en la carta dirigida á Bello desde Valparaíso en agosto del año 28 se refiera á la pérdida de su hija y no á la de su mujer, como he dicho anteriormente fiado en la autoridad de un hombre tan verídico y noticioso como Don Miguel Luís Amunátegui? Y si esa pérdida fué efectivamente la de la hija, no la de la esposa (lo cual explicaría sin violencia el posterior nacimiento del hijo varón que aún no había cumplido dos años en 1833), ¿cómo interpretar esta terminante afirmación de Amunátegui en su interesante Vida de D. Andrés Bello, tan rica en documentos curiosos desconocidos hasta ahora y relativos á ambos poetas: "Apenas Olmedo tocó las costas americanas recibió la más funesta de las noticias. Durante su ausencia, su esposa había fallecido en Guayaquil?» Decídalo quien tenga sobre el particular datos de que yo carezco.

Tal fué la batalla de Miñarica ganada por el General Juan José Flores, fundador del nuevo Estado del Ecuador (1), y según Bello «una de las más notables que se han ganado en Amé– rica. » Reservando para más adelante apreciar la Oda que en tal ocasión compuso nuestro poeta, de la cual únicamente diré ahora que no es inferior á ninguna suya, sin excluir el famosísimo Canto á Bolívar, no estará de más hacerse cargo de los que algunos biógrafos le dirigen por haberla escrito. Como esos cargos se refieren más al carácter del autor que á sus dotes literarias y al mérito de la poesía, juzgo que es este lugar á propósito para discurrir acerca de ellos (2).

(1) Olmedo lo proclama así en las notas que puso á la poesía dedicada al General Flores, fechada en 1835.

(2) Los hermanos Amunáteguis, al hablar de la Oda de Olmedo, se expresan de esta manera:

«El canto á Junín tenía por tema la elevación del Perú á la categoría de nación, y por héroe al libertador de un mundo; el canto á Miñarica tiene por tema un triste suceso de guerra civil, y por héroe á uno de esos caudillos que han sido la vergüenza de la América española, el estorbo de la libertad y del progreso en el nuevo continente. Este himno de lucha fratricida es un triste complemento del himno de independencia... "No habrá, dice don » Juan María Gutiérrez, quien al avistar la cana y erguida sien del >>Chimborazo, por enemigo que sea del vencedor de Miñarica, no exclame sojuzgado por la belleza de la idea:

>>Rey de los Andes, la ardua frente inclina,

Que pasa el vencedor...>>

¡Falso! Nos parece una indignidad hacer inclinar la frente á los

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